?pica
"Oigo, patria, tu aflicci¨®n, / y escucho el triste concierto / que forman tocando a muerto / la campana y el ca?¨®n. / Sobre tu invicto pend¨®n / miro flotantes crespones / y oigo alzarse a otras regiones / en estrofas funerarias, / de la iglesia las plegarias". Parece una cr¨®nica de la divina manifestaci¨®n de ayer en la que el Dios de los cristianos, perplejo, sali¨® al centro de Madrid escoltado por la trinidad Acebes-Zaplana-Esperanza Aguirre, o viceversa. Esos versos patri¨®ticos pertenecen a la Oda al Dos de Mayo, de Bernardo L¨®pez Garc¨ªa (1838- 1870), que muri¨® hace 135 a?os en plena juventud. Los ni?os de mi generaci¨®n recit¨¢bamos de carrerilla aquellas estrofas ¨¦picas del susodicho poema: "?Guerra! grit¨® ante el altar / el sacerdote con ira / ?Guerra! repiti¨® la lira / con ind¨®mito cantar...". Todos los mayores de cinco a?os somos del siglo pasado, qu¨¦ duda cabe, pero hay gente emperrada en llevarnos al XIX y a la Guerra de la Independencia.
Como colof¨®n del centenario de El Quijote, con la Iglesia hemos topado, hermano Sancho. Al margen de otras consideraciones, estas cosas provocan un bostezo bestial en los esp¨ªritus sensibles. Acaba uno hasta el gorro de patrias, de valores eternos, de jerarcas, de misereres y de anatemas. La vida es fugaz; no nos podemos permitir el lujo de malgastarla. La manifestaci¨®n de ayer clamaba por la vuelta de Agustina de Arag¨®n, de Don Pelayo, de Guzm¨¢n el Bueno, de Torquemada: "Y suenan patrias canciones / cantando santos deberes; / y van roncas las mujeres / empujando los ca?ones; / al pie de libres pendones / el grito de patria zumba / y el rudo ca?¨®n retumba...". ?Qu¨¦ pereza, cielo santo! Lo de la LOE es una disculpa para bramar por la calle de Alcal¨¢ consignas jur¨¢sicas.
Est¨¢n comiendo el coco a las criaturas. Conozco a una pareja que ha tenido que llevar a su hija al psic¨®logo por esta presi¨®n. La ni?a, de ocho a?os, tiene pesadillas y grita contra la LOE consignas de la Conferencia Episcopal. Pero sus padres le dicen otras cosas. La chica no sabe a qu¨¦ atenerse. Salvemos a la infancia, al menos.
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