Karina y el porvenir
Las fotos amarilleadas reflejan nuestra propia historia, las viejas portadas de los discos ilustran la de toda una generaci¨®n, la de una ¨¦poca. La Fundaci¨®n Carlos de Amberes exhibe hasta el pr¨®ximo d¨ªa 27 m¨¢s de 600 car¨¢tulas de grabaciones pop publicadas en Espa?a entre 1954 y 1970. Obsoletos tocadiscos port¨¢tiles, pick-ups de guateque y varios v¨ªdeos de cantantes chascando los dedos completan la exposici¨®n. Las cubiertas de los vinilos muestran formaciones grupales en rid¨ªculas formas geom¨¦tricas, collages tan pobres como un regalo del D¨ªa del Padre y hasta a Raphael guapo, pero es curioso sentir c¨®mo la premeditaci¨®n en las miradas, en los gestos y los tup¨¦s es un ejemplo de autenticidad. En ocasiones, el pasado es m¨¢s verdadero que el presente.
Resulta estremecedor ver el esfuerzo discogr¨¢fico de finales de los cincuenta por lanzar al estrellato a dos gemelas espa?olas te?idas de rubio y de moreno pero indefectiblemente estr¨¢bicas, o la voluntad de seducci¨®n de un Johnny Hallyday en un escorzo pretendidamente sexy pero m¨¢s falso que su nombre. La ingenuidad es materia prima de sinceridad, y aquellos momentos, n¨ªtidamente reflejados en la m¨²sica, estaban fletados por un entusiasmo c¨¢ndido e innovador.
Un disco del D¨²o Din¨¢mico de 1961 contiene los cortes: Qu¨¦ bello es vivir junto a ti, Eres una estrella azul, Mari Carmen y Eres t¨². Ya nadie canta as¨ª al amor, cualquier chica a la que hoy compar¨¢semos con un lucero o que nos escuchase pronunciar el adjetivo "bello", aunque fuese referido a nuestra sensaci¨®n de compartir con ella un piso de 30 metros cuadrados, saldr¨ªa corriendo. Mari Carmen ya no existe, tanto porque casi nadie con veintitantos a?os se llama as¨ª (y eso que, trat¨¢ndose del D¨²o Din¨¢mico, podr¨ªan estar rond¨¢ndole a una de 13) como porque, en caso de que nuestra amada hubiese heredado el nombre de su madre, le cambiar¨ªamos la identidad en una canci¨®n con pretensi¨®n de ventas en el siglo XXI.
Las portadas, sin embargo, lejos de parecer caducas, avejentan nuestro instante. Es tan intenso, trascendente y aut¨¦ntico el momento prensado en las cartulinas que se erige como referencia temporal. Este presente se deval¨²a ante los ojos de The Beatles o Sam Cook, se descarga de significado y hegemon¨ªa. Lo antiguo somos nosotros, hu¨¦rfanos de inocencia e ilusi¨®n, de un proyecto colectivo, de una verdad incontestable como la de la m¨²sica, hoy resabiada y lasciva, interesada y promiscua como una puta menop¨¢usica. Ahora, los a?os cincuenta con sus crooners, los sesenta con su nova can?¨® o los sesenta con sus Pekenikes nos resultan ajenos pero no anulados, inofensivos, inservibles. Es fascinante observar las car¨¢tulas porque no dejamos de buscarnos a nosotros mismos en la est¨¦tica del dise?o gr¨¢fico, de los pantalones, de las patillas de sus protagonistas. Hayamos vivido aquella ¨¦poca o no, todav¨ªa permanece alg¨²n acorde de aquellas canciones dentro de nosotros, o esos cartones enmarcados en la pared act¨²an, de alguna manera, de espejo. Las portadas nos hacen viejos porque somos la versi¨®n sobreevolucionada de un momento perfectamente sintonizado y necesario.
El presente siempre parece min¨²sculo respecto al pasado o al provenir. Y ante el cat¨¢logo musical de una era tan decisiva como la reflejada en esta colecci¨®n, nos entregamos sin querer al analg¨¦sico del ma?ana. El pret¨¦rito nos avejenta pero el futuro es botox. No confiamos en que nuestro momento est¨¦ por llegar, sino en que ¨¦ste hoy, disminuido y vacuo ante la ¨®ptica de la era pop, se transforme en un instante preciado bajo la lupa del ma?ana.
Lo mejor que nos puede pasar es que nuestros nombres suenen inveros¨ªmiles en las canciones de los a?os sesenta de este siglo. Que nos pasemos de moda sin pasar de largo. Ser la Mari Carmen del nuevo milenio, que a las futuras generaciones les parezca cursi c¨®mo cantamos hoy al amor pero que, en secreto, se sientan viejos siendo tan j¨®venes.
Si la inercia de los tiempos no acaba de torcerse, la m¨²sica de ahora tambi¨¦n se empapar¨¢ de melancol¨ªa aunque nos parezca descre¨ªda, la puta de hoy se transformar¨¢ en princesa. Habremos muerto o seremos tan viejos como Karina cuando los compact-disc que hoy tenemos en casa o esparcidos por el coche sean piezas de una colecci¨®n. ?se es el precio a pagar. Ser importante cuando ya no le importas a nadie.
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