Antoni Bonet
Hace pocas semanas se celebr¨® en Barcelona el simposio El GATCPAC y su tiempo, organizado por Docomomo Ib¨¦rico y el Colegio de Arquitectos, bajo la direcci¨®n de Antonio Pizza. A pesar de los estudios recientes sobre el tema, se han vertido ahora nuevos datos, especialmente en la consideraci¨®n del entorno y las consecuencias del movimiento, lo cual ha permitido entender a los arquitectos del GATCPAC como un sector espec¨ªfico dentro de una modernidad general de los a?os treinta, apoyada en la fuerza intelectual de la II Rep¨²blica y la autonom¨ªa catalana. La especificidad de este sector se puede definir de muchas maneras. Una de ellas se refiere a sus posiciones metodol¨®gicas y estil¨ªsticas: el establecimiento de modelos generales para una cierta reforma social, m¨¢s all¨¢ de la puntualizaci¨®n de cada proyecto, y la adscripci¨®n a un lenguaje de ruptura ya casi codificado que no admit¨ªa modernidades superficiales y se sumaba, en cambio, a la revoluci¨®n formal de las vanguardias, especialmente bajo la maestr¨ªa incuestionable de Le Corbusier.
Pero hay otra manera de entender el alcance de la modernidad del GATCPAC, m¨¢s all¨¢ de los t¨¦rminos ling¨¹¨ªsticos y de la funcionalidad socialmente generalizable: el convencimiento de que la arquitectura y el urbanismo eficaces para la reforma social se deb¨ªa articular con el poder pol¨ªtico. Le Corbusier fue durante toda su vida un practicante de ese compromiso, de esa voluntad de trabajar con y para los gobiernos establecidos, superando incluso diferencias ideol¨®gicas. Los planes de Par¨ªs, la ciudad de Chandigarh, los proyectos suramericanos fueron revoluciones urban¨ªsticas que depend¨ªan de la acci¨®n de los gobiernos y la condicionaban. Josep Llu¨ªs Sert, el capitoste indiscutible del GATCPAC, fue otro practicante conspicuo del sistema: comprometi¨® a la Generalitat en el Plan Maci¨¤ de Barcelona y luego trabaj¨® en Am¨¦rica Latina para imponer desde EE UU planes urban¨ªsticos a ciudades no precisamente regidas por gobiernos progresistas, sino por tiran¨ªas ignominiosas. Lo importante era no limitarse a la peque?a experimentaci¨®n de la obra privada, sino alcanzar la envergadura p¨²blica.
Los arquitectos del GATCPAC tuvieron la suerte de coincidir en Catalu?a con un gobierno de izquierdas, aureolado incluso por algunos martirios reaccionarios. Me pregunto qu¨¦ papel habr¨ªan hecho con un gobierno de otro cariz. Seguramente, hubieran intentado tambi¨¦n su apoyo, sin las facilidades de las coincidencias ideol¨®gicas. Es decir, hubieran actuado con esperanza testimonial, reafirmando la obra p¨²blica al servicio de una pol¨ªtica social, aunque fuese con contradicciones ideol¨®gicas.
Al lado de Sert hab¨ªa otros dos activistas en este sentido: Torres Clav¨¦ -fallecido en las trincheras- y el jovenc¨ªsimo Antoni Bonet, que se inscribi¨® en el GATCPAC a sus 20 a?os, cuando todav¨ªa era estudiante, que pudo demostrar esa vital obcecaci¨®n a lo largo de su carrera profesional, hasta su fallecimiento en 1989. Se han publicado m¨¢s de media docena de monograf¨ªas y se han celebrado algunas exposiciones -en Argentina y en Catalu?a-, pero Bonet sigue poco citado en las referencias antol¨®gicas del GATCPAC y del renacimiento de nuestra arquitectura a partir de los a?os sesenta, seguramente porque su complicada biograf¨ªa y su distancia generacional lo marginan de los textos habituales, y ha sido uno de los arquitectos espa?oles m¨¢s sobresalientes del siglo XX espa?ol. Exiliado desde 1938 a Argentina, se proclam¨® enseguida delantero del movimiento racionalista pilotando el grupo Austral, construyendo una serie sorprendente de edificios -desarrollados seg¨²n los principios lecorbuserianos transidos de referencias regionales y reconversiones menos adustas- y resolviendo temas territoriales tan significativos como Punta Ballena en Uruguay y aceptando del presidente Juan Domingo Per¨®n el encargo de la reforma de toda la zona sur de Buenos Aires, un proyecto de enorme envergadura que no se aprovech¨® a pesar de ofrecer las bases para un compromiso gubernamental.
De vuelta a Barcelona, sorprendi¨® a toda su generaci¨®n con una serie de casas que permanecen en las antolog¨ªas m¨¢s exigentes, como La Ricarda en El Prat o la Cruylles en Aiguablava, que avalan la continuidad de los principios y las ense?anzas del GATCPAC bajo la sombra lecorbuseriana. Pero donde perduran mejor es en las grandes propuestas urban¨ªsticas para Madrid, para La Manga del mar Menor y, sobre todo, para una Barcelona que estaba en sus momentos m¨¢s bajos. No se resign¨® a la inmovilidad y se arriesg¨® a dialogar con el alcalde Jos¨¦ Mar¨ªa Porcioles. El Plan de la Ribera y el Plan de la Zona sur de Montju?c marcaron las primeras expectativas para el frente mar¨ªtimo de Barcelona, y la torre de Urquinaona fue uno de los pocos edificios singulares bien enhebrados en la trama Cerd¨¢.
Es, pues, evidente el papel de Bonet como impulsor de grandes proyectos p¨²blicos, pero, aunque su complicado itinerario autobiogr¨¢fico le haya dificultado el debido reconocimiento universal, tambi¨¦n hay que considerarlo un artista de elevado calibre en un momento decisivo para la arquitectura en el que el racionalismo generaba nuevas tendencias.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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