Otro
"CAMINAMOS PRINCIPALMENTE para sentirnos libres de todos los impedimentos y de todos los inconvenientes; para dejarnos atr¨¢s a nosotros mismos, mucho m¨¢s que para librarnos de otros". ?ste es uno de los p¨¢rrafos iniciales del breve ensayo 'Dar un paseo', escrito por William Halitt (1778-1830) y ahora publicado en castellano conjuntamente con 'Excursiones a pie', de Robert Louis Stevenson, formando ambos parte de un libro titulado El arte de caminar (Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico). A lo que se refer¨ªa Hazlitt con lo de pasear para dejar atr¨¢s a uno mismo no era otra cosa que abandonar el lastre de nuestra mundaneidad y as¨ª poder, en soledad, fuera de todo artificio; o sea: en medio de la naturaleza virginal restante, no hollada por el hombre, ensimismarnos, muy rousseaunianamente, en lo que tenemos nosotros mismos de natural. Algo parecido, en definitiva, a como si dijera que hab¨ªa que desdoblarse para hacer que se rezagase nuestro yo m¨¢s convencional a instancia de otro yo m¨¢s ligero y espont¨¢neo que quer¨ªa perder de vista al caduco anterior.
Aproximadamente medio siglo m¨¢s tarde, este desdoblamiento del yo tomaba un rumbo mucho m¨¢s complejo y angustioso con la afirmaci¨®n repetida por Rimbaud (1854-1891) de que "je est un autre" -"yo es un otro"-, donde ya no cab¨ªa despojarse de lo artificial de uno mismo, porque nuestra naturaleza era puro artificio, lenguaje, algo impersonal. En este sentido, R. L. Stevenson (1850-1894), riguroso coet¨¢neo del anterior, tampoco necesit¨® tomar conciencia de su desdoblada intimidad dando un paseo, porque sus novelas El extra?o caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886) y El se?or de Ballantrae (1998) tratan de la intr¨ªnseca dualidad del ser humano, criatura con dos almas que pugnan tr¨¢gicamente entre s¨ª por imponerse una a otra sin jam¨¢s lograrlo.
De la misma generaci¨®n que estos dos ¨²ltimos escritores, aunque m¨¢s longevo, Joseph Conrad (1857-1924) hizo del desencuentro del yo consigo mismo un albur, que, al azar de acontecimientos impredecibles, pod¨ªa sacar distintas personalidades de cualquiera de nosotros, haci¨¦ndonos h¨¦roes o villanos, o, mejor, h¨¦roes-villanos. En su novela El copart¨ªcipe secreto (Atalanta), que public¨® en 1910, narra la historia de un biso?o y ufano capit¨¢n, que, durante un turno de guardia nocturna en cubierta, se encuentra con un n¨¢ufrago fugitivo, llamado Leggat, que no es, en realidad, sino la versi¨®n desdichada de s¨ª mismo. Es, por tanto, como si su otro yo le hubiera alcanzado y lo tuviera que custodiar, al resguardo del resto de la tripulaci¨®n, hasta encontrar la ocasi¨®n propicia para devolverlo al mar y recuperar la estable identidad perdida.
En la actualidad, vivimos no s¨®lo bajo el inquietante amparo de la impersonalidad, sino tratando de no ser asaltados por esa "otredad" que nos acecha en el oscuro hond¨®n de nuestra propia mismidad, a la que llamamos "inconsciente", "sombra", "sue?o" o, qu¨¦ m¨¢s da, "paleocortex". Ahora bien, el d¨ªa en que el yo se funda con el otro en perfecta sincron¨ªa no habr¨¢ propiamente muerte, pero tampoco vida, sino replicaci¨®n de ambas, algo maquinal.
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