Juan Ram¨®n, de sombra presente
El d¨ªa que Juan Ram¨®n Jim¨¦nez ide¨® para s¨ª su conocido anagrama JRJ, acaso siguiendo en eso a Rilke, que ya firmaba entonces como RMR, escribi¨® a continuaci¨®n: "El cansado de su nombre". Por esa fecha, 1926, el poeta tiene 45 a?os, y se dir¨ªa que empieza a barruntar lo que se le viene encima, el calvario de equ¨ªvocos, mentiras, calumnias, mistificaciones y porquer¨ªas con que tratar¨ªan de ensuci¨¢rselo. ?Qui¨¦nes? No ha habido en todo el siglo XX un poeta que haya concitado tanto entusiasmo y tanta irrisi¨®n, tanta veneraci¨®n y tama?as objeciones. A nadie se le ha aplicado con mayor escr¨²pulo el "s¨ª, pero no", a ninguno se le han cortado m¨¢s finamente los pelos en tres. A veces esos sentimientos tan encontrados nac¨ªan de una misma persona, y al mismo tiempo. De ning¨²n poeta como de ¨¦l se han dicho tantos disparates, a favor o en contra, con nadie han podido las lenguas permanecer menos quietas; no s¨¦, es como si en Juan Ram¨®n Jim¨¦nez hubiera algo ante lo que era imposible permanecer indiferente. ?Qu¨¦? Sin duda su superioridad, la abundancia de estro, la aristocr¨¢tica mirada sobre el mundo. Eran cosas que pod¨ªan reconocerse de lejos. Tambi¨¦n su manera de entender la vida y la poes¨ªa, esa especie de sacerdocio que le llev¨® a sacrificar la primera en el altar de la segunda, y, claro, todo lo que ello comportaba en alguien tan especial como ¨¦l: su modo de vivir, de vestirse, de relacionarse con los dem¨¢s y de no relacionarse con los dem¨¢s, su retraimiento, la pulcritud de sus camisas, de las u?as de sus manos, de sus dientes y de sus tipograf¨ªas; hasta su manera de entender la intimidad estuvo expuesta a la maledicencia.
No ha habido en el siglo XX un poeta que haya concitado tanto entusiasmo y tanta irrisi¨®n, tanta veneraci¨®n y tama?as objeciones
Algunos, por no dejarle tranquilo, se creyeron con derecho a juzgar su relaci¨®n con su mujer, que consideraron un crimen, y los m¨¢s audaces incluso vertieron insidias un tanto c¨®micas sobre sus preferencias sexuales. Por ejemplo, Cernuda. En el ensayo que le dedica nos dice de quien en cierto modo fue maestro de juventud: "Claro que a quien ha podido esconder en su casa a la poes¨ªa, o cree haberla escondido, ?qu¨¦ le importa la vida? (...) Cuando al fin una mujer de carne y hueso aparece en su vida, pronto escribe en el Diario de un poeta reciencasado, a los pocos d¨ªas de su boda, estos versos reveladores, 'Qu¨¦ trabajo me cuesta / llegar, contigo, a m¨ª', como si la relaci¨®n amorosa fuera un obst¨¢culo al acostumbrado estar consigo del poeta. En amor, como en todo, Jim¨¦nez tuvo bastante consigo mismo". En este caso la poquiter¨ªa cr¨ªtica s¨®lo parece superada por la boba inquina de quien seguramente tambi¨¦n sab¨ªa lo suyo, como todo el mundo, de ese bastarse a solas. S¨ª, hab¨ªa algo en la vida y en la obra de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez que les resultaba irritante y les pon¨ªa nerviosos. A los del 27, de modo manifiesto y pertinaz. Mucho antes de pasar a ocuparse de su poes¨ªa, ya se hab¨ªan despachado a gusto con su persona y sus man¨ªas. El juego que no habr¨¢n dado las man¨ªas de Juan Ram¨®n, su ortograf¨ªa, sus hiperestesias, sus fobias y bretes. "Se?orito de casino de pueblo" hemos o¨ªdo llamarle, a ¨¦l, que nunca lo fue, por quien no pudo dejar de serlo en toda su vida, eso s¨ª, con mala conciencia. Aun reconociendo que los padres de la poes¨ªa moderna espa?ola eran Unamuno, Machado y Juan Ram¨®n, los del veintisiete (y herederos) dejaron en paz, m¨¢s o menos, con harto desd¨¦n a veces, a los dos primeros. Unamuno resultaba muy poco artista para que unos gongorinos como ellos lo tomaran en serio y a Antonio Machado, del que desde luego no pod¨ªan afirmar que tuviera mal o¨ªdo, lo consideraban un poeta de otro siglo, trasnochado y polvoriento. S¨®lo en Juan Ram¨®n descubrieron la voluntad de poder, la voluntad de lo consciente moderno, s¨®lo en ¨¦l hallaron, adem¨¢s, al mentor ideal que un hijo busca en un padre: los recibi¨® en su casa, les dio t¨¦ con pastas, les corrigi¨® los libros, a algunos se los edit¨® (y otros se los copiaron), se los elogi¨® en p¨²blico y en privado, de viva voz y por escrito en p¨¢ginas a menudo inolvidables por su agudeza y salero. La deuda no siempre se la saldaron de modo honorable y como a padre lo asesinaron. Ram¨®n Gaya, acaso el ¨²nico del grupo que permaneci¨® a su lado de una manera inequ¨ªvoca, dijo explicando las pu?aladas: "No se le puede deber tanto a nadie".
La deuda de JRJ, la declar¨® siempre: a Rub¨¦n Dar¨ªo, a algunos pocos amigos verdaderos, viejos y j¨®venes, Giner de los R¨ªos, Jim¨¦nez Fraud, Unamuno y Machado... Les dedic¨® un libro deslumbrante: Espa?oles de tres mundos. Y, claro, a su mujer, Zenobia, y a su madre... "Impertinente, Exigentito, Juanito el Pregunt¨®n, el Caprichoso, el Inventor, Antojado, Cansadito, Tent¨®n, Loco, Fastidiosito, Mare¨®n, Majaderito, Pesadito... y Pr¨ªncipe", nos dice Juan Ram¨®n que le llamaba su madre de ni?o cuando quer¨ªa rega?arlo, "nombres exactos como todas las palabras de ella, gr¨¢fica maravillosa". Ciertamente cuando Juan Ram¨®n lo recuerda en su edad adulta es porque est¨¢ bastante de acuerdo. La adoraba. Escribi¨®, desmintiendo una supuesta afectaci¨®n (otro de los sambenitos que le han echado encima, con el de la cursiler¨ªa) aquello de: "Quien escribe como se habla, ir¨¢ m¨¢s lejos en lo porvenir que quien escribe como se escribe". Pocas prosas encontraremos m¨¢s originales que la suya, y menos afectadas, pese a su rareza. Bien, ¨¦l dijo que se la deb¨ªa a su madre. La record¨® muchas veces, a prop¨®sito de todo, mientras que de su padre habl¨® poco, aunque nunca mal. Lo tuvo a ¨¦l, cuarto de sus hijos, tercero de su segundo matrimonio, cuando ten¨ªa 53 a?os, en 1881. Un padre-abuelo.
Juan Ram¨®n naci¨® en el seno
de una familia acomodada. Su padre y sus t¨ªos, que formaban la marca Jim¨¦nez y C¨ªa, se dedicaban a negocios de vinos, moscateles y co?acs, ten¨ªan fincas, casas, bodegas, p¨®sitos y eran consignatarios de buques mercantes...
En todo caso, los a?os de se?orito, si lo fue, le duraron poco. Despu¨¦s de que dejara unos estudios de Bellas Artes y otros de Derecho, empezados en Sevilla, la ruina y la muerte se llevaron a su padre por delante. ?sta fue fulminante y aqu¨¦lla dur¨® 13 a?os, ventas, juicios, embargos, mudanzas. Todo ello desquici¨® a Juan Ram¨®n y le lanz¨® a un delirio de m¨¦dicos y f¨¢rmacos que ya no le abandon¨® nunca, dedicando desde entonces hasta su muerte, en 1957, doce horas al d¨ªa a una labor po¨¦tica sin desmayo, obsesiva y compleja, y las otras doce a morirse de los m¨¢s diversos males, que podr¨ªan resumirse en debilidad nerviosa y arrequives cardiacos. Su dedicaci¨®n a la Obra, como empez¨® a llamarla, y a morirse, fueron en ¨¦l trabajos muy serios y concienzudos. Despu¨¦s de Madrid, donde public¨® en 1900 esos dos libros que tanto le mortificaron toda la vida, Ninfeas y Alma de violetas, lo mandaron a un sanatorio del sur de Francia a restablecerse de su neurastenia. All¨ª pudo conocer de primera mano a los poetas simbolistas que le gustaban: Jammes, Laforgue, Verlaine, Samain. Poetas de la provincia, de lo menudo, de los crep¨²sculos orillados. Son el centro de lo que en ¨¦l constituye su primera etapa, casi veinte a?os, quince libros y miles de "borradores silvestres", entre ellos algunos de los m¨¢s bellos poemas de la lengua castellana: sensitivos y fulgurantes. B¨¢stenos ir a Melancol¨ªa, Laberinto o Sonetos espirituales donde se encontrar¨¢n ejemplos que no lo hacen inferior a Garcilaso, fray Luis o B¨¦cquer: "Tan leve, tan voluble, tan ligera / cual estival vilano...".
Los impacientes, sin embargo, suelen arg¨¹ir, para no tener que leerlo: escribi¨® demasiado. Otros, perdon¨¢ndoselo, a?aden: bueno y malo. El problema, sin embargo, habr¨ªa sido al rev¨¦s: que hubiese escrito poco y malo, que es lo corriente. Lo bueno es bueno, si breve o si largo, que dir¨ªa Graci¨¢n. Cuando lo sacaron del sanatorio franc¨¦s para meterle en el madrile?o del Rosario y llev¨¢rselo luego a casa del doctor Simarrio, a Juan Ram¨®n ya le sobraba leyenda de s¨ª mismo. G¨®mez de la Serna, Cansinos Assens, los Machado, Villaespesa, P¨¦rez de Ayala, Candamo, Rueda, en romer¨ªa lo constatan...
Hastiado de esa vida reclusa y cada d¨ªa m¨¢s acuciado por la falta de dinero, hubo de volverse al pueblo en 1905, donde vivi¨® hasta 1911, en casa alquilada y modesta, de la que nunca nos hablar¨ªa. Lo hizo de la que se llev¨® la trampa y lo hizo en uno de los libros m¨¢s fascinantes del siglo, escrito en esos a?os: Platero y yo, obra que, como el Quijote, todo el mundo declara de modo mendaz haber le¨ªdo. Cuando volvi¨® a Madrid en 1912 y se fue a vivir a la Residencia de Estudiantes sentaba las bases de su vida futura: austeridad, silencio y trabajo, solo o acompa?ado, ideales del krausismo espa?ol. Su matrimonio con la hispano-norteamericana Zenobia Camprub¨ª, en 1916, trajo a su vida una especie de estabilidad. Coincidi¨® con su ¨¦poca de madurez po¨¦tica y de estrategias literarias. Digamos que en Espa?a, y aun en Am¨¦rica, muerto Dar¨ªo, no se daba un paso po¨¦tico en ning¨²n sentido sin contar con ¨¦l. Todos quer¨ªan conocerlo, y conoci¨® a todos. Desde Lorca a Guill¨¦n, de Cernuda a Salinas, de Alfonso Reyes a Bergam¨ªn o Espina. Y ¨¦sa fue en parte la causa de tantos males. A prop¨®sito del mot¨ªn, lo dijo JRJ muy graciosamente: "la antigua juventud gongorinera / que tornado se ha nerudataria". Frente a la poes¨ªa pura de Juan Ram¨®n, que llevaba luchando diez a?os por desnudarla de toda an¨¦cdota, surg¨ªa con fuerza una versificaci¨®n circunstanciada, fr¨ªa y mec¨¢nica, al servicio de programas pol¨ªticos o manifiestos literarios. Cuando lleg¨® la guerra, Juan Ram¨®n llevaba ya varios a?os peleado con todos o todos con ¨¦l. Sali¨® de Espa?a el d¨ªa que lo confundieron con un cura y tuvo que sonre¨ªr a un somat¨¦n de anarquistas para demostrar que no llevaba dientes de oro. Lo cuenta en Espacio, el m¨¢s esencial de sus poemas, al que podr¨ªamos subtitular ?pica para una Atl¨¢ntida. Y empez¨® un peregrinaje que lo llev¨® a La Habana, La Florida y Puerto Rico. M¨¢s de veinte a?os de exilio sin retorno, desgarrado, medio pobre, dando clases para sobrevivir y tratando de reconstruir un yo cada d¨ªa m¨¢s fragmentado, en esa hiperestesia que le llevaba a no entender ya la lengua de unos p¨¢jaros extranjeros. Escribe sin cesar, corrige hasta la exasperaci¨®n, organiza sus manuscritos, versos, prosas, aforismos, relatos, cr¨ªticas, cartas. Se le creer¨ªa uno de esos iluminados que se ha propuesto levantar ¨¦l solo un Parten¨®n para un Dios creado por ¨¦l, deseado y deseante y que nadie, salvo ¨¦l, parece ver, al que puede hablar de t¨², y en min¨²sculas, sin haber muerto. Ya viejo empez¨® a llamarse Ni?o Dios, recordando que naci¨® un 24 de diciembre.
Sus ¨²ltimos y extra?os a?os, la muerte de Zenobia (de quien escribi¨® al final una de las dedicatorias m¨¢s estremecedoras: "A Zenobia de mi alma, este ¨²ltimo recuerdo de su Juan Ram¨®n, que la ador¨® como a la mujer m¨¢s completa del mundo y no pudo hacerla feliz. J. R. Sin fuerza ya") y esa Obra que parec¨ªa crecer sola e ingobernable, lo sumieron en depresiones que acabaron por desencajar un rostro que hab¨ªa sido hermoso como el de un gran se?or del califato. Ciertamente su obra parec¨ªa estar esperando tiempos mejores. Nunca lo dud¨®, desde luego. Al contrario, el fuerte, el l¨ªrico, el retra¨ªdo, lo hab¨ªa vaticinado en uno de esos rel¨¢mpagos que iluminaron su paso por este pa¨ªs sombr¨ªo y cabile?o, y no con la arrogancia de un rey, sino con el miedo de los profetas: "Cada vez que se levante en Espa?a una minor¨ªa, volver¨¢n la cabeza a m¨ª como al sol". Pero en cierto modo sigue siendo una sombra. As¨ª hemos llegado a estos dos meritorios y apabullantes libros, que sin duda har¨¢n recordar a m¨¢s de uno aquella m¨¢xima del propio JRJ: "Ninguna edici¨®n de lujo, nada de pr¨ªncipes ni de ediciones de fil¨®logos. Cada libro sin notas, en la edici¨®n m¨¢s clara y sencilla. El libro no es cosa de lujo... Eso para los que no leen. Material excelente, seriedad y sobriedad".
LECTURAS
Antolog¨ªa po¨¦tica (Alianza). Con un riguroso pr¨®logo de Antonio Colinas, la muestra m¨¢s accesible hoy de toda la obra de JRJ.
Segunda antoloj¨ªa po¨¦tica (Espasa). Juan Ram¨®n antolog¨® la primera etapa de su obra, hasta 1918, en este cl¨¢sico del siglo XX, aqu¨ª al cuidado del poeta Jorge Urrutia.
L¨ªrica de una Atl¨¢ntida (Galaxia Gutenberg/C¨ªrculo de Lectores). Alfonso Alegre Hetizman recuper¨® al JRJ del exilio en sus cuatro ¨²ltimos libros. Entre ellos,En el otro costado, que incluye el poema 'Espacio', y Una colina meridiana (luego editado exento en Huerga & Fierro).
La estaci¨®n total (Tusquets). Recuperaci¨®n del JRJ metaf¨ªsico en edici¨®n del poeta Vicente Valero.
Juan Ram¨®n de viva voz (1913-1936) (Pre-Textos). Conversaciones privadas de JRJ con su amigo y Eckermann particular, Juan Guerrero Ruiz.
?nsula. N¨²mero 705. Reci¨¦n salido.T¨ªtulo del monogr¨¢fico: 'Estado editorial y cr¨ªtico de la obra de JRJ'. Para estudiosos.
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