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Reportaje:GRANDES REPORTAJES

La c¨¢rcel de la esperanza

En un pedazo de una prisi¨®n espa?ola es posible cambiar de vida y dar un primer paso hacia la reinserci¨®n. En la Unidad Terap¨¦utica de Villabona (Asturias), 300 presos luchan por salir adelante apoyados por 60 funcionarios voluntarios. Setenta y dos horas en esta c¨¢rcel libre de droga y violencia.

Jes¨²s Rodr¨ªguez

Hace unos meses, un funcionario de prisiones se encontr¨® durante una visita a la penitenciar¨ªa de Villabona (Asturias) con un viejo conocido: David Castillo, el preso canario que le agredi¨® en 2002 a punta de cuchillo. David tiene 28 a?os. Lleva encerrado, con breves periodos de libertad, desde los 18. "Entr¨¦ en prisi¨®n por robar unos tenis". Ah¨ª empez¨® su ascensi¨®n. La c¨¢rcel ha sido su escuela de delincuencia. "Al poco tiempo sab¨ªa abrir coches y reventar cajas fuertes". Comenz¨® a traficar con hero¨ªna. ?l no consum¨ªa. S¨®lo apretaba las tuercas. Un tipo duro. Respetado. Inteligente. Un kie (l¨ªder carcelario). Inquilino habitual de las celdas de aislamiento.

Un d¨ªa de 2003, David lleg¨® a Villabona desde la prisi¨®n de C¨¢diz. Era su ¨²ltima oportunidad. En el penal de El Puerto, la muerte le aguardaba en cada esquina. "Ped¨ª el traslado con la idea de fugarme. Cuando llegu¨¦ al m¨®dulo 2, lo primero que vi fue una pecera con peces de colores. Aquello ya me descoloc¨®. Y me vinieron a recibir cinco internos, dos chicos y tres chavalas. Y me cachearon por si llevaba droga. No entend¨ªa nada. Sobre todo, los peces. Porque en la c¨¢rcel no hay peces. Me dijeron que probara. No ten¨ªa nada que perder. Y me qued¨¦".

David intuy¨® un leve resquicio en este m¨®dulo 2. Comenz¨® a repasar su vida. A fuego lento. Primero tuvo que romper su armadura de presidiario. Su afianzada imagen de mat¨®n patibulario: "Aqu¨ª no me val¨ªa de nada; nadie me iba a atacar". Ten¨ªa que aprender a confiar en los dem¨¢s. "Y de pronto despiertas de un sue?o muy largo y te das cuenta de lo que ha sido tu vida; te destroza ver en qu¨¦ te has convertido. Las pasas putas. No es un camino de rosas. Pero tambi¨¦n descubres que todav¨ªa tienes una posibilidad y que hay gente dispuesta a ayudarte". David Castillo sabe que tiene un largo camino que recorrer. "Soy un fracasado que debe aprender a vivir de nuevo. Pero estoy m¨¢s feliz que nunca".

Por eso, cuando aquella ma?ana su mirada se cruz¨® en Villabona con la del funcionario de prisiones que estuvo a punto de apu?alar tres a?os antes, se acerc¨® y le dijo con su cara de buen chico: "Lo siento". Y se fundieron en un abrazo.

Carl Bernstein, uno de los reporteros que investigaron el asunto Watergate, suele decir que los periodistas siempre creen que son ellos los que dominan las historias, cuando, en realidad, las historias siempre terminan dominando a los periodistas. Esa tesis podr¨ªa aplicarse a este reportaje sobre la Unidad Terap¨¦utica y Educativa (UTE) de la c¨¢rcel de Villabona, un micromundo formado por 300 internos, 30 de ellos mujeres, y 60 funcionarios y funcionarias. Seg¨²n relata un amplio dossier (remitido por los responsables de la c¨¢rcel antes de iniciar este viaje a Asturias), la UTE es un proyecto que naci¨® hace m¨¢s de diez a?os con el objetivo de crear en el coraz¨®n de esta prisi¨®n un espacio libre de drogas y de la terrible cultura carcelaria. Un lugar, cogestionado por presos y carceleros, donde un interno, con esfuerzo y disciplina (mucho esfuerzo y mucha disciplina), pudiera abandonar su adicci¨®n y encontrar una salida. Un primer paso en el camino de la reinserci¨®n.

Eso, sobre el papel. Porque cuando uno por fin atraviesa las sombr¨ªas puertas blindadas de esta prisi¨®n asturiana, entrega su carn¨¦ y su m¨®vil, cruza los mugrientos locutorios, asciende por sus interminables y desnudos corredores, y se planta, con cierto desasosiego, ante la puerta enrejada que da acceso al m¨®dulo 2, no las tiene todas consigo. "Esto es la c¨¢rcel. Los que est¨¢n aqu¨ª, seguramente se lo merecen. ?A qui¨¦n le importa lo que pase aqu¨ª dentro? Lo m¨¢s seguro es que esta unidad sea un experimento de sal¨®n; apto para unos pocos y teledirigidos presos de confianza. En la c¨¢rcel es imposible cambiar. Y Villabona no tiene por qu¨¦ ser una excepci¨®n". Esas ideas cruzan la mente como rel¨¢mpagos en el umbral de la UTE. Quiz¨¢ sea el miedo. Porque la c¨¢rcel da mucho miedo.

Pero cuando diez minutos m¨¢s tarde te dejan solo (completamente solo) con 40 internas e internos? Que no son hermanas de la caridad, sino yonquis, atracadores, narcotraficantes; gente con delitos de sangre; algunos con 20 a?os de c¨¢rcel sobre sus hombros. Gente machacada. Con pasado y sin futuro. Que han visto acuchillar "por una pava de cigarrillo". Que han contemplado "a los internos a la puerta de los retretes aguardando para chutarse con la misma jeringuilla". L¨¢zaro, en la c¨¢rcel desde 1983; Santi, politoxic¨®mano desde chaval; Carlos, un narco que dio con los huesos en la c¨¢rcel junto a su mujer; Pablo, que ya entr¨® en el reformatorio a los 16; Vanessa, prostituta y traficante a la que nunca nadie quiso; Baltasar, que coincidi¨® aqu¨ª con sus dos hermanas, tambi¨¦n traficantes. Y as¨ª una historia tras otra.

Y ninguno oculta nada. Y todos hablan con franqueza, con un discurso bien elaborado. Sin interrumpirse. Asumiendo su pasado, sus errores y adicciones. Y descubren sus inmensas y contagiosas ganas de salir adelante, de comenzar de nuevo. Y repiten las palabras respeto, cari?o, amistad, disciplina, educaci¨®n, civismo. Y se besan y se abrazan, "algo que nos parec¨ªa de maricas". Y tambi¨¦n hay cr¨ªticas a la sociedad: "Cerr¨¢is la puerta y os olvid¨¢is de nosotros". Y al periodista: "?Le extra?a que convivamos con mujeres? ?Qu¨¦ se ha cre¨ªdo? Nosotros tambi¨¦n tuvimos una pandilla, una novia. No somos monstruos". Y por fin, despu¨¦s de unas horas de conversaci¨®n, cuando las l¨¢grimas acuden a sus ojos y a los tuyos, comprendes que la historia ha empezado a dominarte.

Y cuando unas horas m¨¢s tarde compartes esas mismas viejas sillas de pl¨¢stico con los otros protagonistas de esta historia, los funcionarios y funcionarias: Roberto, Juan, Esteban, Jos¨¦ Luis, Manolo, Juan Luis, Chema, Jazm¨ªn; lejos del siniestro t¨®pico del carcelero; que hablan con ilusi¨®n de su trabajo; que opinan que es posible reinsertar a esta gente; que si un interno cae, lo sienten como un fracaso propio, y cuando uno de sus presos ha quebrantado la condena, han salido a buscarle a la calle; que afirman que su vida ha cambiado en esta unidad, entonces Villabona te engancha un poco m¨¢s.

Como enganch¨® a estos profesionales. Ninguno es vocacional. La c¨¢rcel fue una salida laboral. Muchos no cre¨ªan en la reinserci¨®n. Eran tan duros como los internos. Siempre ha sido as¨ª. Depresiones, suicidios, 1.000 agredidos por los presos en los ¨²ltimos a?os en las c¨¢rceles de Espa?a. Gente machacada dentro y fuera de estos muros.

"Hemos evolucionado al mismo ritmo que los internos", dicen. "El primer proceso mental es aprender a confiar en ellos; si no conf¨ªas, nunca confiar¨¢n en ti". "Aqu¨ª te terminas enfrentando a ti mismo, te haces tu propia terapia. No puedes hablarles de respeto, colaboraci¨®n, di¨¢logo, amor, honestidad?, y no aplic¨¢rtelo".

-?Qu¨¦ relaci¨®n se establece? ?Son guardianes, terapeutas, compa?eros?

-Es dif¨ªcil definirlo. Podemos ser hasta amigos. Aqu¨ª nos olvidamos del sitio que tenemos asignado cada uno. Cuando eres tutor de un grupo de 15 personas llegas a tener tanta informaci¨®n de ellos (han salido abusos infantiles que sufrieron de ni?os y nunca hab¨ªan compartido con nadie) que ya no sabes lo que eres. Dejas de tener un horario de ocho a tres y te llevas el problema a casa. Y esto te hace ser m¨¢s positivo. Y m¨¢s vulnerable.

En mitad de esta conversaci¨®n, un preso nos urge a salir al patio. "Van a ver algo que no encontrar¨¢n en ninguna otra c¨¢rcel". Un interno y un funcionario comparten sol, banco y charla. Son altos, delgados y de la misma generaci¨®n. Hay una sonrisa c¨®mplice en su rostro.

Entrar a formar parte de la Unidad Terap¨¦utica y Educativa de Villabona supone, para presos y carceleros, renunciar a sus cl¨¢sicos papeles. Romper. La palabra que aqu¨ª m¨¢s se repite. Cuando un interno cruza el umbral de este m¨®dulo se convierte en un indeseable a los ojos del resto de los inquilinos de la c¨¢rcel. Aunque antes haya sido un primer grado, ahora es una vulgar perrilla, una chivata. "Un amigo de los guardias". Pedro el Vaca, un antiguo kie que ya ha cumplido condena, recuerda el d¨ªa que decomis¨® un chino de hero¨ªna a un reci¨¦n llegado al m¨®dulo. "El muchacho no daba cr¨¦dito. Pensaba que me hab¨ªa vuelto majara. 'Vaca, ?pero qu¨¦ te han hecho?', me dijo. 'Ya no puedes salir a otro m¨®dulo. Te matan".

Los funcionarios no corren mejor suerte entre su colectivo: "Hay muchos compa?eros que no entienden nuestro trabajo. Creen que a un preso no le puedes dar la mano. Que s¨®lo sirve para que pierdas autoridad". "Algunos nos ven como una secta; nos llaman el lado oscuro y el grupo rosa". "Hay compa?eros que llevan nueve a?os sin hablarme".

No es el caso del nuevo director de esta prisi¨®n, Jos¨¦ Carlos D¨ªez de la Varga, un tipo grande y entra?able, en sinton¨ªa con el proyecto de la UTE: "En la c¨¢rcel, los milagros no est¨¢n previstos. No entran por una puerta por delinquir y salen por la otra como ciudadanos intachables. Hay que intervenir en su vida y en el espacio en el que viven. La reincidencia tiene mucho que ver con el trabajo que hagamos aqu¨ª. Y si no tratas el problema que les ha tra¨ªdo, saldr¨¢n resentidos. Y volver¨¢n. Yo estoy aqu¨ª ¨²nica y exclusivamente para impulsar esta unidad. Para tirar del carro. Y que no vuelvan".

Algo que hasta ahora no ha logrado nuestro sistema penitenciario. Seg¨²n datos del sindicato de prisiones, Acaip, de los m¨¢s de 60.000 presos que hay en Espa?a, un 60% es reincidente.

A¨²n hay una ¨²ltima prueba de fuego antes de quedar rendido ante el trabajo de la unidad. Comparar. ?C¨®mo es un m¨®dulo normal de esta misma c¨¢rcel? Mejor dicho, ?c¨®mo es la c¨¢rcel? Porque lo que hemos visto hasta ahora, los tres m¨®dulos (1, 2 y 4) que constituyen la Unidad Terap¨¦utica y Educativa, recuerdan a un colegio mayor. Gente joven en continuo movimiento, chicas que vienen de hacer aer¨®bic, internos que se reparten por los distintos talleres. Que van al huerto, a la escuela, a las reuniones de los grupos. No hay barreras f¨ªsicas entre los presos y los funcionarios. El cuarto de los vigilantes, en otros m¨®dulos atrincherado tras cristales blindados, est¨¢ abierto. La ¨²nica separaci¨®n entre hombres y mujeres es a la hora de dormir.

Las instalaciones son elementales, pero acogedoras. Todo est¨¢ limpio. No hay una colilla. El que tire algo al suelo se puede llevar un chorreo de sus compa?eros. La higiene es norma b¨¢sica. Por contrato est¨¢n obligados a ducharse y lavar la ropa interior a diario; si no, se exponen a que les pongan de guarros en una reuni¨®n de su grupo. O a que Jazm¨ªn, una de las funcionarias m¨¢s combativas, les lleve de la oreja a la ducha.

Los barrotes, pintados de colores y adornados con macetas; los bancos, barnizados e impecables. Hay muebles y cuadros hechos por los presos. El patio -que L¨¢zaro Blanco, de 43 a?os, desde los 20 en prisi¨®n, define como "la esencia de la c¨¢rcel; ah¨ª no entra nadie, no entran ni los funcionarios; ah¨ª gobiernan las mafias"-, aqu¨ª est¨¢ reluciente y con flores. A ¨²ltima hora de la tarde, a la hora del recuento, aqu¨ª se canta el Feliz en tu d¨ªa a los presos que cumplen a?os y se guarda un minuto de silencio cuando muere un familiar.

Hay tan buen rollo que uno tiene que esforzarse en recordar que esto no es la Ciudad de los Muchachos. Y para eso hay que adentrarse en las celdas. Aseadas, dignas?, pero celdas. Estrechas, oscuras, sofocantes. Que cada noche se cierran con un estruendo met¨¢lico. Dejando al interno a solas con su condena. No se equivoquen, esto es la c¨¢rcel.

Pero hay una c¨¢rcel mucho peor. Y est¨¢ a unos metros. En el m¨®dulo 7, uno se sumerge en la c¨¢rcel de verdad. Nada m¨¢s entrar se tiene la sensaci¨®n de que aqu¨ª, de pronto, se ha puesto el sol. Los funcionarios permanecen aislados en su burbuja blindada. Todo tiene un tono ceniciento. Escoltados por dos fornidos profesionales, que no paran de mirar por el rabillo del ojo mientras repiten: "No os preocup¨¦is, que no pasa nada", recorremos un espacio gemelo a la UTE, pero denso, descuidado, sucio. La atm¨®sfera es asfixiante por los cigarrillos; el suelo est¨¢ sembrado de colillas y vasos de pl¨¢stico; las alambradas, cubiertas de porquer¨ªa. No hay muebles. Ni talleres. Ni nada susceptible de convertirse en un arma. En todas las esquinas se juega a las cartas. "En el ba?o, mejor que no entre".

Lo que m¨¢s impresiona es la expresi¨®n de la gente. Miradas de desconfianza y desprecio. Es su territorio. Aqu¨ª no pintamos nada. Miradas empa?adas por la droga. Entre los funcionarios, se baraja la cifra de un 80% de internos con toxicoman¨ªas en las c¨¢rceles espa?olas. M¨¢s del 70% de los delitos contra la propiedad son consecuencia de esas toxicoman¨ªas. La c¨¢rcel, que empez¨® siendo el imperio de la hero¨ªna, ha mutado hoy al terreno de la coca, las pastillas y la quetamina. Hay una nueva generaci¨®n de presos. Sea cual sea, aqu¨ª la droga es la trampa. La que alimenta a las mafias. La que da poder. Por ella se muere y se mata. Un funcionario hace una se?a a un interno: "Oye, chaval, ?aqu¨ª hay droga?". El preso, amarillento, muy colocado, responde babeante: "Nada de nada, se?or".

?sta es la c¨¢rcel que se propusieron eliminar por su cuenta y riesgo hace 25 a?os dos funcionarios novatos: Bego?a Longoria y Faustino Garc¨ªa Zapico. La UTE de Villabona es obra de ellos. Una d¨¦cada de trabajo. Hoy tienen 50 a?os. Y siguen luchando.

Tino Zapico siempre quiso hacer la revoluci¨®n. Primero fue la lucha contra el franquismo; m¨¢s tarde, la militancia en el movimiento obrero. En 1980 ingres¨® en el Cuerpo de Prisiones. Fue destinado a la c¨¢rcel Modelo de Barcelona. En aquella prisi¨®n, donde los presos viv¨ªan mezclados y hacinados y en la que la democracia nunca traspas¨® sus muros, conoci¨® a Bego?a, asturiana como ¨¦l. Comenzaron a trabajar con menores. Asistieron al nacimiento de un nuevo perfil de preso: el toxic¨®mano. "A finales de los setenta, la droga se convirti¨® en la gran dinamizadora de la subcultura carcelaria. Nos hartamos de ver a chicos con menos de 20 a?os chut¨¢ndose en el patio; tirados, enfermos, sin salida. Y a las mafias organizando la introducci¨®n, la distribuci¨®n y la extorsi¨®n de la droga". Bego?a y Tino se propusieron crear alg¨²n d¨ªa una alternativa a esa cloaca.

"Y pasaba por acabar con la droga. Para eso necesit¨¢bamos un espacio aislado del resto. T¨² puedes trabajar con un interno, educarle y obtener resultados; pero cuando te vas a casa, si le dejas en un m¨®dulo repleto de mafia y hero¨ªna, vuelve a caer. Si intervienes en el individuo y no intervienes en el medio, no sirve de nada. Nuestra idea era disponer de un espacio propio y que fueran los internos los que lucharan para que no entrara la droga. Era su espacio. Y si ellos no lo defend¨ªan, nuestra apuesta no tendr¨ªa sentido".

Tino y Bego?a tuvieron su ocasi¨®n en 1993, cuando fueron destinados a la reci¨¦n construida c¨¢rcel de Villabona. All¨ª, en el m¨®dulo 2, sin ayuda oficial ni especialistas, fueron creando el modelo de c¨¢rcel que hab¨ªan so?ado. En el que podr¨ªan ejecutar su tratamiento. Pocos cre¨ªan en ellos. Ni la direcci¨®n, ni sus propios compa?eros. "Toc¨¢bamos los cojones con nuestros planteamientos, pero nos dejaban hacer". "El secreto era implicar a los internos. Sab¨ªamos que s¨®lo funcionar¨ªa si se responsabilizaban, si denunciaban al que metiera droga. La clave era que cogestion¨¢ramos el m¨®dulo". Empezaron con 60 internos. Se les uni¨® Roberto, un funcionario grande en todos los sentidos. Pronto, 18 vigilantes voluntarios m¨¢s. Y los maestros, con Nacho al frente, dispuesto a construir su "escuela de vida". Hoy, Faustino Zapico afirma que un 25% de los presos que han pasado por la UTE est¨¢ reinsertado y un 70% no ha reincidido. "Y gracias a la Fiscal¨ªa Antidroga de Asturias hemos logrado que se reduzcan condenas, y hemos excarcelado a m¨¢s gente en direcci¨®n a grupos terap¨¦uticos del exterior de la c¨¢rcel que todas las prisiones de Madrid".

-?C¨®mo reclutaron a los primeros internos?

-Trat¨¢ndoles como personas. Y d¨¢ndoles algo a cambio. El interno viene por inter¨¦s. Les ofrec¨ªamos alg¨²n vis a vis especial. Y ellos se compromet¨ªan a consumir menos.

Hab¨ªan lanzado el anzuelo. Los internos confiesan que llegaron a la UTE con la intenci¨®n de sacar algo en limpio. No eran presos sumisos. Eran toxic¨®manos. Incorregibles procedentes del m¨®dulo de aislamiento. Buscaban calidad de vida y beneficios penitenciarios. Algunos estaban muy enfermos de sida, como Isaac, que hoy se encarga de la escuela de salud del m¨®dulo: "Tengo anticuerpos desde 1989, y hepatitis. Cuando vinieron a buscarme a la enfermer¨ªa estaba para morirme; hab¨ªa tenido meningitis y tuberculosis. Llevaba desde chaval chut¨¢ndome. A m¨ª me salvaron de la muerte. Y hoy mi motivaci¨®n es rescatar a gente que est¨¢ como estaba yo. Esta enfermedad es muy psicol¨®gica: si t¨² te deprimes, tu sistema inmunol¨®gico se deprime. Hay que pensar en positivo, y ayudar a la gente con sida te hace sentir positivo". Ram¨®n, de 40 a?os, 23 en la c¨¢rcel, trabaja a su lado. "En otros m¨®dulos te llaman sidoso, se apartan de ti. Yo he estado tirado en los patios de la mitad de las c¨¢rceles de Espa?a. Y aqu¨ª los compa?eros se ocupan de ti. Te recuerdan cu¨¢ndo tienes que tomar los retrovirales, te buscan la mejor raci¨®n si est¨¢s mal del est¨®mago. En este m¨®dulo todos somos iguales".

Cada uno lleg¨® por un motivo. David ven¨ªa con la idea de fugarse; Carlos, la de desengancharse "y seguir traficando, porque si traficas y no te metes, te haces de oro. Lo que pasa es que esto es un proceso. Al principio no te crees nada. Piensas en dejar la droga, pero darte una fiesta de vez en cuando y trapichear un poco; pero luego hay un compromiso con la gente; te sube la autoestima, comienzas a confiar en ti y otros tambi¨¦n conf¨ªan en ti. Y no les quieres defraudar. Hasta que decides romper. Y te cuesta muchas l¨¢grimas. Lo importante es cambiar, no los motivos por los que vienes aqu¨ª".

El m¨®dulo 2 proclamaba en 1994 su independencia como espacio libre de drogas. "Yo lo defino como un movimiento de liberaci¨®n dentro de la c¨¢rcel, protagonizado por los presos y los vigilantes". ?De d¨®nde sacaron Tino y Bego?a este modelo? No hay modelo. No hay un dise?o previo. Ni dentro, ni fuera de nuestro pa¨ªs. Y menos a¨²n con presos conflictivos. El procedimiento fue brotando d¨ªa a d¨ªa. Luego comenzaron a agotar etapas. En 1998, cuatro internas que ya trabajaban en el m¨®dulo 2 fueron invitadas a quedarse. Hoy ya son 30 mujeres. Ese mismo a?o liberaban el m¨®dulo 1. En marzo de este a?o se hac¨ªan con el m¨®dulo 4. Ahora ya est¨¢n trabajando en el m¨®dulo 3. Esperan que est¨¦ listo a lo largo de 2006. El d¨ªa que lo consigan, la cuarta parte de la prisi¨®n de Villabona estar¨¢ libre de drogas. Y de la ley del silencio.

La liberaci¨®n del m¨®dulo 4 tiene un enorme valor a?adido: en ¨¦l hab¨ªa internos condenados por delitos sexuales. Los seres m¨¢s despreciados en una c¨¢rcel. En su particular c¨®digo de honor s¨®lo merecen el desprecio y la muerte. No hay que olvidar las 113 pu?aladas que le propinaron a Jos¨¦ Antonio Rodr¨ªguez Vega, "el asesino de ancianas", sus propios compa?eros en el patio de la c¨¢rcel de Topas (Salamanca) en octubre de 2002. Nadie vio nada. "Convivir con violadores no ha sido f¨¢cil, al principio nos repugnaba", recuerda Esteban, uno de los presos que liberaron el m¨®dulo 4. "Yo tengo mujer e hijas, y no pod¨ªa ni verles. Pero luego piensas que detr¨¢s del delito hay una persona. Y que tambi¨¦n merecen que les ayudemos".

Dentro del no-dise?o de la unidad, la pieza clave es el grupo terap¨¦utico. Compuesto por 15 internos, es el centro de su vida. Su raci¨®n diaria de cari?o. Algo que muchos nunca han tenido. "A la mayor¨ªa s¨®lo les han dado hostias desde que nacieron", afirma Faustino. En cada grupo, con un vigilante que hace las funciones de tutor y varios internos veteranos que act¨²an de apoyos, el preso vive, comparte sus problemas y es escuchado. Nada m¨¢s llegar escribe una carta de presentaci¨®n al resto narr¨¢ndoles su vida. En el grupo tambi¨¦n es amonestado cuando se pasa de la raya. Sin contemplaciones.

Lo que ocurre a menudo. En la UTE, la vida no es f¨¢cil. No es s¨®lo romper con el pasado. "Mirarte al espejo y darte cuenta de que no te gusta lo que ves". Es comprometerse a cumplir las normas. Las que nunca cumplieron fuera. Es gente acostumbrada a saltarse las leyes. Y aqu¨ª no todos aguantan. Un horario estricto en el que todo est¨¢ medido: el trabajo, el ejercicio, la escuela, el grupo de autoayuda. La limpieza, la educaci¨®n, la sinceridad. Las comunicaciones. Algunos tienen prohibido hablar con sus familias si suponen un mal ejemplo para su terapia. Ni con su pareja. El dinero les est¨¢ controlado. Y la medicaci¨®n. Un conjunto de leyes que los veteranos entregan a los aspirantes en el momento de su ingreso al m¨®dulo, y que deben firmar. Si las incumplen pueden ser expulsados. Una decisi¨®n que es tomada entre los profesionales y los internos.

?Tiene puntos d¨¦biles el proyecto de la Unidad Terap¨¦utica y Educativa? Los detractores hablan del personalismo de Faustino Garc¨ªa Zapico. De su falta de base metodol¨®gica, de haber dado alas a vigilantes como si fueran terapeutas salt¨¢ndose el escalaf¨®n. Y la burocracia. Tambi¨¦n est¨¢ en la cabeza de todos que las mafias se hagan con el control de la UTE y todo el proyecto se desplome como un castillo de naipes. Faustino no oculta que estuvo a punto de ocurrir a principios de este mismo a?o: "Un narcotraficante lleg¨® a convertirse en una persona de nuestra total confianza. Nos enga?¨®. Y contamin¨® y arrastr¨® a gente. Pero al final, el sistema funcion¨®: sus propios compa?eros le denunciaron y expulsaron".

Hoy, 20 meses despu¨¦s del cambio de Gobierno, el viento parece soplar a favor de la Unidad Terap¨¦utica y Educativa. En los ¨²ltimos meses, funcionarios de las prisiones de Madrid VI, Alicante II y A Lama (Pontevedra) han visitado Villabona para reproducir su proyecto en sus c¨¢rceles. Desde Instituciones Penitencias confirman el apoyo de la directora general, Carmen Gallizo, a la iniciativa de Villabona.

Pero a¨²n queda una pregunta en el aire: ?qu¨¦ pasar¨¢ con Baltasar, Liliana, Fredy, Andr¨¦s, Pilar, Nemesio, Juli¨¢n y los otros cuando abandonen esta burbuja, cuando salgan a la calle? Faustino responde: "A los que valen, a los que se lo han trabajado, nunca les dejaremos solos. Vamos a estar detr¨¢s de ellos para que salgan adelante".

Un ejemplo es Carlos, que cada ma?ana abandona la c¨¢rcel junto a cuatro compa?eros para asistir a las clases de la Fundaci¨®n Laboral de la Construcci¨®n, a las afueras de Oviedo, donde aprende un oficio para el d¨ªa de su excarcelaci¨®n. Es tambi¨¦n una buena ocasi¨®n para enfrentarse a la realidad del exterior: "Imagine c¨®mo nos sentimos cuando los compa?eros de la fundaci¨®n, con toda su buena intenci¨®n, nos ofrecen un porrito, una ca?a, o se ponen a hacer planes para el fin de semana. Y t¨² te tienes que volver a la c¨¢rcel".

Carlos tiene 45 a?os. Lleva 24 en la c¨¢rcel. Estuvo nueve a?os en celdas de aislamiento. Rodeado de etarras, islamistas y asesinos. Secuestr¨® a funcionarios. Se automutil¨®. Era un l¨ªder. Pero en direcci¨®n contraria. "He luchado contra el sistema, pero siempre con las armas equivocadas. Llegu¨¦ a la unidad para pillar. Como el que echa una quiniela. Esto me parec¨ªa un circo. ?De qu¨¦ van? Desmontarme mi historia me cost¨® m¨¢s de un a?o. Ten¨ªa una armadura muy gorda de desconfianza. No entraba en crisis. Me callaba lo que deb¨ªa soltar. No me abr¨ªa. En una de ¨¦sas le pegu¨¦ un cabezazo a una ventana. Y ah¨ª empec¨¦ a mirarme a m¨ª mismo. Vi que mi imagen de duro s¨®lo serv¨ªa para ocultar la mierda que era. Tuve que empezar de cero. Romper el rechazo que me inspiraban los carceleros. Se te van cayendo barreras y un d¨ªa decides rehacer tu vida".

-?C¨®mo ve el futuro? ?Tiene miedo a salir a la calle?

-Ya no. Tengo ganas. Quiero tomar las riendas de mi vida. Enfrentarme a las responsabilidades que nunca he tenido. Yo ten¨ªa mentalidad de delincuente, y ahora valoro cosas que antes ni me daba cuenta. Vivir el d¨ªa a d¨ªa, disfrutar lo peque?o, no ser esclavo de nada. Me tumbo debajo de un ¨¢rbol, cierro los ojos, acaricio la hierba, y me emociono. Son 24 a?os de c¨¢rcel.

Reunidos en una parroquia de Oviedo, como los opositores durante el franquismo, una docena de antiguos internos del m¨®dulo 2, Carmen, Juan Carlos, Pilar, Jaime, Hidalgo, Alberto?, reinsertados, con trabajo e hijos, constatan que la vida en la calle no ha sido f¨¢cil. "Somos toxic¨®manos y ex presidiarios, y la sociedad para nosotros es como el monte para un pez; tenemos que aprender todo de nuevo". "Mi vida era la noche, las prostitutas y los traficantes. A la hora que voy a la obra, antes me acostaba despu¨¦s de una juerga". Pedro era todo un personaje entre el hampa asturiana. Boxeador, proxeneta, narcotraficante. Simp¨¢tico. Un as con las mujeres. Un tipo respetado en los bajos fondos. "Pero estaba vac¨ªo. Intent¨¦ suicidarme varias veces. Me pon¨ªa hasta arriba. Ten¨ªa todas las adicciones. Mi destino era el cementerio". Acab¨® en la c¨¢rcel. En el m¨®dulo 2, Pedro llor¨® y rabi¨®. Hasta que explot¨®. "Si no fuera por la ca?a que me dio Tino, me hubiera acomodado y no hubiera reventado. Me llev¨® hasta el l¨ªmite. '?P¨¦game una hostia si quieres!', me dec¨ªa. Y yo quer¨ªa embestir contra la pared. Hasta que lo consegu¨ª.

-?Y ahora?

-Soy feliz. Como un ni?o. Trabajo en la construcci¨®n y no tengo ni para comprarme un coche, pero vale la pena. Me he dado cuenta de lo que cuesta ganar el dinero. Y lo cojonudo que es tener 100 euros para gastar. No desperdicio ni un c¨¦ntimo. Me acuerdo cuando iba de marcha, abr¨ªa el maletero del BMW y sacaba fajos de dinero, y no sab¨ªa ni lo que hab¨ªa. Dinero sucio. Ahora me he comprado una tele y la tengo que pagar en tres plazos. ?Es mi televisi¨®n! Y me siento delante de ella y lloro de felicidad. Por primera vez en mi vida soy feliz".

C¨¢rcel de Villabona (Asturias).
C¨¢rcel de Villabona (Asturias).ALFREDO C?LIZ

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Sobre la firma

Jes¨²s Rodr¨ªguez
Es reportero de El Pa¨ªs desde 1988. Licenciado en Ciencias de la Informaci¨®n, se inici¨® en prensa econ¨®mica. Ha trabajado en zonas de conflicto como Bosnia, Afganist¨¢n, Irak, Pakist¨¢n, Libia, L¨ªbano o Mali. Profesor de la Escuela de Periodismo de El Pa¨ªs, autor de dos libros, ha recibido una decena de premios por su labor informativa.

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