La violencia diezma a las mujeres en Guatemala
M¨¢s de 2.000 asesinatos en los ¨²ltimos seis a?os aterrorizan el pa¨ªs centroamericano ante el fracaso o la complicidad de la polic¨ªa
La noche del 6 de noviembre un numeroso grupo de polic¨ªas irrumpi¨® violentamente en Agua Tibia, un cant¨®n muy pobre del municipio de Palencia, a 30 kil¨®metros de la capital guatemalteca. Entraron sin orden judicial en la casa de la familia Mijangos Hern¨¢ndez -matrimonio y 13 hijos-. Una agente de gatillo f¨¢cil vio movimientos sospechosos en una cama y abri¨® fuego. Entre las s¨¢banas hab¨ªa una ni?a de cuatro a?os que muri¨® en el acto. La versi¨®n oficial de la Polic¨ªa Nacional Civil (PNC) aseguraba que los agentes persegu¨ªan a un peligroso grupo de mareros (pandilleros) que trataron de esconderse en el poblado, tras lo cual se produjo un enfrentamiento a tiros.
Nadie crey¨® la explicaci¨®n policial y menos la fiscal Mar¨ªa Teresa Lima del Cid, con 13 a?os en el Ministerio P¨²blico, que pidi¨® esta semana la detenci¨®n de los 25 polic¨ªas. "Alteraron la verdad, no hay duda de ello", ha dicho la fiscal despu¨¦s de visitar el lugar de los hechos y hablar con la familia. De momento, s¨®lo hay cuatro agentes detenidos porque el alto mando policial se niega a entregar al resto. "La polic¨ªa est¨¢ totalmente involucrada con el delito", advierte la procuradora. "Mire lo que ha pasado con los responsables de la lucha contra el narcotr¨¢fico, que han sido detenidos en EE UU. Es una verg¨¹enza".
Gobierno, polic¨ªas y fiscales sostienen que la mayor¨ªa de las v¨ªctimas eras delincuentes
"Salimos de casa y no sabemos si regresaremos", dice la diputada Maldonado
El episodio de Agua Tibia es uno m¨¢s en la espiral de violencia que vive Guatemala y que se ensa?a especialmente con las mujeres: una media de 40 homicidios por mes, m¨¢s de uno al d¨ªa, en la franja que va de los 15 a los 40 a?os, tanto en zonas rurales como urbanas. "Vivimos en una situaci¨®n en la que salimos de casa y no sabemos si regresaremos. Cada d¨ªa hay 200 asaltos a autobuses. Usted sube al autob¨²s y ya sabe la consigna: si hay un asalto, agache la cabeza, no mire a los asaltantes, entregue su tel¨¦fono m¨®vil y el dinero. Si se resiste lo matan, as¨ª de simple". En estos t¨¦rminos habla una veterana de la lucha guerrillera, fajada en mil batallas. Alva Estela Maldonado, de 60 a?os, diputada de la Uni¨®n Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), dedica desde hace un a?o gran parte de su actividad parlamentaria a la investigaci¨®n de los asesinatos de mujeres en su pa¨ªs. El primer resultado ha sido el libro Feminicidio en Guatemala. Cr¨ªmenes contra la humanidad, que se ha presentado esta semana.
Cuando se habla de homicidios de mujeres las miradas suelen dirigirse hacia Ciudad Ju¨¢rez, en la frontera de M¨¦xico con EE UU, donde se han contabilizado 410 muertes en la ¨²ltima d¨¦cada. El tema ha llenado p¨¢ginas de peri¨®dicos, y ha dado pie a libros y pel¨ªculas con estrellas de Hollywood como Jennifer L¨®pez y Antonio Banderas. Guatemala, donde las cifras de muertes son m¨¢s apabullantes -m¨¢s de 2.000 mujeres asesinadas en seis a?os- empieza a despertar la atenci¨®n internacional. Especialmente, despu¨¦s de que las inspectoras especiales sobre temas de g¨¦nero de la ONU, Yakin Ert¨¹rk, y de la OEA, Susana Villar¨¢n, visitaran Guatemala el a?o pasado. Las dos jefas de misi¨®n pudieron comprobar la situaci¨®n sobre el terreno en un pa¨ªs de 11,5 millones de habitantes, en plena descomposici¨®n social, devastado por 36 a?os de una guerra civil (1960-1996) que provoc¨® 260.000 desaparecidos.
La organizaci¨®n Amnist¨ªa Internacional (AI) ha lanzado una campa?a para alertar al mundo de los sufrimientos de las mujeres guatemaltecas y ha elegido dos v¨ªctimas, que se han convertido en s¨ªmbolos de la violencia de g¨¦nero. Mar¨ªa Isabel V¨¦liz Franco acababa de cumplir 15 a?os el 16 de diciembre de 2001, cuando fue secuestrada al salir de la tienda de ropa en la que trabajaba. Dos d¨ªas despu¨¦s, su cad¨¢ver con el rostro desfigurado fue hallado en un terreno bald¨ªo de San Crist¨®bal, en el municipio de Mixco. "Llam¨¦ a su mejor amigo para que me acompa?ara a la morgue", recuerda Rosa Elvira Franco, de 44 a?os, madre de Mar¨ªa Isabel. "La violaron, la estrangularon con una soga y la dejaron tirada con una bolsa de pl¨¢stico en la cabeza. No entiendo por qu¨¦ tanta sa?a. Durante la investigaci¨®n la polic¨ªa dec¨ªa una cosa y la fiscal¨ªa otra distinta. La ¨²ltima vez que habl¨¦ con la fiscal de Mixco, Iliana Gir¨®n, se atrevi¨® a decirme que a mi hija la mataron porque 'era una cualquiera'. Se lav¨® las manos". Durante estos a?os Rosa Franco ha investigado por su cuenta y ha llevado el caso ante AI y la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. "Tengo mi propia documentaci¨®n porque no se puede confiar en el Ministerio P¨²blico ni en la polic¨ªa", dice. La madre tiene serias sospechas de un individuo que dec¨ªa ser el mejor amigo de su hija. Lo denunci¨® con nombre y apellido, Gustavo Bola?os, pero hasta la fecha la polic¨ªa no ha detenido a nadie.
El otro caso escogido por Amnist¨ªa Internacional es el de Nancy Peralta, de 30 a?os, que fue asaltada el 1 de febrero de 2002 cuando se dirig¨ªa a la Universidad de San Carlos, donde trabajaba de secretaria. "Sali¨® temprano de casa como todos los d¨ªas", cuenta Mar¨ªa Elena, su hermana. "Los asesinos la golpearon y le propinaron 48 pu?aladas. La encontraron en una colonia cercana a la universidad. Hubo testigos que vieron a personas salir de aquel terreno bald¨ªo, pero nadie quiere hablar". Cuando llegaron los investigadores de la polic¨ªa a la casa de los Peralta lo primero que insinuaron fue que Nancy era prostituta o marera. "Con tal de cerrar los casos y no investigarlos siempre llegan a la misma conclusi¨®n: pertenec¨ªa al crimen organizado".
Mar¨ªa Elena fue invitada hace tres semanas a Washington, donde denunci¨® los casos de Nancy y Mar¨ªa Isabel ante l¨ªderes republicanos y dem¨®cratas del Congreso, entre ellos la senadora Hillary Clinton. "La gente qued¨® muy impactada. Todo eso ocurre en Guatemala, dec¨ªan". A su regreso, veh¨ªculos sospechosos con los cristales polarizados empezaron a merodear por la casa de Mar¨ªa Elena. "Agentes del Ministerio P¨²blico se han dedicado a investigar a mi familia en lugar de buscar a los culpables. En alg¨²n momento pensamos irnos del pa¨ªs. Pero, ?por qu¨¦? No hemos cometido ning¨²n delito".
?Qu¨¦ est¨¢ pasando en Guatemala? El Gobierno, la Fiscal¨ªa y la Polic¨ªa coinciden en que la mayor¨ªa de v¨ªctimas ten¨ªa vinculaciones con el mundo de la delincuencia -maras, prostituci¨®n, distribuci¨®n de droga- y aseguran que pocas de las mujeres asesinadas eran inocentes. Esta opini¨®n levanta ampollas en las organizaciones de mujeres y de derechos humanos que rechazan la idea de criminalizar a las v¨ªctimas. Carla Villagr¨¢n, jefa de la Unidad de Estudio y An¨¢lisis de la Procurador¨ªa de Derechos Humanos, subraya que "no hay datos objetivos que nos permitan demostrar esta hip¨®tesis y tampoco descartarla del todo".
"No estoy de acuerdo en que la mayor¨ªa de v¨ªctimas estaban involucradas con actividades delictivas", replica Silvia Gereda, directora de El Peri¨®dico. "Mujeres que llevan una vida en orden est¨¢n expuestas a la violencia, especialmente si viven en zonas marginales. Lo contrario es no aceptar que el tejido social en Guatemala est¨¢ roto. Detr¨¢s de las estad¨ªsticas hay una madre, una estudiante...". El diario que dirige Silvia Gereda promovi¨® la campa?a "La indiferencia nos est¨¢ matando", que consist¨ªa en publicar una esquela por cada persona fallecida. Como parte de esta campa?a, una edici¨®n especial public¨® una portada llena de cruces con nombres de v¨ªctimas Los rostros detr¨¢s de las cruces, y varias p¨¢ginas con fotos de mujeres asesinadas Los rostros de los n¨²meros.
Un repaso a los expedientes que instruye la fiscal Lima del Cid confirma que la violencia golpea a mujeres de toda condici¨®n. Como la pianista de origen checo Dorothy Lydia Barentin, 69 a?os, concertista de la Orquesta Sinf¨®nica Nacional de Guatemala, asesinada brutalmente el pasado 7 de noviembre en su casa. El agresor utiliz¨® un piolet y un cuchillo con los que desfigur¨® a la v¨ªctima. O las dos mujeres polic¨ªas que contrataron a un sicario para matar a una tercera agente para resolver un desacuerdo econ¨®mico entre ellas. O el de una joven estrangulada, cuyo cad¨¢ver fue encontrado en una bolsa con las orejas seccionadas. En este caso, la fiscal atribuy¨® el asesinato a las maras con un claro mensaje: chivata.
Giovana Lemus, de la Red de No Violencia, la primera organizaci¨®n que document¨® casos de violencia hacia el a?o 1997, llama la atenci¨®n sobre la necesidad de cambiar "leyes obsoletas". "Hemos propuesto reformas en el ¨¢mbito del C¨®digo Penal, que data de 1973 y recoge la cultura autoritaria propia de tiempos de guerra. Por ejemplo, si un violador de una menor se compromete a casarse con la v¨ªctima queda eximido de toda pena". ?sta y otras iniciativas chocan en el Parlamento contra un muro infranqueable.
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