El pescador frustrado
Nalbandi¨¢n aparc¨® la ca?a para viajar a China como suplente y acab¨® cogiendo el testigo de Vilas como campe¨®n
Cuando le llamaron los responsables del ATP Tour para que viajara a Shanghai, David Nalbaldi¨¢n estaba prepar¨¢ndose para salir de pesca con unos amigos en su pueblo, cercano a C¨®rdoba (Argentina). "Mi primera reacci¨®n fue negativa", confiesa; "Sin embargo, ante su insistencia, decid¨ª viajar". Iba como suplente, pero, mientras volaba, dej¨® de serlo porque el norteamericano Andy Roddick se cay¨® del cuadro del Masters v¨ªctima de una lesi¨®n en la espalda.
As¨ª que Nalbandi¨¢n se encontr¨® de golpe convertido en la cenicienta de un grupo en el que el suizo Roger Federer y el croata Ivan Ljubicic parec¨ªan tener plaza directa para las semifinales. Sin embargo, como es su costumbre, estar en un torneo grande le motiv¨®. Gan¨® a su eterno rival, su compatriota Guillermo Coria, y a Ljubicic; luego, super¨® al ruso Nikolai Davydenko y ayer se convirti¨® en el segundo argentino ganador del Masters cogiendo el testigo de Guillermo Vilas, campe¨®n en 1974.
"Llegu¨¦ tras 10 d¨ªas sin jugar y sin haberme preparado", comenta el tenista argentino, de 23 a?os; "no obstante, me not¨¦ bien desde el primer momento. Y ahora tengo unas sensaciones muy especiales por haber ganado de esta forma [tras remontar dos mangas a Federer]".
Su historia est¨¢ llena de altibajos. No es el t¨ªpico estereotipo de jugador alineado. Al contrario. Le cuesta enfrentarse a los medios de comunicaci¨®n, habla poco y es amante de estar con los suyos disfrutando de un d¨ªa de pesca o meti¨¦ndose en uno de los diez coches de rally que posee para hacer una carrera con sus amigos. ?Y el tenis? No parece lo m¨¢s importante en su vida. Le cuesta incluso motivarse y s¨®lo lo logra en las grandes ocasiones.
En 2002, sin que nadie lo esperara, se clasific¨® para la final de Wimbledon: perdi¨® ante el australiano Lleyton Hewitt. Sin embargo, la sorpresa no fue para todos. Nalbandi¨¢n hab¨ªa ido dando avisos desde su etapa j¨²nior y dejando algunas muescas que le acreditaban victoria en el Open de Estados Unidos, con 16 a?os, superando a Federer en la final; finalista en Roland Garros y semifinalista en Wimbledon en 1999.
Fue en Londres donde protagoniz¨® una an¨¦cdota que le persigue todav¨ªa. Se hab¨ªa clasificado para las semifinales y deb¨ªa enfrentarse al austriaco J¨¹rgen Melzer. Pero, a la hora de empezar el partido, ¨¦l estaba mandando un correo electr¨®nico. Se present¨® 20 minutos m¨¢s tarde: "Entend¨ª mal la hora y me descalificaron".
Su evoluci¨®n parec¨ªa ya entonces imparable. En 2002, tras la final de Wimbledon, se meti¨® en el grupo de los diez primeros del mundo y ya nadie le ha echado de all¨ª. Es habitual encontrarle en las semifinales de los cuatro grandes torneos y en alguna final de los masters series. Aunque hasta ayer sus t¨ªtulos eran menores: los de Estoril, Basilea y M¨²nich.
Con todo, lo que m¨¢s sorprende en ¨¦l es que, siendo argentino, juegue tan bien en las superficies r¨¢pidas. "Hay una raz¨®n", cuenta; "mi abuelo [de origen armenio] construy¨® la primera pista donde vivimos. Y era dura". Ah¨ª comenz¨® a jugar de la mano de su hermano, Javier. Y ah¨ª se acostumbr¨® a sacar, restar y volear. Luego, entr¨®, junto a Coria, en el programa de la Federaci¨®n Argentina. Fue su salto definitivo.
Pero, cuando la semana pasada lleg¨® al Masters, parec¨ªa en horas bajas no s¨®lo porque tiene a¨²n vivo el recuerdo de su padre, Norberto, que falleci¨® hace un a?o de forma inesperada, sino porque desde hace cinco meses viaja sin entrenador. En Roland Garros rompi¨® con Eduardo Infantino. "Creo que de estas circunstancias aprend¨ª tambi¨¦n algo", reconoce; "lo de mi padre, especialmente, me hizo reflexionar sobre la vida. Me hizo crecer". Puede que esta nueva madurez haya resultado clave para ganar el Masters.
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