Una reforma para fortalecer Espa?a
El autor reconoce las insuficiencias de la C¨¢mara alta y destaca la necesidad de proceder a una reforma del Senado para ofrecer m¨¢s cauces de participaci¨®n a las instituciones territoriales del Estado.
Finalizado el debate sobre el Estado de las autonom¨ªas en el Senado, es hora de hacer un balance y sacar conclusiones ¨²tiles. Tres d¨ªas de intensas discusiones y exposiciones han revelado un retrato n¨ªtido y aut¨¦ntico del estado de salud de nuestra estructura territorial, de sus virtudes, sus necesidades y sus problemas. Nada ha quedado oculto, ni desde la ¨®ptica de las comunidades aut¨®nomas ni desde la del Estado.
La primera conclusi¨®n es de normalidad democr¨¢tica. Todo, absolutamente todo, se puede, y debe, debatir en las instituciones democr¨¢ticas. All¨ª se expusieron las posturas m¨¢s diversas, incluso contrarias en algunos casos, firmemente, con convicci¨®n, pero sin estridencias ni salidas de tono relevantes. Y de esa normalidad democr¨¢tica cabe concluir que nuestro sistema democr¨¢tico, y tambi¨¦n el auton¨®mico, es fuerte y sabe responder a las situaciones y a los problemas que se le plantean, por complejos que sean.
El debate ha puesto sobre el tapete los problemas de nuestro sistema auton¨®mico
Quedan por tanto fuera de lugar los temores y riesgos sobre el futuro de Espa?a y del Estado de las autonom¨ªas que, con cierto tono dram¨¢tico, a veces se expanden sin justificaci¨®n real. Quienes esto hacen, tras el debate, debieran reflexionar ante la realidad expuesta en el debate de lo que es Espa?a. Y los ciudadanos deben saberlo, deben reafirmar su confianza en las instituciones, y tomar buena nota de lo que representa la diversidad en la unidad.
La segunda, que nuestro Estado de las autonom¨ªas tiene un grado de consolidaci¨®n fort¨ªsimo. Todos los presidentes de las comunidades aut¨®nomas estuvieron a la altura de su responsabilidad, expusieron con firmeza la situaci¨®n de cada comunidad en la Espa?a actual, sus ¨¦xitos, sus problemas, sus necesidades, y tambi¨¦n su visi¨®n de las relaciones de las comunidades con las instituciones del Estado. Remarcando, todos, su lealtad al mismo y al futuro de nuestro pa¨ªs. S¨®lo por estas razones el debate no s¨®lo ha merecido la pena, sino que ha supuesto un punto y aparte a unos tiempos, muy recientes, en los que se ha generado un clima de desconfianza sobre la capacidad de nuestro sistema auton¨®mico de resolver sus propios problemas.
Porque, y en tercer lugar, el debate del Senado ha puesto sobre el tapete los diversos y complejos problemas de nuestro sistema auton¨®mico, de los que todos tomamos buena nota. Y en uno de ellos me quiero centrar. L¨®gicamente, en la necesidad de reformar con cierta profundidad el propio Senado, que finalmente qued¨® como una de las resoluciones aprobadas al finalizar el debate.
En este ¨²ltimo a?o y medio, las comunidades aut¨®nomas han tenido una presencia continua en el Senado. En la Comisi¨®n General, en la Conferencia de Presidentes y en el propio debate, durante tres d¨ªas en este caso. Hasta tal punto que, como dec¨ªa alg¨²n presidente, casi le consideran "su" Senado. Y es que debe ser as¨ª. En ¨¦l se sienten c¨®modos, pueden exponer sus criterios, contrastarlos con los de los dem¨¢s presidentes y con los del Gobierno de Espa?a y su presidente, y encauzar las soluciones necesarias. En definitiva, se ha convertido, sin mayor esfuerzo pero por voluntad de todos, en el cauce de m¨¢s alto nivel de participaci¨®n auton¨®mica en las tareas y proyectos estatales y en instrumento de articulaci¨®n territorial de Espa?a.
Pero tambi¨¦n han quedado expl¨ªcitas, de nuevo, las insuficiencias del Senado, en su conformaci¨®n actual, para cumplir en plenitud el mandato constitucional de ser C¨¢mara de representaci¨®n territorial. Para ser m¨¢s exactos, han quedado expl¨ªcitas sus potencialidades y sus defectos actuales. La inmensa mayor¨ªa de los presidentes auton¨®micos, y el del Gobierno de Espa?a, as¨ª lo manifestaron; y apoyaron con firmeza la necesidad de dar un salto adelante y abordar cuanto antes su reforma en esa direcci¨®n.
Pero incluso aquellos que se manifestaron de forma m¨¢s tibia e incluso poco entusiasta sobre la reforma, no pudieron evitar en sus exposiciones la necesidad de este tipo de debates y el reconocimiento del Senado como su lugar apropiado. Exigieron m¨¢s participaci¨®n y m¨¢s integraci¨®n, m¨¢s transparencia en las cuestiones auton¨®micas, m¨¢s decisiones comunes, m¨¢s eficacia. Pues para esto es para lo que debemos reformar el Senado.
Si se plantea la necesidad de m¨¢s cauces de participaci¨®n de las instituciones territoriales en el Estado, m¨¢s integraci¨®n territorial, m¨¢s coordinaci¨®n en las pol¨ªticas p¨²blicas, m¨¢s claridad en el sistema de financiaci¨®n, m¨¢s debate y decisiones sobre todo ello, m¨¢s fortaleza de las instituciones estatales, si todo ello es fundamental y prioritario, no puede negarse la necesidad de abordar la reforma del Senado en esa direcci¨®n, salvo que caigamos en una profunda contradicci¨®n. Y aunque para ello haya que renunciar a intereses pol¨ªticos que, aunque leg¨ªtimos, deben subordinarse a un inter¨¦s superior.
Fortalecer el car¨¢cter territorial del Senado no supone, adem¨¢s, un debilitamiento del Estado, sino exactamente lo contrario. Las decisiones del futuro Senado en materia territorial ser¨¢n m¨¢s fuertes y s¨®lidas porque son comunes de todos, ser¨¢n m¨¢s eficaces porque son fruto del compromiso territorial, no de decisiones unilaterales, y ser¨¢n por ello mejor aceptadas por los ciudadanos.
Por tanto, no debemos estar temerosos ante la reforma. Si somos cr¨ªticos con la realidad, si vemos las insuficiencias, si deseamos la mejora y perfeccionamiento de las instituciones, no debemos temer entrar a debatir sus posibles soluciones. Porque con la reforma del Senado, Espa?a estar¨¢ m¨¢s compacta, siendo todos m¨¢s c¨®mplices en las decisiones que vayamos a tomar, teniendo siempre presente el inter¨¦s general, que no es otro que el todos los espa?oles.
Javier Rojo es presidente del Senado.
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