La diplomacia poli¨¦drica

La diplomacia vaticana tiene un prestigio extraordinario. Pasa por ser la mejor del mundo, aunque el cardenal Domenico Tardini, que la dirigi¨® como secretario de Estado de Juan XXIII, no estuviera del todo de acuerdo: "Si nosotros somos los mejores", dijo en una ocasi¨®n, "qu¨¦ desastre ser¨¢n los otros". Se trata, en cualquier caso, de una diplomacia sutil, poli¨¦drica, experta, paciente y capaz de hablar a la vez con varias voces. No funciona como un Ministerio de Asuntos Exteriores y eso suele inducir a error a los pol¨ªticos que tratan con ella. En ese sentido, la visita de la vicepresidenta Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega al cardenal Angelo Sodano, diez d¨ªas atr¨¢s, no fue considerada en el Vaticano como un gran acierto.

Las cuestiones terrenales de la Iglesia cat¨®lica est¨¢n delegadas en el secretario de Estado, cuya funci¨®n equivale a la de un primer ministro. Y los gobiernos caen a veces en la tentaci¨®n de apelar al secretario de Estado cuando no se entienden con las autoridades religiosas locales. Lo hizo el ministro Gregorio L¨®pez Bravo en los estertores del franquismo, cuando llev¨® a Roma una lista de los agravios de los obispos contra el r¨¦gimen. Y lo hizo la actual vicepresidenta, cuando el pasado d¨ªa 10 acudi¨® al despacho del cardenal Sodano para exponerle las intenciones de su Gobierno sin el "filtro" de los obispos y dejarle sobre la mesa un informe sobre el tono informativo de la Cope, propiedad de la Conferencia Episcopal.

"Esas iniciativas son contraproducentes, porque el Vaticano nunca puentear¨¢ a sus obispos en un asunto ajeno a la doctrina: al final s¨®lo se consigue irritar a la jerarqu¨ªa local y dar impresi¨®n de debilidad", coment¨® un miembro de la Curia, la administraci¨®n vaticana. "Sodano envi¨® sin duda un informe sobre la conversaci¨®n al Nuncio en Madrid, quien a su vez lo transmiti¨® a los obispos", indic¨® a su vez una fuente diplom¨¢tica.

En medios diplom¨¢ticos se considera que el Gobierno espa?ol podr¨ªa haber apelado discretamente a la falta de peso pol¨ªtico del actual episcopado para entablar contactos directos con el Vaticano. Es cierto que ni Rouco ni ahora Bl¨¢zquez cuentan con la influencia personal de Taranc¨®n o Suqu¨ªa. Pero esos contactos deber¨ªan haberse realizado, seg¨²n una fuente curial, de forma sutil y amable, con paciencia y gestos previos de buena voluntad. Se hizo lo contrario: una cita casi clandestina, fijada con pocos d¨ªas de antelaci¨®n.

Una de las dificultades para comprender c¨®mo funciona la administraci¨®n del catolicismo radica en la abundancia de estructuras paralelas. En principio, la gesti¨®n de la pol¨ªtica exterior corresponde al secretario de Estado y a su secretario para las Relaciones con los Estados, en la actualidad Giovanni Lajolo, que se apoya en una red internacional compuesta por dos centenares de nuncios o delegados apost¨®licos, m¨¢s o menos equivalentes a los embajadores de las administraciones laicas. Esa red explot¨® con Juan Pablo II: al inicio de su pontificado los nuncios eran 87, hoy son 165.

En la mara?a diplom¨¢tica intervienen, sin embargo, los obispos: todos tienen acceso a Sodano y Lajolo, y env¨ªan mensajes, de forma colectiva o de forma personal y confidencial, cuando les parece oportuno. Y luego est¨¢n las organizaciones cat¨®licas, desde la Comunidad de San Egidio hasta Pax Christi o Justitia et Pax, util¨ªsimas para acumular informaci¨®n y realizar gestiones extraoficiales.

Hasta cierto punto, la diplomacia vaticana tiene alg¨²n parecido con la antigua diplomacia sovi¨¦tica: hab¨ªa un gobierno en Mosc¨² que desplegaba embajadores, pero hab¨ªa tambi¨¦n un Partido Comunista en cada pa¨ªs y un amplio n¨²mero de simpatizantes dispuestos a cooperar con la causa.

En cuanto a la calidad t¨¦cnica, resulta desigual. El conocimiento de un pa¨ªs como Espa?a, que el Vaticano considera important¨ªsimo por su tradici¨®n cat¨®lica y su influencia en Am¨¦rica, es profundo. La informaci¨®n sobre ciertas zonas de ?frica o Hispanoam¨¦rica es superior a la de cualquier gobierno, gracias a la presencia de misioneros all¨ª donde no se atreve a instalarse ninguna legaci¨®n diplom¨¢tica. De China, sin embargo, s¨®lo se ocupan un par de especialistas. Y se cometen errores como el de canonizar a unos m¨¢rtires chinos justo el d¨ªa de la Fiesta Nacional, lo que en Pek¨ªn se interpret¨® como provocaci¨®n. Nadie en el Vaticano hab¨ªa reparado en la coincidencia.

La diversidad de las estructuras y la confianza en las jerarqu¨ªas locales suele proporcionar mucha informaci¨®n valiosa, pero induce tambi¨¦n a equivocaciones hist¨®ricas. Algunos errores tienen nombre y apellidos: Eugenio Pacelli, como nuncio en Berl¨ªn y como papa Pio XII, fue el principal culpable de la tolerancia hacia el nazismo. Los obispos croatas tuvieron mucho que ver con la err¨¢tica estrategia vaticana durante las ¨²ltimas guerras balc¨¢nicas. Y la miop¨ªa de los sacerdotes y misioneros en Ruanda ayud¨® al desastre de hace 10 a?os. El Vaticano suele escudarse en la buena voluntad. El secretario de Estado Sodano, que fue nuncio en Chile y no escatim¨® apoyos al r¨¦gimen de Pinochet, tiene una frase mod¨¦lica al respecto: "Si un pueblo sufre, la Santa Sede trata con quien pueda aliviar el sufrimiento de ese pueblo, aun al precio de ser malinterpretada".