Noche de cuchillos largos
Cuatro d¨ªas despu¨¦s, el Madrid volv¨ªa al lugar del crimen. En la mente de todos, la derrota ante el Bar?a por 0-3 y el recibimiento que deparar¨ªa la grada al equipo. Para empezar, agua. El Madrid sali¨® a calentar, con seis defensas de inicio y sin Salgado, uno de los caciques del vestuario, la voz que hab¨ªa denunciado que el equipo jugaba sin sistema, sentado en el banquillo por decisi¨®n t¨¦cnica. Al p¨²blico, que no lleg¨® a llenar el Bernab¨¦u, no le gust¨® lo que hab¨ªa sobre el campo ni lo que faltaba: hubo silbidos. Fueron el aviso de lo que estaba por venir: la sentencia p¨²blica para Vanderlei Luxemburgo, el entrenador del Madrid.
Luxemburgo, un hombre hecho a s¨ª mismo, vivi¨® la primera parte hundido en el banquillo, reflexionando, apenas sin moverse. No quer¨ªa ser protagonista. Todo cambi¨® en la segunda: el entrenador, "un vencedor", seg¨²n confesi¨®n propia, se levant¨® y empez¨® a gesticular. A gritar. No le gustaba lo que ve¨ªa. Menos a¨²n cuando Carew marc¨® a c¨¢mara lenta, de tac¨®n, que silenci¨® las gradas. El vac¨ªo no dur¨® mucho. Justo lo que tard¨® Luxemburgo en volver a asomarse al c¨¦sped. Entonces, el estadio estall¨®. "!Fuera, fuera, fuera!", bram¨® la grada, dolida, enfadada, reclamando el respeto a los valores tradicionales del Madrid, un equipo que construy¨® su leyenda jugando al ataque.
Para el Bernab¨¦u, Luxemburgo, hab¨ªa cometido un pecado capital: retirar a Beckham, un centrocampista ofensivo, para sustituirle por Salgado, un lateral, cuando el partido iba empatado. Apostar por no perder, por pasar como segundo a los octavos de la Copa de Europa, en lugar de la victoria y el primer puesto del grupo. Y en el Madrid, nueve veces campe¨®n de Europa, eso tiene un precio: pa?uelos blancos y gritos mirando al palco.
A Luxemburgo, sin embargo, le queda el triste m¨¦rito de ser el ¨²nico que consigui¨® encender al p¨²blico: el recibimiento al equipo fue tan fr¨ªo, tan claro qued¨® que la grada no estaba como para empujar al Madrid hacia el liderato del grupo (deb¨ªa ganar por 3-0), que pronto hubo reacciones. Alguien decidi¨® que Black, el ¨¢lbum m¨¢s duro de Metallica, el grupo heavy por excelencia, era ideal para caldear el ambiente y silenciar a la ruidosa afici¨®n del Olympique de Ly¨®n. Las guitarras de Hammett y los suyos retumbaron en los altavoces. Entonces, el fondo sur, donde gobiernan los Ultrasur, el grupo de seguidores radicales del Madrid, sac¨® a pasear una bandera con la cara de Juanito, m¨ªtico jugador blanco, el paradigma de la casta y la entrega por el escudo.
Pero se necesitaba algo m¨¢s para que las miradas se dirigieran al c¨¦sped y abandonaran el palco de honor, donde Florentino P¨¦rez, el presidente del Madrid, recib¨ªa una visita muy deseada: Elsa Pataky. Se necesitaba algo gordo. Y apareci¨® Luxemburgo, que sigue en el Madrid, pero con el p¨²blico en contra: el Bernab¨¦u le despidi¨® con una sonora pitada.
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