Las migraciones
Migraciones ha habido en diversos periodos a lo largo de la historia. Recordar¨¦ la marcha de los jud¨ªos en busca de su tierra prometida; las invasiones de los llamados pueblos del mar; las de los godos en la Baja Edad Media; las que en el Nuevo Mundo marcaron la llegada de pueblos ind¨ªgenas procedentes de Asia. Y, por supuesto, no pueden olvidarse las de millones de mujeres y hombres llegados a diversos lugares de dicho continente a partir del encuentro iniciado por Crist¨®bal Col¨®n.
Pero, no obstante estos y otros grandes movimientos de pueblos, es un hecho que hoy, a comienzos del tercer milenio de nuestra era, nuevas formas de migraciones de miles y millones de gentes son una realidad insoslayable, dram¨¢tica en s¨ª misma y, a los ojos de algunos, amenazadora.
Los principales escenarios en que se producen hoy grandes migraciones son Europa y Estados Unidos. Tal vez Australia y Nueva Zelanda est¨¦n tambi¨¦n destinados a serlo. En pocas palabras, puede afirmarse que tales migraciones se producen desde regiones abatidas econ¨®micamente hacia pa¨ªses considerados florecientes y pr¨®speros.
En Europa los movimientos migratorios provienen bien sea del norte de ?frica o de los pa¨ªses subsaharianos y tambi¨¦n de la antigua Europa del Este y de otros como Ecuador y Colombia. En Am¨¦rica se producen hacia Estados Unidos a partir de M¨¦xico, el Caribe y varios pa¨ªses de Centroam¨¦rica y Suram¨¦rica. Dram¨¢ticas son las noticias acerca de los centenares de subsaharianos que se lanzan a cruzar por mar en fr¨¢giles embarcaciones o saltando las barreras levantadas para impedir su ingreso en lugares como Ceuta y Melilla. Tr¨¢gicos son tambi¨¦n los centenares de muertes de mexicanos y otros latinoamericanos que se arriesgan a entrar en los desiertos del suroeste de Estados Unidos.
?Qu¨¦ puede o debe hacerse ante esta realidad? Es un hecho que los pa¨ªses ricos tratan de cerrar sus puertas. En el caso de los europeos parecen olvidar ellos que, como potencias colonialistas, explotaron hasta donde pudieron a los pa¨ªses de donde provienen hoy los migrantes. Y en el caso de Estados Unidos, sus gobernantes parecen ignorar que su grandeza se origin¨® en gran parte en las intervenciones y aprovechamientos perpetrados en Am¨¦rica Latina. ?No fueron ellos los que, en infame guerra de conquista, arrebataron a M¨¦xico la mitad de su territorio?
Los pa¨ªses "desarrollados" reh¨²san casi siempre dialogar con quienes les plantean el tema de la migraci¨®n. Por una parte, la necesitan porque requieren mano de obra barata. Por otra, temen verse invadidos por gentes que les parecen indeseables. ?Se prolongar¨¢ indefinidamente esta tensi¨®n? ?Qu¨¦ posibilidades existen al menos de atender este acuciante problema?
Los movimientos migratorios, muchas veces err¨¢ticos, son de tal magnitud que todos los involucrados deben participar en la b¨²squeda de posibles respuestas. Al decir todos los involucrados debemos pensar en los Gobiernos y los pueblos de los pa¨ªses emisores de migrantes y tambi¨¦n de los pa¨ªses receptores. Ser¨ªa quim¨¦rico y violatorio de los derechos humanos que los desarrollados trataran de obligar a los emisores a impedir por la fuerza o de cualquier otra forma el que sus ciudadanos libremente se desplacen a donde quieran. M¨¢s que otra cosa debe analizarse detenidamente cu¨¢l es la causa principal de esos desplazamientos. La respuesta la dan unas cuantas palabras: el motivo fundamental es de car¨¢cter econ¨®mico.
Los migrantes dejan todo en su pa¨ªs para engancharse, por as¨ª decirlo, al desarrollo que piensan que existe y habr¨¢n de encontrar en el pa¨ªs al que, por todos los medios, buscan penetrar. ?frica subsahariana estuvo enganchada a la econom¨ªa de pa¨ªses europeos durante los a?os del colonialismo. Pero tuvo una vinculaci¨®n no s¨®lo asim¨¦trica, sino de explotaci¨®n de sus recursos para provecho de los otros. Ahora, los migrantes pretenden establecer otra relaci¨®n. Buscan mejorar sus condiciones de vida y las de sus familiares, a los que se proponen enviar remesas de una parte del dinero que ganen.
Pero ?todos o la mayor¨ªa de los migrantes alcanzan sus prop¨®sitos? Las dificultades que tienen que afrontar, desde el momento en que dejan su tierra, son muy grandes, y en ocasiones las adversidades se traducen en la p¨¦rdida de sus vidas. Adem¨¢s, cuando logran penetrar en los pa¨ªses receptores, ¨¦stos con frecuencia los expulsan a sus lugares de origen.
Por estas y otras razones debemos preguntarnos: ?puede haber otra forma de engancharse, es decir, de participar para bien propio en el desarrollo de los pr¨®speros y poderosos? Pienso que puede haberla y voy a esbozarla. Si los Gobiernos emisores y receptores se re¨²nen y discuten la creaci¨®n de centros de producci¨®n en los pa¨ªses emisores, financiando tales centros con recursos multinacionales, podr¨¢ vislumbrarse un camino de asociaci¨®n y participaci¨®n en la econom¨ªa de los desarrollados. No estoy pensando en la instalaci¨®n de mayor n¨²mero de plantas maquiladoras, ensambladoras o de acabado de productos manufacturados en los pa¨ªses desarrollados. Pienso en la creaci¨®n de n¨²cleos de producci¨®n organizados con participaci¨®n econ¨®mica de emisores y receptores. Los emisores pueden proporcionar el terreno y determinadas materias primas, as¨ª como la mano de obra. Los desarrollados aportar¨¢n los recursos de capital que se requieran.
En un principio los directores proceder¨¢n de los desarrollados, pero con el tiempo deber¨¢n capacitarse otros del pa¨ªs en que se establezca el centro laboral. Se vigilar¨¢ que quienes integren la mano de obra tengan aceptables condiciones de trabajo y salarios justos. M¨¢s a¨²n, se buscar¨¢ que lleguen a tener participaci¨®n en las utilidades de la empresa. ?sta producir¨¢ bienes y otros insumos requeridos sobre todo por los antiguos receptores. Los que antes se ve¨ªan forzados a migrar para engancharse en la econom¨ªa de los desarrollados podr¨¢n lograrlo poco a poco sin tener que abandonar su tierra. Su mejoramiento econ¨®mico cambiar¨¢ sus condiciones de vida. La antigua y desgarradora asimetr¨ªa entre emisores y receptores se atenuar¨¢.
Si el proyecto cristaliza, los movimientos migratorios disminuir¨¢n. Los desarrollados no se ver¨¢n agobiados por el ingreso de cientos de miles que tratan de penetrar en su territorio incluso con violencia, y comenzar¨¢n a tener otras formas de relaci¨®n m¨¢s justas y humanas con los pueblos que por siglos fueron expoliados. ?Podr¨¢ convertirse ¨¦sta en una nueva forma de globalizaci¨®n econ¨®mica de signo positivo? En ella quienes laboren en los centros de trabajo que as¨ª se creen no quedar¨¢n desarraigados, sino que en su propia tierra podr¨¢n encontrar las mejor¨ªas que buscaban en la ajena. ?Es esto una utop¨ªa? ?No valdr¨¢ la pena que los economistas ponderen propuestas como ¨¦sta y los pol¨ªticos consideren su viabilidad? Lo que s¨ª es del todo cierto es que repugna pensar que unos pocos tengan derecho a vivir bien y aun en la opulencia, mientras que las grandes mayor¨ªas vegetan en la pobreza y a veces tambi¨¦n en la miseria.
Miguel Le¨®n-Portilla es antrop¨®logo e historiador mexicano.
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