El yin y el yang de las letras japonesas
Este oto?o es afortunado para los amantes de la literatura japonesa, que podr¨¢n admirar en castellano algunos de sus monumentos m¨¢s excelsos. Con un mes de intervalo se han publicado los dos mejores monogatari, el Genji monogatari traducido por Destino como La novela de Genji, y, casi simult¨¢neamente, por Atalanta como La historia de Genji, y el Heike monogatari, in¨¦dito hasta ahora en espa?ol y que publica Gredos. Para los pr¨®ximos d¨ªas, Hiperi¨®n anuncia la aparici¨®n del Kokinshuu, la primera antolog¨ªa l¨ªrica imperial y canon de la posterior poes¨ªa japonesa. Tal vez se trate de las tres obras m¨¢s gloriosas de la literatura cl¨¢sica de Jap¨®n y, probablemente, de las tres que mayor huella han dejado en el alma de los japoneses. En fin, "un oto?o extra?amente feliz", como dec¨ªa Basho.
Femenina y delicada, la historia de Genji; sobrio y brillante, el Heike, ambos pertenecen al g¨¦nero de tradici¨®n oral de los monogatari
Las dos primeras obras son el crisantemo y la espada. Femenina y delicada una; sobria y brillante la otra: el yin y el yang de las letras japonesas. Tienen en com¨²n, sin embargo, aparte de su tremenda influencia, su pertenencia al mismo g¨¦nero, el de los monogatari. La palabra monogatari, se compone de un verbo, kataru que es "contar" y de un objeto, mono, que es "cosa(s)", lo cual da fe de su origen de transmisi¨®n oral. Monogatari es la venerable reliquia de aquella ¨¦poca m¨¢gica cuando la literatura japonesa era ¨¢grafa y confiaba para su transmisi¨®n en la memoria prodigiosa y la vocalidad de los kataribe, probablemente mujeres, depositarias de una rica tradici¨®n oral. A la luz de ese contexto, cobra sentido que La novela de Genji, con rasgos de literatura de gineceo, d¨¦ la impresi¨®n de obra susurrada a los o¨ªdos de las damas de los cerrados c¨ªrculos de la corte de Heian (moderna Kioto); o que el Heike monogatari se haya transmitido mediante el arte de la recitaci¨®n musical (heikyoku). Efectivamente, el g¨¦nero de los monogatari o relatos en prosa aparece en el momento crucial (siglos VIII y IX) en que la tradici¨®n oral de la literatura japonesa cede terreno a la escrita y evoluciona para posteriormente implicar, m¨¢s que el acto de comunicaci¨®n oral, una literatura de ficci¨®n. As¨ª se ejemplifica en El cuento del cortador de bamb¨² (C¨¢tedra), el "m¨¢s antiguo" ejemplar del g¨¦nero, como se le saluda en el cap¨ªtulo 17 de La novela de Genji. Con la evoluci¨®n vino la diversificaci¨®n. As¨ª, hay uta monogatari o relatos para glosar poemas como el Ise monogatari, felizmente traducido por Antonio Cabezas como Cantares de Ise (Hiperi¨®n); tsukuri monogatari o cuentos de pura ficci¨®n (en donde se encuadra La novela de Genji); rekishi monogatari, hist¨®ricos; gunki monogatari o relatos de hechos de armas (aqu¨ª se inscribe el Heike monogatari); y alg¨²n subg¨¦nero m¨¢s.
Oralidad femenina
La novela de Genji es el relato ficticio de los amores del pr¨ªncipe Genji, un Don Juan lleno de tiernas delicadezas, una obra de fina introspecci¨®n y sutil erotismo, una idealizaci¨®n del mundo refinado de la corte japonesa del siglo X, aunque la obra es escrita a principios del XI. Es interesante destacar el contexto literario y social de esta ¨¦poca cuando las mujeres de la corte, a quienes se les negaba la formaci¨®n acad¨¦mica, es decir, estudios en lengua china, hallaban refugio tanto en la escritura sil¨¢bica (llamada onnade o "mano de mujer") y no ideogram¨¢tica -terreno masculino-, como en temas sentimentales e introspectivos (poemas y diarios). Feliz discriminaci¨®n, literariamente hablando, que permiti¨® la creaci¨®n de esta grandiosa telara?a de ficci¨®n superior (casi contempor¨¢nea a la urdida por otra mujer, Sherezade, en El Cairo), por conjugar arte y vida, a las ¨¢ridas cr¨®nicas e historias escritas por los hombres. Inicialmente le¨ªdo por y para las damas de compa?¨ªa de la emperatriz, no tard¨® en gozar de popularidad y, desde que el cr¨ªtico Fujiwara Shunzei (1114-1204) enarbol¨® la evidencia de su grandeza, pasa por la pieza cumbre de las letras japonesas, el gran referente est¨¦tico y emocional del pueblo japon¨¦s. El budismo posterior no sinti¨® escr¨²pulos en rescatar esta obra s¨®lo por esa claridad con que su autora, Murasaki Shikibu (es decir, "Violeta -por el nombre de la hero¨ªna de su historia- la del Secretario" -por el cargo de su padre en la corte-), expon¨ªa el principio de la retribuci¨®n de las acciones humanas y el sukuse o karma, referido frecuentemente en el original japon¨¦s por los personajes para aludir a la fuerza inevitable del destino. En cambio, para los pragm¨¢ticos confucianistas, quiz¨¢ perturbados porque del pincel de una mujer hubiera salido tal obra, merec¨ªa la condena por ser perniciosa para la sociedad y abundar en tantas falsedades. De entre ¨¦stos supo erguirse el gran Motori Norigana, en el siglo XVIII, para destacar el mono no aware como rasgo definidor de la obra. Este concepto, que se repite 1.018 veces en la obra, resume el contexto est¨¦tico y emocional de la ¨¦poca. Se define como "un profundo sentimiento de empat¨ªa con la belleza perecedera de las cosas", seg¨²n lo define Federico Lanzaco. Hace, adem¨¢s, irrelevante el tema de la moralidad de la conducta amorosa del protagonista, un amante "a lo divino" en una ¨¦poca en que la elegancia -el segundo gran valor est¨¦tico de la sociedad de Murasaki- era una religi¨®n. La novela de Genji ha sido, junto con el Heike monogatari, la principal fuente del teatro noh y del kakubi siendo incontables sus adaptaciones al teatro moderno, al cine y a la televisi¨®n.
Escritura de guerreros
Si el Genji es literatura de damas, el Heike monogatari es literatura de samur¨¢is, los "hombres del arco y las flechas". Su voz es recia y masculina. Narra las vicisitudes y el fin calamitoso de una estirpe de guerreros, los Heike, que suplant¨® a los cortesanos como ¨¦lite gobernante en la segunda mitad del siglo XII. Su fin fue trascendental en la historia japonesa pues supuso la liquidaci¨®n de la autoridad imperial y la inauguraci¨®n de las sucesivas oligarqu¨ªas militares que gobernar¨¢n en Jap¨®n hasta 1868. Esta obra es el producto an¨®nimo de refundiciones realizadas por m¨²sicos ciegos bonzos o en h¨¢bito de bonzo, que, al son del la¨²d o biwa, recitaban su obra. Estas refundiciones, al parecer, fueron hilvanadas por un cortesano letrado llamado Yukinaga en el siglo XIII. Fue la aportaci¨®n erudita del mester de clerec¨ªa japon¨¦s. La nueva clase social de los guerreros es la gran protagonista de una obra que se inscribe en el contexto cultural de la formidable corriente de la popularizaci¨®n de la cultura japonesa en los siglos XIII y XIV. Su tratamiento social representa la democratizaci¨®n de la literatura de Jap¨®n. La dinast¨ªa militar de los Ashikaga (1338-1573), bajo cuyo gobierno ha llegado el manuscrito m¨¢s autorizado de esta obra (?hay m¨¢s de setenta!), favorec¨ªa la difusi¨®n de una obra que ensalzaba las virtudes militares. Y tanta fue su difusi¨®n que cuando los jesuitas llegan a Jap¨®n en la segunda mitad del siglo XVI, de entre el pu?ado de obras que van a imprimir en caracteres latinos figura, al lado de las F¨¢bulas de Esopo, el Heike monogatari. Para ganarse las almas de los japoneses de la ¨¦poca, nada mejor que hablar su mismo lenguaje cultural y moral. A¨²n hoy, los nombres tan s¨®lo de personajes de esta obra siguen evocando para los japoneses escenas conmovedoras de tragedia, amor, traici¨®n, hero¨ªsmo y soberbia. Por si fuera poco, Donald Richie afirma que un australiano experto en japonolog¨ªa exhortaba recientemente a un grupo de ejecutivos de Estados Unidos a que dejaran de leer informes sobre el sistema empresarial japon¨¦s y, en su lugar, leyeran el Heike monogatari pues s¨®lo este libro les dar¨ªa una visi¨®n ¨²nica "de la vida, incluso del alma, del pa¨ªs".
Hay que saludar, por tanto, que en el desierto de las versiones espa?olas de literatura japonesa aparezcan de repente estos dos ricos vergeles inspiradores durante siglos de sensibilidad entre los japoneses. El crisantemo exquisito y la espada destellante. Pero ?ay!, un crisantemo delicado transplantado dos veces. En efecto, empa?a el gozo comprobar que una obra de tal grandeza como La novela de Genji, en lugar de ser vertida directamente desde el original japon¨¦s (existen excelentes versiones comentadas desde los trabajos de Ikeda Kikan, el Men¨¦ndez Pidal de esta obra) nos llegue en espa?ol refrita en mantequilla inglesa y, adem¨¢s rancia, pues la versi¨®n publicada por Destino se basa en la recreaci¨®n de Arthur Waley, art¨ªstica pero mutilada, realizada hace ochenta a?os. La versi¨®n de Atalanta, de magn¨ªfica factura, igualmente se sirve de una versi¨®n inglesa, la de Tyler, mucho m¨¢s fiable y did¨¢ctica que la de Waley. Tanto una como otra parecen ignorar que en la ¨¦poca del AVE el trayecto Madrid-Toledo se realiza sin pasar por Alcal¨¢: en la traducci¨®n, como la geometr¨ªa, la distancia m¨¢s corta entre dos puntos, l¨¦ase dos textos, es la l¨ªnea recta.
Carlos Rubio es profesor de lengua y cultura japonesa CES Felipe II, Aranjuez (Universidad Complutense de Madrid).
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