Genji en 'deshabill¨¦'
Como lectora y como espectadora, una no puede dejar de sorprenderse de esos extra?os fen¨®menos que ocurren cuando los objetos culturales se convierten en mercanc¨ªa. M¨¢s se parece nuestro mundo, entonces, a una carrera de sacos en la que el saco es el producto y quienes corren, los productores (o editores, seg¨²n el caso). As¨ª ocurri¨® con Las amistades peligrosas, que fue llevada a la pantalla en dos versiones al mismo tiempo, o con las dos adaptaciones cinematogr¨¢ficas simult¨¢neas de la vida de Mozart. ?Convergencias, azares? El receptor (lector u espectador) no entra en tales consideraciones. El lector, en principio, s¨®lo recibe, aprecia y agradece. En este caso, lo que hay que agradecer es la publicaci¨®n, por partida doble, de la monumental novela de Murasaki Shikibu, una saga que se ha considerado como la primera novela moderna de la literatura universal.
LA HISTORIA DE GENJI
Murasaki Shikibu
Edici¨®n de Royall Tyler Traducci¨®n de Jordi Fibla
Atalanta. Girona, 2005
916 p¨¢ginas. 45,60 euros
LA NOVELA DE GENJI. ESPLENDOR
Murasaki Shikibu
Versi¨®n, comentarios y notas
de Xavier Roca-Ferrer
Destino. Barcelona, 2005
885 p¨¢ginas. 30 euros
Destino recurre a una versi¨®n inglesa de 1933 abundante en barroquismos. Atalanta se ha decantado por una versi¨®n reciente m¨¢s accesible
En ese periodo, marcado por la sensibilidad femenina, se configura el c¨®digo est¨¦tico que tanto nos atrae hoy de Jap¨®n
Veamos una muestra de la misma en sus respectivas versiones al castellano, la primera en la edici¨®n de Atalanta, la segunda en la de Destino: "Durante aquel d¨ªa gris hab¨ªa llovido, y la noche tambi¨¦n fue lluviosa. No hab¨ªa casi nadie en la c¨¢mara del c¨ªrculo privado, y en la misma habitaci¨®n de Genji reinaba un inusitado silencio mientras los dos le¨ªan a la luz de la l¨¢mpara. Cuando el capit¨¢n secretario tom¨® varias cartas en papel de diversos colores que estaban en el estante de un armario cercano y revel¨® curiosidad por ellas, Genji puso reparos a que las leyese". "Tarde de verano lluviosa en el palacio imperial de Heian Kyo, la Ciudad de la Paz y de la Tranquilidad o "de la Luna". Aposento del pr¨ªncipe Genji, segund¨®n del emperador, capit¨¢n de la guardia y esposo de la hija del ministro de la izquierda. Genji, en deshabill¨¦, lee a la luz de una l¨¢mpara de aceite. Encima de un estante se acumulan hojas de papel de colores dobladas con arte delicado, pues s¨®lo al japon¨¦s se le ha ocurrido hacer un arte de algo tan prosaico como doblar una hoja de papel. Seguramente son cartas de amor, y algunas conservan a¨²n restos de perfume".
Sin duda, el lector, llegado
aqu¨ª, sin dejar de agradecer, se sorprende. Cierra un libro, cierra el otro, mira sus respectivas portadas. ?Se habr¨¢ equivocado? ?No ser¨¢n dos novelas diferentes? Pero no se ha equivocado: es la misma. Piensa entonces que toda traducci¨®n desde lenguas ideogr¨¢ficas son m¨¢s un ejercicio de interpretaci¨®n que de traducci¨®n. Pero, entonces, averigua que ninguna de las dos traducciones se ha establecido a partir del original, sino de versiones inglesas. Ello no le importa demasiado, puesto que, como supone, ¨¦stas se habr¨¢n servido de las varias versiones que se hicieron al japon¨¦s actual, ya que el japon¨¦s cl¨¢sico est¨¢ tan lejos ya de ¨¦ste como el lat¨ªn de nuestras lenguas. Pero, ?de d¨®nde habr¨¢ salido el deshabill¨¦ del pr¨ªncipe Genji? El lector, decidido ya a averiguar algo m¨¢s, comprende que esto es cosa del traductor al castellano de la editorial Destino, quien, pretendiendo a?adir efectos a la novela (?la juzgar¨ªa insulsa tal cual?), entresaca del segundo cap¨ªtulo un largo fragmento al que recrea al modo de una escena teatral para situarlo "a modo de pr¨®logo" al inicio del libro, lo cual, ciertamente, resulta atractivo. Pero una cosa son las licencias que, sin duda, pueden captar lectores por hacer el texto m¨¢s actual, y otra cosa es que, con tal intenci¨®n, se incurra en la desestructuraci¨®n de un texto al que el lector tiene derecho a acceder en su integridad. La versi¨®n por la que se gu¨ªa es, adem¨¢s, la cl¨¢sica de Arthur Waley (1933), traductor afecto a la prosa decimon¨®nica cuyo lenguaje ya, de por s¨ª, abunda en barroquismos y preciosismos siguiendo las exigencias de una sociedad (la brit¨¢nica de principios de siglo) que descubre, extasiada, el potencial estetizante del lejano Oriente. Huyendo claramente de esto, en cambio, la edici¨®n de Atalanta, con buen criterio, se ha decantado por la versi¨®n reciente de Royall Tyler (Penguin, 2001) que, adem¨¢s de serle fiel al original, tiene la ventaja de aportar notas, ilustraciones, glosarios y explicaciones que hacen mucho m¨¢s accesible el verdadero mundo, intenso y delicioso, de Murasaki.
Se ha dicho del Genji monogatari que es una magn¨ªfica representaci¨®n de la ¨¦poca; esto es cierto tan s¨®lo parcialmente. En realidad lo que se refleja es la vida cortesana de la ¨¦poca pues quienes en los siglos pasados tuvieron la oportunidad de recibir una educaci¨®n letrada y el ocio suficiente como para dedicarse a escribir no fueron nunca plebeyos. La Historia, por ello, siempre ha sido la de los reyes (que ten¨ªan a sueldo sus escribanos) y las historias, las de las clases aristocr¨¢ticas. Por ello, ateniendo a su tem¨¢tica (los galanteos, los juegos intelectuales, las pasiones cortesanas), La historia de Genji tiene m¨¢s que ver con La princesa de Cl¨¨ves de Madame de La Fayette que con la obra de Proust, con la que ha sido comparada frecuentemente por su atenci¨®n al paso del tiempo. El refinamiento de la corte de Kioto no ten¨ªa nada que envidiarle, sin duda, al de Versalles. En ambas, el "buen gusto" y el ingenio para componer versos era el baremo con el que se med¨ªa el rango en sociedad. Y si por modernidad, en literatura, se entiende la descripci¨®n de los estados an¨ªmicos y el intimismo, entonces ciertamente es en los salones parisienses y en los palacios de Kioto donde germin¨® y se desarroll¨® tal tipo de escritura (novelas, memorias, diarios) y, en ambos casos, por obra de mujeres y de acuerdo con sus c¨¢nones.
En el periodo Heian, marcado,
a diferencia del anterior, por la sensibilidad femenina, es cuando se configura el c¨®digo est¨¦tico que hoy en d¨ªa tanto nos atrae de Jap¨®n. La delicadeza es, en ¨¦l, el elemento m¨¢s importante y el que mejor define la est¨¦tica nipona frente a la occidental. Antes que un comportamiento, la delicadeza es una modalidad sentimental. Tiene que ver con la capacidad de empatizar y conmoverse y tambi¨¦n con el arte de la desaparici¨®n: no atraer la atenci¨®n hacia la propia persona es una exigencia del decoro. As¨ª, por ejemplo, la muerte de la madre de uno de los personajes femeninos del Genji monogatari es referida por ¨¦ste mediante un circunloquio con el que se desplaza a s¨ª mismo como sujeto de la acci¨®n: "La muerte de su aya me dej¨® hu¨¦rfana", dice, refiri¨¦ndose al aya de su se?ora. ?Hay acaso manera m¨¢s indirecta de referirse a la propia madre? Ser¨ªa indelicado hablar de s¨ª misma cuando se ocupa la posici¨®n de dama de compa?¨ªa. ?Sumisi¨®n? S¨ª, pero ?qu¨¦ gran lecci¨®n de inteligencia al servicio de las relaciones y qu¨¦ dominio de los sentimientos que conforman el yo! Esta capacidad de desv¨ªo de lo propio es lo que permite tomar distancia y considerar las pasiones (de las que da muestras el pr¨ªncipe Genji a lo largo de todo el relato) como parte del decurso de una naturaleza transida de impermanencia y cuya belleza, por ef¨ªmera, no puede no infundir tristeza. Esta belleza melanc¨®lica (mono no aware) atraviesa toda la obra de Murasaki y es mencionada expl¨ªcitamente, seg¨²n nos dicen los estudiosos, 1.018 veces a lo largo de la novela.
El Genji monogatari es tambi¨¦n
el
ejemplo m¨¢s significativo de la sutileza y el arte del rodeo. Sin explicaciones como las que felizmente introduce Royall Tyler, el lector no sabr¨ªa, por ejemplo, que Murasaki no es el nombre del personaje femenino que se da a conocer al lector mediante esa palabra, sino una planta cuyas ra¨ªces producen un tinte violeta, que tambi¨¦n se designa con el mismo t¨¦rmino, y que simboliza, en la poes¨ªa japonesa, una relaci¨®n ¨ªntima y duradera, o que la retama (t¨ªtulo del segundo cap¨ªtulo) connota la cualidad de esta planta de ser visible de lejos y de desaparecer a los ojos del que se acerca, simbolizando la inaccesibilidad de la enamorada en aquel cap¨ªtulo, o que Aoi, la malva real, es una planta sagrada y no el nombre de la esposa de Genji, aunque as¨ª sea presentada al lector. As¨ª pues, un sinf¨ªn de estrategias de rodeo, de los que los clasicistas franceses se hubiesen asombrado si hubiesen tenido en las manos esta maravillosa muestra literaria.
Se ha dicho (y me he hecho eco de ello) del Genji monogatari que es la primera novela moderna. Si por ello se entiende el calado psicol¨®gico y la atenci¨®n a los ¨ªntimos movimientos del ¨¢nimo, ?qu¨¦ tard¨ªa nuestra modernidad, y qu¨¦ precoz la de ellos! Por suerte para nosotros, el de "modernidad" no es un t¨¦rmino extrapolable. Por otra parte, aqu¨ª siempre llegamos tarde a lo m¨¢s importante. Har¨¢ falta que se traduzcan m¨¢s textos fundamentales como el presente para que por fin nos demos cuenta de lo pobre que es nuestra "historia universal" y de lo endeble que son sus m¨¢rgenes.
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