Ababacar sortea estafas y multas por un sue?o de papel
Ababacar Diatta lleg¨® a Espa?a en 2003 procedente de Senegal con un visado que compr¨® por 3.000 euros. Dos a?os despu¨¦s, sigue sin papeles porque los empresarios le han estafado por partida doble. A un empresario de Barcelona le pag¨® 1.500 euros para que regularizara su situaci¨®n aprovechando el ¨²ltimo proceso de hace unos meses. Lo mismo que ¨¦l hicieron otras 60 personas, pero el empresario cogi¨® el dinero y huy¨®. Se le detuvo en Italia y ahora le investiga la justicia espa?ola. Semanas despu¨¦s, Ababacar obtuvo la promesa de otro empresario de C¨¢diz. En esta ocasi¨®n pag¨® 600 euros cuando se le entreg¨® el resguardo de que se hab¨ªa cursado su solicitud, pero lo que no pod¨ªa imaginar era que la empresa que le iba a contratar acumulaba deudas con la Seguridad Social y eso imped¨ªa su regularizaci¨®n.
Los marroqu¨ªes Jaouad y Saloua ya han regularizado su situaci¨®n. El paquistan¨ª Abid regenta un colmado, pero le gustar¨ªa ejercer la medicina alg¨²n d¨ªa
Ababacar fue enga?ado en dos ocasiones en el ¨²ltimo proceso de regularizaci¨®n. Pag¨® 1.500 y 600 euros por unos contratos de trabajo que nunca llegaron
El paquistan¨ª Hussain dice: "Los papeles dan derecho a caminar por la calle, pero los inmigrantes vinimos para trabajar, no para dar vueltas"
Para enviar dinero a su familia, Ababacar ha trabajado en el campo en diversas ciudades espa?olas. Con los documentos de otro compatriota incluso estuvo empleado en un almac¨¦n y en una empresa de reparto. Pero los contratros temporales se le acabaron y ahora pasa el d¨ªa vendiendo CD en la plaza de Catalu?a de Barcelona.
"Es mejor vender CD pirateados que droga. Ni lo he hecho, ni lo har¨¦", explica este diplomado universitario en lengua francesa. Su continua presencia en la calle le ha supuesto cinco detenciones y otras tantas multas por venta ambulante. "Si no tengo para comer, ?c¨®mo voy a poder pagar las multas al Ayuntamiento", se pregunta este senegal¨¦s de 35 a?os quien, pese a todo, nunca ha dejado de enviar dinero a su familia.
La historia de los marroqu¨ªes Jaouad Azzouz, de 28 a?os, y de Saloua Ndali, de 29, es m¨¢s edificante. Ellos son dos de los 80.140 inmigrantes de la provincia de Barcelona que han regularizado su situaci¨®n hace poco. ?l es licenciado en Geograf¨ªa y lleg¨® a Espa?a hace dos a?os para hacer un doctorado sobre planificaci¨®n territorial. Ella dej¨® a medias los estudios de Derecho, se diplom¨® en contabilidad y vino en 2000 tras pagar 1.200 euros por una oferta de trabajo que acab¨® siendo falsa.
Ahora tienen papeles, pero afirman que "siempre falta algo". Con la ley en la mano, deber¨¢n estar trabajando un m¨ªnimo de un a?o en el sector productivo actual. Jaouad, en la hosteler¨ªa, con un contrato de media jornada por el que percibe el salario m¨ªnimo interprofesional de 512,90 euros. Saloua, como trabajadora social a plena dedicaci¨®n. Antes de tener permiso de trabajo, ¨¦l estuvo varios meses cobrando a tres euros la hora de trabajo en un restaurante. Ella ganaba much¨ªsimo m¨¢s, 15 euros por hora, como empleada de limpieza todoterreno, y algunos meses lleg¨® a ingresar hasta 1.500 euros, lo que le permiti¨® comprar un piso y traerse a su madre de Marruecos a vivir con ella. El ge¨®grafo comparte una vivienda con otros estudiantes y en el futuro desear¨ªa aparcar las vajillas para siempre y ganarse la vida con sus estudios.
"Uno siempre se siente extranjero, hasta si tiene papeles", dice Jaouad. "No es que te sientas rechazado, es que tienes la sensaci¨®n de que no eres bienvenido", asegura. Saloua es m¨¢s optimista. "A una mujer con pa?uelo en la cabeza no se la acepta. Si se pone tejanos, s¨ª", explica para referirse a la eterna pol¨¦mica sobre la vestimenta isl¨¢mica.
"Yo, cuando me siento inmigrante es si salgo de Barcelona para ir de viaje". Quien as¨ª habla no es un catal¨¢n de hondas ra¨ªces, sino Abid Hussain, de 37 a?os, m¨¦dico de profesi¨®n y de origen paquistan¨ª. "Mejor pon de Cachemira", dice. Lleg¨® en 1997 como refugiado pol¨ªtico y ahora regenta un colmado y un bar, aunque desear¨ªa ejercer su profesi¨®n alg¨²n dia. Es el mismo anhelo de su esposa, ginec¨®loga en paro porque en Espa?a, a diferencia de lo que sucede en otros pa¨ªses europeos, no se convalidan esos t¨ªtulos.
Hussain fue repartidor de butano antes que tendero y, despu¨¦s, empleado en una empresa auxiliar del autom¨®vil. Estuvo muy poco tiempo sin papeles, y reconoce que hace unos a?os era m¨¢s f¨¢cil conseguirlos. "Los paquistan¨ªes, adem¨¢s, tenemos fama de muy trabajadores", recuerda. "Los papeles dan derecho a caminar por la calle, pero los inmigrantes vinimos para trabajar, no para dar vueltas", recuerda de forma m¨¢s que ilustrativa Jaouad Azzouz.
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