L¨ªbano y Siria, el fin de una amistad
L¨ªbano y Siria, dos de los pa¨ªses m¨¢s complicados de Oriente Pr¨®ximo, se encuentran en una encrucijada. Es el resultado de la crisis abierta el pasado 14 de febrero, cuando el ex primer ministro liban¨¦s Rafik Hariri muri¨®, junto con otras 20 personas, en el centro de la capital libanesa, por el estallido de un cami¨®n cargado de explosivos. La dinamita acab¨® con uno de los l¨ªderes pol¨ªticos m¨¢s carism¨¢ticos y queridos de L¨ªbano pero, sobre todo,hizo a?icos los lazos que un¨ªan desde hac¨ªa dos d¨¦cadas Beirut y Damasco.
L¨ªbano, un Estado permanentemente amenazado por la fragmentaci¨®n de sus grupos religiosos y pol¨ªticos y sumido desde mediados de la d¨¦cada de los setenta en una sangrienta guerra civil, hab¨ªa conseguido un cierto grado de coherencia y solidez gracias al apoyo de Siria, que, de acuerdo con la comunidad internacional, incluida la Liga ?rabe y Estados Unidos, lleg¨® a desplegar en este pa¨ªs m¨¢s de 30.000 soldados, millares de funcionarios y un n¨²mero incalculable de agentes secretos.
El asesinato del ex primer ministro Hariri sacudi¨® a la sociedad libanesa, que empez¨® a considerar la presencia siria intolerable e inaceptable. El incidente aceler¨® el proceso de desconexi¨®n, y se olvid¨® que, durante cerca de tres d¨¦cadas, la tutela del r¨¦gimen de Damasco les hab¨ªa aportado importantes y vitales beneficios. El proceso de tutela finaliz¨® el pasado mayo, cuando los ¨²ltimos soldados sirios abandonaron L¨ªbano. Una nueva e imprevisible singladura inquieta a este peque?o pa¨ªs, que ha decidido cambiar la tutela de Siria por la de Estados Unidos.
El atentado que cost¨® la vida a Rafik Hariri ha sumido tambi¨¦n a Siria en la incertidumbre. El clan de los Assad, que gobierna el pa¨ªs desde 1971, se siente acosado por la comunidad internacional, capitaneada por Francia y Estados Unidos, que le acusan de estar implicada en la acci¨®n terrorista y reclaman el fin de su hegemon¨ªa sobre los pa¨ªses ¨¢rabes, lo que incluye un punto final en la tutela que ejerce sobre las milicias radicales palestinas y la guerrilla fundamentalista libanesa de Hezbol¨¢.
Bachar el Assad, m¨¦dico oftalm¨®logo reciclado hacia la pol¨ªtica desde la muerte de su padre, Hafez, hace cinco a?os, pugna incansable por la supervivencia y apertura de su pa¨ªs. La tarea no es f¨¢cil, sobre todo si se tienen en cuenta las constantes presiones de Estados Unidos y la actitud desestabilizadora de los clanes pol¨ªticos que controlan las instituciones del pa¨ªs.
Siria, pa¨ªs que cumplir¨¢ dentro de unos meses 60 a?os, vive el fin de un perfecto equilibrio, en el que, sin estridencias y con discreci¨®n, han convivido media docena de etnias, que han sabido explotar con racionalidad sus moderados recursos econ¨®micos, garantizando ciertas estructuras socialistas.
El futuro de Siria se encuentra parad¨®jicamente en manos de un fiscal alem¨¢n, Detlev Mehlis. Este funcionario de la judicatura de Berl¨ªn dirige desde el pasado mes de marzo, por encargo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, un equipo de cerca de un centenar de investigadores que tienen como misi¨®n clarificar las implicaciones y la autor¨ªa del asesinato de Rafik Hariri.
El fiscal Mehlis, un profesional de dudoso rigor judicial y muy preocupado por los efectos medi¨¢ticos, acusa al r¨¦gimen de Damasco de estar detr¨¢s del atentado. Las conclusiones concretas de su investigaci¨®n no se conocer¨¢n hasta principios del pr¨®ximo a?o, lo que no impide que la comunidad internacional haya empezado a pedir duras sanciones contra el r¨¦gimen de los Assad.
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