Hablando (bien) de Madrid
Cerca de la Navidad, y con perd¨®n de los obispos, acabo de recibir un regalo sencillo, hermoso, laico y anticrispaci¨®n. Parece y es un libro, aunque es tambi¨¦n un barrio, o, mejor dicho, un Barrio de Barrios de Madrid al que me siento profundamente ligada, aunque nunca haya vivido all¨ª; pero este peri¨®dico, en cuya Redacci¨®n madrile?a pas¨¦ m¨¢s de d¨¦cada y media, se encuentra situado en sus aleda?os. Ventas-Ciudad Lineal en el recuerdo es la historia del barrio contada por sus vecinos. Su autor, el recolector de la memoria colectiva, es Luis Puicerc¨²s V¨¢zquez, y tiene un emocionado pr¨®logo de un ilustre vecino, el actor Francisco Valladares.
Al hojearlo me he llenado de nostalgia por un Madrid a?ejo y al mismo tiempo desfigurado, por un ¨¢mbito geogr¨¢fico entra?able y muy vivo. Hay en estos barrios -en este libro de contenidos amorosamente recopilados con textos y fotos, rostros y nombres de familias- una suerte de representaci¨®n de todas las capitales que tuvieron que ponerse a respirar m¨¢s all¨¢ de la capacidad de sus pulmones. La misma sensaci¨®n de p¨¦rdida de un ayer y de v¨¦rtigo ante el futuro te la produce contemplar fotograf¨ªas del Nueva York de los a?os cincuenta, aquel Manhattan con sus pasos elevados, o de la Barcelona de ermitas, descampados y primer desarrollo industrial. Duerme esa geograf¨ªa, con sus historias, en el subsuelo de las calles que hoy frecuentamos.
Es todo un mundo el que se describe en el libro. La proximidad de la plaza de toros y del cementerio del Este o de la Almudena propici¨® un comercio especial de intenso casticismo: ventorrillos y floristas. Con un ariete principal, la largu¨ªsima calle de Alcal¨¢, y un sinf¨ªn de traves¨ªas, el Barrio de Barrios (y el libro) encuentra una suntuosa y ¨²til v¨ªa principal (as¨ª se llam¨®, de hecho) en lo que es la avenida de Arturo Soria, el creador de Ciudad Lineal. En el cruce con Alcal¨¢, en donde ¨¦sta se prolonga hacia las edificables estepas del levante, estaba antes el monumento a Jos¨¦ Antonio, que llam¨¢bamos la cagarruta.
Calle a calle, el libro cuenta su historia, y hay un recuento de adoquines y de oficios, muchos de ellos perdidos (mieleros ambulantes, por ejemplo), de antiguos quehaceres hoy olvidados; hay nostalgia de tejas y de tranv¨ªas, y de casas bajas con vecinos tomando el fresco en la acera, con silla y botijo. As¨ª es como llego a la calle y a la familia que me lo ha enviado con tanto cari?o (correspondido).
En Emilio Ferrari tocando a Vital Aza, en donde hubo una taberna y tienda de ultramarinos se instal¨® en 1956 la primera cafeter¨ªa del barrio: Isamar. Casi veinte a?os despu¨¦s, su due?o, Francisco Concejero (nuestro Paco), la transform¨® en restaurante, y empez¨® a dar de comer, como ¨¦l dir¨ªa, con manjares de altura. Exitoso y familiar, el Isamar tiene buena comida y garbo. Las patatas fritas de su mujer nunca dejan de impresionarme, y la ternura de su hija atendiendo las mesas mientras Paco controla el asunto, todo forma parte de mi propia memoria del extenso Barrio, tanto como la vez que entrevist¨¦ a El Fary en la casa donde naci¨®, con patio y emparrado, o el piso de Alcal¨¢ que Joaquim Ibarz, hoy corresponsal de La Vanguardia en M¨¦xico, alquil¨® cuando se fue a trabajar a Madrid, y desde el que nos repart¨ªa curro a quienes entonces est¨¢bamos en el paro. Mi mejor amiga de Roma, la corresponsal de El Mundo, Irene Hern¨¢ndez Velasco, es de por ah¨ª: cuando ni?a aprendi¨® a montar en bicicleta en las obras de la M-30. Mi honrado gestor, que sigue atendi¨¦ndome aunque vivo en Barcelona, tiene su oficina en la calle Elfo.
De modo que, frente a este diciembre desabrido que nos brindan los enfrentadores, aqu¨ª me tienen, armada de afecto y de recuerdos hasta los dientes gracias al muy madrile?o volumen que los Concejero (firmado por el patriarca) me han mandado para que no les olvide.
Ni lo so?¨¦is, amigos. No pocas botellas de cava catal¨¢n -y m¨¢s que vendr¨¢n, os lo prometo- han sido descorchadas en ese c¨¢lido refugio en donde, como suele ocurrir en el gran Madrid que este libro representa, a nadie se le pregunta de d¨®nde viene.
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