Un restaurante con carisma
En nuestra ¨¦poca de progres, cuando alguien quer¨ªa celebrar algo por todo lo alto iba a comer a Can Llu¨ªs, porque lo cotidiano eran los men¨²s a 200 pesetas, o menos, de Casa Jos¨¦ y el Mundial. En Can Llu¨ªs, como en otros restaurantes de Ciutat Vella, te encontrabas como en casa (me refiero a la casa de los padres, no a la nuestra, donde, como dice la Moliner, nos aliment¨¢bamos b¨¢sicamente de arroz). El fricand¨®, la olla barrejada o el cap i pota te devolv¨ªan la fe en la gastronom¨ªa m¨¢s pura y la confianza de que alg¨²n d¨ªa llegar¨ªas a vivir en una casa donde se cocinara algo parecido. En Can Llu¨ªs te encontrabas con la Sard¨¤, con Terenci y Ana Moix, con Ovidi, Peret, V¨¢zquez Montalb¨¢n, los de Dagoll Dagom, Comediants, Joglars, Vol-ras, la Trinca o cualquier artista de los muchos teatros que poblaban por entonces el Paral.lel. No les dec¨ªas nada, pero te los mirabas con una mezcla de envidia y admiraci¨®n.
Can Llu¨ªs celebr¨® su 75? aniversario. En su libro de hu¨¦spedes han firmado Harold Pinter y Vittorio Gasmann, entre otros
Situado en la calle de la Cera, y con 75 a?os a la espalda, Can Llu¨ªs ha visto de todo. Empez¨® la primera generaci¨®n de Rodr¨ªguez transformando la fonda Can Mosques (su nombre se debe a que ten¨ªan toneles de bacalao fresco en la puerta que se llenaban de moscas) por Can Llu¨ªs, el nombre del due?o. En tiempos de guerra el restaurante se mantuvo abierto, aunque muchos d¨ªas no pudo servir pan y cuando cerraban se formaba una cola de gente del barrio que esperaba un plato de sopa. En 1946, ya en plena dictadura y con restricciones de luz, un mediod¨ªa entr¨® de improviso la polic¨ªa y pidi¨® un petromax para iluminar a los clientes. Detuvieron a una pareja, pero la mujer se levant¨® e hizo estallar una bomba en medio del comedor. Murieron cuatro personas, entre ellas Llu¨ªs Rodr¨ªguez y uno de sus hijos. Otro hijo, que tambi¨¦n se llama Llu¨ªs, y su hermana Elisa se hicieron cargo del negocio y le dieron un aire m¨¢s festivo. Su amistad con Peret y la comunidad gitana y la afici¨®n del propietario por el f¨²tbol establece una etapa de reuniones y fiestas culinarias en la que nunca se sab¨ªa a qu¨¦ hora cerrar¨ªan las puertas. En 1965, y con 16 a?os, entra en el restaurante la tercera generaci¨®n, Ferran Rodr¨ªguez. Ya en plena d¨¦cada de 1970, Can Llu¨ªs se apunta a los movimientos de protesta contra el r¨¦gimen. "La muerte de Franco fue un estallido en todos los sentidos", afirma Ferran. Desde su comedor se emiten programas de radio en directo, se organizan ruedas de prensa, entregas de premios, presentaciones. Se atreven a escribir el men¨² en catal¨¢n. Mientras, su libro de firmas va engros¨¢ndose: Harold Pinter, Toni Mir¨®, Rafael Alberti, Ernest Lluch, Vitorio Gasmann... Hasta llegar a hoy. Estos d¨ªas, Ferran y su familia est¨¢n de fiesta porque los 75 a?os bien se merec¨ªan tirar la casa por la ventana.
El pasado mi¨¦rcoles no cab¨ªa ni una aguja en Can Llu¨ªs. Los clientes de toda la vida intentaban mirar la exposici¨®n de la historia del restaurante, pero se hac¨ªa casi imposible. Nani Riera, Joan Font, la Ma?a, Amparo Moreno, Ventura Pons... no se quisieron perder la fiesta. P¨®sters, viejas postales enviadas por los clientes, libros en los que se menciona el local, fotograf¨ªas, dedicatorias, como el dibujo de Alberti pintado con el pintalabios de N¨²ria Espert y el l¨¢piz de ojos de Maite Brit. Otro dibujo de Toni Curtis, de los de la revista El Papus, que ten¨ªan el local que vol¨® por los aires a pocos metros, o los de Barrab¨¢s.
La fiesta continu¨® en el restaurante els Ocellets, antes los Pajaritos, en la Ronda de Sant Pau, que regenta Xavier Rodr¨ªguez y que es la prolongaci¨®n de Can Llu¨ªs. All¨ª, Peret y Joan Faneca rememoraron viejos tiempos ante los invitados. Joan Font asegur¨® que gracias a Can Llu¨ªs no se muri¨® de hambre porque m¨¢s de una vez le fiaron. "Aqu¨ª nos ayudamos los unos a los otros", comenta Ferran. "Cuando todos los teatros del Paral.lel funcionaban y llegaban compa?¨ªas madrile?as, por Navidad invit¨¢bamos a los artistas a comer a casa para que no estuvieran solos". "Y luego los llev¨¢bamos a visitar Montserrat", contin¨²a J¨²lia Ferrer, su mujer. Marsillach, Concha Velasco, Norma Duval, Herta Frankel... Lo cierto es que J¨²lia y Ferran han tenido siempre afici¨®n por el teatro. Fueron los cofundadores de la primera sala alternativa de Barcelona, el Llantiol, y desde hace 10 a?os forman parte de una compa?¨ªa de teatro amateur llamada Melabuf, que dirige Joan Faneca. "Nos lo pasamos en grande; gente de todos los ¨¢mbitos, farmac¨¦uticos, catedr¨¢ticos, cocineros. Ensayamos en el local de Vol-ras y actuamos donde podemos".
Ferran me cuenta que naci¨® en el altillo superior del restaurante, que era la vivienda familiar. A¨²n hoy se puede ver el balc¨®n, con la repisa llena de botellas que parecen tan viejas como el local: Aromas de Montserrat, rataf¨ªa, Ron Barcel¨®... Los carteles que cuelgan de la pared nos transportan a una ¨¦poca gloriosa del teatro barcelon¨¦s. Ahora El Molino, el Arnau, el Tal¨ªa, el Goya, el Rondas, el Barcelona y el Mart¨ªnez Soria ya no existen. Pero Ferran mira el barrio en positivo. Le gustan los cambios, aunque, dice J¨²lia, la modernidad se les ha ido de la mano y no han respetado demasiado lo que es Ciutat Vella. Ambos se confiesan enamorados de este distrito. "Aqu¨ª se concentra todo lo bueno de Barcelona", afirma Ferran. Y es indiscutible que entre estas cosas buenas est¨¢ el restaurante Can Llu¨ªs.
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