Buenas intenciones

Son ampliamente conocidos los episodios de confraternizaci¨®n entre enemigos en medio de una de las mayores carnicer¨ªas del siglo XX, la Primera Guerra Mundial, y hasta el cine ha dado sobradas pruebas de que la humanizaci¨®n se abri¨® paso incluso en las situaciones m¨¢s crueles de aquella guerra: huelgan, por numerosos, los ejemplos. Ahora, con una producci¨®n plurinacional (estamos ante un aut¨¦ntico europudding entre cinco pa¨ªses), un elenco de figuras conocidas y un director tan rutinario como eficaz, el franc¨¦s Christian Carion, se nos propone una de aquellas situaciones, en una Navidad y en pleno frente franc¨¦s, en los que la confraternizaci¨®n lleg¨® a tal extremo como para acabar... en un concierto y un partido de f¨²tbol entre alemanes, franceses y brit¨¢nicos.

La an¨¦cdota de partida es, al parecer, rigurosamente cierta, pero art¨ªsticamente no est¨¢ dicho que tenga necesariamente que funcionar la mera traslaci¨®n de lo ocurrido a, en este caso, una pantalla. La pel¨ªcula se resiente no ya de inverosimilitud (cuesta mucho trabajo creerse que todo ocurri¨® realmente como se nos muestra), sino sobre todo de la previsibilidad de la vivencia, que la amenazan constantemente y, a la postre, resultan mortales para la credibilidad de la operaci¨®n.

Claro que la espectacularidad, los buenos actores, la multitud de enfoques (cada uno de los ej¨¦rcitos tiene el suyo: no hay aqu¨ª m¨¢s malos que los altos oficiales, ni m¨¢s buenos que la tropa de a pie) y, en el fondo, el compartible punto de vista antimilitarista del filme le hacen de inmediato simp¨¢tico, tanto como para haber sido seleccionado por Francia para representarla en los Oscar. Pero no estamos ni ante Senderos de gloria, Uomini contro o La gran ilusi¨®n, sino ante una criatura m¨¢s pedestre, menos problem¨¢tica: m¨¢s comercial, en todo caso.