Taxi
COMO RESPONDIENDO al interrogante lanzado por el poeta Adam Zagajewski: "?Sabr¨ªas mirar tranquilamente a la Tierra, / como un astronauta perfecto?", el cineasta estadounidense Jim Jarmusch ote¨® desde lo alto el panorama del planeta, circund¨¢ndolo un mismo d¨ªa, desde el atardecer hasta el amanecer, con sucesivos enfoques nocturnos sobre cinco ciudades occidentales: Los ?ngeles, Nueva York, Par¨ªs, Roma y Helsinki. Lo hizo en su pel¨ªcula Noche en la Tierra (1991), pero utilizando como veh¨ªculo de aterrizaje el interior de cinco taxis, que recorren las desiertas calles nocturnas de cada una de las citadas urbes, mientras, al hilo de la conversaci¨®n entre los clientes y los conductores, se alumbran cinco historias diferentes. En la primera, una sofisticada dama madura, experta en casting, es conducida a su destino por una sucia y malhablada taxista adolescente, que no para de mascar chicle y de fumar; en la segunda, un joven negro neoyorquino es recogido en una glacial noche por un taxista, reci¨¦n llegado a Nueva York desde la ya extinta Alemania Oriental, y que, antiguo payaso, todav¨ªa no conoce la ciudad y apenas sabe conducir; en la tercera, una joven ciega desconcierta a su atribulado ch¨®fer, oriundo de Costa de Marfil, cuando parece ver mejor que ¨¦l todo lo que pasa alrededor durante el trayecto; en la cuarta, un taxista romano se empe?a en confesarse con su cliente sacerdote, abrum¨¢ndolo con sus pecados, que giran sobre su temprana afici¨®n por el bestialismo, y en la quinta, tres borrachos fineses, que han bebido para ahogar sus penas, acaban llorando ante la tr¨¢gica historia que les cuenta su conductor.
Entre risas y l¨¢grimas, todas las cuitas del globalizado hombre actual parecen caber efectivamente en la cabina de un taxi, que se desliza, veloz, por calles sin gente, sorteando, gracias a la transitoria trayectoria nocturna, cualquier barrera ¨ªntima. A la postre, la vida humana es y dura lo que una carrera, m¨¢s o menos accidentada, de un taxi, cuyo precio siempre resulta, en el fondo, excesivamente barato, sobre todo, si se sabe sacar provecho del viaje. El t¨¦rmino "taxi", que es quiz¨¢ el m¨¢s universal de entre los existentes en cualquiera de las lenguas actuales, procede de un patron¨ªmico familiar de mucho lustre, el germ¨¢nico Von Taxis, familia a la que el emperador Carlos V le otorg¨® el monopolio de las postas reales en la Europa del XVI, lo que constituy¨® la fuente de la inmensa fortuna de esta estirpe y su fama actual.
Si la chispa de la vida cabe en la cabina m¨®vil de este singular transporte p¨²blico, al arte le corresponde concentrar toda la oscuridad posible en el entorno que atraviesa, no s¨®lo para apreciar la belleza urbana mediante las cin¨¦ticas barras de luz artificial que hacen brillar sus contornos, sino para dar cauce al inesperado di¨¢logo ¨ªntimo entre dos seres desvalidos, que as¨ª se encuentran de verdad no yendo a ninguna parte. Es lo que entrev¨¦, durante una terrenal visita nocturna, un astronauta perfecto.
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