La esfinge que pretende salvar Portugal
El pasado 20 de octubre, d¨ªa de la presentaci¨®n de su candidatura a las elecciones presidenciales del pr¨®ximo 22 de enero, An¨ªbal Cavaco Silva apareci¨® rodeado de banderas portuguesas y, con la mand¨ªbula apretada y el tono solemne del que habla imbuido por una misi¨®n cuasi divina, ley¨® un texto de ocho minutos en el que desgran¨® sus ideas (casi todas econ¨®micas, como corresponde a un doctor y catedr¨¢tico de esa especialidad) para construir un "Portugal mayor".
All¨ª estaba por fin, tras varios meses de infinitas dudas cuidadosamente irresueltas sobre su candidatura, el esperado Cavaco, el optimista Cavaco; el tecn¨®crata Cavaco. El competente, el incorruptible, el eficaz, el pragm¨¢tico, el triunfador nato, regresaba de un (m¨¢s o menos) silencioso retiro de diez a?os. Lo hac¨ªa en el sitio oportuno (el Centro Cultural de Bel¨¦m, fara¨®nica obra que marc¨® su mandato de una d¨¦cada), con el reclamo preciso y en el momento justo: el templado profesor universitario, desenga?ado de la pol¨ªtica profesional, acude casi pese a s¨ª mismo al rescate de su patria sumergida en una aguda crisis econ¨®mica, desmoralizada por su p¨¦rdida de peso en la econom¨ªa europea, paralizada ante la encrucijada de la globalizaci¨®n.
El autor de aquella c¨¦lebre frase "yo nunca me equivoco" regresa, para felicidad de la mitad de los portugueses y horror de la otra mitad
A sus 66 a?os, Cavaco ha convertido el silencio en arma electoral. Los portugueses saben bien que no le gusta hablar de pol¨ªtica
Un poco al estilo de esos entrenadores pretenciosos, Cavaco volv¨ªa "para devolver a Portugal al lugar que merece".
El autor de aquella c¨¦lebre frase dirigida a la oposici¨®n ("deixem-me trabalhar", "yo nunca me equivoco") estaba de regreso para felicidad de la mitad de los portugueses y horror de la otra mitad. Era el mismo hombre parco, t¨ªmido, tranquilo y serio de siempre; de sonrisa franca pero muy administrada para dar m¨¢s confianza; era el mismo Cavaco, m¨¢s sabio y con m¨¢s canas, que dividi¨® al pa¨ªs en dos, cavaquistas y anticavaquistas, y que fue considerado siniestro y dictatorial por unos y trabajador y encantador por otros.
Soledad
Vuelve solo, como siempre estuvo; esta vez contra los cuatro candidatos de la izquierda, tras renunciar expl¨ªcita, teatralmente, al apoyo oficial de su partido, ese Partido Social Dem¨®crata al que ¨¦l sac¨®, surgiendo casi de la nada (como ahora), de una crisis grav¨ªsima en 1985, cuando, tras las s¨²bitas muertes del fundador, S¨¢ Carneiro, y de su sucesor, Mota Pinto, alcanz¨® por sorpresa y aclamaci¨®n la presidencia del partido.
Cavaco gobern¨® el pa¨ªs (dos de las tres veces que se present¨® gan¨® con mayor¨ªa absoluta) entre 1985 y 1995; sus recortes de impuestos, la liberalizaci¨®n econ¨®mica y las privatizaciones de empresas p¨²blicas, consensuadas con el Partido Socialista, y el crecimiento econ¨®mico posterior dispararon entonces la popularidad de Cavaco hasta l¨ªmites nunca vistos: hoy es todav¨ªa el gobernante que m¨¢s tiempo seguido ha estado al frente del pa¨ªs.
Aunque su fama de vencedor sacrificado e indestructible qued¨® tocada con la inesperada derrota en las presidenciales de 1996, cuando cay¨® ante el socialista Jorge Sampaio, actual presidente de la Rep¨²blica, por tres millones de votos contra 2,6 millones, diez a?os bastan para olvidar aquello. Algunos dicen que, herido en su vanidad populista, en aquel mismo momento se jurament¨® para presentarse de nuevo. Sus partidarios afirman que, retirado a sus clases y una vez escrita la historia de sus mandatos en dos vol¨²menes (Autobiograf¨ªa pol¨ªtica I y II), Cavaco vuelve porque siente que Portugal le necesita.
Sea como fuere, lo m¨¢s sorprendente es que, a sus 66 a?os, Cavaco parece haber convertido el silencio en el eje central de su estrategia electoral. Los portugueses saben desde siempre que no le gusta hablar de pol¨ªtica (dice que "es mejor hacer cosas"), pero fue a hacer una entrevista en televisi¨®n y estuvo tan parco que la locutora acab¨® casi desquiciada, rog¨¢ndole que se extendiera m¨¢s para que los portugueses supieran "lo que piensa".
Mario Soares ha estado m¨¢s de un mes atac¨¢ndole por todos los flancos, pero ha acabado renunciando ante la estruendosa falta de respuesta. Y sus otros tres rivales electorales, el tambi¨¦n socialista (diputado y poeta) Manuel Alegre (segundo ahora en las encuestas, con un 15%); y los candidatos del Partido Comunista (Jer¨®nimo de Sousa) y Bloco de Esquerda (Francisco Lou?a), han comprobado ya que Cavaco sigue siendo un as evitando el cuerpo a cuerpo.
A derecha y a izquierda, los analistas, algunos de ellos francamente enfadados con "la esfinge", interpretan el silencio como un puro y casi natural reflejo de autodefensa ante la bondad indiscutible de unos sondeos tan favorables que, en efecto, lo m¨¢s sensato parece casi no hacer nada, estarse quieto y callado.
Antes incluso de que hiciera p¨²blica su decisi¨®n de presentarse a las elecciones, Cavaco acaparaba ya casi el 55% de las intenciones de voto: el cavaquismo que arras¨® Portugal en los a?os ochenta y noventa segu¨ªa ah¨ª, agazapado pero vivo.
Y aunque es verdad que el apoyo ha ido bajando en los ¨²ltimos d¨ªas, el atildado candidato de la derecha mantiene una gran ventaja sobre sus dos grandes rivales socialistas, Soares (candidato oficial del partido) y Alegre. Hoy, Cavaco obtendr¨ªa un 45%. Insuficiente para ganar en la primera vuelta, s¨ª, pero con un matiz esclarecedor: el 20% de los votantes habituales del Partido Socialista le prefieren a ¨¦l.
"Es un hombre distante", ha dicho la semana pasada en Lisboa su viejo amigo y hom¨®logo Felipe Gonz¨¢lez, con quien Cavaco coincidi¨® en los consejos y las cumbres celebrados durante aquella d¨¦cada en la que Espa?a y Portugal fueron hermanas de desarrollo, crecimiento y pelotazos r¨¢pidos bajo la prodigiosa lluvia de los fondos estructurales de la UE.
Gonz¨¢lez, que probablemente puede presumir de haber creado una sociedad m¨¢s igualitaria que su hom¨®logo (acusado siempre de favorecer las fortunas de los m¨¢s atrevidos y menos escrupulosos), ve "muy probable" que Cavaco gane las elecciones, pero a?ade un reparo: "Si llega a la segunda vuelta puede tener problemas".
Su punto d¨¦bil
Su an¨¢lisis hace hincapi¨¦ precisamente en el que muchos coinciden en se?alar como el punto d¨¦bil de An¨ªbal Cavaco Silva. De este abnegado hijo de un modesto gasolinero del Algarve que fue corredor de vallas en su juventud (tan torpe como para hacerse sangre en los talones al saltar, tan tenaz como para llegar a campe¨®n nacional de la especialidad) y que se hizo a s¨ª mismo hasta doctorarse en Econom¨ªa por la Universidad brit¨¢nica de York, se dice que no le gusta la lucha cara a cara, que reh¨²ye el debate, que basa todo su atractivo y su carisma en la impasibilidad, en esa imagen de mando natural que desprende la perfecta cuadratura de su rostro.
Pero quedan muchos d¨ªas hasta las elecciones de enero, y quiz¨¢ a Cavaco no le baste con eso. Quiz¨¢ ¨¦l, que se define como un pol¨ªtico no profesional pero a la vez esgrime sus 15 a?os de experiencia pol¨ªtica como m¨¦rito (fue ministro de Finanzas en 1980 con el Gobierno de S¨¢ Carneiro y renunci¨® a seguir con el que form¨® Pinto Balsemao en 1981 tras la muerte del primero), lo sabe tambi¨¦n.
Y esta semana ha comenzado a dar se?ales de que hay vida inteligente m¨¢s all¨¢ de su gran sonrisa blanca. Dos se?ales significativas y de signo contrario, quiz¨¢ para no quebrar la l¨ªnea de presidenciable suprapartidario que quiere que le caracterice esta vez. Ante la pol¨¦mica suscitada por la orden del Ministerio de Educaci¨®n que obliga a los institutos p¨²blicos a retirar los crucifijos de las aulas, Cavaco sali¨® a la palestra con una declaraci¨®n contenidamente demag¨®gica de cat¨®lico ofendido. Al d¨ªa siguiente se reuni¨® con los sindicatos.
El propio Soares, que puede estar mayor a sus 80 a?os pero desde luego no est¨¢ tonto, ha dicho esta semana que Cavaco debe tener cuidado porque en toda la historia de las presidenciales portuguesas ning¨²n candidato que se presentase sin el apoyo expl¨ªcito de su partido ha logrado ganar en la primera vuelta. Pero Soares tambi¨¦n sabe bien que Cavaco es muy capaz de ser el primero en hacerlo.
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