El poder del mono
?sta es la historia de la ¨²ltima superproducci¨®n del hombre m¨¢s poderoso del cine. La cr¨®nica de 'King Kong', una de las pel¨ªculas de estas navidades, y de su director, Peter Jackson, que conquist¨® el mundo con 'El se?or de los anillos' sin moverse de su pa¨ªs. As¨ª es el universo del mono y de su creador en Nueva Zelanda.
Peter Jackson sonr¨ªe a cada uno de los pasajeros que deambulan por el aeropuerto de Wellington. No, no es que el director de cine m¨¢s poderoso del mundo haya venido en persona a dar la bienvenida a los visitantes de su pa¨ªs. Es s¨®lo un cuadro gigantesco hecho con 2.224 rebanadas de pan -m¨¢s o menos tostadas para dibujar los rasgos de Jackson- por Maurice Bennett, un artista neozeland¨¦s que se llama a s¨ª mismo El Se?or Tostada. El cuadro reproduce la sonrisa con la que el director recogi¨® tres de los 11 Oscar que mereci¨® en 2003 'El retorno del rey', tercera parte de la trilog¨ªa de El se?or de los anillos. Una sonrisa de ¨¦xito que cuelga ahora de una de las paredes de un enorme vest¨ªbulo, como un tributo al ciudadano m¨¢s famoso entre los cuatro millones que habitan Nueva Zelanda.
Es un espectacular d¨ªa de primavera en el fin del mundo. El olor a madreselva inunda las anchas avenidas del suburbio de Miramar, a las afueras de Wellington. En c¨ªrculos cinematogr¨¢ficos de medio mundo, este barrio de clase media se ha rebautizado como Welliwood o, siendo justos con el se?or de estos pagos, Jacksonville. Al pasear entre sus hileras de casas bajas, de colores pastel y molduras art d¨¦co, nadie dir¨ªa que aqu¨ª se emprendi¨® El se?or de los anillos, la aventura m¨¢s formidable del cine reciente. Tampoco que en ¨¦l, cientos de personas corren hoy (9 de octubre) contra el tiempo para terminar King Kong, el retorno del rey Jackson.
"Es mi primer d¨ªa libre en meses. Trato de reservar los domingos para mi familia, pero ¨²ltimamente no ha sido nada f¨¢cil. As¨ª que he aprovechado para levantarme tarde, leer los peri¨®dicos, relajarme al sol y venir andando aqu¨ª. Es bueno trabajar y vivir cerca". Peter Jackson ha adelgazado 30 kilos gracias a su decisi¨®n de desterrar la comida basura de su vida. Ahora, dice, su salud ha mejorado sensiblemente. Fam¨¦lico y sin gafas, es dif¨ªcil reconocer al director que aman millones de fans en todo el mundo, aunque en su despeinado, sus pantalones de mil bolsillos, sus botas de monte y su jersey grueso permanezca inalterable su vieja indiferencia por la imagen de siempre.
Hace dos a?os que duerme "mal por las noches" y trabaja "entre 16 y 18 horas diarias" en King Kong. El cl¨¢sico de 1933 de Ernest B. Shoedsack y Merian C. Cooper, la obra que elev¨® la miniatura de un gorila (de no m¨¢s de 35 cent¨ªmetros) a los altares de la cultura pop, est¨¢ lista para un nuevo remake.
El resultado, que ha costado unos 170 millones de euros, recibe los ¨²ltimos retoques en el edificio de nueva planta, estilo a?os cuarenta, en el que nos hallamos. La pel¨ªcula opta con casi todas las papeletas a la candidatura de acontecimiento cinematogr¨¢fico de las navidades. Y su director, que es adem¨¢s propietario de este edificio, se prepara para enfrentar, una vez m¨¢s, a sus 44 a?os, retos insalvables para la mayor¨ªa de los mortales. Por un lado, tiene que sobrevivir a su propio ¨¦xito. La trilog¨ªa del anillo obtuvo 17 Oscar en total y ha recaudado hasta la fecha 3.000 millones de d¨®lares. Adem¨¢s, su segunda y longeva vida en DVD no ha hecho sino empezar. Por otro, a una apuesta personal. Porque la historia de este King Kong comienza para Peter Jackson hace 35 a?os. En Pukerua Bay, una localidad costera a unos 20 kil¨®metros al oeste de Wellington, a la que se llega a trav¨¦s de una serpenteante carretera pegada al oc¨¦ano Pac¨ªfico.
All¨ª, un chico del pueblo, hijo ¨²nico de un funcionario y un ama de casa, queda fascinado tras ver en televisi¨®n la versi¨®n cl¨¢sica de King Kong. Tiene nueve a?os. La historia de un gorila monstruoso, descubierto en una remota isla por un equipo de cine, llevado a Nueva York por la fuerza y empujado a morir bajo el fuego de las avionetas en lo alto del Empire State Building, ejerce tan honda impresi¨®n en el ni?o que coge la c¨¢mara de s¨²per 8 de sus padres y se propone rehacer la pel¨ªcula. Alg¨²n d¨ªa, se jura a s¨ª mismo, ser¨¢ director de cine.
Un cuarto de siglo despu¨¦s, el chaval ha cumplido su promesa. Su debut, Mal gusto (1987), la historia de una invasi¨®n alien¨ªgena en la que los humanos serv¨ªan de materia prima para hamburguesas gal¨¢cticas, es un filme rodado y montado en el garaje de sus padres, en Pukerua Bay, durante los fines de semana de un periodo de tres a?os. Luego vendr¨ªan el mediometraje Meet the Feebles y Braindead, la m¨¢s delirante vuelta de tuerca a la cl¨¢sica trama de zombies jam¨¢s rodada.
En 1996, con Criaturas celestiales -una historia real sobre dos adolescentes, asesinas confesas de la madre de una de ellas-, el cineasta de culto acaba de demostrar al mundo que m¨¢s vale tomarle en serio. El freak de las pel¨ªculas gore carne de videoclub que lo manchaba todo de sangre en sus primeras obras ha firmado un contrato con Universal para rodar su versi¨®n de la pel¨ªcula que le fascin¨® en su ni?ez. "Pero era el a?o de Godzilla y Mighty Joe Young. En otras palabras, el mundo no necesitaba otra pel¨ªcula con primate", reconoce Peter Jackson, recostado en un sill¨®n de cuero de su cuartel general.
Tras ocho meses de trabajar en el gui¨®n, el proyecto queda aparcado ante el empuje de una aventura maravillosa que lo arrolla todo con la fuerza de un tren de mercanc¨ªas. A partir del cl¨¢sico de J. R. R. Tolkien, Peter Jackson acepta rodar la pel¨ªcula m¨¢s grande de la historia. El pr¨ªncipe del videoclub est¨¢ a punto de convertirse en el se?or de los anillos.
Aquel ni?o de nueve a?os es hoy "la personalidad m¨¢s poderosa de Hollywood", seg¨²n la lista que cada enero confecciona la revista de cine Premiere. Y por fin ha completado el sue?o de su infancia. No s¨®lo eso: por ello ha firmado un sueldo de 20 millones de d¨®lares (m¨¢s un 20% de la taquilla), que compartir¨¢ con sus coguionistas, Philippa Boyens y Fran Walsh (que adem¨¢s es su mujer desde 1987 y la madre de sus dos hijos). "No s¨¦ si merezco esa fortuna o no. Supongo que todo depende de si hay alguien dispuesto a pagarla", dice Jackson.
La productora Universal, que firma todos esos ceros en los cheques, tuvo claro que s¨ª la hab¨ªa. Como explic¨® Stacey Snyder, uno de sus directivos, a la revista Entertainment Weekly, tanto dinero no parec¨ªa "algo tan dif¨ªcil de justificar". "No, si trabajas con un genio como ¨¦l".
"Lo que es in¨²til es creer que alg¨²n d¨ªa superar¨¦ lo que he conseguido con El se?or de los anillos", se apresura a dejar claro Jackson. "Al menos, en t¨¦rminos de grandeza. Tampoco le veo el inter¨¦s. Ya lo he hecho. Siempre he entendido esta pel¨ªcula como el remake de King Kong que me gustar¨ªa ver. Con eso es suficiente".
-?Qu¨¦ cree que opinar¨ªa del resultado el chico de nueve a?os?
-Creo que le gustar¨ªa. Aunque no me ha salido exactamente la pel¨ªcula que querr¨ªa haber visto a los nueve, porque, obviamente, he cambiado mucho. Es la pel¨ªcula que ha ido evolucionando al mismo ritmo que mis experiencias en el cine. Todas las lecciones que he aprendido me han llevado a este King Kong. Incluso es muy diferente al proyecto de 1996. Hay un par de escenas de dinosaurios que son similares, pero eso es todo. Cuando Universal nos propuso en 2002 retomar la vieja idea de hacer King Kong no nos gust¨® lo que ten¨ªamos escrito, as¨ª que empezamos de nuevo.
-?Y c¨®mo espera que se la tome el resto del mundo?
-No me importa, sinceramente. Aunque espero que guste, claro. Todos tienen una idea de c¨®mo deber¨ªa ser una pel¨ªcula de King Kong. Pero esto no se trata de sentarte a imaginar lo que los dem¨¢s quieren. Si no, no hubi¨¦semos sido capaces de terminarla. Tampoco habr¨ªamos hecho El se?or de los anillos. Creo que es un error, un tremendo error. ?ste es un trabajo que tiene que estar basado en sentimientos personales. Continuamente est¨¢s siendo interrogado, y tomas tus decisiones. Siempre respondo a esas preguntas con lo que siento aqu¨ª y en este momento. Muchos me preguntan si es diferente del original. Tiene que serlo, porque han pasado 72 a?os. Hemos cambiado mucho los personajes. El resultado es definitivamente mucho m¨¢s realista, con un mayor ¨¦nfasis en la parte dram¨¢tica.
Jackson tuvo claro desde el principio que, para lograr ese realismo, el papel de la amada de King Kong, Ann Darrow, ten¨ªa que trascender al de la rubia que se desga?itaba por boca de la actriz Fay Wray durante tres cuartos del metraje en la versi¨®n cl¨¢sica. La brit¨¢nica Naomi Watts, curtida en pel¨ªculas independientes, fue la elegida. "Antes de comenzar el rodaje me pareci¨® importante que Naomi conociese a Fay Wray, y quedamos para cenar en Nueva York dos d¨ªas despu¨¦s de la entrega de los Oscar [de 2003]. De modo que ah¨ª estaba yo, en la ceremonia, con una pel¨ªcula nominada a 11 estatuillas e infinitamente m¨¢s nervioso por el hecho de que iba a conocer a Fay". Jackson quer¨ªa contar con la veterana actriz para un papel en la pel¨ªcula, aunque no fue posible. Fay Wray muri¨® en agosto de 2004 a los 86 a?os de edad. "Una de las cosas m¨¢s entra?ables de este proyecto fue conocerla. Y una de las m¨¢s tristes, que al final no pudi¨¦semos colaborar".
Para el papel del h¨¦roe no hubo dudas. Todas las miradas se dirigieron hacia Adrien Brody. Tras una prueba, un puro tr¨¢mite, los productores se cuidaron de hacer saber al actor estadounidense que era la primera y ¨²nica opci¨®n para encarnar a Jack Driscoll, el guionista sin blanca que se disputa el amor de la chica con nada menos que un gorila de 20 metros. El tercer v¨¦rtice del tri¨¢ngulo protagonista es Jack Black (Carl Denham en la pel¨ªcula). Un director de cine capaz de sacrificar la vida de su equipo para conseguir acabar su obra. "Hay ciertos elementos de la historia con los que me siento muy identificado", admite Jackson. "Creo que hay mucho de Carl Denham en m¨ª. Probablemente no arriesgar¨ªa la vida de nadie. Espero ser capaz de parar a tiempo", se r¨ªe. "Aunque creo que es necesario ser obsesivo para afrontar este trabajo. Es esa determinaci¨®n la que al final consigue que el trabajo llegue a su fin. Cuesta unos dos a?os hacer una pel¨ªcula, y tienes que estar muy centrado y decidido a ello para lograrlo".
Todos los que han trabajado alguna vez con el director neozeland¨¦s coinciden en destacar esa determinaci¨®n; tambi¨¦n, que a veces raya en la obsesi¨®n. Una conversaci¨®n telef¨®nica con Diana Pe?alver -protagonista de Braindead (1992), su tercera pel¨ªcula- lo confirma. La actriz sevillana conoci¨® a Peter Jackson a finales de los ochenta, a trav¨¦s de Fernando Trueba. El director madrile?o y el productor Andr¨¦s Vicente G¨®mez hab¨ªan quedado muy impresionados tras un pase casero de Mal gusto. "Vimos la pel¨ªcula con Peter en casa de Andr¨¦s. Me pareci¨® genial y muy divertida, m¨¢s a¨²n cuando nos dijo con el dinero -o el no dinero- con que la hab¨ªa hecho", recuerda Trueba. De aquel encuentro surgi¨® la improbable colaboraci¨®n entre el ni?o prodigio neozeland¨¦s y la actriz espa?ola. "Con ¨¦l, las jornadas empezaban a las seis de la ma?ana y terminaban a las diez de la noche", rememora Diana Pe?alver. "Te pasabas 16 horas cubierta de sangre, que era, en realidad, jarabe de arce. Al terminar, Peter sacaba unas latas de cerveza y te obligaba a ver todo el material que hab¨ªamos rodado, cuando t¨² lo que quer¨ªas era irte a dormir a casa".
De lo que se deduce de los reveladores diarios de rodaje que el propio Peter Jackson ha ido colgando en la web de la pel¨ªcula (www.kongisking.net), King Kong tampoco ha sido una excepci¨®n. Jackson aparece visiblemente exhausto en varios de los v¨ªdeos. Casi al borde del colapso. Incluso ahora, terminados los ocho meses de rodaje y con 23 de las 32 semanas de posproducci¨®n tocando a su fin, la factor¨ªa est¨¢ a pleno rendimiento. Hasta el ¨²ltimo momento, los monitores de plasma y las m¨¢quinas de edici¨®n echar¨¢n humo para poner en orden las m¨¢s de 400 horas de pel¨ªcula rodadas.
Mientras tanto, Peter Jackson atiende a sus tareas de promoci¨®n, que b¨¢sicamente consisten en invitar a una docena de periodistas -pagados por su distribuidora- a que crucen varios continentes para hablar con el gran hombre. Poco m¨¢s, porque, por mucho que se empe?e la prensa, casi nada queda ya del rastro del rey de los gorilas. A menos que, claro, se coja un avi¨®n a Londres y se vaya en busca de Andy Serkis, un actor que, pese a ser probablemente uno de los m¨¢s famosos del mundo, pocos reconocer¨ªan por la calle. Fue la criatura Gollum en la trilog¨ªa del anillo y ha puesto los gru?idos y movimientos de la bestia en King Kong. Encabeza un nuevo m¨¦todo de interpretaci¨®n con futuro: la estirpe de los actores digitales. En el rodaje, su labor consisti¨® en interactuar con Naomi Watts. Pero el trabajo hab¨ªa empezado para ¨¦l antes de que se oyera el primer "?acci¨®n!". Serkis pas¨® tres meses estudiando en vivo el comportamiento de los gorilas en el zoo de Londres y en una reserva natural de Ruanda. Todo en el principal personaje de la pel¨ªcula deb¨ªa revestir el m¨¢ximo realismo. Las cosas han cambiado mucho desde 1933. El actor fue, durante el proceso, muy consciente de que hoy toda una generaci¨®n de espectadores criados con los documentales de National Geographic pueden ser muy puntillosos al respecto.
El trabajo de Serkis lo completaron los t¨¦cnicos de Weta, la factor¨ªa de efectos especiales de Jackson, de la que han salido fantasmas, horripilantes orcos o sanguinarios ej¨¦rcitos, y, en el caso que nos ocupa, desde los pelos del primate hasta la diminuta ventana del piso 85 del Empire State Building o los dinosaurios que se miden con King Kong. Para la criatura, la verdadera estrella del filme, fue necesario estudiar la fisiolog¨ªa de los gorilas, sus movimientos y sus expresiones faciales. Tanto el modo en el que se golpean el pecho como lo que cada golpe significa. El resto se reprodujo a partir de miniaturas. M¨¢s del doble de las que se usaron en las tres pel¨ªculas de El se?or de los anillos juntas. Para Jackson, esta elecci¨®n tiene algo de rom¨¢ntico. Un tributo al ¨ªdolo de su infancia Ray Harryhausen, mago de la stop motion: una t¨¦cnica en la que cada fotograma es un imperceptible movimiento del monstruo y un triunfo en la batalla por la credulidad de los espectadores que llenan las salas hoy d¨ªa.
Poco sospechoso de romanticismo in¨²til, Peter Jackson no ignora que las audiencias de su King Kong estar¨¢n formadas por adolescentes inmunes al hechizo del aroma cl¨¢sico del original. Por eso, la pel¨ªcula rebosa tambi¨¦n de los trucos propios de la animaci¨®n por ordenador que definen el cine moderno. "La tecnolog¨ªa hace ciertas cosas m¨¢s f¨¢ciles. Lo s¨¦ porque yo he trabajado en la ¨¦poca anterior a los ordenadores", admite Jackson. "Ahora no hay nada imposible. Yo no domino en absoluto el tema. No soy capaz de mandar siquiera un correo electr¨®nico. Afortunadamente, me rodeo de verdaderos genios de los ordenadores, a los que s¨®lo tengo que explicar qu¨¦ busco exactamente. En los viejos tiempos imaginabas un d¨ªa soleado, llegabas al rodaje y estaba lloviendo. Creo que vivimos un tiempo bastante apasionante. Hacemos cine en un sentido muy pionero. Como suced¨ªa con el sonido y el color en los a?os treinta".
En cuanto a los escenarios, pr¨¢cticamente todos, incluida la ciudad de Nueva York, fueron recreados primorosamente en el interior del enorme estudio que Jackson posee en Miramar, primero, y en las pantallas de los ordenadores de Weta, despu¨¦s. El esp¨ªritu primigenio de King Kong exig¨ªa para Jackson mucho estudio y pocos escenarios naturales. Los ¨²nicos exteriores se rodaron en los paisajes de suaves colinas y vegetaci¨®n insultante de una pen¨ªnsula que se adentra en el mar de Tasmania a las afueras de la ciudad, as¨ª como en un oxidado barco holand¨¦s de los a?os cincuenta que espera fondeado en la bah¨ªa de Wellington a que llegue la hora de su desguace.
Por todo ello, el personal de la productora en Nueva Zelanda repite sin cesar que "esto no es El se?or de los anillos". Esta vez no hay localizaciones que visitar. Y King Kong, probablemente, no causar¨¢ el mismo efecto sobre la econom¨ªa neozelandesa. Se calcula que la trilog¨ªa contribuy¨® a aumentar el turismo receptor en un 14% gracias al culto de los fans, que buscan por el pa¨ªs cualquier vestigio de la tierra media.
?ste es s¨®lo un ejemplo m¨¢s de algo evidente: Peter Jackson es una lucrativa marca para Nueva Zelanda. Y un modelo para los cineastas de los ant¨ªpodas. En una raqu¨ªtica industria como la de su pa¨ªs (en 2004 se produjeron cinco filmes), Jackson representa la alternativa al modelo de director que alcanza el ¨¦xito local y corre a firmar insulsas producciones en Hollywood, como hicieron, en alg¨²n momento de sus carreras, Jane Campion, Vincent Ward o Lee Tamahori.
Como Stanley Kubrick, Jackson es de la clase de directores que pisan Los ?ngeles s¨®lo para obtener dinero, recoger los premios y volver a casa. La diferencia con el legendario director brit¨¢nico es que, en su caso, el lugar en el que vive est¨¢ a tres horas en avi¨®n de cualquier pedazo de tierra que se pueda considerar firme. "Contin¨²o aqu¨ª porque ¨¦sta es mi casa. No tiene m¨¢s secretos. Para ser director, ya no tienes que estar basado en ning¨²n sitio en concreto. Mucho m¨¢s gracias a la tecnolog¨ªa. Este negocio se est¨¢ convirtiendo en una industria global, ya no tiene sentido que Hollywood ostente el monopolio. ?ste es el pa¨ªs en el que nac¨ª, crec¨ª e hice mis pel¨ªculas de bajo presupuesto. No ser¨ªa l¨®gico que, llegada la hora de las cosas grandes, me marchase a otro sitio". Peter Jackson llevaba invertidos hasta julio de 2004, seg¨²n el diario neozeland¨¦s Dominion Post, unos 57 millones de euros en el barrio de Miramar desde que en 1993 compr¨® un antiguo almac¨¦n y un ordenador para crear los estudios de efectos especiales que nadie era capaz de ofrecerle en Nueva Zelanda. Aquella primera compra fue el germen de Weta, su factor¨ªa de sue?os, y de Jacksonville, una completa maquinaria que ofrece todo lo necesario para completar una superproducci¨®n.
Doce a?os despu¨¦s, Peter Jackson es tratado por la prensa local, que informa en sus p¨¢ginas del m¨¢s m¨ªnimo de sus movimientos, como "el m¨¢s importante inversor privado en Nueva Zelanda". Emplea a cientos de trabajadores. Una cifra que fluct¨²a con las fases de la realizaci¨®n y que incluye tanto a neozelandeses como a extranjeros. Melissa Booth es una de ellas. Naci¨® en Wellington y trabaja en la producci¨®n de las pel¨ªculas de Peter Jackson desde hace 10 a?os ininterrumpidamente. "Empec¨¦ con La comunidad del anillo y aqu¨ª sigo. Cualquiera que trabaje en esto sabe que una d¨¦cada de trabajo continuado es una eternidad", admite sonriente.
Como ella, la mayor¨ªa de los habitantes de Wellington tiene una an¨¦cdota que contar sobre el gran hombre. Y cada esquina de la ciudad, algo que a?adir a su leyenda. Est¨¢, por ejemplo, el teatro Embassy, una majestuosa sala de 1924 donde estren¨® su primera pel¨ªcula de baj¨ªsimo presupuesto, y que, 14 a?os y varios millones de d¨®lares despu¨¦s, contribuy¨® a reconstruir para el estreno mundial de El retorno del rey.
Jackson no parece dispuesto a dejar que sus compatriotas, gente de natural poco impresionable, sigan hablando bien de ¨¦l. Lo har¨¢n, seguramente, si lleva a buen puerto otro de sus proyectos: crear en la ciudad un museo de memorabilia de King Kong. "Tengo bastantes recuerdos, que he coleccionado durante a?os", dice el tipo que ha admitido haber pagado 150.000 d¨®lares por un p¨®ster original de la pel¨ªcula. "No hay mucho material por ah¨ª. Aunque hay un coleccionista que tiene un mont¨®n. Le he invitado a venir aqu¨ª con una miniatura del King Kong original que tiene. Despu¨¦s de 72 a?os se va a reunir con algunos dinosaurios que poseo. Creo que organizaremos un par de peleas", explica entre risas.
Pero si hay un vecindario agradecido a Peter Jackson, ¨¦ste es el de Miramar, el suburbio de apariencia aburrida que es su peque?o reino. Entre hileras de casas con porche, almacenes de jardiner¨ªa y tiendas de animales, Jackson ha construido, adem¨¢s de la factor¨ªa Weta, un estudio de grabaci¨®n en una antigua f¨¢brica de pinturas, un cine estilo a?os treinta escondido en un edificio de madera tan achatado como anodino y, lo ¨²ltimo en llegar, los m¨¢s modernos talleres de posproducci¨®n del mercado. Todo con dinero de su bolsillo.
"Estamos construyendo lo necesario para hacer pel¨ªculas aqu¨ª. Ha costado, pero ya est¨¢. No necesito mucho m¨¢s", afirma. Estudios como Disney, Paramount o Twentieth Century Fox ya se han paseado por este lugar del mundo atra¨ªdos por la personalidad de Jackson y por la benevolente pol¨ªtica fiscal del Gobierno. Parte de los efectos especiales de Yo, robot, por ejemplo, fueron dise?ados en Jacksonville.
"Despu¨¦s de 10 a?os sin parar de hacer cine aqu¨ª, toca que otros vengan a usarlos", dice Jackson. Sacar r¨¦ditos a su inversi¨®n, "hacer una pausa y pensar en los siguientes guiones" son sus planes para 2006. De momento, en su agenda ya figura la producci¨®n ejecutiva de Halo, una pel¨ªcula basada en un famoso videojuego para la que, de momento, no hay director designado. Tambi¨¦n la adaptaci¨®n de Lovely bones, novela de Alice Sebold y proyecto con el que Jackson volver¨¢ al cine intimista, m¨¢s cercano a Criaturas celestiales que a la saga del anillo. ?Y luego? "Arriesgar, seguir so?ando pel¨ªculas y conseguir sentirme orgulloso de cada filme que haga. No puedo evitar que la gente escriba miles de p¨¢ginas cada vez que estreno una pel¨ªcula. S¨®lo procurar dormir tranquilo por las noches".
El rey Peter Jackson se merece un respiro.
'King Kong' se estrena el pr¨®ximo 14 de diciembre en cines de toda Espa?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.