La otra cara de las ONG
Los tiempos del mero altruismo han dejado paso a grandes estructuras que combinan la presi¨®n pol¨ªtica con la captaci¨®n de cuantiosos recursos econ¨®micos
Son una nueva fuerza pol¨ªtica capaz de plegar a los gobiernos. Desde R¨ªo 92 vienen presionando con ¨¦xito para imponer su agenda alternativa, que asume las principales reivindicaciones del movimiento antiglobalizaci¨®n, en las grandes reuniones internacionales de Naciones Unidas. Viena 93, Pek¨ªn 95, Kioto 97, han sido banco de prueba de su creciente potencia. Su capacidad movilizadora contribuy¨® a poner en marcha el Tribunal Penal Internacional y el Protocolo de Kioto, a popularizar el comercio justo y el desarrollo sostenible. Son las organizaciones no gubernamentales que en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas se han convertido en protagonistas absolutas del activismo social. De la campa?a contra el maltrato a las mujeres a la igualdad de derechos para el matrimonio homosexual. No hay campo que no toquen.
Greenpeace dedica el 20% de sus recursos a las campa?as para la captaci¨®n de nuevos fondos
Cada vez m¨¢s ONG pagan publicidad en los medios de comunicaci¨®n
El gasto en mantener la propia estructura se lleva entre el 14% y el 25%
Su poder de 'lobby' condiciona la agenda pol¨ªtica internacional
Erradicar la pobreza es el objetivo a¨²n irrealizado
En Espa?a fueron el elemento catalizador en las movilizaciones contra la guerra de Irak y en las protestas masivas por la cat¨¢strofe del Prestige que pusieron al Gobierno del Partido Popular contra las cuerdas. Y han conducido al nuevo Ejecutivo socialista por el sendero de la igualdad entre los sexos y la legalizaci¨®n del matrimonio homosexual. Porque, aunque el mundo de las ONG es tan variado como plural, la fuerza del movimiento se sit¨²a en un ¨¢rea progresista antiglobalista. Y su voz tiene cada vez m¨¢s fuerza. ?Un ejemplo? El desembarco, en noviembre, de una veintena de activistas de Greenpeace en la playa del Algarrobico (Almer¨ªa) para tomar simb¨®licamente un hotel construido ilegalmente a orillas del mar provoc¨® una reacci¨®n casi inmediata del Gobierno, que anunci¨® a toda prisa actuaciones contra este monstruo de cemento, pr¨¢cticamente terminado ya.
Toda una prueba de la influencia de un movimiento que goza de enorme aceptaci¨®n social. Pero pocos de los 4,5 millones de espa?oles que contribuyen a su financiaci¨®n parecen saber demasiado de los intr¨ªngulis de su tarea. A esa conclusi¨®n se llega al menos a partir de un reciente sondeo de la Coordinadora de ONG de Cooperaci¨®n para el Desarrollo (CONGDE) (que engloba a unas 400 organizaciones). Un 86% de los encuestados se declaraba convencido de su eficacia y de su capacidad para mejorar la vida de las poblaciones que atienden, pero s¨®lo un tercio cre¨ªa que la gesti¨®n de sus fondos era transparente. Las respuestas dejaban adem¨¢s al descubierto la realidad de una base social que ignora en qu¨¦ consiste realmente la ayuda que ofrecen y qui¨¦nes son sus financiadores fundamentales. Nada de esto mina la confianza social en la bondad intr¨ªnseca de las ONG.
Las propias organizaciones no est¨¢n precisamente faltas de autoestima, lo que las hace bastante susceptibles a cualquier intromisi¨®n ajena. Los primeros contactos para realizar este reportaje provocaron desconfianza en alguna, como si el deseo de saber entra?ara en s¨ª mismo un juicio inaceptable. Es una reacci¨®n que no se limita al caso espa?ol. En Estados Unidos, el movimiento de organizaciones no gubernamentales acogi¨® con bastantes reticencias la iniciativa del American Enterprise Institute de crear un observatorio de ONG (NGO Watch) con la pretensi¨®n de informar sobre la financiaci¨®n, las operaciones y los objetivos de las principales. Y, sin embargo, son las propias organizaciones no gubernamentales, al menos las m¨¢s serias, las que reclaman m¨¢s transparencia para poner orden en el llamado tercer sector aquejado de gigantismo.
Para empezar, nadie sabe a ciencia cierta cu¨¢ntas ONG hay. Los profesores V¨ªctor P¨¦rez-D¨ªaz y Joaqu¨ªn P. L¨®pez Novo, que publicaron en 2003 el informe El tercer sector social en Espa?a, calculaban que en nuestro pa¨ªs hay m¨¢s de 15.000. Si se contabilizan las que pertenecen a las dos grandes agrupaciones, la citada CONGDE y la Plataforma de ONG de Acci¨®n Social (que abarca el grueso de las que se dedican a este tipo de ayuda), la suma no llega a las 3.000. Pero quedar¨ªan fuera algunas tan emblem¨¢ticas como Greenpeace y Amnist¨ªa Internacional. Si el n¨²mero total es incierto, de lo que no cabe duda es de su solvencia econ¨®mica. El presupuesto global de las que est¨¢n integradas en ambas estructuras est¨¢ en torno a los 2.000 millones de euros anuales, y sus recursos humanos incluyen m¨¢s de un mill¨®n de voluntarios y unos 200.000 asalariados.
Mucho poder, mucho dinero, para dar un techo a los inmigrantes, atender a los enfermos de sida en cualquier rinc¨®n del mundo, luchar contra la pobreza y contra la marginaci¨®n, defender el planeta de las agresiones medioambientales o atender a las v¨ªctimas de las cat¨¢strofes naturales o las guerras. Pero tambi¨¦n para fortalecerse y crecer como aut¨¦nticas empresas y ejercer desde esta nueva dimensi¨®n un poder de lobby en la sociedad a favor de los intereses de un determinado colectivo.
Cuanto m¨¢s potente la organizaci¨®n, m¨¢s poder de captaci¨®n de ayudas y socios, y m¨¢s capacidad de actuar en el frente elegido. Pero los equilibrios son complicados. La mayor¨ªa de las grandes ONG (con alguna excepci¨®n, caso de C¨¢ritas) destinan entre el 14% y el 25% de sus ingresos a mantener sus propias estructuras (administraci¨®n, captaci¨®n de socios y de fondos), y algunas superan con creces estos porcentajes. Greenpeace, por ejemplo, dedic¨® m¨¢s de un 20% de los 3,9 millones de euros que ingres¨® en 2004 a "desarrollo", es decir, a fundraising. Y del total de gastos -3,2 millones de euros-, s¨®lo el 40% se dedic¨® a campa?as en Espa?a. En cuanto a las de ayuda social, el dinero que asociaciones y fundaciones dedican globalmente a la actividad para la que han surgido no supera el 47% del gasto, seg¨²n el citado Informe sobre el tercer sector en Espa?a. Uno de sus autores, el profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense Joaqu¨ªn L¨®pez Novo, cree que existe el riesgo de equivocarse. "Organizaciones que nacen para ayudar pueden terminar viviendo de la ayuda".
El estudio de la CONGDE anteriormente aludido detecta claramente los s¨ªntomas del pragmatismo empresarial que se ha ido imponiendo al reconocer "el inter¨¦s que las ONGD tienen en el marketing y en la publicidad", como instrumentos para obtener mayor "visibilidad social". Por una raz¨®n esencial, todas "compiten" por los fondos privados. Con lo cual, "la visibilidad de las ONGD y las causas que ¨¦stas persiguen parecen haberse convertido en un objetivo prioritario".
Si el dinero p¨²blico dio vida al movimiento a partir de los a?os ochenta, cuando Espa?a dej¨® de ser receptora exclusiva de ayuda y pas¨® a engrosar las filas de los pa¨ªses donantes, el dinero privado (y la lucha por captarlo) ha terminado por convertirlas en aut¨¦nticas empresas de servicios que suministran ayuda humanitaria o atenci¨®n social, sin dejar de mirar escrupulosamente la cuenta de resultados. Empresas con abultadas cuentas corrientes que realizan inversiones financieras fichan a sus directivos en el mercado y han dado vida a un entramado de agencias y consultor¨ªas subsidiarias que trabajan para ellas.
"Necesitamos tener incidencia y hacer presi¨®n, porque si no, ser¨ªamos meros transmisores de fondos. Hacer lobby pol¨ªtico es fundamental para cambiar la agenda pol¨ªtica", explica el presidente de la CONGDE, David ?lvarez, que dirige una peque?a organizaci¨®n de comercio justo, Setem. Cambiar la agenda pol¨ªtica para mejorarla, obviamente. Pero la proliferaci¨®n de agencias benefactoras, y la abundancia de subvenciones para programas de desarrollo no siempre avalados por estudios serios, ha tenido tambi¨¦n consecuencias perversas. Como ocurri¨® en Bangladesh, donde el agua de los pozos perforados en los a?os setenta (con dinero del Banco Mundial y de Unicef) caus¨® un masivo envenenamiento por ars¨¦nico entre la poblaci¨®n del delta del Ganges. Otras veces lo que ha faltado ha sido constancia. "En 1999 llegaron a Sierra Leona unas 500 ONG con grandes cantidades de dinero que hab¨ªa que gastar sin importar en qu¨¦. Pero tras el 11-S, los proyectos de desarrollo comenzaron a cerrarse", se lamentaba recientemente el misionero javeriano Chema Caballero. La emergencia provocada por el tsunami, que asol¨® las costas de varios pa¨ªses del sureste asi¨¢tico el 26 de diciembre de 2004, fue otro caso paradigm¨¢tico. La ola de solidaridad no fue menos gigantesca, y centenares de ONG de todos los tama?os y nacionalidades se presentaron en la zona, colapsando los aeropuertos e impidiendo que las m¨¢s expertas funcionaran con eficacia.
Puede que no todo sea perfecto, pero en el movimiento alienta un impulso ut¨®pico, asegura ?lvarez. "Tenemos af¨¢n de transformaci¨®n social, denunciamos la injusticia. Nuestro objetivo mayor es la erradicaci¨®n de la pobreza en el mundo. Noto ilusi¨®n, convencimiento en todos los que participan en esto". Pero para erradicar el hambre y lograr un mundo m¨¢s justo se necesitan estrategias bien planificadas y una gran capacidad de presi¨®n que los medios de comunicaci¨®n pueden multiplicar.
Por eso es fundamental aparecer en ellos, lograr una visibilidad, ya sea estando a pie de cat¨¢strofe o recurriendo a la publicidad convencional. "Algunas ONG empezaron a pagar las inserciones publicitarias en la prensa y ahora es muy dif¨ªcil para nosotros conseguir publicidad gratis", reconoce Marisa Salazar, coordinadora de los Servicios Generales de C¨¢ritas Espa?ola, con 164 millones de euros de presupuesto, 62.000 voluntarios, 4.200 trabajadores asalariados y m¨¢s de 200.000 socios, una de las ONG m¨¢s importantes, y m¨¢s antiguas (60 a?os de historia).
A la publicidad recurre, por ejemplo, Interm¨®n Oxfam, la ONG de referencia en Catalu?a. Interm¨®n, que se asoci¨® con la red de Oxfam hace unos nueve a?os, fue creada por los jesuitas hace casi medio siglo y cuenta con 1.300 voluntarios, m¨¢s de 300 asalariados y 210.000 socios y colaboradores. En su patronato hay jesuitas, profesores afines a la compa?¨ªa y alg¨²n empresario, adem¨¢s de un miembro del Consejo Nacional de C¨¢ritas. Pero las similitudes son escasas entre ambas organizaciones cat¨®licas. La Conferencia Episcopal nombra a la c¨²pula de C¨¢ritas Espa?ola, integrada por un presidente, un secretario general (que cobra 42.000 euros brutos al a?o) y un delegado episcopal, que es un sacerdote. Los dem¨¢s cargos de responsabilidad, incluido el director, son de libre designaci¨®n del secretario general.
Frente al perfil asistencial de C¨¢ritas, que trabaja m¨¢s con los sectores desfavorecidos en Espa?a, Interm¨®n, est¨¢ m¨¢s volcada en el Tercer Mundo y representar¨ªa el ala progresista de la Iglesia. M¨¢s del 70% de los 47 millones de euros de su presupuesto anual proceden de instituciones y empresas privadas. Desde La Caixa (con la que firm¨® un acuerdo de cesi¨®n de su logo) hasta la Cooperativa Mondrag¨®n, pasando por Caja Madrid, Ferrovial o Microsoft.
Sinton¨ªa con el nuevo Gobierno
Ariane Arpa, directora general de Interm¨®n desde este verano y antigua ejecutiva de una compa?¨ªa de reaseguros que trabaja ahora por la mitad (unos 50.000 euros brutos al a?o) de lo que ganaba en la empresa privada, reconoce la buena sinton¨ªa que existe con el Gobierno actual con el que comparten, dice, "una preocupaci¨®n por el comercio de armas, por la pobreza". Todo lo contrario que con el anterior del PP, que acab¨® por reducirles las ayudas, dice Arpa, despu¨¦s de que Interm¨®n rechazara el dinero oficial para la asistencia humanitaria en Irak. Las cosas parecen haber cambiado ahora. La primera distribuci¨®n de subvenciones de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional (AECI) bajo Gobierno socialista ha vuelto a situar a Interm¨®n en lo m¨¢s alto de la lista, con una asignaci¨®n para programas de cooperaci¨®n de 2,8 millones de euros. En segunda posici¨®n, Solidaridad Internacional (SI) -vinculada al PSOE- obtuvo 2.339.584 euros.
Juan L¨®pez de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace desde 2000, se queja tambi¨¦n de la "persecuci¨®n" del anterior gobierno. La cat¨¢strofe del Prestige fue uno de los grandes temas de esa etapa, por su gravedad y por sus caracter¨ªsticas que superaron las fronteras nacionales. Porque Greenpeace, que se cre¨® en Espa?a en 1984, es parte de una gran marca, y se considera a s¨ª misma parte del movimiento ecologista internacional. Todas las secciones financian a la central, en Amsterdam -la secci¨®n espa?ola contribuye con m¨¢s de 600.000 euros-, que destina ese dinero "a las oficinas del sureste asi¨¢tico, o de Latinoam¨¦rica, adem¨¢s de pagar con ello los barcos y las campa?as internacionales". El dinero para esta labor se recoge en el mundo rico y se gasta en el pobre. Su presupuesto procede en un 95% de sus 85.000 socios, algunos de ellos activistas.
En la c¨²pula de la organizaci¨®n la media de edad ha ido subiendo inexorablemente, pero cultivan todav¨ªa un estilo guerrero. Justamente el mismo esp¨ªritu que transpiran sus acciones, tan espectaculares que, a veces, parecen spots publicitarios. "No tenemos nada, tres barcos viejos y unas oficinas alquiladas, pero tenemos un nombre que es un sue?o para mucha gente", dice L¨®pez de Uralde. Lo mismo podr¨ªa decirse de Amnist¨ªa Internacional, fundada en el Reino Unido en 1961 y en Espa?a en 1977. Su nombre est¨¢ cargado de resonancias positivas, que lo ligan a una larga lucha por la liberaci¨®n de los presos de conciencia. Pero los tiempos han cambiado y, aunque nuevas amenazas como el terrorismo han cobrado vigor, Amnist¨ªa no se ha movido. Cautamente, espera a que el t¨¦rmino sea definido por Naciones Unidas, antes de utilizarlo, explica Esteban Beltr¨¢n, director de la secci¨®n espa?ola desde 1997 y sin l¨ªmite de permanencia.
El "mal ejemplo" de EE UU
Amnist¨ªa Internacional Espa?a (2,5 millones de presupuesto, procedente en su mayor¨ªa de los 35.000 socios) financia con una quinta parte de sus fondos a la oficina de Londres, la m¨¢s importante, con 400 personas, que consume 30 millones de euros al a?o. All¨ª se elaboran los informes. Invariablemente cr¨ªticos con la ¨²nica superpotencia, aunque Beltr¨¢n se?ala a China como el pa¨ªs que vulnera m¨¢s los derechos humanos. "Y donde AI no puede entrar". Pero "Estados Unidos es la principal democracia y es un mal ejemplo para los dem¨¢s".
Rafael Vilasanju¨¢n, director general de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) Espa?a, admite que toda ONG que se precie suele ser antiamericana y antiglobalizaci¨®n. M¨¦dicos Sin Fronteras, con 50 millones de presupuesto -un 85% procedente de sus 125.000 socios y de donaciones de empresas-, carece pr¨¢cticamente de voluntarios. "No podemos enviar gente a Somalia, o a Sud¨¢n, como simples voluntarios. Necesitamos personal cualificado", dice su director. Y recurre sin complejos a la publicidad. No es casual que en el plazo de unos a?os se haya convertido en la ONG m¨¢s conocida.
La organizaci¨®n huye de la pol¨ªtica y critica la utilizaci¨®n que hacen las potencias de la ayuda humanitaria. "El grueso del dinero va a Afganist¨¢n, Irak, a los Balcanes, donde les interesa. Pero habr¨ªa que actuar donde est¨¢ el dolor. En estos momentos, sobre todo en ?frica", dice Vilasanju¨¢n. Pero actuar en un continente tan complejo obliga a las ONG a someterse a los poderes in situ, lo que puede ser una trampa. Vilasanju¨¢n lo admite. "A veces nuestras intervenciones tienen consecuencias perversas. No todo el bien es bueno".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.