Roma y Barcelona
Dice Ettore Scola que "tarde o temprano todos queremos hablar de nuestra ciudad", y en el film Gente di Roma nos presenta su particular ¨¢lbum de familia, con sus fotos, con sus recortes de vida, con sus im¨¢genes y visiones particulares de esa ciudad peculiar y al mismo tiempo universal que es Roma.
La Roma de Scola es distinta y al mismo tiempo parecida a la ya cl¨¢sica de Fellini. Del fresco que nos ofrece Scola surge esa misma ciudad ca¨®tica, resabiada, vitalista, excesiva y melanc¨®lica. Antigua hasta la m¨¦dula, pero absolutamente contempor¨¢nea en su complejidad y mezcla, y demostrando que sigue siendo capaz de reincidir en la digesti¨®n lenta y segura de todo lo que se le va viniendo encima. Las primeras im¨¢genes invernales nos acercan a la maravilla de Campidoglio, y nos muestran la sede del municipio, su sala de plenos y el despacho del alcalde actual, Walter Veltroni, desde la mirada de la brigada de limpieza y desde la conexi¨®n hist¨®rica que uno de sus componentes hace con la Roma de C¨¦sar y Bruto. A partir de ah¨ª se despliega un caprichoso y muy personal viaje en autob¨²s p¨²blico por la Roma de los ancianos, de los pobres, de los inmigrantes, de los turistas, de la mezcla de pol¨ªtica y calcio, de los j¨®venes y ni?os, que hablan, exageran y se mueven y entremezclan en el escenario ca¨®tico e impregnado de historia de la ciudad de siempre en este nuevo siglo que estrenamos.
Me interesa destacar que, al margen de sus desiguales valores cinematogr¨¢ficos y de su voluntad de decir mucho en poco tiempo, a la postre no es una mirada complaciente o de cartulina postal. En cambio, las complicidades con el equipo de gobierno de la ciudad son evidentes y se explicitan en los agradecimientos finales. Insiste sobre todo en dos grandes asuntos de las urbes contempor¨¢neas y europeas: las personas mayores y los inmigrantes. En relaci¨®n con las personas mayores cabe subrayar la atenta y respetuosa mirada al mundo de los que conviven con la enfermedad de Alzheimer y con las nuevas situaciones que genera el impactante alargamiento de la vida en una escena memorable con el gran Arnoldo Fo¨¤ haciendo de viejo cascarrabias. Mientras que en la cuesti¨®n de los inmigrantes, no oculta las contradicciones que todos mantenemos, como ese due?o de bar que se declara comprensivo con los inmigrantes recordando a su padre minero y emigrante que muri¨® en B¨¦lgica, pero saca de su establecimiento al extracomunitario para evitar que los locales acaben por no frecuentarlo. Los turistas aparecen poco, y cuando lo hacen resultan seres inevitables a los que seguir utilizando para mantener la propia indolencia y la capacidad de resistir cualquier cambio. Una Roma llena de inmigrantes que practican tai-chi, enamoran italianas, se hacen de la Juve para llevar la contraria a los del Roma, o sorprenden a los italianos por su capacidad de no complicarse tanto la vida ni hacer literatura ante los problemas cotidianos. Una Roma con sus sin techo, con sus problemas de alcoholismo y mendicidad. Una Roma vieja y nueva, como una olla de polenta que se desparrama, en expresi¨®n afortunada de su ex alcalde Giulio Carlo Argan. La Roma de siempre.
Los apuntes pol¨ªticos presentes en el filme de Ettore Scola son pocos pero significativos. Im¨¢genes conmovedoras del hist¨®rico Girotondo en la gran plaza de San Juan de Letr¨¢n, organizado por el director de la revista Micromega, Paolo Flores d'Arcais, y el cineasta Nanni Moretti, manifestaci¨®n de la que el filme extrae la espl¨¦ndida intervenci¨®n del hist¨®rico dirigente antifascista Vittorio Fo¨¤, que nos recuerda algo m¨¢s vigente que nunca: la gran unidad democr¨¢tica se fundamenta en la mayor capacidad de aceptaci¨®n de la heterogeneidad. Recordando que los que acudieron a esa gran demostraci¨®n de unidad frente al asalto de Berlusconi y compa?¨ªa estaban juntos all¨ª para seguir demostrando que cre¨ªan en las diferencias. En esa manifestaci¨®n intervinieron tambi¨¦n otras gentes que no se ven en la pel¨ªcula pero que estuvieron all¨ª, como Rita Borsellino, hermana del juez asesinado por la Mafia en Palermo hace 13 a?os y que ahora se presenta como la gran candidata de la izquierda en las regionales de Sicilia, y el cantante Francesco de Gregori, que hizo cantar a la mulitud su gran himno Viva l'Italia, en el que nos recuerda que a pesar de que el pa¨ªs est¨¦ siendo "asesinado por la prensa y el cemento", Italia resiste.
Roma no es Barcelona, ni para bien, ni para mal, y tampoco existen en Barcelona lecturas cinematogr¨¢ficas en las que la ciudad sea protagonista, como lo es en el filme del viejo maestro Scola o la que Fellini convirti¨® en imperecedera. Hay retazos de ciudad en esta o aquella pel¨ªcula, y hay mucho material hagiogr¨¢fico que poco muestra de la ciudad real, y que a costa de repetirse nos obliga a imaginar que somos algo que no somos. La ciudad se ha recreado en una imagen mitad propagand¨ªstica, mitad selectiva, en la que se nos recuerda lo mucho y bien que hemos cambiado. Los visitantes buscan esa ciudad de las maravillas, hecha con retazos hist¨®ricos de rebeld¨ªa, insumisi¨®n y rostro canalla, pero que ahora pretende recrearse en una ciudad tecnol¨®gico-tur¨ªstico-gastron¨®mica. Una ciudad sin conflictos ni miserias. Ciudad que consumir y gozar 24 horas al d¨ªa, 365 d¨ªas al a?o. Y al irnos creyendo ese cuento y al ir emprendiendo acciones para que la profec¨ªa se cumpla, podemos acabar constatando que un poco m¨¢s de realismo no nos ir¨ªa mal. Mi peculiar ¨¢lbum de familia de Barcelona empieza en la calle del Hospital y acaba por ahora en El Farr¨®. En mi largo periplo por la ciudad no he dejado de percibir claroscuros, miserias y riquezas, iniquidades y solidaridades. Una ciudad mucho m¨¢s plural, diversa e injusta que la que a veces se nos transmite, por acci¨®n u omisi¨®n, desde instancias oficiales. Vittorio Fo¨¤ nos recuerda que el triunfo del pluralismo pol¨ªtico y social es la legitimaci¨®n de las diferencias. Que la vigencia del antifascismo se expresa en la voluntad de lucha contra las injusticias, grandes y peque?as. En Barcelona deber¨ªamos aprender, desde nuestra propia realidad, de una ciudad que con sus muchos problemas y decadencias, puede parecernos medio obsoleta o confusa, pero que sigue destilando sabidur¨ªa y aceptaci¨®n de sus nuevas y viejas complejidades.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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