Algod¨®n: competencia desleal de Estados Unidos
La Confederaci¨®n de Campesinos de Faso no piensa bajar la guardia. Hasta el minuto antes de que d¨¦ comienzo el martes, en Hong Kong, la cumbre de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC), los agricultores planean redoblar su presi¨®n sobre el Gobierno para que en esa reuni¨®n se haga o¨ªr por los pa¨ªses ricos y logre un buen acuerdo para ellos. "Europa puede levantar su valla un poco cada d¨ªa, pero nosotros seguiremos yendo", explica Eloi Nombr¨¦, secretario de organizaci¨®n. "No lo entienden, nosotros queremos vivir aqu¨ª y de nuestro trabajo, pero si no podemos, lo buscaremos en otra parte. Es una cuesti¨®n de supervivencia, pero ustedes no lo entienden, no lo quieren ver", a?ade Nombr¨¦, m¨¢s resignado que enojado.
La industria algodonera representa para Burkina Faso casi la mitad de su PIB y entre el 60% y el 70% de los ingresos por exportaciones
En la plantaci¨®n que dirige Moussa Sambon¨¦ trabajan de forma colectiva un centenar de campesinos y cada familia gana unos 150 euros anuales
Las palabras del sindicalista agrario recuerdan las recientes im¨¢genes de los inmigrantes saltando la valla en Ceuta y Melilla. Muchos de ellos eran campesinos de Burkina Faso (antes, Alto Volta), Mali, Benin o Chad, por mencionar el cuarteto de pa¨ªses del ?frica subsahariana que se han unido para intentar salvar su mayor fuente de riqueza: el algod¨®n.
En Burkina, m¨¢s del 80% de una poblaci¨®n de 12 millones trabaja en la agricultura, un sector que representa casi la mitad del producto interior bruto (PIB) y entre el 60% y 70% de los ingresos por exportaciones. La mayor¨ªa, desde los ni?os hasta los hombres y mujeres cuya expectativa de vida no llega a los 50 a?os, trabaja en la industria algodonera. "Queremos producir un algod¨®n de calidad, pero el precio es tan bajo que no llegamos a cubrir los costes", explica Yibril Balbon¨¦ en la localidad de Tenkodogo. Balbon¨¦ es el presidente de la Uni¨®n de Productores de Algod¨®n de la provincia de Boulgou, cerca de Togo.
Lo primero que hacen los productores cuando se les pregunta a qu¨¦ factores atribuyen la ca¨ªda de los precios es se?alar a EE UU. Washington otorga a sus productores de algod¨®n subvenciones que rondan los 3.500 millones de euros al a?o. Estas ayudas permiten a unos 25.000 algodoneros exportar casi el 70% de su producci¨®n a pesar de que sus costes est¨¢n muy por encima del precio de venta de la mercanc¨ªa. Este sistema, adem¨¢s, estimula al algodonero estadounidense a plantar m¨¢s y, al aumentar la oferta, el valor del producto se deprecia m¨¢s todav¨ªa. El sistema de EE UU provoca una ca¨ªda de m¨¢s del 10% de los precios internacionales, seg¨²n la ONU, y resta un punto porcentual (41 millones de euros) al PIB de Burkina Faso.
En la plantaci¨®n algodonera que dirige Moussa Sanbon¨¦, no muy lejos de Tenkodogo, la pobreza extrema de los agricultores africanos se ve con toda crudeza. Rostros tristes, est¨®magos vac¨ªos, una ¨²nica muda, malaria cr¨®nica y casi ninguna posesi¨®n en las casas de adobe que a duras penas los cobijan. Algo m¨¢s de un centenar de campesinos acaban de recoger a mano el ¨²ltimo cargamento de algod¨®n de la presente campa?a. A lo largo del a?o han producido unas 170 toneladas en las 124 hect¨¢reas que cultivan de forma colectiva. Despu¨¦s de pagar las semillas, los fertilizantes y los insecticidas que han adquirido a cr¨¦dito, le quedar¨¢ unos 150 euros a cada familia.
Sanbon¨¦ explica que han vendido su producci¨®n a la compa?¨ªa Faso Coton, una de las tres empresas que procesa y exporta el algod¨®n en Burkina Faso. Cuenta que las tres compa?¨ªas fijan cada a?o un precio ¨²nico para todo el pa¨ªs y que son sus responsables los que les dicen a los agricultores que por culpa de las subvenciones estadounidenses no les pueden pagar m¨¢s.
Faso Coton es una de las dos empresas que surgieron a ra¨ªz de la privatizaci¨®n de la industria algodonera que arranc¨® en 1998 a instancias del Fondo Monetario Internacional (FMI). Del hasta entonces monopolio estatal Sofitex se desmembraron dos compa?¨ªas, Socoma y Faso Coton, y ahora las tres controlan las zonas oeste, este y sur del pa¨ªs, respectivamente.
El Estado a¨²n mantiene una participaci¨®n en Sofitex y los productores tienen una parte minoritaria del capital en las tres empresas. "Las subvenciones estadounidenses no son las ¨²nicas responsables de que perdamos dinero con las ventas de algod¨®n, tambi¨¦n la revalorizaci¨®n del euro nos perjudica, ya que el franco africano est¨¢ ligado a esa divisa. La escalada del euro ha encarecido nuestras exportaciones", dice el director ejecutivo de Faso Coton, Koumpore Kambir¨¦, en la sede de la compa?¨ªa en la capital, Uagadug¨².
Kambir¨¦ asegura que la empresa est¨¢ en n¨²meros rojos desde que hace dos a?os complet¨® su escisi¨®n de Sofitex. Explica que son los accionistas de Faso Coton, entre ellos la multinacional suiza Paul Reinhart, los que aportan el capital para que la empresa siga funcionando. "Ninguna empresa algodonera, al menos en ?frica, gana ahora dinero. Pero, ?qu¨¦ van a hacer? Tienen que seguir, necesitan el algod¨®n", dice Kambir¨¦.
El empresario reconoce que los productores hacen un gran esfuerzo para mantener la industria algodonera, y asegura que si el precio internacional fuera m¨¢s alto, la empresa pagar¨ªa m¨¢s a los campesinos. Sobre su mesa tiene el borrador de las bases para una nueva regulaci¨®n del sector que, seg¨²n ¨¦l, busca dar una mayor participaci¨®n y beneficio al productor en todos los aspectos del negocio. "Tenemos muchos problemas", concluye Kambir¨¦, "pero si al menos EE UU eliminase su pol¨ªtica de subsidios, tendr¨ªamos la oportunidad de competir por el mercado en igualdad de condiciones".
"Somos conscientes de que hay muchos problemas locales que perjudican al productor, pero no tenemos los medios para luchar en dos frentes a la vez", explica Omer Kadar¨¦, director de la ONG Oxfam en Burkina Faso. "Nuestra campa?a tiene dos patas: La primera, en la escena internacional, es la de concienciar al mundo del da?o que los subsidios estadounidenses al algod¨®n hacen a la gente de este pa¨ªs. La segunda, a escala local, es la de ayudar a los productores locales a hacerse o¨ªr, a denunciar las malas pr¨¢cticas de las empresas y del Gobierno, para que si alg¨²n d¨ªa las ayudas de EE UU se eliminan, los beneficios derivados de esa medida alcancen tambi¨¦n al campesino y no s¨®lo a las empresas algodoneras y a los pol¨ªticos", concluye.
En el despacho de S¨¦riba Uattara, director general de Comercio, hay poco margen para hablar de pol¨ªtica. ?l es un t¨¦cnico y sabe al dedillo los mil vericuetos de la complicada negociaci¨®n comercial, y estar¨¢ en la delegaci¨®n que ir¨¢ a la cumbre de Hong Kong. Uattara se resiste a pensar que no sacar¨¢n nada de la reuni¨®n. "EE UU ya tiene un dictamen de la OMC en su contra por las subvenciones al algod¨®n a ra¨ªz de una denuncia que hizo Brasil. Est¨¢ obligado a desmantelar su sistema de ayudas. Pero, aun as¨ª, se empe?a en hacer una propuesta que para nosotros no vale. Su oferta de eliminar algo m¨¢s de la mitad de las ayudas en m¨¢s de 15 a?os es inaceptable", explica.
"Lo menos que pretendemos es que EE UU haga una oferta razonable. No puede darse un plazo de casi 25 a?os para eliminar sus ayudas", concluye. "En cualquier caso", a?ade Uattara, "nosotros hemos hecho nuestras concesiones; hemos aceptado que el algod¨®n, que para nosotros es especial, se negocie dentro del conjunto de medidas para todo el sector agr¨ªcola. No podemos hacer m¨¢s. ?Qu¨¦ m¨¢s nos pueden pedir?".
Democracia por consolidar
AUNQUE Burkina Faso tiene aspecto de democracia, ¨¦sta no es de las m¨¢s consolidadas. El presidente, Blaise Compaor¨¦, que recientemente fue elegido para un tercer mandato con m¨¢s del 80% de los votos, lleg¨® al poder en 1987, tras derrocar y mandar ejecutar a su antecesor, Thomas Sankara. El ex capit¨¢n del Ej¨¦rcito dio el golpe junto a dos compa?eros, Henri Zongo y Jean-Baptiste Boukary Lingani, a quienes tambi¨¦n orden¨® fusilar en 1989 tras acusarlos de conjurar para asesinarle. Desde entonces, el presidente se ha mantenido en su puesto sin sobresaltos. Est¨¢ tan seguro de su popularidad que, a pesar de la pobreza de su pa¨ªs, el a?o pasado se hizo construir un nuevo palacio presidencial en una zona alejada unos cinco kil¨®metros del centro de Uagadugu, donde ha dicho que levantar¨¢ una especie de barrio gubernamental.
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