Elogio de la desmesura
Todo es desmesurado en esta, no obstante, impresionante, magn¨ªfica recreaci¨®n de la humilde criatura hom¨®nima que firmaron M. C. Cooper y E. Schoedsack en 1933: un filme, aqu¨¦l, tan parco, desde el punto de vista de la espectacularidad, como efectivo en su poes¨ªa y en su capacidad de sugerencia. Desmesurado es el propio gorila, siete metros de impresionante pelambre rugiente con la cara de Copito de Nieve; desmesurados su arrojo y ferocidad, como lo son todas y cada una de las secuencias en que est¨¢ orquestado el filme; por no hablar ya de la irrupci¨®n de las infracriaturas nativas que adoran/temen a Kong, el car¨¢cter depredador del director (Jack Black), la estampida de los dinosaurios, o el pozo inmundo de insectos gigantes... casi cada momento del filme est¨¢ estirado m¨¢s all¨¢ de lo que parece, a simple vista, apropiado a su tempo.
KING KONG
Direcci¨®n: Peter Jackson. Int¨¦rpretes: Naomi Watts, Jack Black, Adrien Brody, Thomas Kretshmann, Colin Hanks, Jamie Bell. G¨¦nero: fant¨¢stico, EE UU, 2005. Duraci¨®n: 187 minutos.
Y sin embargo, probablemente no haya otra v¨ªa que la que el brillante Peter Jackson ha elegido para recrear al gorila m¨¢s famoso de la historia del cine. Porque con su opci¨®n ha ganado en los dos terrenos: en uno, el de los efectos especiales y la creaci¨®n de una atm¨®sfera irreal y misteriosa, lo pod¨ªamos esperar, no en vano tiene detr¨¢s de s¨ª toda la carrera, la m¨¢s prodigiosa del cine mundial en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Pero en el otro, la trabajosa, bien que imposible relaci¨®n entre Kong y la bell¨ªsima Ann (una Watts que huele a Oscar), ah¨ª es donde Jackson sencillamente borda su opci¨®n y, de paso, diluye las objeciones que se le puedan hacer.
Porque en el encuentro entre Kong y la rubia actriz, la bestia primigenia puesta frente a la sofisticada bella inerme, es donde realmente se aprecia toda la fuerza metaf¨®rica que ha convertido la historia en uno de los mitos m¨¢s imperecederos del siglo XX. Eso lo entiende Jackson, y vuelca en esa historia de amor todo el peso de su fren¨¦tica, tambi¨¦n desmesurada poes¨ªa: ese enorme gorila que contempla en silencio, ¨²ltimo, desesperanzado esp¨¦cimen de una raza ya extinguida, los atardeceres desde un altozano es una de las im¨¢genes m¨¢s impresionantes de la melancol¨ªa que haya dado el cine de masas en mucho tiempo.
Y ese monstruo condenado a ser el ¨²ltimo descubre, y es ¨¦sta una de las grandes novedades que aporta Jackson al mito Kong, lo que es ser seducido: lo har¨¢ Ann, primero como estrategia de supervivencia, pero luego tambi¨¦n como una forma del agradecimiento. De manera que cuando el filme llegue a su recta final (en su estructura se respetan los tres tiempos del original, viaje, isla y la gran ciudad, aunque aqu¨ª el segundo, la largu¨ªsima estancia en la isla, est¨¢ desorbitadamente estirado), en esa Nueva York bulliciosa que es la misma que la del rodaje de la primera versi¨®n, volveremos a asistir a un encuentro tr¨¢gico, aunque de una iluminadora majestuosidad: ese Kong que pone a salvo a su objeto amoroso, en lo m¨¢s alto del Empire State, ha eclipsado incluso al amor de Ann, el guionista Jack Driscoll (Brody), que se ha ido apagando a medida que la pel¨ªcula se centraba en la peripecia de la ¨²nica pareja que en realidad importa en esta historia.
Y al final, en ese sobrecogedor ametrallamiento que Jackson tambi¨¦n estira, se contempla en toda su grandeza el sacrificio del amado, ese momento de cegadora lucidez que antecede a la muerte, esos ¨²ltimos instantes de felicidad compartida. Es excesiva, s¨ª; pero tambi¨¦n grande, inmensa; y al final, tan desorbitantemente genial como la apuesta que le ha dado vida.

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