Protesta
RESCATADA DEL olvido hace poco, la traducci¨®n espa?ola de La protesta (El Cuenco de Plata), de Henry James (1843-1916), novela de su ¨²ltimo periodo, trata sobre la situaci¨®n del arte, aunque en este caso abordando la cuesti¨®n de forma transversal porque los protagonistas son esas dos criaturas contempor¨¢neas del "coleccionista" y el "cr¨ªtico", este ¨²ltimo visto a partir de la nueva figura del connaisseur o experto, que alcanz¨® un gran predicamento a comienzos del siglo XX. Aunque inicialmente se enfrentasen entre s¨ª, como lo hacen Breckenridge Bender y Hugh Crimble en la novela de James, ambos no tienen m¨¢s remedio que acabar entendi¨¦ndose porque su disputa se desarrolla de cara al p¨²blico o, lo que es lo mismo, de cara al mercado. Por lo dem¨¢s, muy atento a lo que ocurr¨ªa en la realidad contempor¨¢nea y a quienes eran sus personajes de moda, no cuesta excesivo trabajo identificar en Bender, multimillonario americano ¨¢vido por la compra de los tesoros art¨ªsticos europeos, al c¨¦lebre banquero J. P. Morgan, y en Crimble, al brit¨¢nico Roger Fry (1866-1934), organizador de las primeras muestras de vanguardia continental en Londres y consumado especialista en arte hist¨®rico aplicando los criterios formalistas aprendidos en Giovanni Morelli y Bernard Berenson.
Como as¨ª lo indica ya el t¨ªtulo, La protesta escenifica la pugna entre el millonario americano y el cr¨ªtico brit¨¢nico por la posesi¨®n de un cuadro de un reconocido maestro antiguo italiano, que tiene tambi¨¦n todos los visos de ser, bajo el transparente disfraz del "Mantovano", el mismo Andrea Mantegna, aunque la pintura tradicionalmente estaba atribuida a Moretto. Al percatarse de ello Crimble/Fry delante de Bender/Morgan, cuando ambos coinciden en la antigua mansi¨®n del aristocr¨¢tico propietario de la obra, el millonario trata de conseguirla a golpe de talonario, no s¨®lo sin importarle la cifra, sino alegr¨¢ndose de que sea lo m¨¢s elevada posible con la seguridad de beneficiarse con el valor a?adido de la publicidad, mientras que el cr¨ªtico, en principio, m¨¢s filantr¨®pico, intenta que la obra no salga del Reino Unido organizando un esc¨¢ndalo medi¨¢tico, una protesta p¨²blica. De manera que los dos convergen sobre el mismo escenario con la misma intenci¨®n publicitaria, aunque con intenciones dispares.
Hay muchos m¨¢s elementos en esta enjundiosa intriga que teje James, pero, so capa de un final feliz, la donaci¨®n del cuadro a la National Gallery de Londres, nos percatamos de que, en el fondo, todos los implicados en el enredo salen perdiendo o, si se quiere, obteniendo algo distinto de lo que pretend¨ªan. Aunque el perversamente discreto James nada nos dice sobre ello en la novela, Roger Fry fue nombrado por el influyente J. P. Morgan para un alto cargo directivo en el Metropolitan Museum de Nueva York, sellando as¨ª el destino social del arte de nuestra ¨¦poca, que se podr¨ªa resumir con la sentencia adaptada de que "lo que ha unido el Mercado, no lo separe el hombre". A partir de ese momento, el matrimonio de conveniencia entre los expertos en arte y en capital ha funcionado bastante bien, transform¨¢ndose las protestas en capitulaciones nupciales.
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