Matar prostitutas
Entre los m¨²ltiples juegos de ordenador que hacen las delicias de nuestros ni?os y ni?as -no por igual ya que desde la infancia se produce una "brecha digital" a favor de los varones- existe uno particularmente apreciado sobre todo por los adolescentes. El reto consiste en ser el m¨¢s h¨¢bil robando coches, asaltando comercios, agrediendo a la polic¨ªa, etc¨¦tera, actividad bastante "normal" en los juegos de ese tipo.
En este caso, el aprendizaje de la carrera de delincuente viene aderezada por la posibilidad -que da puntos- de atropellar prostitutas. Ellas aparecen en la pantalla apostadas a la salida de los bares o hacen corrillo en alg¨²n descampado, o bien surgen del t¨ªpico callej¨®n, mientras "el h¨¦roe" conduce fren¨¦ticamente por una ciudad norteamericana. Al ver a las chicas debe acelerar y dar un volantazo para pasarles por encima. Si, a pesar del atropello, alguna todav¨ªa permanece viva puede utilizar la marcha atr¨¢s para rematarla. Las pantallas de las que se sirve el juego son visualmente muy atractivas y el realismo en la acci¨®n, bastante espectacular. Reconozco que "engancha".
?Hemos decidido realmente acabar con el sexismo, verdadera ra¨ªz de la violencia que se ejerce contra las mujeres en el mundo entero? ?Creemos o no que el tratamiento de una imagen devaluada, la utilizaci¨®n del estereotipo, la compra-venta y la explotaci¨®n sexual de las mujeres juegan un papel central en la transmisi¨®n y consolidaci¨®n del m¨¢s rancio machismo?
La religi¨®n, la literatura, las creencias, los refranes y las canciones, las pel¨ªculas de nuestra vida, desde "el pr¨ªncipe azul" hasta el mal denominado "crimen pasional" o la expresi¨®n tan espa?ola de "la mat¨¦ por que era m¨ªa" y tantos otros elementos de nuestra tradici¨®n, han servido para construir un imaginario colectivo, una cultura y, en definitiva una concepci¨®n del mundo en la que hombres y mujeres tienen roles asignados. Dichos roles son, sin duda, deterministas y discriminatorios para ambos sexos, pero son especialmente lesivos para las mujeres. Por eso no es inocuo que un ni?o juegue a "matar prostitutas", ni tampoco lo es que para anunciar un coche debamos primero fijarnos en una mujer desnuda. Y sobre todo no es neutra la reiteraci¨®n, el abuso, la eterna presencia de la imagen femenina como un objeto para el placer visual, er¨®tico y sexual y la utilizaci¨®n constante de los pechos o los gl¨²teos femeninos para la venta de cualquier producto o servicio.
Si apostamos por un cambio en los patrones de conducta para favorecer la igualdad de mujeres y hombres y acabar con la discriminaci¨®n basada en el sexo, es necesario modificar los mensajes y los modelos tradicionales del sexismo. Siendo imprescindibles, no bastar¨¢n los cambios legislativos, ni siquiera ser¨¢ suficiente el impulso pol¨ªtico a las medidas antidiscriminatorias y de acci¨®n positiva. Se trata de ganar una verdadera batalla contra nuestras propias pautas culturales, contra la idea anclada en lo m¨¢s profundo de nuestra conciencia de que los hombres deben ejercer un papel preponderante en las relaciones de poder y tambi¨¦n en las familiares y afectivas.
De los estudios y el trabajo en las aulas, que desarrolla la Fundaci¨®n Mujeres se deduce que los varones adolescentes siguen, en gran medida, labrando su identidad sobre premisas y valores que cre¨ªamos haber superado; como la fuerza, la dominaci¨®n, la posesi¨®n, en definitiva el desequilibrio en relaci¨®n con sus compa?eras.
Es la asimetr¨ªa perniciosa del sexismo que debemos erradicar lo antes posible. Para ello se requiere de una revisi¨®n cr¨ªtica de muchos elementos aprendidos y que consideramos "naturales" pero que frenan el camino de la igualdad. La conciencia social contra el machismo m¨¢s palpable ha avanzado mu-
cho en los ¨²ltimos 50 a?os y, sin embargo, se mantienen ra¨ªces muy profundas en el sistema que, muchas veces, no podemos o no queremos ver. Una de cada cinco mujeres en Europa sufre alg¨²n acto violento por parte de su pareja. A nivel mundial la proporci¨®n es una de cada tres. La violencia de g¨¦nero es la expresi¨®n m¨¢s brutal del machismo que no busca tanto hacer da?o como mantener la dominaci¨®n y el control sobre la vida de las mujeres. Adem¨¢s de las medidas educativas y de la prevenci¨®n, y por supuesto de la protecci¨®n a las v¨ªctimas y del castigo a los agresores, el programa para erradicar la violencia de g¨¦nero pasa por la lucha contra el sexismo. ?ste se encuentra en innumerables recovecos de nuestra identidad personal y colectiva; agazapado en nuestra memoria y hasta en nuestro inconsciente.
Cuando los ni?os juegan en su ordenador a matar prostitutas con un coche de carreras est¨¢n siendo, sin saberlo, v¨ªctimas de un mensaje que deber¨ªa ser rechazado por la sociedad equilibrada que pretendemos.
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