Rincones de vida
"No, no quiero hablar de la guerra. La hice con total ecuanimidad alcanzando el grado de cabo interino en ambos bandos. Siendo de Aduanas, pude haber sido oficial de Intendencia, pero prefer¨ª renunciar a esas ventajas porque no quer¨ªa mandar a nadie. Fui miliciano hasta agosto del treinta y siete, momento en que los nacionales tomaron Santander y me tomaron a m¨ª. Me convert¨ª en soldado nacional y hasta el final, que result¨® a¨²n peor que el inicio. Cuando llegaron los que yo supon¨ªa m¨ªos y empezaron a fusilar a gente, fue cuando me di cuenta de que los que hab¨ªan ganado no eran los m¨ªos". Desde luego, hay muchas maneras de contar la vida de la milicia en la guerra, pero ¨¦sta, tan expeditiva y directa, tan poco decorada y al mismo tiempo tan franca, quiz¨¢ pueda dar la medida del libro Escribir es vivir. Lo compone la transcripci¨®n de las charlas que dio Jos¨¦ Luis Sampedro en julio de 2003, en la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo en torno a ¨¦l y su obra, ayudado por su pareja actual, Olga Lucas, en plena convalecencia de una grave enfermedad, tal como se explica en las ¨²ltimas p¨¢ginas del libro.
ESCRIBIR ES VIVIR
Jos¨¦ Luis Sampedro
Con la colaboraci¨®n de Olga Lucas
Aret¨¦. Barcelona, 2005
285 p¨¢ginas. 19,90 euros
El libro va r¨¢pido y pasa por
encima de casi todo, porque es breve, porque respeta la oralidad de las charlas, y porque a Sampedro no se le engola nunca la voz cuando habla de s¨ª mismo o de su literatura. Las peripecias suelen ir desordenadas, y se cede al albur de esta o aquella an¨¦cdota, pero casi nunca sin sentido, y a menudo con voluntad no s¨¦ si ejemplarizante, pero seguro que s¨ª did¨¢ctica. Tiene al p¨²blico enteramente de su parte, para eso han asistido al curso, y Olga Lucas tiende a ratificarlo con sus comentarios y notas de editora de la transcripci¨®n. Sin detenerse mucho en ellos va aludiendo a los distintos t¨ªtulos del novelista y ofrece aqu¨ª y all¨¢ curiosidades sobre Congreso en Estocolmo, sobre Octubre, octubre o t¨ªtulos posteriores de mayor ¨¦xito como La sonrisa etrusca o La vieja sirena. Tampoco hay el menor arpegio heroico por escribir mientras se cumple ampliamente con las obligaciones profesionales del economista que es el autor. Del ministro de Comercio Arbur¨²a es posible que no se acuerde hoy nadie, fuera de los expertos, mientras que de este hombre que rechaz¨® un cargo en ese ministerio, a principios de los a?os cincuenta, pero acept¨® cooperar como t¨¦cnico (mientras segu¨ªa dando clases en la universidad y manten¨ªa su empleo en el Servicio de Estudios del Banco Exterior), nos podemos acordar tanto los lectores de sus novelas como aquellos otros que hayan podido seguir sus distintas campa?as contra los abusos del poder y el ejercicio deshonesto de la funci¨®n p¨²blica. Hay rastros diversos de ello en este libro, y da gusto ver asomar al final a Manolo Rivas, que ha convocado una manifestaci¨®n de Nunca M¨¢is, y a Sampedro le falta tiempo para terminar el curso un pel¨ªn antes, para llevarse a la gente hasta la mism¨ªsima mani.
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