Adi¨®s y gracias, Pap¨¢ Doctor
Hace pocos d¨ªas una noticia sacudi¨® el ambiente m¨¦dico catal¨¢n: la tr¨¢gica muerte en accidente de esqu¨ª, sepultado por un alud, del doctor Carles Margarit Creixell, pionero en la realizaci¨®n de trasplantes de h¨ªgado en Espa?a, impulsor del actual sistema de trasplantes y presidente de la Societat Catalana de Trasplantament. Uno de los colectivos que m¨¢s directamente ha sufrido esta p¨¦rdida ha sido el de sus pacientes: entre nosotros, la sensaci¨®n de p¨¦rdida, de desamparo, de orfandad, de injusticia, ha sido total. ?C¨®mo pod¨ªa morir un hombre que hab¨ªa luchado a brazo partido con la misma muerte y le hab¨ªa arrebatado m¨¢s de 900 vidas?
El h¨ªgado es un ¨®rgano vital, y s¨®lo se accede a un trasplante cuando el ¨®rgano est¨¢ irreversiblemente maltrecho. Evidentemente, el agradecimiento hacia el que ha hecho posible que los m¨¢s de 900 enfermos terminales que hemos pasado por sus manos, entre ellos 200 ni?os, accedamos a una segunda oportunidad de vida es infinito.
Mi confianza en el doctor Margarit era total. Seguir¨¦ bien atendido, pero no dejo de preguntarme: ?qui¨¦n cuidar¨¢ de m¨ª ahora?
Pero nuestra desaz¨®n va m¨¢s all¨¢. Es como si nos faltara un familiar cercano. ?Un padre quiz¨¢? Hay algunas similitudes entre este cient¨ªfico y la figura paterna: aunque ¨¦l no nos ha dado la vida, nos la ha alargado. Con el padre comparte tambi¨¦n la ejemplaridad impecable de muchos aspectos de su vida y trayectoria, toda vez que ha sabido implicarse de una manera entusiasta y vital en un proyecto que ha dado por fruto la sustancial mejora de la vida de muchas personas.
No hace mucho me contaba c¨®mo, en los primeros pasos de esta cirug¨ªa en este pa¨ªs, cuando se dirig¨ªa a realizar una extracci¨®n de un donante en otro hospital, antes de llegar ten¨ªa que pararse en una gasolinera para comprar, ¨¦l en persona, el hielo con el que conservar el ¨®rgano hasta su posterior implantaci¨®n.
Corr¨ªa el a?o 1984. El trasplante hep¨¢tico estaba en pa?ales a escala mundial. Probablemente no era ni el tiempo ni el pa¨ªs indicado para acometer un reto semejante. Pero dos pioneros, Carles Margarit y Eduardo Jaurrieta, decidieron que era posible intentarlo. S¨®lo hab¨ªa una manera: coger el toro por los cuernos y hacerlo. Sali¨® bien. Poco despu¨¦s el programa de trasplante hep¨¢tico entr¨® en crisis, pero la semilla estaba plantada, una semilla imparable. Hoy se realizan aproximadamente unas 1.100 operaciones de este tipo al a?o en Espa?a.
El doctor Margarit estaba profundamente comprometido con la sanidad p¨²blica, aunque segu¨ªa ejerciendo tambi¨¦n en la privada. Consideraba todo un honor poder ser el v¨ªnculo entre un acto de solidaridad extrema, la donaci¨®n, con la necesidad, tambi¨¦n extrema, de un enfermo, de cualquier enfermo. Sorprend¨ªa la humildad de su consulta: una mesa de formica y dos sillas, que ¨¦l llenaba con su gran conocimiento, con la tranquilidad que desprend¨ªa y con la austeridad que emanaba de su persona.
Sorprend¨ªan tambi¨¦n su timidez, su humildad y su econom¨ªa de palabras, que ¨¦l usaba, a veces, de forma terap¨¦utica. A las puertas de mi trasplante, cuando, agobiado por los miles de preguntas que me hac¨ªa, yo le ped¨ªa detalles relativos a la operaci¨®n, me contestaba de manera evasiva y vaga. Acud¨ª a Internet, donde encontr¨¦ toda la informaci¨®n sobre la intervenci¨®n perfectamente expuesta. Cuando entend¨ª que toda aquella enorme complejidad quir¨²rgica me la iban a aplicar a m¨ª, pr¨¢cticamente me desmay¨¦ encima del ordenador, y entonces entend¨ª los silencios del doctor Margarit.
Sus palabras tambi¨¦n impresionaban. Era el suyo un hablar lento, seguro, convencido, que nunca escond¨ªa al paciente la gravedad de la situaci¨®n, pero que siempre desprend¨ªa una gran dosis de esperanza y optimismo. "No te dejar¨¦ morir", le dijo a uno de suspacientes, al que recibi¨® despu¨¦s de que en otro centro hospitalario hubieran desestimado el trasplante dada la gravedad de su estado. Cumpli¨® su palabra y el trasplantado pronto cumplir¨¢ siete a?os de una vida plena desde la operaci¨®n.
El trasplante hep¨¢tico es un tipo de cirug¨ªa muy exigente, tanto f¨ªsica como mentalmente. Se trata de sesiones de quir¨®fano que duran entre 6 y 16 horas, y que adem¨¢s exigen una disponibilidad total: a cualquier hora del d¨ªa o de la noche se puede recibir el aviso, y en una semana se han llegado a realizar hasta cuatro intervenciones de este tipo. Luego hay que pasar la visita diaria a los enfermos ingresados en planta. Y hay que hacer el seguimiento de todos los trasplantados. Todo ello sin dejar de prepararse para nuevos retos, como el trasplante de intestino.
A esto dedic¨® sus ¨²ltimos 21 a?os Carles Margarit. Era su vida. Le gustaba el deporte, corr¨ªa maratones, esquiaba y prefer¨ªa subir las escaleras antes que coger el ascensor, aunque su consulta estaba en la planta novena. Pero, aparte del placer personal, el principal motivo de conservar su excelente forma era para poder seguir trabajando, es decir, operando. Su mayor felicidad era ver salir a los pacientes del hospital, con sus familias, dispuestos a afrontar, otra vez, la vida plenamente.
La intimidad que se crea entre m¨¦dico y paciente es extra?a, y parece que crece con la gravedad de la enfermedad. Mi confianza en el doctor Carles Margarit era total, absoluta, y aunque s¨¦ que los que contin¨²en su obra atender¨¢n mis necesidades m¨¦dicas con la misma eficiencia, contin¨²a apareciendo en mi mente la pregunta ?qui¨¦n cuidar¨¢ de m¨ª ahora?, asociada a una sensaci¨®n de soledad y p¨¦rdida. Una sensaci¨®n parecida a la que tuve a los 13 a?os cuando muri¨® mi padre.
Gracias, Pap¨¢ Doctor, por la vida y por tu ejemplo.
Jaume Ar¨¤jol Tor, trasplantado el 21 de enero de 2005.
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