Siete falacias sobre la globalizaci¨®n y la competitividad
El autor hace una reflexi¨®n sobre las relaciones comerciales internacionales y los avances en materia de liberalizaci¨®n de los mercados que se han producido en el mundo
Recientes afirmaciones y argumentos proteccionistas sobre la competitividad y la globalizaci¨®n procedentes de l¨ªderes pol¨ªticos, empresariales y sindicales, que considero parcial o totalmente falaces, le¨ªdas o escuchadas con motivo del fin de las cuotas textiles a la importaci¨®n y de la necesaria reducci¨®n de la protecci¨®n agr¨ªcola, me han dado pie para intentar advertir sobre su falta de base econ¨®mica. Existen, a mi juicio, siete falacias al respecto:
- Primera. Creer que la competitividad de una econom¨ªa est¨¢ exclusivamente basada en los precios y costes relativos. ?sta es la concepci¨®n neocl¨¢sica de la teor¨ªa del comercio internacional, que todav¨ªa sigue vigente para las materias primas que se cotizan en bolsas internacionales como el petr¨®leo, la bauxita, el ma¨ªz o la soja y para algunos productos homogeneos. Pero desde hace ya varias d¨¦cadas la paradoja de Kaldor demostr¨® que no exist¨ªa un v¨ªnculo directo entre las mejoras de los precios y costes relativos de una econom¨ªa y su competitividad en los mercados internacionales. Posteriormente, nuevas teor¨ªas (Krugman, Ethier, Helpman) han demostrado que existen otras formas para competir diferentes de los precios y m¨¢s eficientes, sobre todo en los productos manufacturados heterog¨¦neos pero tambi¨¦n en algunos servicios, basadas en las econom¨ªas de escala, la diferenciaci¨®n del producto, la marca, la calidad, la innovaci¨®n y la tecnolog¨ªa. Esta forma imperfecta de competir es todav¨ªa m¨¢s importante entre econom¨ªas que intercambian sus manufacturas en ¨¢reas de moneda ¨²nica como el euro donde no pueden hacerse depreciaciones competitivas.
La competitividad no es un concepto est¨¢tico. Es siempre un proceso din¨¢mico
Los argumentos proteccionistas sobre la globalizaci¨®n carecen de base econ¨®mica
Finalmente, se distingue cada vez con mayor ¨¦nfasis entre la competitividad externa, basada exclusivamente en los resultados comerciales a corto plazo y la competitividad global (como hace la clasificaci¨®n del World Economic Forum) estrechamente vinculada a la productividad, ya que esta es la que realmente determina la competitividad y la capacidad de crecimiento a largo plazo de una econom¨ªa, as¨ª como la mejora de los salarios reales y el nivel de renta de sus ciudadanos.
- Segunda. Pensar que la competitividad es un concepto est¨¢tico, cuando es siempre un proceso din¨¢mico. Para seguir siendo competitivos, los pa¨ªses van discurriendo, de acuerdo con sus niveles de productividad e innovaci¨®n, a lo largo de una cadena de valor creciente e interminable. Todos los pa¨ªses hoy desarrollados empezaron a competir explotando su ventaja de salarios y costes de producci¨®n bajos igual que hoy lo hacen otros pa¨ªses emergentes. Posteriormente, empezaron a aumentar su productividad y su capacidad competitiva con una mayor utilizaci¨®n de la educaci¨®n, del capital, de la innovaci¨®n o de nuevos descubrimientos tecnol¨®gicos para especializarse en productos cada vez m¨¢s sofisticados, con mayor valor a?adido y mayor margen y abandonar otras producciones no compatibles con sus niveles salariales.
Lo mismo est¨¢ ocurriendo en los pa¨ªses emergentes. Hace todav¨ªa dos d¨¦cadas la mayor¨ªa de las importaciones europeas de productos textiles, confecci¨®n y calzado proced¨ªan de China, Taiw¨¢n y Corea. Hoy estos pa¨ªses ya exportan a Europa tambi¨¦n ordenadores, chips, tel¨¦fonos m¨®viles y autom¨®viles y son Bangladesh, Vietnam, Indonesia o Filipinas los que exportan a Europa buena parte del calzado y la confecci¨®n. Sin embargo, Italia, Francia y Espa?a siguen exportando competitivamente confecci¨®n y calzado de alto precio sin problemas, gracias a su dise?o, calidad y reconocimiento de su marca, no s¨®lo porque se han colocado en un nivel competitivo m¨¢s elevado en la cadena de valor, sino tambi¨¦n porque compran o fabrican en pa¨ªses en desarrollo aquella parte de dichas manufacturas m¨¢s intensiva en mano de obra menos cualificada.
- Tercera. Pensar que China, en las manufacturas, e India, en los servicios, van a poder dominar la exportaci¨®n mundial de esos dos sectores indefinidamente porque tienen bajos salarios relativos y una tecnolog¨ªa razonable. La realidad no es as¨ª. Por un lado, si sus salarios son bajos es porque su productividad tambi¨¦n lo es. Por lo tanto, conforme su productividad aumente, ir¨¢n aumentando sus salarios y se ir¨¢n apreciando su tipos de cambio reales hasta que tengan que especializarse en otros tipos de manufacturas y servicios de mayor valor a?adido, dejando los actuales a otros pa¨ªses que est¨¢n situados por debajo en esa cadena de valor universal. Por otro lado, no hay tampoco que olvidar que dos tercios de las importaciones de ambos pa¨ªses a Europa y a Estados Unidos, provienen de empresas de estos dos ¨²ltimos establecidas en China, India y otros pa¨ªses en desarrollo. A pesar de ello, consideremos la hip¨®tesis, contra toda evidencia emp¨ªrica, de que China, que por ser todav¨ªa una dictadura, puede mantener durante muchos a?os, una parte de la poblaci¨®n pobre en sus ¨¢reas rurales e interiores, como una "reserva permanente de mano de obra barata" mientras que acumula m¨¢s capital y desarrolla nuevas tecnolog¨ªas, con lo que pudiera llegar a producir todas las manufacturas m¨¢s baratas que los pa¨ªses desarrollados, es decir, que China tuviese una ventaja absoluta en la producci¨®n de todas ellas. Pues bien, ya nos ense?¨® David Ricardo hace ya dos siglos que, a pesar de tener una ventaja absoluta en todo, s¨®lo se especializar¨¢, dentro de ella, en aquellos productos en los que tenga una mayor ventaja comparativa y un mayor margen, dejando el resto de su ventaja absoluta a otros pa¨ªses, incluidos los europeos.
- Cuarta. Tener la idea, cada vez m¨¢s popular, de que todos los empleos de una econom¨ªa compiten globalmente. Tampoco esto es as¨ª. Todos los pa¨ªses, incluso los m¨¢s abiertos, tienen un sector productivo que produce bienes y servicios comerciables (es decir, que compiten con las exportaciones de otros pa¨ªses en los mercados internacionales y con las importaciones de otros pa¨ªses en su mercado interno) y, por otro lado, un sector de productivo que no produce comerciables y no compite con la producci¨®n de ning¨²n otro pa¨ªs. Este ¨²ltimo sector, est¨¢ compuesto en su mayor¨ªa por los servicios.Dentro de estos hay algunos empleos (contabilidad, call centers, etc.) que pueden deslocalizarse a otros pa¨ªses con menores costes, pero de acuerdo con los estudios m¨¢s recientes (McKinsey Global Institute) s¨®lo el 11% del total de los servicios pueden suministrarse a distancia, desde el mismo pa¨ªs o desde el extranjero.
El empleo de otros servicios puede tener que competir con inmigrantes dentro de cada pa¨ªs, pero si la inmigraci¨®n est¨¢ bien controlada, corresponder¨¢n a empleos para los que no existe una oferta nacional. Por lo tanto, la mayor¨ªa de los servicios, no se exportan ni compiten con las importaciones del extranjero. Este sector no comerciable es mucho mayor en los pa¨ªses desarrollados que en los en desarrollo, luego los primeros est¨¢n en promedio menos expuestos a la competencia internacional que los segundos, a pesar de ser los que m¨¢s protestan.
- Quinta. Creer que la ¨²nica forma en que los pa¨ªses desarrollados pueden competir es consiguiendo que la mayor parte de su fuerza laboral tenga que tener una titulaci¨®n universitaria, especialmente en ciencias f¨ªsicas, qu¨ªmicas o matem¨¢ticas. Esto no significa que dichos pa¨ªses no necesiten estas especialidades universitarias, que son necesarias para la innovaci¨®n y el crecimiento. La realidad es que hoy la mayor parte de las demandas de empleos en los pa¨ªses desarrollados se concentra en servicios que no compiten internacionalmente. En los servicios sociales de educaci¨®n, salud y asistencia social, en la administraci¨®n de empresas y gobiernos, en la informaci¨®n y comunicaci¨®n, en la seguridad, en el comercio al por menor, en la hosteler¨ªa, en el servicio dom¨¦stico y la limpieza, en la construcci¨®n y en todo lo relacionado con la aplicaci¨®n y difusi¨®n de nuevas tecnolog¨ªas.
- Sexta. Pensar que la competencia internacional es un juego de suma cero, como si fuera entre dos empresas que compiten en el mismo sector en la que si una gana mucha cuota de mercado la otra termina por desaparecer o es comprada por la primera y recortado su empleo y producci¨®n. Nada m¨¢s lejos de la realidad. Si los pa¨ªses desarrollados siguen manteniendo un elevado proteccionismo frente a los emergentes para mantener unos pocos empleos en una agricultura ineficiente (en lugar de dedicarla al medio ambiente) o en producciones intensivas en mano de obra de baja calificaci¨®n y bajos salarios, y adem¨¢s dejan de invertir en los pa¨ªses en desarrollo por el temor a perder empleos nacionales, impidiendo que estos pa¨ªses emergentes crezcan y se desarrollen, todos saldr¨¢n perdiendo.
Por un lado, los ciudadanos de los mismos pa¨ªses desarrollados son los que m¨¢s pierden, ya que la protecci¨®n de la competencia externa es un impuesto a?adido a su consumo y una reducci¨®n de su renta disponible, sobre todo los de menor renta. Por otro, las empresas perder¨¢n sus mercados m¨¢s importantes ya que en los pr¨®ximos 50 a?os la poblaci¨®n mundial va a aumentar en unos 3.100 millones de personas, cuya totalidad nacer¨¢ en los pa¨ªses en desarrollo, con lo que si estos mercados emergentes y m¨¢s grandes crecen menos, su beneficio tambi¨¦n ser¨¢ mucho menor. Los pa¨ªses en desarrollo, que no puedan exportar sus productos a los pa¨ªses desarrollados y que no reciban suficientes flujos de inversi¨®n directa extranjera, crecer¨¢n m¨¢s lentamente y se ver¨¢n forzados a una emigraci¨®n masiva e incontrolada hacia los pa¨ªses ricos o a devenir m¨¢s pobres lo que puede augurar un mundo futuro de violencia y quiz¨¢ de guerra.
- S¨¦ptima. Creer que la globalizaci¨®n y la mayor competencia de los pa¨ªses de salarios bajos llevan inexorablemente a la paulatina reducci¨®n de los generosos Estados del bienestar de los pa¨ªses desarrollados. La evidencia emp¨ªrica demuestra que pa¨ªses como Suecia, Finlandia, Dinamarca o Noruega se encuentran entre los pa¨ªses m¨¢s competitivos del mundo y, sin embargo, mantienen tambi¨¦n los estados de bienestar m¨¢s generosos del mundo y son capaces de competir a pesar de que sus gobiernos absorben casi el 50% de su PIB. Lo que si augura que dichos Estados del bienestar pueden tener un futuro incierto es el creciente y r¨¢pido envejecimiento de su poblaci¨®n, que podr¨ªa hacer financieramente insostenibles sus sistemas de pensiones y de salud a largo plazo. Pero este hecho poco tiene que ver con la globalizaci¨®n y la competencia de los pa¨ªses de mejores costes laborales.
Guillermo de la Dehesa es presidente del CEPR (Centre for Economic Policy Research) de Londres.
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