Inocente, inocente
Como cada 28 de diciembre, Juan Urbano dedic¨® la ma?ana de ayer a buscar en los peri¨®dicos la broma anual del D¨ªa de los Santos Inocentes. ?Cu¨¢l ser¨ªa? Las inocentadas son un timo, claro, y pueden ser graciosas o ser pesadas. Los timos a veces retratan al que los hace y otras veces a quien los sufre. Un sinverg¨¹enza le vendi¨® un tranv¨ªa a un pobre hombre, en los a?os oscuros de la posguerra espa?ola, y eso no tiene gracia. Pero s¨ª la tiene que, en esa misma ¨¦poca, a Franco le vendiese un aventurero austriaco llamado Albert Elder von Filek una patente para convertir el agua en combustible. Lo recuerda Pedro Montoli¨² en su ¨²ltimo libro, Madrid en la posguerra. 1939-1946: los a?os de la represi¨®n.
Von Filek convenci¨® al Funeral¨ªsimo -como lo llamaba Alberti- de que ten¨ªa una f¨®rmula m¨¢gica gracias a la cual pod¨ªa fabricar carburante con una mezcla formada por un 75% de agua destilada, un 20% de jugos vegetales y un 5% de ingredientes secretos. S¨®lo necesitaba que le construyesen una f¨¢brica a orillas del r¨ªo Jarama. "A medida que el proyecto avanzaba -escribe Montoli¨²-, a Franco le informaron de que el gas¨®geno de su propio coche estaba alimentado por esa milagrosa mezcla -el conductor cobr¨® por apoyar la invenci¨®n- y de que los camiones que transportaban a Madrid pescado desde el norte hab¨ªan hecho una prueba que hab¨ªa sido un ¨¦xito. Se lleg¨® a construir tanques subterr¨¢neos para guardar el nuevo producto y el Ministerio de Hacienda anunci¨® que pensaba ahorrarse los 150 millones de pesetas anuales que le costaba la importaci¨®n de petr¨®leo". Cuando se descubri¨® la trampa, el inventor y el ch¨®fer acabaron en la c¨¢rcel.
Juan Urbano se fij¨®, antes que nada, en la noticia del partido que iban a celebrar ma?ana en el estadio Vicente Calder¨®n el Atl¨¦tico de Madrid y el Real Madrid, en homenaje a Jes¨²s Gil, bajo el ep¨ªgrafe Un toque en contra del racismo. Ja, ja, ja, menuda broma. Imag¨ªnense, ni m¨¢s ni menos que Gil, ese presidente-alcalde que dec¨ªa que el Ajax de Amsterdam era "el Congo", por la cantidad de jugadores de color que ten¨ªa el equipo holand¨¦s, y se preguntaba: "?De d¨®nde salen todos esos negros? ?Los fabrican en una m¨¢quina de hacer churros?". O que tras un mal partido del Tren Valencia, que era uno de sus delanteros, grit¨®: "?Al negro le corto la cabeza! Que se vaya a Colombia, a ver si le matan". Eso s¨ª, cuando tuvo que rectificar, le sali¨® una frase graciosa: "Que conste que yo no soy racista: yo siempre he dicho que cada uno puede hacer lo que quiera con su cuerpo". O sea, que seguro que ¨¦sa era la inocentada del diario que Juan ten¨ªa en las manos. ?No?
Aunque tambi¨¦n podr¨ªa ser otra del segundo diario que ley¨® seg¨²n la cual el patrimonio natural de Madrid, y en concreto su arbolado, estaba seguro porque iba a ser protegido ?por la presidenta de la Comunidad! e incrementado ?por el alcalde! Ja, ja, ja, hay que ver c¨®mo se las gastan estos redactores. ?Se imaginan a Esperanza Aguirre prohibiendo talar ¨¢rboles de m¨¢s de diez a?os de antig¨¹edad, como dec¨ªa la noticia? ?Y a Ruiz-Gallard¨®n haciendo un parque que delimitar¨¢ al norte con la prolongaci¨®n de O'Donnell; al sur, con la avenida del Doctor Garc¨ªa Tapia; al este, con la calle de Fuente Carrantona, y al oeste, con la calle del Arroyo de la Media Legua, y que tendr¨¢ una superficie de 100 hect¨¢reas, casi las mismas que el Retiro? Y todo eso, alrededor de la M-30, donde, de entrada, han sido talados m¨¢s de veinte mil ¨¢rboles a causa de las obras. Era casi como aquel otro proyecto de 1939 -que tambi¨¦n recuerda Montoli¨² en su libro- mediante el cual las autoridades municipales franquistas anunciaron que iban a construir una V¨ªa Triunfal verde que dividir¨ªa en dos Madrid e ir¨ªa desde la Puerta del Sol hasta El Escorial y el Valle de los Ca¨ªdos. Caramba con las inocentadas.
Bueno, y luego hab¨ªa una, en otro peri¨®dico, en la que de nuevo Aguirre ?volv¨ªa a prometer arreglar la sanidad y acabar definitivamente con las listas de espera! si era elegida en las pr¨®ximas elecciones. "Ja, ja, ja, desde luego", se dijo Urbano, "qu¨¦ ingenio el de esta gente, hay que ver lo que inventan". Y con esa idea d¨¢ndole vueltas a la cabeza se alej¨® en direcci¨®n a hoy, calle del Carmen abajo, muerto de risa.
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