?Mirra?
Es sospechosa, c¨®mo no, la vaguedad que mantiene la Iglesia en torno al significado de uno de los tres presentes que ofrecieron a Jes¨²s Ni?o aquellos misteriosos magos: la mirra. A tal punto, que la mayor¨ªa de los creyentes ignora casi por completo cuanto se refiere a esta sustancia. Desconocimiento que se antoja a¨²n m¨¢s chocante en Andaluc¨ªa, que hizo bastante corriente el uso de los derivados de esta singular resina en la Sevilla almohade, la C¨®rdoba califal y la Granada nazar¨ª; as¨ª fuera como condimento, como esencia arom¨¢tica o como medicina. Pero de ese que hubiera sido un verdadero legado andalus¨ª no queda ni rastro en la memoria de los andaluces de hoy, lo que confirma, una vez m¨¢s, que el hiato entre aquella sociedad y la nuestra es tan pavoroso como mal asimilado, todav¨ªa, por algunos nost¨¢lgicos de otra naci¨®n que nunca fue.
La Andaluc¨ªa cristiana comparte un cierto consenso, m¨¢s o menos ortodoxo, sobre que el oro fue entregado a Cristo en tanto que Rey, el incienso como Dios, la mirra como Hombre. Los dos primeros no requieren explicaci¨®n. ?Mas por qu¨¦ la mirra como hombre? Algunos te¨®logos aventuran que este elemento esot¨¦rico formaba parte tambi¨¦n de los ung¨¹entos de embalsamar, y como tal vendr¨ªa a simbolizar el car¨¢cter incorruptible del cuerpo del reci¨¦n nacido. Muy cogido por los pelos parece.
De las distintas fuentes consultadas, viene a resultar que esta sudoraci¨®n de un ¨¢rbol que crece en Arabia y Abisinia, y que cristaliza en fragantes l¨¢grimas de color rojo, es susceptible luego de muy variadas formas y aplicaciones. El m¨¦dico cordob¨¦s Abbas al-Zaharawi (siglo X) lo recomendaba, incluso como holl¨ªn, contra los tumores de ojo, entre otras enfermedades. Pero el verdadero rastro hay que seguirlo en los usos y costumbres que rodeaban a la fiesta pagana que precedi¨® a la Epifan¨ªa, el 6 de enero. Otra m¨¢s de las muchas celebraciones antiguas aprovechadas por la Iglesia. En este caso, por la Oriental, que sostuvo un largo litigio con Roma acerca de la fecha en que debi¨® nacer Jesucristo. Venci¨® finalmente Roma -como suele-, imponiendo, ya en 506, el 25 de Diciembre, para tapar la adoraci¨®n pagana del dios Mitra, si bien mantuvo el 6 de enero a manera de recordatorio, en el que dar cabida a otros s¨ªmbolos. Entre ellos, los de la controvertida presencia en Bel¨¦n de tres vagos magos de Oriente, cada uno portador de un don precioso. Pues bien, fueron los gn¨®sticos de Alejandr¨ªa los defensores de esa fecha, para a su vez tapar, y de paso servirse de la energ¨ªa festiva del pueblo, un rito dionisiaco que bendec¨ªa la fertilidad de los r¨ªos. Festejo que, como todos los mediterr¨¢neos, debi¨® abundar en buen vino mezclado con miel, hierbas arom¨¢ticas y... mirra. Los musulmanes de Al-?ndalus, naturalmente, cambiaron el vino por jugos de frutas, pero entre los a?adidos vuelve a aparecer nuestro enigm¨¢tico ingrediente. Total, un aut¨¦ntico jarabe afrodis¨ªaco, conforme a las creencias de entonces. Robert Graves, en su Rey Jes¨²s se hace eco de los evangelios llamados ap¨®crifos donde la mirra es entregada al Mes¨ªas "en prenda de tu amor, Grande". S¨®lo falta la nueva interpretaci¨®n que Juan Arias (La Magdalena) hace de las verdaderas relaciones de Cristo con su amada disc¨ªpula. Lo dem¨¢s, p¨®nganlo ustedes.
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