Venezuela, ?hacia una democracia avanzada?
El autor sostiene que el 'caso venezolano' hay que inscribirlo en el contexto global de Am¨¦rica Latina, que hoy se encuentra
Entre el cambio y la frustraci¨®n parece ser el destino hist¨®rico del gran continente iberoamericano. Hay, en efecto, etapas en donde predominan vientos optimistas de transformaciones y avances, y etapas en donde vegetan oscuridades y represi¨®n. Y, entre unas y otras, conviven confusiones, inseguridades y horizontes ut¨®picos.
Venezuela no es una excepci¨®n a esta constante regional casi c¨ªclica. Muchas convulsiones han ido forjando su vida p¨²blica: guerras civiles y guerras sociales independentistas y posindependentistas, caudillismos militares e interregnos civilistas, dictaduras cl¨¢sicas y asentamientos democr¨¢ticos, desgraciadamente, con deslizamientos posteriores suicidas y, por ¨²ltimo, hasta ahora, la aparici¨®n de un singular proceso pol¨ªtico, la denominada "revoluci¨®n bolivariana", que tiene como imaginario punto de enlace doctrinal a tres rebeldes con causa: a don Francisco de Miranda, anticipador ilustrado y blanco de orilla, a don Sim¨®n Rodr¨ªguez, libertario ut¨®pico, y, sobre todo, a su joven disc¨ªpulo rom¨¢ntico, Sim¨®n Bol¨ªvar, arist¨®crata mantuano, visionario de una democracia avanzada y de una anfiction¨ªa libre para toda Am¨¦rica; utop¨ªa bolivariana que no pudo realizar y que, como dir¨¢, "he arado en el mar".
Desde la perspectiva actual europea desideologizada -pero no de la Europa y la Espa?a de los sesenta-, en algunos sectores, incluso de izquierda moderada, no se perciben ni la novedad ni la complejidad que definen la vida social y pol¨ªtica latinoamericana de hoy. Muchas veces la ret¨®rica oscurece la realidad; otras, la realidad social se desconoce y, en fin, muchos temores -fundados o infundados- provocan racionalizaciones dudosas. Y en el escenario conflictivo venezolano, adem¨¢s, hay algo profundo y bien visible: la ausencia de una cultura de di¨¢logo y el rechazo, por ahora, a buscar consensos, a partir de los acontecimientos de 2002 (movilizaciones, golpe de Estado, restauraci¨®n de la legalidad, huelga, sabotaje).
As¨ª, el caso venezolano hay que inscribirlo en el contexto global de Am¨¦rica Latina: no es un hecho aislado al que algunos pretenden hostigar en vez de moderar o influir, y que, siendo pionero, se proyecta ya fuera de sus fronteras. Am¨¦rica Latina, nuestra Iberoam¨¦rica, en efecto, se encuentra hoy en un proceso generalizado de concienciaci¨®n y de esperanza que descansa en una novedad sociol¨®gica que, de hecho est¨¢tico, se ha dinamizado: la inclusi¨®n y movilizaci¨®n en las esferas p¨²blicas de los tradicionalmente excluidos. De M¨¦xico a Argentina y Uruguay, de Nicaragua a los pa¨ªses andinos centrales, de Venezuela a Brasil, aparece esta tendencia que, con mayor o menor calado, por v¨ªa electoral pac¨ªfica, se va confirmando. Las etapas guerrilleras, dominantes en otras d¨¦cadas, se sustituyen por planteamientos que asumen la legalidad y los usos democr¨¢ticos electorales. Y unido a este hecho, la emergencia de una voluntad pol¨ªtica amplia de avanzar en los procesos de integraci¨®n econ¨®mica, aunque por el momento con opciones diferentes, previos para el horizonte lejano de formulaciones pol¨ªticas m¨¢s ambiciosas.
A este fen¨®meno, incidiendo m¨¢s en el integracionismo social, se le llama peyorativamente "populismo", descalific¨¢ndolo desde una ¨®ptica can¨®nica, euroc¨¦ntrica o monroiana. Y, en efecto, son realmente movimientos populistas en el sentido que tienen como referencia legitimadora la expresi¨®n de mayor¨ªas sociales populares. Pero, a diferencia de anteriores mistificaciones populistas, m¨¢s dentro de la demagogia, el nuevo populismo pretende -y otra cuesti¨®n es que lo consiga- ser democr¨¢tico, acudiendo a elecciones peri¨®dicas, no utilizando la violencia y ajust¨¢ndose a la legalidad constitucional establecida: Ch¨¢vez, Lula, Kirchner, Morales, Tabar¨¦ V¨¢zquez y, eventualmente, L¨®pez Orador, en M¨¦xico, y Ortega, de nuevo, en Nicaragua, tienen entre s¨ª divergencias, pero tambi¨¦n supuestos finalistas comunes: pretender un amplio desarrollo social, salir de la end¨¦mica pobreza y de la dependencia frustrante, no prescindir de las libertades y asentar una multilateralidad productiva. No es sencillo que esto se logre, sin duda, porque conjugar con eficacia libertad e igualdad ha sido siempre la gran cuesti¨®n de la democracia, pero, al menos, se anuncia este camino. Es obvio que a las resistencias seculares internas y a las incomprensiones interesadas exteriores se unen improvisaciones, voluntarismos y contradicciones inevitables.
Desde este marco general y sumario, Venezuela, que adem¨¢s es un petro-Estado, adquiere una relevancia medi¨¢tica y simb¨®lica. No s¨®lo por sus inmensas disponibilidades de petr¨®leo, gas, agua, entre otras riquezas naturales, ya de por s¨ª influyente desde el punto de vista geopol¨ªtico, sino tambi¨¦n por su peculiar discurso doctrinal (la "revoluci¨®n bolivariana") que altera lo pol¨ªticamente correcto y convencional. La transgresi¨®n ret¨®rica provoca suspicacia y, sobre todo, hostilidad y, en este sentido, el presidente Hugo Ch¨¢vez es un gran transgresor inocente porque s¨®lo la inocencia es rebelde.
Es notable que algunos dem¨®cratas americanos planteen, frente a la corriente de los neo-cons republicanos, que el reduccionismo de la seguridad, con el pretexto del terrorismo, y las recetas radicales del mercado, no hayan producido en Am¨¦rica Latina un desarrollo social sostenible, ni estabilidad pol¨ªtica, y, consecuentemente, no hayan frenado -sino todo lo contrario- el actual auge del populismo democr¨¢tico. Sorprenderse, por ejemplo, de que en Bolivia, con un 85% de ind¨ªgenas y asimilados, resulte electo uno de ellos como presidente de la rep¨²blica, no es entender la realidad. Que, en Venezuela o Brasil, con muy altos ¨ªndices de pobreza, ganen Ch¨¢vez o Lula -ambos de procedencia popular- tampoco deber¨ªa sorprender. Es cierto que en Am¨¦rica Latina se ha podido dar, y con ¨¦xito, otro modelo de desarrollo, como es el caso chileno, tan caro a los europeos. Pero la "democracia concertada" chilena es m¨¢s excepci¨®n que regla: agrade o no agrade, el populismo democr¨¢tico seguir¨¢ extendi¨¦ndose por toda la Am¨¦rica espa?ola y portuguesa.
Cabe, en este orden de cosas, plantearse algunas preguntas: ?el socialismo bolivariano in fieri, m¨¢s cristiano o libertario que marxista, con un sincretismo ideol¨®gico a definir, y, en general, los nuevos populismos, con l¨ªderes carism¨¢ticos, con mayor¨ªas sociales o ¨¦tnicas que se incorporan a la vida p¨²blica, pueden conducir a una sociedad democr¨¢tica avanzada, superando el simple Estado asistencialista distributivo? En otros t¨¦rminos, ?es posible conjugar las libertades cl¨¢sicas de la democracia, con estabilidad pol¨ªtica, con productividad econ¨®mica y con igualdad social gradualizada en un escenario, como el actual venezolano, con polarizaciones fuertes y desacuerdos institucionales? Creo que s¨ª, pero, para llegar a buen puerto, se necesitar¨¢ una navegaci¨®n con muchos bagajes: un di¨¢logo imaginativo que llegue a consensos, que diversos sectores sociales practiquen la mediaci¨®n y la conciliaci¨®n, que el pluralismo sea efectivo, que las mayor¨ªas respeten a las minor¨ªas y que ¨¦stas entiendan que, en muchos aspectos, los tiempos pasados han, efectivamente, pasado. Y, sobre todo, que la naturaleza y el funcionamiento de toda democracia debe realizarse desde los principios del Estado de Derecho, siempre por v¨ªas legales y reconociendo que la tolerancia es norte fijo para todos. Aceptar, en definitiva, que en pol¨ªtica democr¨¢tica no hay enemigos interiores a aniquilar, sino adversarios a convencer o vencer pac¨ªfica y electoralmente.
Ra¨²l Morodo es embajador de Espa?a en Venezuela.
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