Toledo, por la orilla solitaria
Aves acu¨¢ticas, puentes hist¨®ricos y leyendas amenizan un paseo alrededor de la capital castellano-manchega
Habiendo tantos Toledos como dicen que hay -el romano, el visig¨®tico, el jud¨ªo, el isl¨¢mico, el cristiano, el de El Greco, el de Garcilaso, el de B¨¦cquer, el de Gald¨®s, el de Baroja, el de Carlos V, el esot¨¦rico, el templario, el legendario, el de los gremios, el de los comuneros...-, se comprende que el Toledo natural, el del r¨ªo que rodea la ciudad corriendo entre florestas y cantiles de granito, pase un poco inadvertido.
?Un poco? Veamos qu¨¦ dice Internet. Senda ecol¨®gica del Tajo: seis resultados. Casa-museo de El Greco: 958. Sinagoga del Tr¨¢nsito: 10.200. Alc¨¢zar de Toledo: 24.200. De lo anterior se deduce que, en realidad, s¨®lo hay dos Toledos. Uno para los turistas que se api?an alrededor de la catedral y en las callejuelas de la juder¨ªa, padeciendo apreturas que evocan las de El entierro del conde de Orgaz. Y otro para los solitarios que nos arrimamos de amanecida al puente de Alc¨¢ntara, atra¨ªdos no tanto por la espl¨¦ndida arquitectura de esta obra romana -reconstruida en el a?o 1000 y con torre¨®n del siglo XIII-, como por esas otras maravillas eternas -ingr¨¢vidas, aladas- que pululan a su vera.
Nos arrimamos al puente de Alc¨¢ntara, atra¨ªdos por esas otras maravillas eternas
Acodados en el pretil del anciano puente, vemos garzas y garcetas, garcillas bueyeras y zampullines, fochas y martinetes, avetorillos y calamones, pollas de agua y ¨¢nades reales, gaviotas y cormoranes. Y nos frotamos los ojos. Y nos pellizcamos las carnes. Y, hechas estas comprobaciones, nos felicitamos como si estuvi¨¦semos de santo por el buen comienzo de nuestra andadura, porque esto m¨¢s parece una jornada de puertas abiertas en el arca de No¨¦ -por cierto, que su nieto T¨²bal, seg¨²n la tradici¨®n, fund¨® Toledo- que el cauce de un r¨ªo que viene de tragarse las miasmas de Madrid.
A 250 metros del puente, aguas abajo, nace un camino peatonal -se?alizado como ruta del Quijote- que discurre en voladizo por la escarpada margen derecha del ca?¨®n. Sigui¨¦ndolo, nos plantamos -a unos 20 minutos del inicio- en la plaza Retama, donde todo es bello: la remozada casa del Diamantista, la barca (tambi¨¦n renovada) que se usa para cruzar el primer domingo de mayo a la ermita de la Virgen del Valle ("quien no toca la campana del Valle", dicen en Toledo, "no se casa") y las ocas haciendo sus ejercicios de nataci¨®n sincronizada bajo la fronda de los sauces llorones.
Aqu¨ª encontramos las primeras indicaciones de la senda ecol¨®gica del Tajo, una vereda -inicialmente pavimentada- que marcha en todo momento pegada al ancho r¨ªo, bordeando tarayales, alamedas y carrizales. A mantener este soto lozano, bien abonado, contribuyen los muchos canes que por ¨¦l se pasean y los vertidos que, proviniendo de las cloacas de tan noble ciudad, no ofenden nuestro rudo olfato. Aunque esto ¨²ltimo quiz¨¢ tambi¨¦n sea debido a que, en invierno, lo que hacemos todos (nobles y plebeyos) huele menos.
En una hora -contando paradas contemplativas-, arribamos al puente g¨®tico de San Mart¨ªn, un coloso del siglo XIV que salva el Tajo de cuatro enormes zancadas: 27 metros mide, de alto, su arco central. Otro puente hubo cien metros m¨¢s abajo, del que s¨®lo se conserva un torre¨®n, el Ba?o de la Cava, y una leyenda que explica por qu¨¦ se le llama as¨ª y por qu¨¦ los godos perdieron Espa?a. Y es que, seg¨²n la conseja, aqu¨ª bajaba a ba?arse todos los d¨ªas Florinda la Cava, a la que su pap¨¢ -el conde don Juli¨¢n, gobernador de Ceuta en tiempos del rey don Rodrigo- hab¨ªa enviado a la corte toledana para encontrar marido. En lugar de eso, se encontr¨®, mientras se lavaba, con el monarca, que abus¨® de ella. El resto, m¨¢s que leyenda, es historia conocida. Don Juli¨¢n, para vengar la afrenta, juega sus cartas: "Las cartas van al rey moro, / en las cuales le juraba / que si le daba aparejo / le dar¨¢ por suya Espa?a". Otro rey visigodo, de m¨¢s grato recuerdo que Rodrigo, da nombre al paseo de Recaredo, por el que regresamos desde el puente de San Mart¨ªn, rodeando las murallas de Toledo, al de Alc¨¢ntara.
Perdiz estofada y tarta de mazap¨¢n
- C¨®mo ir. Toledo dista 71 kil¨®metros de Madrid yendo por la autov¨ªa A-42. Hay autobuses de la empresa Continental Auto (tel.: 91 527 62 17), que salen de M¨¦ndez ?lvaro, y trenes de alta velocidad (Renfe, tel.: 902 24 02 02), desde la estaci¨®n de Atocha.
- Datos de la ruta. Duraci¨®n: una hora y media. Longitud: cinco kil¨®metros. Desnivel: 40 metros. Dificultad: muy baja. Camino: circuito por pasarela peatonal, senda ecol¨®gica -se?alizada con mojones met¨¢licos- y paseos urbanos. Cartograf¨ªa: hoja 18-25 (Toledo), a escala 1:50.000, del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito.
- Comer. La Ermita (tel.: 925 25 31 93): cocina tradicional renovada, en un comedor con espectaculares vistas sobre la ciudad y el ca?¨®n del Tajo; precio medio, 45 euros. La Perdiz (tel.: 925 21 46 58): ensalada de magret de pato fresco con taquitos de queso manchego, perdiz estofada a la toledana y tarta de delicia de mazap¨¢n; 30-35 euros. Museo de los Productos (tel.: 925 21 38 05): platos regionales y carnes de caza; 25-30 euros. El Mes¨®n de la Orza (tel.: 925 22 30 11): patatas panaderas gratinadas con torreznos, cordero relleno con pat¨¦ de fais¨¢n y, de postre, leche frita; 30 euros.
- Dormir. Casona de la Reyna (tel.: 925 28 20 52): acogedor hotel en una casona del siglo XV, desde la que se domina el valle del Tajo; doble, 110 euros. San Juan de los Reyes (tel.: 925 28 35 35): antigua f¨¢brica de harinas, con fachada neomud¨¦jar y habitaciones, en la planta alta, con vistas al r¨ªo; 140 euros. Pintor El Greco (tel.: 925 28 51 91): casa t¨ªpica con patio y decoraci¨®n castellana, en el barrio de la juder¨ªa; 110 euros. Casa Cisneros (tel.: 925 22 88 28): viejo palacio musulm¨¢n, situado frente a la puerta de los Leones de la Catedral, con cueva y aljibe del siglo XI; doble, 60-90.
- M¨¢s informaci¨®n. Oficina de Turismo de Toledo (Puerta de Bisagra, s/n; tel.: 925 22 08 43). En Internet: www.toledoweb.org.
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