Austerlitz
La querella suscitada en la Asamblea Francesa, y luego en media Francia, por la ley del 23 de febrero del 2005, que promulga el "papel positivo" de la colonizaci¨®n francesa en el Norte de ?frica, seguida por los clamores de los diputados socialistas y de su electorado o su p¨²blico, exigiendo la inmediata abrogaci¨®n, con la protesta de muchos historiadores contra la pr¨¢ctica de que la Asamblea legisle la verdad hist¨®rica, ha tra¨ªdo a colaci¨®n tres precedentes:
1. La Ley Gayssot, del 13 de julio de 1990, contra los que nieguen el genocidio de los jud¨ªos por los alemanes.
2. La ley del 29 de enero del 2001, reconociendo el genocidio sufrido por los armenios.
3. La Ley Taubira, del 21 de mayo del 2001, calificando la esclavitud y la trata como "cr¨ªmenes contra la humanidad".
Como se puede observar, las dos primeras promulgan verdades hist¨®ricas, convierten en ley datos de hecho individuales y contingentes, mientras que la tercera, am¨¦n de lo que de ella se quiera hacer repercutir en condena retrospectiva de datos del ayer, agrava la tipificaci¨®n de una especie de conducta, de una clase de delito todav¨ªa posible, y es por tanto una ley "normal". La ley del 23 de febrero del 2005 se asemeja, en cambio, a las dos primeras, en cuanto que legisla sobre datos hist¨®ricos contingentes, salvo que con dos diferencias: la primera est¨¢ en que no promulga una verdad, sino un juicio de valor: promulga "le r?le positif" de la colonizaci¨®n francesa; no se trata del hecho sino de su bondad. La otra diferencia, inmediatamente derivada de esta primera, est¨¢ en que mientras las leyes sobre la verdad de los genocidios alem¨¢n y armenio se refer¨ªan a maldades hist¨®ricas, la ley sobre la colonizaci¨®n francesa es una ley aprobatoria o laudatoria de datos del pasado. "En politique et en histoire il est des h¨¦ritages auxquels il ne faut pas renoncer: l'oeuvre fran?aise outre-mer est de ceux-l¨¤", dec¨ªa el 11 de junio del 2004 el parlamentario Christian Kert, de la UMP por Bouches-du-Rh?ne.
Y he aqu¨ª que en pleno fogo de la querella sobre la pretensi¨®n de legislar la verdad hist¨®rica, de convertirla en "verdad jur¨ªdica", con la conmoci¨®n reivindicativa del patriotismo ofendido por los que quieren ahora derogar la ley del 23 de febrero de 2005, que promulga el "r?le positif" de la colonizaci¨®n francesa, sobreviene el segundo centenario de la batalla de Austerlitz, combatida el 2 de diciembre de 1805. El propio Primer Ministro, Dominique de Villepin -un estudioso de Napole¨®n-, no ha querido ir a Moravia a celebrarlo; s¨ª ha ido, al parecer, el ministro de Defensa, Mme. Alliot-Marie; pero los que han argumentado el rechazo de la celebraci¨®n han esgrimido precisamente una de las leyes del "devoir de m¨¦moire", la Ley Taubira, del 21 de mayo del 2001, que, al condenar la esclavitud como un "crimen contra la humanidad", entraba en contradicci¨®n justamente con el vencedor de Austerlitz, por cuanto ¨¦ste restableci¨® la esclavitud y la trata, que hab¨ªan sido abolidas por la Revoluci¨®n. Gestor de la liberaci¨®n de los esclavos hab¨ªa sido Marat: "Si las leyes de la naturaleza son anteriores a las de las sociedades humanas y los derechos del hombre son imprescriptibles, lo que tienen los colonos blancos contra la Naci¨®n Francesa, los mulatos y los negros lo tienen contra los colonos blancos" -L'ami du peuple, 12 de diciembre de 1791-. Y por cierto que de entre esos colonos blancos proced¨ªa la propia Josefina de Beauharnais, mujer del entonces futuro vencedor de Austerlitz, de la que en la place Savane de Fort-de-France, en la Martinica, a¨²n se conserva una estatua de m¨¢rmol, salvo que decapitada por "inconnus" har¨¢ unos veinte a?os.
Pero negar Austerlitz es para el patriotismo tradicional y popular franc¨¦s negar a Francia misma. Si la Patria, en cuanto patrimonio hereditario, es fundamentalmente una corona de batallas, quitar Austerlitz es igual que arrancarle a esa corona la joya m¨¢s valiosa y m¨¢s deslumbradora. El que ahora Francia se averg¨¹ence del "Sol de Austerlitz" -"mod¨¨le de r¨¦ussite toujours enseign¨¦ dans les ¨¦coles de guerre"- es objeto de un art¨ªculo de Jean-Louis Andreani (Le Monde, 27 de diciembre de 2005), donde dice: "Alors qu'¨¤ l'etranger la France et les Fran?ais se voient souvent reprocher leur 'arrogance', le pays souffre en r¨¦alit¨¦ d'une sorte de masochisme qui s'exprime par une propension permanente ¨¤ l'autoflagellation".
Que se usen palabras mayores como "masoquismo" y "autoflagelaci¨®n" parece dar a entender que un franc¨¦s no puede, libre y llanamente, renunciar a Austerlitz, como quien hace dejaci¨®n de su pac¨ªfico derecho al usufructo hereditario de un objeto pasivo; "renunciar" es ejercer una facultad concesiva y, sobre todo, unilateral. Pero de pronto resulta que aqu¨ª no cabe tal unilateralidad, porque Austerlitz no es para un franc¨¦s ning¨²n "objeto pasivo". Austerlitz es activo: todo franc¨¦s le pertenece, tal como ¨¦l pertenece a todos los franceses; ninguno de ellos podr¨ªa ser despojado de Austerlitz, como ninguno puede despojarse de ¨¦l. El v¨ªnculo es bilateral; no puede ser separado o desatado, s¨®lo cabe romper o cortar. De Austerlitz, de la Patria, no hay m¨¢s salida que la de renegar. El patriotismo est¨¢ configurado como presi¨®n ubicua de un tab¨² transpersonal. Ese tab¨² no es sino puro reflejo del fuero de la guerra, que hace de la sangre y de la muerte creadoras de derecho. El general Jeremy Moore, vencedor en las Malvinas, lo expres¨® de esta manera: "Ahora las Falkland son nuestras, porque las hemos pagado con vidas de j¨®venes brit¨¢nicos, y todo intento de cuestionar este derecho es, sin m¨¢s, una ofensa a los muertos".
La ofensa a los muertos, como a los combatientes que est¨¢n bati¨¦ndose por la Patria y muriendo por ella en tierras lejanas, es un poderoso instrumento de extorsi¨®n muy usado por los gobiernos, para avergonzar a los dudosos, amedrentar a los derrotistas y hacer que prevalezca, un¨¢nime y luminoso, el patriotismo. Pero, adem¨¢s, la sacralizaci¨®n de la sangre, la convalidaci¨®n del dolor como sacrificio y la transfiguraci¨®n de la muerte en martirio son formas de creaci¨®n de riqueza, operaciones de capitalizaci¨®n. As¨ª, el amor a la Patria suele prescribirse y encarecerse con aquel conocido t¨®pico escolar de "los inmensos sacrificios que a lo largo de los siglos ha costado construirla".
Como la "identidad nacional" se construye sobre la matriz del antagonismo, nunca le falta al patriotismo un componente paranoico. El ¨¦nfasis y la energ¨ªa de la defensa, a menudo reactiva en vac¨ªo, as¨ª lo manifiestan: "Il n'est que temps d'affirmer notre fiert¨¦ de l'oeuvre accomplie. Le temps de la mauvaise conscience et de la repentance ¨¤ quatre sous est ter-
min¨¦", clamaba el 11 de junio del 2004, en la Asamblea, el diputado de la UMP por Alpes-Maritimes, Lionnel Luca. La paranoia del patriotismo redunda a veces en una atm¨®sfera generalizada de coacci¨®n social: en los Estados Unidos -con su anticuado patriotismo de la mano sobre el coraz¨®n-, a ra¨ªz de los atentados de Nueva York, multitud de actitudes de acatamiento han sido motivadas por el miedo social de verse tachado de antipatriota o, lo que es lo mismo, "antiamericano". Ya en noviembre del 2001, por haber publicado la foto de un ni?o de pecho aparentemente muerto a causa de un bombardeo americano, el Hartford Courant recibi¨® hasta 550 cartas de protesta de los lectores.
El 9 de diciembre del 2005, el presidente Chirac ha calificado la historia como "cl¨¦ de la coh¨¦sion d'une Nation". La funci¨®n sociol¨®gica del patriotismo es mantener la cohesi¨®n nacional; el instrumento oficial para la conservaci¨®n de la historia, de la "m¨¦moire", son las conmemoraciones -como la que se quer¨ªa hacer de Austerlitz-, la exhibici¨®n de banderas en los edificios p¨²blicos y, sobre todo, la celebraci¨®n anual que todo Estado, viejo o nuevo, se preocupa de tener: la Fiesta Nacional, que es siempre fiesta militar, porque militar, guerrera, es siempre la naturaleza de la Patria. Publiqu¨¦ hace a?os un "pecio" titulado precisamente Alonsanf¨¢n, que me permito transcribir: "La verdad de la Patria la cantan los himnos: todos son canciones de guerra".
Rafael S¨¢nchez Ferlosio es escritor, Premio Cervantes 2004.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.