El placer del trabajo
Cuando Gema Giner, ahora con 32 a?os, estudiaba la carrera de psicolog¨ªa en la Universidad de Alicante, se pregunt¨® si estaba m¨¢s capacitada para las torturas del div¨¢n que para los placeres de la buena mesa. Seguramente no decidi¨® ella, sino su propio Edipo: "Le debo a mi padre que desde muy ni?a me contagiara su pasi¨®n por la cocina porque aunque ¨¦l sea un cocinero aficionado, para m¨ª es el mejor que conozco". Gema abandon¨® a Freud y se sumergi¨® de lleno en la libido de la cocina. Primero sigui¨® cursos te¨®ricos y luego pas¨® a las pr¨¢cticas intensivas durante tres a?os con Bego?a Lluch, en Valencia. "Trabajaba 15 horas al d¨ªa haciendo catering y m¨¢s catering... pero all¨ª lo aprend¨ª casi todo".
"En este valle con bancales de almendros, olivos y cerezos todav¨ªa manan el agua y el silencio"
Sin embargo, la mejor escuela para un cocinero es el mercado. Porque comprar bien puede ser tan dif¨ªcil como cocinar bien. "Debes tener tacto y no ir con prisas", comenta Gema, quien dedica dos horas diarias al mercado (siempre al mismo, en el centro de X¨¤bia, "ya que mientras haces la compra vas cocinando mentalmente esos productos frescos". Luego explicar¨¢ a sus colaboradores el plan de trabajo y se pondr¨¢n manos a la obra. Todo esto lo hace Gema en el restaurante Betibo, de D¨¦nia, que es propiedad de su amigo Pablo Mart¨ªnez, de 46 a?os, quien a la vista del ¨¦xito de la cocina de Gema (un estilo moderadamente asi¨¢tico) ha comprado y restaurado una casa en la plaza de Alcal¨¢ de la Jovada, a 40 kil¨®metros de D¨¦nia, que empezar¨¢ a funcionar dentro de pocos d¨ªas como Casa Rural, pero con un buen restaurante. Gema estar¨¢, pues, a caballo entre la agitaci¨®n de D¨¦nia y este tranquilo pueblo en el interior de la Marina Alta habitado por medio centenar de vecinos, en su mayor¨ªa jubilados. Ahora bien, si el futuro existe, aqu¨ª estar¨¢ ese futuro id¨ªlico siempre que los alcaldes-constructores sean m¨¢s lo primero, es decir alcaldes, que lo ¨²ltimo.
La Casa Rural lleva por nombre la joya que tiene a sus pies: la Font d'Alcal¨¢. Se trata de una fuente de las que ya no quedan demasiadas por esta regi¨®n pobre en recursos h¨ªdricos e invadida por sedientas urbanizaciones. En este valle con bancales de almendros, olivos y cerezos (muchos campos fueron abandonados) todav¨ªa manan el agua y el silencio, los bienes m¨¢s amenazados de nuestra Comunidad.
La Casa Rural se abre con diez agradables habitaciones, todas ellas diferentes, que Pablo ha bautizado con nombres de antiguos y legendarios poblados: Malafi, Saltes, Atzubieta, La Foradada, Al Azraq... y alguno m¨¢s. En la biblioteca de la Casa los hu¨¦spedes tendr¨¢n a su disposici¨®n mapas y libros que recogen estas historias locales, algunas de amor y tesoros ocultos, que se remontan siglos atr¨¢s. El paraje es, desde luego, el mejor para el senderismo, los paseos en bicicleta o a caballo, pero tambi¨¦n para contemplarlo sin moverse, algo que casi nadie se atreve a hacer en nuestro estado habitual de ansiedad y nerviosismo. Gema est¨¢ ahora instruyendo a una joven cocinera del lugar, Carmen Rus, de 27 a?os, porque ha detectado que "tiene un olfato alegre y una sensibilidad especial sin las que cocinar ser¨ªa un aburrimiento".
En la plaza del pueblo aparecen tres socios de un negocio completamente distinto, como es la artesan¨ªa cer¨¢mica, amigos de Pablo y de Gema. Vienen de Crevillent, donde uno de ellos -Jos¨¦ Miralles, de 31 a?os- es propietario de un taller de alfarer¨ªa y cer¨¢mica que est¨¢ dando un giro en redondo a su producci¨®n gracias a nuevas iniciativas que coinciden con las ideas de Juan Molt¨®, de 32 a?os, que es ceramista, y a la experiencia de Fernando Belso, de 32 a?os, que es un comercial que ya dio y sigue dando vueltas al mundo vendiendo alfombras de Crevillent, no siempre voladoras. "Pero el mundo no se encuentra al otro extremo del mundo sino a la vuelta de la esquina", sentencia Belso. Luego explica el negocio que llevan entre manos: "Desde hace un a?o producimos lavabos artesanales personalizados porque estamos convencidos de que podemos arrasar en el mercado, y no s¨®lo en el dom¨¦stico. Creemos que un lavabo puede ser un regalo en una lista de boda porque ?no se decoran ahora los cuartos de ba?o con m¨¢s imaginaci¨®n e inter¨¦s que las salas de estar?". Tercia Juan Molt¨® y a?ade que "hacemos lavabos a la carta, del color que elijas y de la forma que m¨¢s te guste entre los catorce dise?os existentes, pero con m¨¢s de 4.000 variables o combinaciones, ya que un leve toque de mis manos, un detalle a gusto del cliente, hace que ese lavabo se convierta en pieza ¨²nica".
No quieren depender de los dise?os italianos. No les inquieta China, donde todo est¨¢ mecanizado. "Adem¨¢s nuestro producto cuesta la mitad que su equivalente italiano, entre los 200-300 euros, y los hacemos en 19 colores diferentes y, si alguien nos lo pide, tambi¨¦n bicolores. Colores intensos: pistacho, naranja, verde". Si la artesan¨ªa quiere sobrevivir, debe ser flexible al m¨¢ximo, a?aden. Recientemente abrieron su p¨¢gina en la red (www.bluceramica.com) y aseguran estar en condiciones para atender en solo dos semanas los pedidos de tiendas, decoradores y arquitectos.
En la Casa Rural, donde cada habitaci¨®n es diferente, colocar¨¢n tambi¨¦n algunos lavabos diferentes que guarden relaci¨®n con las leyendas de cada una de esas habitaciones. Juan Molt¨® trabajaba antes en una f¨¢brica de cer¨¢mica de Almorad¨ª que, por no innovar a tiempo, quebr¨®. "Y es que no te puedes quedar quieto. En Manises se han resignado a la cacharrer¨ªa, en Castell¨®n no salen del pavimento. Existe otra demanda que se la llevan los que espabilan", a?ade Molt¨®, quien de la Escuela de Artes y Oficios en Alicante pas¨® a los cursos de escultura de Eduardo Capa, en el Castillo de Santa B¨¢rbara, y est¨¢ lleno de entusiasmo. "Se llega a la cer¨¢mica pasando por el barro, que es un material muy simple pero insuperable. La mano es la herramienta. Y la aparici¨®n de la pieza que sale de tus manos la ves como un milagro".
?Veremos tambi¨¦n retretes personalizados? El humillante inodoro exige, creo yo, dosis de dise?o minimalista. Y no digamos el bid¨¦, con su anatom¨ªa de guitarra loca. Los lavabos, en cambio, ocupan el lugar m¨¢s presentable de un habit¨¢culo destinado a la higiene del cuerpo, y por ello se convierten en el centro que hace olvidar la periferia sanitaria. As¨ª, de buena ma?ana, un espejo caritativo, una luz que no sea hiriente y un lavabo acogedor ser¨¢n capaces de reconciliarte contigo mismo en el espacio menos atractivo de la casa.
www.ignaciocarrion.com
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