Doble vicio
Imagino, doctor, que ser¨¢ algo pasajero, pero yo, que soy una fumadora ocasional, por primera vez en mi vida sue?o que fumo. Hace unas noches casi di fin de una cajetilla de Marlboro y al despertarme ten¨ªa la lengua estropajosa y me dol¨ªa la cabeza. Incluso sent¨ª el t¨ªpico remordimiento que acompa?a a las resacas. Esa pat¨¦tica sensaci¨®n de haber sido d¨¦bil, de haber ca¨ªdo de nuevo, de estar hecha polvo una vez m¨¢s. Pero si digo la verdad, nunca en la vigilia he fumado con tanto placer y entrega. El cigarrillo se iba consumiendo poco a poco, mientras yo absorb¨ªa el humo de una forma inenarrable. ?Dios, qu¨¦ manera de inhalar! Era como si el subconsciente hubiera decidido poner las cosas en su sitio y demostrarme lo que era fumar de verdad, lo que me hab¨ªa estado perdiendo durante estos a?os en que me dedicaba a llenar ceniceros y a impregnarme la ropa de un olor nauseabundo para mitigar la ansiedad. Puede que ¨¦sa sea la clave, doctor, la ansiedad, la inseguridad, el aburrimiento, el no bastarnos con nosotros mismos, el querer a?adir un extra a nuestra vida. Incluso a veces no hay m¨¢s remedio que machacarse un poco y rebajar la energ¨ªa para ponerse en sinton¨ªa con el entorno. Qu¨¦ pena que las grandes revelaciones lleguen en los momentos cr¨ªticos, cuando una era est¨¢ terminando, cuando una pareja est¨¢ rompiendo, cuando uno se enamora. El resto del tiempo es como si consumi¨¦ramos humo, ?no le parece, doctor?
Tras esta experiencia on¨ªrica tuve que enfrentarme a la realidad cuando en una sobremesa alguien desliz¨® sobre el mantel la dichosa cajetilla. ?Cojo o no cojo uno?, me pregunt¨¦ casi filos¨®ficamente. Alargu¨¦ la mano, pero la detuve. A¨²n permanec¨ªa en mi memoria la imagen de ese cigarrillo ideal de filtro amarillo, papel blanco y ceniza gris, a cuyo lado el cigarrillo real no pod¨ªa competir. Ni yo estar¨ªa a la altura de m¨ª misma produciendo aquellas caladas perfectas. As¨ª que me contuve. Me hab¨ªa curado, hab¨ªa logrado dejar el vicio milagrosamente. Y adem¨¢s me hab¨ªa ahorrado leerme un voluminoso folleto sobre el asunto que hab¨ªa encontrado en el buz¨®n, ponerme parches de nicotina y apuntarme a cursos. Me da en la nariz que todas estas cosas sirven para que se desista de fumar antes de tener que pasar por ellas. En cualquier caso, nunca antes hab¨ªa sido capaz de alternar con mis semejantes sin un cigarrillo entre los dedos, sin este fuego que uno enciende con su aliento, sin esta peque?a hoguera entre los vasos y las palabras (perd¨®n por la licencia po¨¦tica, doctor). Qu¨¦ liberaci¨®n y cu¨¢nta pureza en mi cuerpo. En diez a?os estar¨ªa tan sana como una reci¨¦n nacida, sobre todo si lograba quitarme de todo lo dem¨¢s.
Pero lleg¨® la noche. Me dorm¨ª. Y una intensa sensaci¨®n se abri¨® paso entre los sue?os que estaba teniendo. Absorb¨ªa la m¨¦dula de un cigarrillo tras otro. Fue una noche tremenda. Cayeron tres cajetillas de rubio. Al despertar, la habitaci¨®n apestaba y ten¨ªa ganas de toser. Abr¨ª la ventana de par en par con una sospecha: tambi¨¦n ol¨ªa a Ducados. A m¨ª el tabaco negro no me va, luego en el sue?o hab¨ªa alguien m¨¢s fumando conmigo. ?Qui¨¦n era? ?D¨®nde est¨¢bamos? ?Qu¨¦ estaba pasando entre nosotros? Hice un repaso de los conocidos que fumaban Ducados. Ya no podr¨ªa volver a mirarlos con inocencia. Tal vez uno de ellos sab¨ªa m¨¢s que yo de estas noches y de lo que ocurr¨ªa en mi cabeza, de mis ilusiones y mis miedos. Lo que s¨ª es seguro es que llevo una doble vida que no controlo. Es dormirme y cruzar a ese otro lado tal vez peligroso, un lugar en que acaso no pongo freno a mis instintos. La curiosidad me empuja a saber m¨¢s sobre mis correr¨ªas nocturnas y empiezo a desear que llegue la hora de acostarme, de apagar la luz, de cerrar los ojos. Tal vez hoy por fin descubra algo nuevo, me digo. Y seguramente lo descubra, pero por la ma?ana lo ¨²nico que recuerdo es una masa de humo, mientras que en el espejo me veo los ojos inyectados de nicotina, doctor.
Sin embargo, durante el d¨ªa el tabaco me da aut¨¦ntico asco. Me he convertido en la t¨ªpica que protesta en cuanto ve a alguien sacando el mechero. Claro que tampoco resistir¨ªa intoxicarme de verdad y de mentira al mismo tiempo. En alg¨²n momento, en alguna cara de esta historia, debo respirar con fluidez, pensar con claridad. Ya me repugna bastante estar tan manipulada por mi subconsciente. ?Cree que tengo arreglo?
Entonces el doctor se quita las gafas, mete la mano en el bolsillo de la bata blanca y saca una cajetilla de Ducados. Se enciende un cigarrillo sonriendo. "Ya hablaremos cuando te despiertes".
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