El vecino m¨¢s inc¨®modo de Alhaur¨ªn de la Torre
La Junta ve con agrado el plan de restauraci¨®n de los yacimientos propuesto por el alcalde como salida al conflicto
Una carretera de dos kil¨®metros, ancha, sin rayas y con el asfalto lleno de polvo une Alhaur¨ªn de la Torre con la cantera Taralpe. A la entrada del yacimiento reina estos d¨ªas una paz inquietante: no queda rastro de los camiones que transportan los ¨¢ridos, toda la maquinaria est¨¢ parada y s¨®lo se escucha el intercambio de ladridos entre unos perros de caza y los rottweiler que ayudan al vigilante de seguridad que custodia la explotaci¨®n. Con 400 hect¨¢reas, Taralpe es la mayor de las cuatro canteras cuyo cierre -decretado por el Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa el pasado 4 de noviembre- ha trastornado la actividad de la principal industria malague?a, la construcci¨®n, y mantiene divididos a los 28.500 habitantes de la ciudad.
El Ayuntamiento de Alhaur¨ªn ejecut¨® el 3 de diciembre la orden judicial de clausurar los yacimientos de Taralpe, propiedad del Grupo Italcementi; Troconal, del grupo Sando; Retamero, de Nicanor Retamero S. A.; y Pinos de Alhaur¨ªn, de Bernardo Caballero. El TSJA los consideraba ilegales por carecer de licencia municipal para extraer ¨¢ridos. La resoluci¨®n vino tras una denuncia de la Plataforma en Defensa de la Salud y de la Sierra (PDSS), un "movimiento social contra la salvaje destrucci¨®n de la sierra por las canteras" integrado, entre otros, por vecinos, ecologistas y las agrupaciones locales de IU y PSOE.
Los aproximadamente 180 trabajadores de las canteras de caliza blanca no esperaron a que el Consistorio cumpliera la orden del alto tribunal andaluz y el 28 de noviembre iniciaron una huelga. Los empleados, acampados ante el Ayuntamiento en turnos de treinta personas, tienen los ¨¢nimos cada vez m¨¢s caldeados despu¨¦s de seis semanas de incertidumbre.
Fali, empleado de uno de los yacimientos, casado y con un hijo de 18 meses, analiza prosaicamente la situaci¨®n: "Van a joderse entre ellos sin pensar en qui¨¦n se llevan por delante". Los trabajadores est¨¢n convencidos de que ni Junta ni Ayuntamiento quieren arriesgarse a legalizar, por razones de oportunidad electoral, unas canteras altamente impopulares, sobre todo para los vecinos que viven en las urbanizaciones m¨¢s cercanas a ellas. Goyo y Marian, funcionarios de Correos, se quejan de que su casa "se llena de polvo de las canteras nada m¨¢s acabar de limpiarla" y defienden el traslado de los yacimientos. A su lado, su compa?era Andrea, residente en la capital malague?a, ve el problema de forma diferente: "Yo estoy a favor de la canteras por necesidad: mi marido trabaja en la construcci¨®n y lleva un mes parado porque no hay material para seguir las obras".
La suerte de Alhaur¨ªn de la Torre, el mayor municipio del valle del Guadalhorce y zona de expansi¨®n de M¨¢laga capital, ha estado siempre ligada a ese vecino inc¨®modo que son las canteras. De hecho, el primer documento hist¨®rico en que se nombra a la ciudad, de 1793, informa de que "a distancia de tres cuartos de legua [hay] una cantera de m¨¢rmol azul muy fino y (...) muchas de m¨¢rmol blanco del que se est¨¢ abasteciendo las obras de la catedral de M¨¢laga". De ah¨ª que Fali se indigne cuando le hablan de cerrar su lugar de trabajo: "si no te gustan las canteras, no vivas en Alhaur¨ªn".
Despu¨¦s de 40 d¨ªas de desacuerdos sobre la soluci¨®n -la Junta propon¨ªa al Ayuntamiento otorgar las licencias y ¨¦ste suger¨ªa a la Junta que las legalizara en un plan de ordenaci¨®n minero- y ante la larga duraci¨®n del conflicto, ambas administraciones parecen coincidir en una posible salida. La delegada de Innovaci¨®n en M¨¢laga, Mar¨ªa G¨¢mez, se muestra "optimista" y ve con buenos ojos la iniciativa municipal de redactar un plan de restauraci¨®n de las canteras que, seg¨²n el alcalde, Joaqu¨ªn Villanova (PP), permitir¨ªa garantizar los puestos de trabajo directos "durante siete a?os o m¨¢s", y mientras tanto, dedicarse a buscar yacimientos alternativos que permitan continuar las obras en la provincia. S¨®lo hace falta lo m¨¢s dif¨ªcil: que los trabajadores y los due?os de las empresas est¨¦n de acuerdo.
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