Figuritas de plomo
Por fin llovi¨® en Madrid, y lo que se inici¨® como un suave sirimiri sobre los soldaditos de la Guardia Real en el Patio de la Armer¨ªa del Palacio de Oriente se torn¨® en un desagradable chaparr¨®n. El m¨¢s madrugador a la cita de la Pascua Militar, el ministro del Interior, soport¨® tanto el sirimiri como el chaparr¨®n. El tiempo parec¨ªa detenido en una larga espera bajo la lluvia. Llegaron el resto, Bono, Zapatero y el Rey, que pas¨® revista a las tropas, y el ministro del Interior, el m¨¢s mojado, pudo entrar al palacio a guarecerse.
El acto es muy vistoso. Casi civilizador en un pa¨ªs en el que la mitad de los ciudadanos no hemos hecho m¨¢s que correr cuando o¨ªamos que ven¨ªan los militares. Los soldaditos parecen de plomo, un sue?o infantil en esta ma?ana de Reyes Magos. Son soldaditos que no dan miedo, mucho m¨¢s en este ej¨¦rcito casi reconvertido en una ONG, que todas sus misiones tienen el nombre de humanitarias, o al menos de pacificaci¨®n, y, adem¨¢s, bajo la batuta de un ministro que prefiere morir que matar -Jean-Paul Sartre lo calificar¨ªa de un vicio peque?o burgu¨¦s- y que estuvo a punto de morirse en un accidente de avi¨®n. "Militar, por supuesto".
Nadie hubiera podido predecir ante tan tur¨ªstica e infantil visi¨®n que el Ej¨¦rcito nos pudiera seguir dando problemas cuando cre¨ªamos m¨¢s que superada, tras la nunca suficientemente agradecida gesti¨®n del Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, la secular "cuesti¨®n militar". Pero ni la elogiosa arenga de Bono hacia el Rey, ni las felicitaciones porque el terrorismo no haya causado v¨ªctimas mortales, pudieron apagar la estent¨®rea voz del general Mena Aguado desde Sevilla refiri¨¦ndose al proyecto de nuevo Estatut. Y toda la amable visi¨®n de los soldaditos de plomo se nos ha desvanecido, pero sobre todo, la sensaci¨®n de volver al pasado, a la inestabilidad del pasado, aunque no sea cierta, nos ha removido a todos. No es que el reloj est¨¦ parado, es que marcha hacia atr¨¢s.
Ni la contundencia y la diligencia del ministro de Defensa arrestando y cesando al general, ni la generalizada opini¨®n de reprobaci¨®n al general, puede enmascarar la dimensi¨®n de su acto. M¨¢s valdr¨ªa analizarlo como un s¨ªntoma de la realidad, ¨²nica manera de encontrar soluciones. A nosotros, que siempre nos ha tocado correr ante los militares, lo hac¨ªamos despu¨¦s de haber dicho que no iba a pasar nada. Ser¨ªa poco responsable considerarlo una an¨¦cdota, despreciarlo, como ser¨ªa tan irresponsable caracterizarlo como algo muy profundo compar¨¢ndolo con momentos traum¨¢ticos, pero el hecho esta ah¨ª. En estas cosas los de izquierdas siempre nos hemos movido entre el quitarle importancia y echarnos la manos a la cabeza despu¨¦s, por lo que va siendo hora de que midamos este tipo de aconteceres, m¨¢xime si se han repetido tanto en el pasado. Afortunadamente es un hecho aislado, lo que causa sorpresa, pero puede ser sintom¨¢tico de la situaci¨®n pol¨ªtica actual.
Ser¨ªa un abuso acusar a los pol¨ªticos, pero donde no existen consensos fundamentales, y el de la organizaci¨®n territorial debiera serlo, se alzan voces militares. Tambi¨¦n la de cualquier osado que retroalimenta la de los militares, y todos los que queramos contar. No s¨®lo nos despierta a los espa?oles el lechero a la madrugada -ideal de tranquilidad democr¨¢tica expuesto como ejemplo por Churchill- nos despiertan demasiados, a¨²n estando previamente avisados por todas las veces que en el pasado nos han sacado de la cama. S¨®lo le faltaba a la inestabilidad pol¨ªtica la voz de un general para arrojarnos en el desaliento y pensar en la falta de soluci¨®n, que no hay remedio, que los fantasmas del pasado se los vamos a dejar a nuestros hijos, quiz¨¢s porque ellos, tambi¨¦n, han hecho cosas para buscarlos. Un poco de reflexi¨®n y menos ca?a al adversario y ver¨ªamos que si tienen soluci¨®n.
Hay que tener cuidado con las cosas de comer, que es cuando surgen los problemas serios. Hay que evitar el disenso sobre lo anteriormente consensuado y de cuyo buen resultado decimos que estamos orgullosos, muchas veces como pre¨¢mbulo para romper el consenso. Es necesario hacer las cosas de tal manera que la pol¨ªtica encauce todo conflicto, y no apartar la pol¨ªtica para que ¨¦ste surja sin l¨ªmite. Es necesario cuidar el men¨² porque el plomo est¨¢ contraindicado.
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