El centenario de la muerte de C¨¦zanne revive su relaci¨®n esencial con Pissarro
El Museo d'Orsay y Aix-en-Provence preparan dos grandes exposiciones sobre el artista
El centenario de la muerte de Paul C¨¦zanne (Aix-en-Provence, 1839-1906) justifica, en Francia, la organizaci¨®n de dos grandes exposiciones complementarias, las dos en colaboraci¨®n con instituciones muse¨ªsticas y coleccionistas estadounidenses, no en vano ¨¦stos fueron muy sensibles al llamado impresionismo. La primera, en el parisiense Museo d'Orsay, que se celebrar¨¢ entre el 28 de febrero y el 28 de mayo, evoca la larga relaci¨®n de amistad y afinidad art¨ªstica entre C¨¦zanne y Camille Pissarro: pintaron los mismos paisajes, los mismos temas en los mismos a?os. La segunda, en Aix-en-Provence, entre el 9 de junio y el 17 de septiembre, remite al retorno de C¨¦zanne a sus soleados paisajes familiares.
Era un hombre seguro de s¨ª mismo y no necesitaba seguir la moda para poder vivir
Paul C¨¦zanne pasa por ser uno de los padres de la pintura moderna. El cubismo encontr¨® en alguno de sus consejos la invitaci¨®n a descomponer la realidad f¨ªsica a partir del rigor y la permanencia de las formas geom¨¦tricas. La abstracci¨®n tambi¨¦n se inspir¨® en ¨¦l porque en varias de sus cartas y reflexiones C¨¦zanne habla de la autonom¨ªa de la obra respecto el objeto que pretende reproducir y se refiere a "la sensaci¨®n de color provocada por la luz y que es la causa de la abstracci¨®n". C¨¦zanne ha dejado tras s¨ª, adem¨¢s de su obra como pintor, una abundante correspondencia con personajes como ?mile Zola o ?mile Bernard en la que formula con mucha claridad su ideario, que es el de una gran fidelidad a la naturaleza como origen de las sensaciones.
Ochenta telas sirven para contar los 20 a?os de trabajo en perfecta vecindad entre C¨¦zanne y Pissarro, una de las grandes parejas del movimiento impresionista. En las regiones vecinas a Pontoise y Auvers-sur-Oise los dos pintores se enfrentan a los mismos paisajes. C¨¦zanne tiende a restringir la gama de colores y vac¨ªa el decorado de toda presencia humana; Pissarro est¨¢ atento a las notas que ofrecen la posibilidad de ampliar la variedad de colores e invita muy a menudo a los hombres o a su rastro a asomarse dentro del cuadro. Pero los dos se interesan por el bosque, por los caminos que desaparecen serpenteando o por las casas solitarias y los dos tambi¨¦n no dudan en utilizar la esp¨¢tula para mejor colocar el color. Si se ha dicho que Monet y Sisley son pintores del agua, C¨¦zanne y Pissarro lo son de la tierra, de los ocres, de los verdes sombr¨ªos. "El viejo Pissarro fue un padre para m¨ª. Era un hombre al que hab¨ªa que consultar siempre, algo as¨ª como el buen Dios", dec¨ªa C¨¦zanne de su amigo, al que calificaba de "humilde y colosal". Y es verdad que su ejemplo fue determinante. Se conocieron en 1861, en Par¨ªs, y Pissarro le convenci¨® de que hab¨ªa que pintar "del natural", abandonar el estudio y plantar el caballete en medio del bosque. Y fue tambi¨¦n ¨¦l quien le aconsej¨® que "aclarase" su paleta, que buscase la luz, y le sugiri¨® el regreso al Sur natal, a esa Provenza en la que C¨¦zanne se instalar¨¢ para dejarse fascinar por "un sol tan terrible que parece hacer flotar la silueta de las cosas".
Los casi veinte a?os en los que compartieron "la vida silenciosa" no hacen que las obras de uno y otro se confundan. Eso Pissarro lo explica muy bien cuando dice que "en Pontoise yo influ¨ª a C¨¦zanne pero ¨¦l me influy¨® a m¨ª tambi¨¦n. Y lo curioso no es el parentesco existente entre diversos paisajes -?nos pas¨¢bamos el d¨ªa juntos!- sino el que cada uno sab¨ªa guardar y transmitir lo ¨²nico que cuenta, su sensaci¨®n".
Una vez regresado a su patria chica, C¨¦zanne seguir¨¢ una trayectoria muy personal, que le aleja m¨¢s y m¨¢s del ¨¦xito y del reconocimiento p¨²blico -no es hasta que su marchante, Ambroise Vollard, le organiza una gran exposici¨®n retrospectiva, en 1895, que empieza a cambiar el signo de la opini¨®n- mientras que Pissarro opta por adoptar la t¨¦cnica puntillista de Signac y Seurat. La lejan¨ªa no rompe la amistad ni la admiraci¨®n aunque a C¨¦zanne la nueva orientaci¨®n pissarriana no le satisface. "Si Pissarro hubiese seguido pintando tal y como lo hac¨ªa en 1870 habr¨ªa acabado por ser el mejor de todos nosotros", le confesaba C¨¦zanne a otro pintor, Louis Le Bail. Y ese "nosotros" remite al grupo impresionista, ese mismo grupo al que C¨¦zanne, contradictoriamente, s¨®lo perteneci¨® durante tres exposiciones colectivas para luego abandonar todo deseo de aparecer bajo una etiqueta program¨¢tica. Era un hombre seguro de s¨ª mismo y, tal y como queda dicho, no necesitaba seguir la moda para poder vivir. "S¨¦ que Pissarro tiene una buena opini¨®n de m¨ª y yo la tengo muy buena de m¨ª mismo", le escrib¨ªa a su madre en 1874, para tranquilizarla ante su decisi¨®n de dedicarse en cuerpo y alma a pintar.
Como el azar hace bien las cosas las dos exposiciones se suceden y completan. La de mayor envergadura, por formatos y celebridad de las telas reunidas, puede que sea la parisiense pues en la de Aix todo o casi todo gira alrededor de la monta?a de Sainte Victoire y los paisajes de L'Estaque, esa vecindad con Marsella que el cine de Robert Gu¨¦diguian ha actualizado. La del Museo d'Orsay tiene como comisario nada menos que al nieto de Pissarro, Joachim, conservador del Museo de Arte Moderno de Nueva York, instituci¨®n que, con el museo de Los ?ngeles, coproduce una exposici¨®n que presentar¨¢n a continuaci¨®n.
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