Yo fui El Pera
Entre los 7 y los 11 a?os atracaba bancos y rob¨® centenares de coches. Tras su reinserci¨®n, en los ochenta, ha conseguido vivir de sus pasiones: la velocidad y los autom¨®viles. La pel¨ªcula 'Volando voy' recupera ahora sus a?os salvajes.
Entre los 7 y los 11 a?os atracaba bancos y rob¨® centenares de coches. Tras su reinserci¨®n, en los ochenta, ha conseguido vivir de sus pasiones: la velocidad y los autom¨®viles. La pel¨ªcula 'Volando voy' recupera ahora sus a?os salvajes.
"Albaladejo ha sido un gran notario de esa parte de mi vida"
El Renault 5 Copa Turbo amarillo enfila la Castellana a m¨¢s de 100 kil¨®metros por hora. A su espalda, varios Seat 131 Supermirafiori de la Polic¨ªa Nacional zumban como un enjambre de avispas. El Pera adivina un atasco a la altura del caf¨¦ Gij¨®n. Imposible echar a volar por encima de los edificios. ?Dejarse atrapar? Ni en broma. El Pera piensa tan r¨¢pido como vive. Un volantazo, y el coche amarillo, robado poco antes, invade el bulevar peatonal que fractura en dos los ocho carriles de la Castellana. Pisa el acelerador a fondo y lo lanza durante un kil¨®metro entre madres con beb¨¦s, paseantes ociosos y conductores atascados. Mira atr¨¢s. No hay rastro de la polic¨ªa.
Corre el verano de 1979 y la vida se compone de episodios como ¨¦ste para Juan Carlos Delgado (alias El Pera), l¨ªder de una banda de delincuentes que tiene en jaque a la polic¨ªa del sur de Madrid. Roba coches por decenas y los exprime hasta el final. Da palos en joyer¨ªas y bancos. Cuenta millones de pesetas, que igual que entran, salen. Escapa una y otra vez de los reformatorios. Acaba de cumplir 10 a?os.
Ha llovido mucho desde entonces. Hoy, Juan Carlos conoce el mundo desde habitaciones en hoteles de cinco estrellas gracias a su trabajo como probador de coches. Cena con su amigo Miguel Bos¨¦, recibe llamadas en el m¨®vil de Manuel Fraga o da clases de conducci¨®n evasiva para el Ministerio del Interior. Mucho m¨¢s importante: puede recordar persecuciones como la de la Castellana.
"Cada persona tiene una pel¨ªcula que contar", admite Juan Carlos, de 36 a?os, las manos hundidas en los bolsillos de un anorak que le cubre hasta los ojos. A diferencia de la de casi todo el mundo, la suya ya se ha rodado, y se proyecta en los cines con el t¨ªtulo de Volando voy. Dirigida por Miguel Albaladejo, la cinta se centra en los a?os salvajes de Juan Carlos Delgado, cuya biograf¨ªa se abandona al comienzo del segundo acto, cuando un inesperado giro, en forma de segunda oportunidad, le sac¨® de las calles. De la vida que, como ¨¦l recuerda constantemente, llev¨® al resto de los que viajaban en el Renault 5 Copa Turbo amarillo a la muerte.
La lluvia cae sobre la Ciudad Escuela de los Muchachos (Cemu) en una inc¨®moda ma?ana de diciembre. Para acceder a este complejo educacional (50.000 metros cuadrados en el centro del nuevo Legan¨¦s), en el que conviven 110 muchachos internos con unos 400 alumnos externos, hay que dejar atr¨¢s una se?al de aduana y un mural de estridente tono na¨ªf en el que las gaviotas sobrevuelan un bosque lleno de juguetes. Es la misma puerta que Juan Carlos cruz¨® hace 25 a?os. La que su personaje observa, con el desd¨¦n de un chico de la calle que se las sabe todas, al principio de la pel¨ªcula. ?l lleg¨® con la etiqueta de irrecuperable, rebotado de cuatro reformatorios, con un historial delictivo interminable y de la mano de unos padres desesperados. La Cemu, a medio camino entre un centro de menores y un colegio al uso, era su ¨²ltima opci¨®n.
Al otro lado de la aduana esperaba Alberto Mu?iz, fundador de la ciudad y querido por todos como T¨ªo Alberto: arquitecto de profesi¨®n, escritor, pintor, educador, bi¨®logo y m¨¦dico frustrado. Hizo dinero proyectando edificios durante el boom inmobiliario del desarrollismo y lo invirti¨® en 1969 en esta parcela a las afueras de Legan¨¦s donde hacer realidad su proyecto personal: una ciudad en la que acoger a hu¨¦rfanos, ni?os dif¨ªciles y delincuentes como El Pera. En el que los cr¨ªos se gobernasen a s¨ª mismos y las verjas no superasen en altura la de sus rodillas. "Juan Carlos es probablemente mi logro m¨¢s espectacular", admite T¨ªo Alberto, alto, delgado, con un discurso culto, de otra ¨¦poca, sentado en su "estudio-isla", la casa que se construy¨® como refugio en la Cemu. "A veces lo pienso. ?Cu¨¢ntas muertes habr¨¦ evitado? Cientos, miles?".
Entre fotograf¨ªas de ni?os que han pasado por la ciudad (unos 1.500 en total), libros de pedagog¨ªa, cuadros protagonizados por ¨¢ngeles o bocetos de esculturas que esperan ser materializadas pasa la mayor parte del d¨ªa, ahora que una junta directiva (de la que forma parte El Pera) se encarga de casi todas sus tareas de anta?o. "Cuando lleg¨® Juan Carlos", recuerda, "tra¨ªa una cartera escolar en la que hab¨ªa literalmente una telara?a. No es s¨®lo que no supiese leer, que hubiese que partir de cero, es que estaba a menos de cero. Hab¨ªa vivido mucho, s¨ª, pero por el mal camino. Hab¨ªa que desandarlo".
La senda de Juan Carlos era, m¨¢s que un camino, una carretera que se conduc¨ªa a toda velocidad. Naci¨® como el primog¨¦nito de una familia de clase media-baja de Getafe; de padre alba?il (Juan Francisco, interpretado por Fernando Tejero en la pel¨ªcula) y madre ama de casa (Pepita, cuyo personaje hace Mariola Fuentes). ?nico var¨®n entre cinco hermanas. "Mi primer delito debi¨® de ser robarle el bocata a un compa?ero; de ah¨ª, a birlar alguna cosa en un supermercado, y luego? [se detiene], bueno, el resto". "Mi madre nos llevaba siempre al colegio, ¨¦l esperaba a que se marchase y entonces se daba la vuelta y saltaba la verja para irse con sus amigos", recuerda su hermana Mar¨ªa Jos¨¦, un a?o y medio menor que Juan Carlos y, de siempre, la que m¨¢s unida estuvo a ¨¦l. En las calles de Getafe conoci¨® a los que iban a ser sus compa?eros de correr¨ªas delictivas. Alguien le ense?¨® a hacer un puente. Otro, a fabricar ganz¨²as a partir de una lata de sardinas. Abr¨ªan las puertas de cualquier tipo de coche.
"La primera vez que conduje fue en un descampado de Getafe. Le di un par de vueltas al coche. Pronto qued¨® claro que ten¨ªa un don". Gracias a esa habilidad fuera de lo com¨²n, Juan Carlos pas¨® de ser uno m¨¢s a l¨ªder en una banda en la que algunos de sus miembros le llevaban 15 a?os. El mote le cay¨® m¨¢s o menos en esa ¨¦poca, un d¨ªa en el que rob¨® un abrigo a un chico en el barrio de Salamanca. "Dec¨ªan que con ¨¦l parec¨ªa un ni?o pera", recuerda. Comenzaron los robos en casas, en almacenes de supermercados, en bancos; los atracos en farmacias? Casi siempre con la complicidad de un alto cargo de la polic¨ªa de Getafe, que un d¨ªa los deten¨ªa y al otro les pasaba los detalles para el siguiente golpe. Los escenarios cambiaban, pero nunca el chaval bajito y poco desarrollado para su edad que urd¨ªa los planes y se pon¨ªa al volante. La polic¨ªa del sur de Madrid le conoc¨ªa como "el conductor fantasma". Apenas llegaba a los pedales y s¨®lo ve¨ªa la carretera a trav¨¦s del hueco entre el volante y el salpicadero. "Cuando ve¨ªan un coche que parec¨ªa no tener piloto sab¨ªan que El Pera iba en ¨¦l. Se ataban los machos y se preparaban para la acci¨®n", dice Juan Carlos, todav¨ªa con cierto orgullo. La acci¨®n pod¨ªa consistir, por ejemplo, en una persecuci¨®n a 100 kil¨®metros por hora por los callejones de Toledo o en salir ileso de un coche que recibi¨® 129 impactos de bala en un pol¨ªgono a las afueras de Madrid.
"Mi padre sal¨ªa de madrugada a trabajar de pe¨®n", recuerda su hermana, "y al volver a casa ten¨ªa que ir pr¨¢cticamente todas las tardes a recogerle a la comisar¨ªa". "Por mucho bien que causes', siempre me dicen mis padres, 'nunca vas a hacernos recuperar de todo lo malo que nos hiciste", confiesa Juan Carlos. La pel¨ªcula refleja bien la desesperaci¨®n de unos padres impotentes por un chaval determinado, al que los psic¨®logos tildaban de hiperactivo, con un im¨¢n para los problemas y que acababa cada dos por tres en reformatorios de los que siempre lograba escapar. Hasta que una asistente social habl¨® a la madre de Juan Carlos de la Cemu y de la labor de T¨ªo Alberto. ?Un reformatorio sin vallas, en el que los chicos pod¨ªan marcharse cuando quisieran? Tras cuatro a?os de infierno, cualquier posibilidad merec¨ªa ser probada.
Las cualidades que T¨ªo Alberto (?lex Casanovas en la pel¨ªcula) foment¨® para la transformaci¨®n de El Pera fueron las mismas que, parad¨®jicamente, hab¨ªan impulsado su carrera criminal. Por un lado, su sed de adrenalina, que desde entonces Juan Carlos ha canalizado en la conducci¨®n de coches (como piloto de carreras, primero, y como probador de autom¨®viles, despu¨¦s). Por otro, su capacidad de liderazgo. En el particular sistema de gobierno de la Ciudad de los Muchachos, el jefe de la polic¨ªa y el alcalde son elegidos por los propios ni?os entre sus compa?eros. T¨ªo Alberto le involucr¨® en la comunidad al proponerle como encargado del orden p¨²blico (durante poco m¨¢s de un a?o, que se recuerda como el de mayor cumplimiento de la ley) y como alcalde.
La transformaci¨®n no fue, con todo, inmediata. A veces, Juan Carlos volv¨ªa a ser El Pera. Escapaba, robaba un par de coches y era detenido. Pero cada vez que volv¨ªa a las andadas, la vieja vida le resultaba m¨¢s extra?a. "Lo que termin¨® de convencerle fue correr. Empez¨® con un kart hecho artesanalmente. Y el T¨ªo Alberto le dejaba conducir su Renault 11 como premio. Era, como yo digo, el caramelo", recuerda Mar¨ªa Jos¨¦, que ingres¨® voluntariamente y vivi¨® durante cuatro a?os en la Cemu para acompa?ar a su hermano.
Un d¨ªa, el premio de T¨ªo Alberto consisti¨® en llevarle al circuito del Jarama. Les esperaba Manuel G¨®mez Blanco, hoy periodista especializado en motor, y entonces (1987), manager de Luis P¨¦rez Sala, un piloto a punto de dar el salto a la f¨®rmula 1. "Nos montamos en el coche y empez¨® a correr. Cada vez m¨¢s r¨¢pido y como un loco. Yo le grit¨¦ que parase. Cuando al fin hizo caso me mir¨® sin comprender nada. Le ped¨ª que mirase por el retrovisor. '?Te sigue la polic¨ªa?', le pregunt¨¦. Neg¨® con la cabeza. 'Pues no corras como si as¨ª fuese", recuerda. G¨®mez Blanco, P¨¦rez Sala y su compa?ero el piloto asturiano Luis Villamil le ayudaron a empezar. "Cuando le conoc¨ª", dice Villamil, "pens¨¦ que quer¨ªa subir los pelda?os en la vida de tres en tres. Lo m¨¢s dif¨ªcil era ense?arle a ir despacio. Algo que, aunque no lo parezca, es fundamental en un buen piloto".
El Pera comenz¨® a correr en 1989 en el Campeonato de Espa?a de la Copa Renault Iniciaci¨®n. En 1990 fue subcampe¨®n; al a?o siguiente, lo gan¨®. "Toda la t¨¦cnica de la que carec¨ªa la supl¨ªa con una sobredosis de valor que rayaba en lo temerario", dice Villamil. En 1992 pas¨® a la f¨®rmula Renault, con monoplazas, y dos a?os despu¨¦s colg¨® el casco. "Empec¨¦ demasiado tarde a correr. Corr¨ªa para ganar. Cuando vi que no pod¨ªa ser el mejor lo dej¨¦. Tambi¨¦n fue una cuesti¨®n de dinero. A un cierto nivel necesitas una financiaci¨®n con la que no contaba", se lamenta Juan Carlos.
Aqu¨¦lla no fue su ¨²nica decepci¨®n de la ¨¦poca. En el verano de 1990, la Cemu acab¨® en los peri¨®dicos envuelta en un turbio asunto de pederastia. T¨ªo Alberto fue acusado de 10 delitos de corrupci¨®n de menores y se enfrent¨® a una petici¨®n de 60 a?os de prisi¨®n. La Audiencia Provincial le absolvi¨® al no considerar probado ninguno de los cargos. "Lo recordar¨¦ toda mi vida", admite El Pera. "Fue injusto y precipitado. No entend¨ªan que una persona hiciese una cosa desinteresada. La ciudad est¨¢ recuperada. Al cien por cien", a?ade tajante.
Para entonces, ya hab¨ªa encontrado otra faceta en la que ocupar su personalidad hiperactiva. Antonio D. Olano, escritor y periodista, dirig¨ªa a principios de los noventa el gabinete de prensa del Atl¨¦tico de Madrid. Un d¨ªa, El Pera lleg¨® a su despacho en busca de financiaci¨®n para el Renault con el que compet¨ªa. "Al final no le concedimos patrocinio, pero le ofrec¨ª llevar la secci¨®n de motor de la revista del club". Fue su primer trabajo como periodista. Desde entonces, Juan Carlos colabora continuadamente como especialista en motor (actualmente en una decena de medios, que incluyen Radio Nacional y el diario Marca). Esta actividad, as¨ª como su faceta de probador de coches -"las marcas me buscan para que saque la esencia de los nuevos modelos", explica-, le han permitido mantener el contacto con el mundo del automovilismo, donde todos parecen tener una historia que contar sobre ¨¦l. "Ejerce una enorme fascinaci¨®n en la gente", explica Miguel Albaladejo, "y acaba conociendo a todo el que se propone". Una de las relaciones de amistad m¨¢s difundidas es la que mantiene con Santiago L¨®pez Valdivielso. Se conocieron cuando ¨¦ste era director general de la Guardia Civil, en un premio de f¨®rmula 1 celebrado en Jerez. Al poco, Juan Carlos ten¨ªa una nueva ocupaci¨®n: monitor de conducci¨®n evasiva del Ministerio del Interior. Que el antiguo delincuente diese clases a sus perseguidores hizo gracia a la prensa, que public¨® historias como una de septiembre de 2001, cuando L¨®pez Valdivielso y Juan Carlos participaron juntos en las 24 Horas de Automovilismo de Barcelona.
Por entonces, el director alicantino Miguel Albaladejo estaba inmerso en la promoci¨®n de su ¨²ltima pel¨ªcula, Rencor, mientras trabajaba en el casting de la siguiente, Cachorro. Ley¨® la historia en los peri¨®dicos y reconoci¨® un gran material. El sue?o de un amante de las segundas oportunidades. "En la primera reuni¨®n est¨¢bamos el productor, Fernando Garcill¨¢n; Juan Carlos, Antonio D. Olano [ambos acababan de publicar Yo fui El Pera. De amo de la calle a rey de los circuitos] y yo. Hablaron de dinero estadounidense interesado en la historia. Me da que se estaban dando importancia", cuenta Albaladejo entre risas.
Desechada la primera idea -adaptar el libro-, comenzaron las entrevistas con los implicados y las reuniones con El Pera. "Al principio estaba a la defensiva. Luego empezamos a prescindir de la grabadora, a hablar tomando unas ca?as". Reunido todo el material centr¨® su gui¨®n en los cuatro a?os de delincuencia (que comprimi¨® en dos, por exigencias dram¨¢ticas) y en los primeros compases de la transformaci¨®n.
Las pruebas de selecci¨®n para dar con Borja Navas, el chico que protagoniza el filme, duraron nueve meses. Javier Mori, director de reparto, recorri¨® los colegios del cintur¨®n de Madrid. Borja esperaba en un aula de Alcorc¨®n. "Buscaba un chico un punto chulito, que te pudieses creer al volante de un coche, que te sostiene una mirada de mala hostia. Borja lo ten¨ªa", recuerda Mori.
El Pera de verdad camina entre los edificios de aroma setentero de la Cemu. "Miguel ha sido un gran notario de esa parte de mi vida. Sin morbo ni crueldad, y con respeto". Ense?a la iglesia de la ciudad -que llaman "la catedral del ni?o"-, el Ayuntamiento, la avenida de Gloria Fuertes? Al entrar al comedor, los cr¨ªos chillan su nombre. "?Mira, mira! ?Me estoy comiendo una pera!", dice uno que parece m¨¢s listo que el hambre. A sus 36 a?os, Juan Carlos a¨²n vive aqu¨ª, en un apartamento de la Cemu. "He pasado temporadas fuera", explica. "La ¨²ltima, por una relaci¨®n que termin¨® hace poco. Los edificios de viviendas me deprimen. Aqu¨ª me siento bien y puedo devolver lo que hicieron por m¨ª". Por eso forma parte de la junta directiva y es jefe de prensa y responsable de recursos (un trabajo que consiste en obtener dinero, ordenadores o pantalones gratis para los habitantes de la Cemu). Lo ¨²ltimo ha sido lograr que la recaudaci¨®n del d¨ªa del estreno de Volando voy se destine al centro. Tambi¨¦n quiere hacer un pase especial all¨ª. Al fin y al cabo, ellos son los que mejor saben una historia que llevan cont¨¢ndose 25 a?os los unos a los otros.
'Volando voy' se exhibe en cines de toda Espa?a. El libro, del mismo t¨ªtulo, se publicar¨¢ a finales de enero en GRV Editores.
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