Competitividad econ¨®mica y formaci¨®n continua en Espa?a
Los resultados de la ¨²ltima cumbre europea y la evoluci¨®n del proceso de ratificaci¨®n del tratado, indican la existencia de un conflicto dentro de Europa. Se trata del enfrentamiento -el sano y natural enfrentamiento-, de dos antiguos discursos, en el fondo, tan antiguos como el hombre. En esta ocasi¨®n, dos tomas de posici¨®n acerca de c¨®mo afrontar el cambio ante los retos de la globalizaci¨®n y la entrada en escena de nuevas potencias econ¨®micas. Ahora no vamos a describir o analizar en detalle las oportunidades y amenazas del entorno. Pero, s¨ª cabe decir que cada uno de esos dos posicionamientos, adem¨¢s de constituir un discurso, representan una opci¨®n emocional. Es decir, nuestras decisiones no s¨®lo son fruto de la conveniencia, tambi¨¦n del deseo. M¨¢s a¨²n, como individuos -o como sociedad-, somos seres psicol¨®gicos antes que l¨®gicos, el punto de partida de nuestro discurso no es la l¨®gica sino la emoci¨®n.
Todav¨ªa se concibe la formaci¨®n como un beneficio social. Desde esta perspectiva, ¨¦sta tiende a ser administrada con un criterio pol¨ªtico antes que t¨¦cnico
Pues bien, ?qu¨¦ hay detr¨¢s de los posicionamientos del Reino Unido por un lado y de Francia y Alemania por otro? ?No estaremos cayendo una vez m¨¢s en recrear los primitivos (y no por ello menos nuestros) mecanismos emotivos de la rana que se siente c¨®moda dentro de la cazuela de agua calentada a fuego lento? En este momento hist¨®rico, el hombre sabe m¨¢s de s¨ª mismo que nunca, y no s¨®lo los cient¨ªficos que se dedican a ello. ?Servir¨¢ este conocimiento para optar por la mejor opci¨®n de supervivencia a largo plazo? ?Seremos capaces de saltar fuera del agua? Tony Blair tiene raz¨®n, es una cuesti¨®n de liderazgo, necesitamos pol¨ªticos pragm¨¢ticos que lo vean claro y sean capaces de encauzar el cambio. La mala noticia para ellos es que no se puede ir uno de rositas. Tarde o temprano toca hacer de bruja, y luego, con mayor perspectiva, el pueblo o la historia volver¨¢ a juzgar si se ten¨ªa raz¨®n.
Las organizaciones y las sociedades pueden cuantificar su valor en t¨¦rminos de facturaci¨®n o PIB, por ejemplo. Pero es obvio que detr¨¢s de los resultados tangibles hay algo que los sustenta, una porci¨®n mucho mayor de valor. Se trata del mal denominado activo intangible, ni m¨¢s ni menos que la parte oculta del iceberg. Ante esta situaci¨®n podemos decidir poner "pa?os fr¨ªos" en la superficie o abandonar nuestra zona de confort para sumergirnos en agua helada buscando soluciones que vayan al origen de lo que nos mantiene a flote. Porque en Europa ya no es sostenible un modelo de gasto sino de inversi¨®n; y cuanto antes actuemos, tanto mejor. Sin embargo, los pol¨ªticos europeos deber¨¢n demostrar capacidad de liderazgo porque nunca es f¨¢cil convencer a los dem¨¢s de la necesidad de cambiar, y menos todav¨ªa a los que m¨¢s lo necesitan.
?Y Espa?a d¨®nde est¨¢ dentro de este panorama? Desde el momento en que se ponen en marcha importantes iniciativas de inversi¨®n en I+D+i, Espa?a parece saber que debe orientar su actividad econ¨®mica hacia la mayor eficiencia. Pero parad¨®jicamente, tambi¨¦n parece lejos del Reino Unido en Bruselas. Tarde o temprano, tendr¨¢ que rectificar porque ¨¦sta es una posici¨®n contradictoria. Ahora bien, tendremos que aprender a medir y valorar nuestros "intangibles" para convencernos de la rentabilidad de los nuevos planes de inversi¨®n. Algo que hacemos poco, y en lo cual los anglosajones vuelven a sacarnos ventaja.
En el plano de la econom¨ªa local, son muchos los retos de liderazgo que todav¨ªa debe afrontar nuestro Gobierno. Todos se sit¨²an en el contexto anteriormente descrito. Por ejemplo, se oye hablar acerca de la importancia del desarrollo de nuevos m¨¦todos de trabajo en las pymes, la modernizaci¨®n de la Administraci¨®n, la difusi¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas, la mejora de la educaci¨®n... No obstante, apenas se escuchan voces que alerten sobre la concepci¨®n que todav¨ªa tenemos de la formaci¨®n continua, y el consiguiente modelo de financiaci¨®n asociado. Ciertamente, en los ¨²ltimos tiempos se han producido cambios. Estos se concretan en una lenta y re?ida transici¨®n de la Forcem a la Fundaci¨®n Estatal para la Formaci¨®n en el Empleo, pasando por la actual Fundaci¨®n Tripartita para la Formaci¨®n en el Empleo. En este proceso, el Estado ha adquirido mayor protagonismo en la gesti¨®n, se transfieren funciones a las comunidades aut¨®nomas, y con escaso ¨¦xito se procura facilitar la gesti¨®n administrativa de las ayudas y el acceso de las pymes a la formaci¨®n.
Sin embargo, nunca se cuestiona la propia concepci¨®n de la formaci¨®n, a pesar de su potencial contribuci¨®n a la anhelada innovaci¨®n. ?sta no ha variado ni parece que vaya a variar. El debate se centra exclusivamente en la forma de administrar los recursos, antes que en el fondo del modelo imperante. Un modelo cuestionado, con el cual las propias organizaciones receptoras de formaci¨®n no est¨¢n satisfechas. No hay duda, nuestra legislaci¨®n podr¨ªa hacer mucho m¨¢s de lo que hace por aprovechar las inversiones que conllevan la puesta en pr¨¢ctica de iniciativas de formaci¨®n. Es decir, la regulaci¨®n del subsistema de formaci¨®n continua (RD 1046/2003 entre otras regulaciones complementarias) lleva a invertir los fondos de un modo inadecuado. Haciendo un esfuerzo de s¨ªntesis, n¨®tese que hablamos de inadecuaci¨®n como estadio previo al de ineficiencia, por los siguientes motivos:
- Se parte de un modelo conceptual obsoleto de la formaci¨®n en las organizaciones.
- Una pr¨¢ctica de la formaci¨®n en las organizaciones desvinculada de los resultados.
En cuanto a lo primero, cabe decir que todav¨ªa se concibe la formaci¨®n como un beneficio social. Desde esta perspectiva, ¨¦sta tiende a ser administrada con un criterio pol¨ªtico antes que t¨¦cnico. Como consecuencia, algo que podr¨ªa considerarse una inversi¨®n, se convierte en gasto. De hecho, existe cierto divorcio entre la literatura especializada en formaci¨®n y las regulaciones sobre la materia que podemos leer en el BOE. Donde por ejemplo, no se potencia la definici¨®n operativa de necesidades de formaci¨®n, ni el compromiso con los resultados. Este esquema mental tiende a perpetuarse porque los agentes sociales encuentran en la formaci¨®n un ¨¢rea de confluencia (?o confort?). Por una parte, los trabajadores demandan formaci¨®n en su propio beneficio, conviene estar preparados para el futuro. Por otra, los empresarios asumen que la formaci¨®n es buena en s¨ª misma, realizando concesiones en esta materia, y evitando concesiones en otras cuestiones consideradas m¨¢s importantes. En cuanto al segundo factor, la pr¨¢ctica de la formaci¨®n, todav¨ªa se caracteriza por procurar el acopio de conocimientos antes que de habilidades o saber hacer. Ello lleva a sus gestores a centrarse en los temarios y en el impacto percibido del instructor, antes que a discutir objetivos y medios de comprobaci¨®n. Por su parte, los dise?adores -con algunas excepciones-, restringen las posibilidades del aprendizaje, concibiendo programas que en su mayor¨ªa no contemplan otras opciones que la formaci¨®n en aula u on-line. Finalmente, los formadores, evaluados por un cuestionario de satisfacci¨®n (denominado en las referidas regulaciones "de Evaluaci¨®n de la Calidad"), procuran seducir a los formados con sus dotes comunicativas, eludiendo con frecuencia la comunicaci¨®n sincera con los participantes.
Sin llegar a cuestionar la necesaria implicaci¨®n de los agentes sociales, ?merece la pena continuar con este modo de proceder? Como alternativa, los hechos m¨¢s que las declaraciones, deber¨ªan considerar la formaci¨®n como un factor estrat¨¦gico para mantener e incrementar nuestra competitividad en la econom¨ªa global. La gesti¨®n del conocimiento de las organizaciones y su capital humano, debe convertirse en algo m¨¢s concreto, es decir, menos intangible. Se trata de una de las claves del futuro econ¨®mico de nuestra sociedad, y en particular de nuestro pa¨ªs. Pero, ?qu¨¦ puede hacer el Gobierno para dar un mayor sentido a la inversi¨®n en formaci¨®n continua? Es necesario que desde la legislaci¨®n se potencie la profesionalidad y el resultado. Disponemos de modelos te¨®ricos y experiencias que lo hacen posible. Una vez m¨¢s los remedios est¨¢n ah¨ª, el verdadero reto consiste en aplicarlos cambiando la inercia de los actores.
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