Batasuna, el BEC y la ley
Entrevistado acerca de la ola de violencia y vandalismo que ha invadido la periferia de las grandes ciudades de Francia, el fil¨®sofo franc¨¦s Michel Maffesoli declaraba recientemente que "no sirve de nada evacuar completamente la violencia, sino que, al contrario, hay que encontrar los medios para 'homeopatizarla". En opini¨®n del autor de El tiempo de las tribus (1988), la sociedad francesa ha perdido la capacidad de ritualizar y canalizar la violencia; as¨ª, la oleada actual ser¨ªa la expresi¨®n del fracaso del proyecto moderno de crear sociedades "as¨¦pticas", limpias de violencia y fealdad, mediante la aplicaci¨®n de la ley y de los llamados valores republicanos.
El an¨¢lisis de Maffesoli, m¨¢s antropol¨®gico que jur¨ªdico, resulta sin duda revelador y sugerente al poner de relieve la relaci¨®n equ¨ªvoca entre el contenido de las leyes y la manera en que ¨¦stas son interiorizadas por la sociedad. La actitud de la sociedad vasca respecto a ETA y la del Gobierno vasco ante la ilegalizaci¨®n de Batasuna pueden analizarse tambi¨¦n desde este punto de vista. En la entrevista, Maffesoli afirmaba que "en toda la cuenca mediterr¨¢nea existe la tradici¨®n de saber ritualizar la violencia". En efecto, la tradici¨®n pirot¨¦cnica en el Levante espa?ol, las carreras nocturnas con el toro de fuego en las fiestas vascas y la utilizaci¨®n del fuego y la sangre por grupos de teatro como La Fura dels Baus y Els Comediants constituyen una destilaci¨®n de esos mecanismos de ritualizaci¨®n de la violencia.
"Un Gobierno es un Gobierno y su funci¨®n es aplicar la ley, le guste o no su contenido"
Sin embargo, la otra cara de esta tradici¨®n la representa una aceptaci¨®n relativa del imperio de la ley. La reciente entrada en vigor de la ley antitabaco demuestra la actitud desafiante y p¨ªcara hacia la ley que encontramos todav¨ªa en los universos mediterr¨¢neos y latinos en los que Espa?a se ubica. Por lo general, los espa?oles est¨¢n respetando la ley. Pero fue en el debate previo, en las conversaciones callejeras y en las discusiones en familia, donde las serias dudas, incluso el desaf¨ªo, hacia la ley de la ministra Salgado dejaban transpirar un poso fuenteovejunesco de resistencia frente a la ley. Si nos acercamos a otros universos culturales, la ciudad de Nueva York por ejemplo, la prohibici¨®n de fumar en lugares p¨²blicos fue recibida y acatada al son de una de las sentencias preferidas en la sociedad estadounidense: "?Es la ley!" All¨ª, la antropolog¨ªa dice que las leyes se cumplen, y los ciudadanos se enorgullecen de aplicarlas y hacerlas aplicar.
Ante la violencia terrorista de ETA, esta tensi¨®n entre antropolog¨ªa y derecho ha sido encauzada mediante dos procesos paralelos mutuamente necesarios. Por un lado, la violencia de ETA ha sido homeopatizada, es decir, interiorizada neutralizando el impacto de sus efectos m¨¢s perversos, por una parte sustancial del cuerpo social vasco mediante una serie de narrativas de exorcismo del terrorismo de ETA. Durante cuatro d¨¦cadas, ¨¦ste ha sido explicado como una expresi¨®n inevitable del "conflicto vasco", como una fatalidad ajena a la bondad natural de los vascos impuesta por aquellos que se negaban a ir a "la ra¨ªz de la cuesti¨®n", como algo, finalmente, que nada ten¨ªa que ver con el imperio de la ley y el respeto a unas normas m¨ªnimas. La violencia de ETA era insertada, explicada, y en realidad absuelta, en un ritual cotidiano seg¨²n el cual quemar un autob¨²s con pasajeros dentro era una travesura de "los chicos de la gasolina", y la persecuci¨®n y acoso a pol¨ªticos, empresarios, periodistas y jueces, una respuesta exagerada y lamentable, aunque comprensible, dadas las veleidades antinacionalistas de los perseguidos.
Al mismo tiempo, la aplicaci¨®n de la ley era puesta en cuesti¨®n cada vez que el Estado de Derecho dejaba caer su peso sobre ETA. No cabe duda de que la justicia espa?ola ha cometido errores y excesos, como se encargan de denunciar desde hace a?os grupos como Gesto por la Paz y Amnist¨ªa Internacional (caso Egunkaria, asimilaci¨®n de toda violencia urbana a actos de terrorismo en la Audiencia Nacional, etc¨¦tera). Pero criticar la detenci¨®n de comandos o despreciar la idea misma de una actuaci¨®n contundente del Estado de Derecho bajo la etiqueta despectiva de "v¨ªa policial", como ha hecho durante a?os un sector del nacionalismo y del Gobierno vasco, ha agravado la indefensi¨®n de las v¨ªctimas potenciales de ETA mientras calmaba la conciencia de los espectadores "del conflicto".
Estos dos mecanismos han creado el equilibrio homeop¨¢tico que explica que la sociedad vasca haya sido capaz de digerir casi mil asesinatos, al mismo tiempo que sus sectores m¨¢s concienciados viv¨ªan permanentemente movilizados contra ETA, y que el nacionalismo vasco haya podido gobernar sin pagar precio pol¨ªtico alguno por la persistencia del terrorismo. Ahora, la eficacia del cerco policial y judicial a ETA y la ilegalizaci¨®n de Batasuna han roto este equilibrio. La ilegalizaci¨®n, no ya de la ideolog¨ªa, sino de la infraestructura pol¨ªtica de la izquierda abertzale por su identidad operativa con los fines de ETA, obliga al Gobierno vasco a tomar partido.
Todo individuo tiene derecho a oponerse a la ilegalizaci¨®n, pero un Gobierno es un Gobierno y su funci¨®n es aplicar la ley, le guste o no su contenido. Batasuna es una organizaci¨®n ilegalizada por ser un elemento necesario en la actividad asesina del m¨¢s grave de los conflictos vascos: ETA. Mientras los ciudadanos sin conexiones con ETA que defienden las tesis pol¨ªticas de la izquierda abertzale deber¨ªan ser capaces de seguir haci¨¦ndolo, ser¨ªa un esc¨¢ndalo que lo hicieran a pleno sol, en el centro de congresos m¨¢s grande de Euskadi, convocados por una organizaci¨®n ilegal que ha participado en el asesinato de cientos de personas. El pr¨®ximo d¨ªa 21, ante la posible celebraci¨®n de una asamblea de Batasuna en el BEC, el Gobierno Vasco se ver¨¢ obligado a elegir entre antropolog¨ªa y derecho, o lo que es lo mismo, entre seguir homeopatizando una violencia de ETA que a¨²n no ha desaparecido o combatirla para que desaparezca.
Borja Bergareche es abogado.
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