A discreci¨®n
En una carta al director dirigida a este diario y titulada ?D¨®nde est¨¢ la ley?, un ciudadano donostiarra nos refer¨ªa hace unos d¨ªas su experiencia en un restaurante de la costa vasca donde, despu¨¦s de promulgada la ley antitabaco, se encontr¨® con que algunos clientes y el propio cocinero del establecimiento actuaban como si esa norma no hubiera llegado hasta all¨ª o no fuera con ellos. Relaciono ese sucedido con las declaraciones que hizo, unos d¨ªas antes de la entrada en vigor de la ley, el secretario general de la Federaci¨®n de Hosteler¨ªa del Pa¨ªs Vasco y que cito seg¨²n fueron recogidas en prensa: "Nos consideramos legitimados para buscar la obstrucci¨®n de la aplicaci¨®n de la ley". El sector hostelero tratar¨¢ de "buscar cualquier resquicio de la ley para luego eludirla", aunque "no podemos aconsejar desobediencia empresarial, porque ser¨ªa un delito". El mismo responsable afirm¨® tambi¨¦n que "en este pa¨ªs hay muchas leyes que no se cumplen".
Son s¨®lo dos, pero en Euskadi podr¨ªamos encontrar much¨ªsimos m¨¢s ejemplos de actitudes sueltas o relajadas frente a las normas, por no decir directamente desafiantes. Ejemplos cuyo origen creo que hay que buscar en las cumbres pol¨ªticas. Los vascos llevamos much¨ªsimo tiempo viviendo en una especie de teor¨ªa de la relatividad jur¨ªdica, o, si se prefiere, en una especie de estado de exenci¨®n de las interpretaciones comunes y corrientes de la legalidad o de la legitimidad institucional. Preconizados desde arriba. A nosotros, el nacionalismo gobernante nos tiene acostumbrados al "depende" en la aceptaci¨®n o el respeto de leyes, disposiciones parlamentarias o decisiones judiciales que emanan del marco jur¨ªdico general. Aqu¨ª llevamos a?os escuchando a dirigentes de los partidos de Gobierno frases del tipo: "lo que diga tal c¨®digo no nos importa"; "esto lo haremos quieran o no quieran" -aunque en la pr¨¢ctica signifique "caiga quien caiga"-; "a nosotros eso [ley, resoluci¨®n o sentencia] no nos afecta, aqu¨ª dispondremos por nuestra cuenta". Es decir, llevamos a?os viendo c¨®mo se alientan p¨²blicamente la sospecha institucional y un dependismo jur¨ªdico que coloca al lado de muchas normas comunes el cartel de "esto habr¨¢ que verlo...o ya se ver¨¢ seg¨²n convenga".
Por no hablar de otras interpretaciones, asimilaciones y confusionismos igualmente terribles para la normalidad y la pedagog¨ªa democr¨¢ticas. Y ah¨ª quer¨ªa yo llegar, a la pregunta de qu¨¦ porvenir pol¨ªtico-convivencial le espera a nuestra sociedad -sea cual sea su dise?o-, qu¨¦ tranquilidad de principios o valores tendremos, si hoy quienes nos gobiernan dicen, y, por lo tanto, siembran, que aspirar a la alternancia en el poder es, por ejemplo, "meter el morro en las instituciones vascas", o si, como acaba de hacer I?igo Urkullu, colocan en un plano horizontal, equivalente, a ETA con "otras organizaciones armadas, como el Ej¨¦rcito espa?ol" (sic).
La antipedagog¨ªa democr¨¢tica que cabe en esas afirmaciones y confusiones, o en esos desplantes dependistas de la legalidad, es infinita. Y parece mentira que quienes nos gobiernan sigan jugando con ese fuego asolador de convivencias y garant¨ªas, que sigan sin entender o sin traducir a la l¨®gica de sus propios intereses que deslegitimar a la oposici¨®n es tambi¨¦n deslegitimarse, que desprestigiar a una instituci¨®n es poner en entredicho y en la cuerda floja a todas las dem¨¢s, que considerarse excluido o exento de la aplicaci¨®n de una norma, abre el grifo para otros desacatos invivibles. Y que ese r¨ªo revuelto que alientan hoy para aprovechar la pesca, no va amansarse ma?ana ni de un plumazo ni por decreto aut¨®nomo, asociado, federado o insular. Que quien asiste -desde ni?o o desde siempre- al desaf¨ªo del marco com¨²n, al "depende" en el respeto institucional o legal, y a la confusi¨®n demencial entre v¨ªctimas y verdugos puede acabar asumiendo que lo normal-normalizado es arrancar los carteles electorales de los otros (o much¨ªsimo peor), fumar donde apetece, y saltarse las reglas y otros "sem¨¢foros" a discreci¨®n.
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