Con uve min¨²scula
En aquel bistrot cerca de Montparnasse fumaba todo el mundo, hasta la cajera. Un esc¨¢ndalo. El camarero que me sirvi¨® mi Sancerre lo coment¨® con guasa: "?Fume, hombre! ?Usted no fuma? Ya, claro, en Espa?a no dejan fumar en los bares. Y he o¨ªdo que dentro de poco no dejar¨¢n tampoco beber alcohol. Luego no se podr¨¢...". Le interrump¨ª con un gru?ido poco amistoso, suavizado por un trago del conciliador Sancerre: "?a suffit! Mire, vengo de ver la exposici¨®n sobre la melancol¨ªa en el Grand Palais y no quiero morir de sobredosis". El ir¨®nico se encogi¨® de hombros, pas¨® un pa?o por el mostrador con una sonrisita de superioridad y me dej¨® tranquilo.
La primera definici¨®n conocida de la melancol¨ªa se encuentra en los Aforismos de Hip¨®crates: "Si el temor y la tristeza duran mucho, tal estado es melanc¨®lico". En realidad, la m¨¢s evidente experiencia melanc¨®lica que proporciona la curiosa exposici¨®n organizada por Jean Clair es su propio ¨¦xito de p¨²blico: nada fomenta m¨¢s la combinaci¨®n de temor y tristeza que verse encerrado durante un par de horas en un espacio reducido con un n¨²mero demasiado alto de contempor¨¢neos. En cuanto a la muestra en s¨ª, poco se saca en claro salvo que apoyar la cabeza en la mano es una se?al externa de aced¨ªa desde hace por lo menos veinticinco siglos. Mala fama que tienen los pensativos... Quiz¨¢ la literatura y sin duda la m¨²sica se prestan m¨¢s a representar ese estado dulcemente negro de ¨¢nimo que la imagen, salvo en el caso de puntuales obras maestras como alg¨²n cuadro de Kaspar Friedrich o el admirable New York Movie de Edward Hopper. Y Goya, por supuesto. Su famoso retrato de Jovellanos, exhibido en el Grand Palais, aporta un suplemento de melancol¨ªa "s¨®lo para espa?oles", puesto que se trata de nuestro mayor ilustrado... ?Y no imagino efigies de Voltaire o Diderot como prototipos de este estado de ¨¢nimo! Que la ilustraci¨®n local padezca tal agobio de temor y tristeza debe ser una especialidad espa?ola, como el gazpacho. Es l¨¢stima tambi¨¦n que no haya lugar para pel¨ªculas en la exposici¨®n: ?hay mejor manifiesto melanc¨®lico que Fresas salvajes, el film de Bergman escogido por Garci para concluir su benem¨¦rito programa cinematogr¨¢fico en TVE?
Un punto interesante son los remedios para paliar la melancol¨ªa. La exposici¨®n presenta uno de ellos, la m¨²sica (?David tocando frente a Sa¨²l!), que es un ant¨ªdoto ambiguo porque a veces act¨²a como acicate (el cuadro de la joven escuchando tocar Schumann). Despu¨¦s debemos considerar, por supuesto, al vino. En su estudio cl¨¢sico sobre el tema, Burton cita la opini¨®n de Rhaz¨¦s, para quien el vino es el mejor tratamiento de esa dolencia: "Quien puede encontrar compa?¨ªa para beber ya no tiene necesidad de otros medicamentos". Omar Jay¨¢n opinaba lo mismo y Avicena, en su Canon de la medicina, recomienda a quienes se ven turbados por la melancol¨ªa no s¨®lo beber, sino emborracharse francamente de vez en cuando. Ya no es f¨¢cil encontrar m¨¦dicos tan sabios. Tambi¨¦n el austero S¨¦neca da igual consejo a un corresponsal trist¨®n, e incluso habla de "sobria ebrietas", lo cual hoy suena casi subversivo. En la exposici¨®n del Grand Palais no encontr¨¦ ninguna imagen de fumador y, sin embargo, el humo del tabaco (por no hablar de sus hermanos mayores, el opio y el c¨¢?amo) constituye un f¨¢rmaco reputado contra la aced¨ªa. En la pintura holandesa del Siglo de Oro -la de Pieter Codde, por ejemplo- es frecuente el fumador de pipa con la cabeza apoyada en la mano y los ojos perdidos en el infinito, seg¨²n mandan los c¨¢nones..., o al menos fijos en una moza que trajina en el fog¨®n. A nosotros fue Sarita Montiel quien nos ense?¨® a fumar para no consumir demasiado deprisa la vida..., porque eso es la melancol¨ªa, la vida que vemos consumirse. Claro que era dif¨ªcil encontrar fumadores en esta muestra, puesto que en el cat¨¢logo de la dedicada a Sartre le borraron el eterno cigarrillo de la mano.
En Espa?a, para combatir la melancol¨ªa, pronto s¨®lo tendremos los programas humor¨ªsticos de televisi¨®n -tan abundantes y divertidos, ellos- o el Prozac. Es lo m¨¢s sano y lo m¨¢s moderno. A m¨ª la prohibici¨®n de fumar en los lugares de trabajo no me afecta demasiado porque hace tiempo que tom¨¦ la precauci¨®n de trabajar en casa y, adem¨¢s, me parece muy bien evitar molestias a los no fumadores con quienes convivo, pero estoy en contra de las mentiras truculentas: no es cierto que fumar mate, aunque seguramente fumar mucho es perjudicial para la salud (tampoco creo que los huevos con bacon maten, aunque tomarlos para desayunar, comer y cenar no beneficia al h¨ªgado) y desde luego deba haber habido tantos muertos entre los fumadores pasivos como entre quienes padecen la estridencia del tocadiscos de su desconsiderado vecino. Pero en cualquier caso, m¨¢s all¨¢ del perjuicio a terceros, no s¨¦ por qu¨¦ el Gobierno debe inmiscuirse en la regulaci¨®n de los vicios. Salvo que comparta la opini¨®n del l¨ªder de la revoluci¨®n iran¨ª, que acaba de declarar que "los derechos humanos desembocan en la inmoralidad". En las actuales normativas contra los fumadores, sin embargo, coincidir¨¢n siempre las izquierdas y las derechas. Los gobiernos de izquierda hablan del enorme gasto p¨²blico que causan los damnificados por el abuso del tabaco. Oy¨¦ndoles, parece que el dinero del Estado debe ser guardado para usos mejores que la satisfacci¨®n de los ciudadanos, caprichosos como son. Y eso que con el pago de impuestos sobre el tabaco, los fumadores costeamos buena parte de la sanidad p¨²blica... La derecha, por su parte, no puede negarse a prohibir una fuente de placer, sobre todo cuando es un placer popular y al alcance de todos. ?Si al menos se tratase de un gozo exquisito y minoritario, como tomar caviar o poseer un yate! Su ¨²nica duda estriba en si esta nueva inquisici¨®n perjudicar¨¢ la marcha de ciertos negocios...
Animosa, la ministra de Sanidad dice que se est¨¢n planteando una ley semejante, pero contra el alcohol. Lo ¨²nico que les retrasa de momento es que a¨²n no han completado los adecuados estudios cient¨ªficos sobre los perjuicios de esa droga para el ser humano. Es dif¨ªcil imaginar qu¨¦ semejanza puede haber entre la ley antifumadores y la antibebedores, salvo que se admita la existencia de bebedores pasivos que acaban cirr¨®ticos s¨®lo con ver trasegar a sus vecinos. Pero seguro que ya hay alguna estad¨ªstica de la OMS que apoya este criterio. En lo tocante a los efectos nocivos del alcohol, ah¨ª s¨ª que puedo ser de alguna utilidad a la ministra, porque desde hace a?os realizo frecuentes experimentos no carentes de riesgo personal con esa sustancia. Es decir, no propiamente con alcohol -que nunca lo he probado m¨¢s que en usos externos-, sino con vinos y li
-cores. Me pongo a su disposici¨®n para lo que mande. En cualquier caso, lo primero que resulta obvio es que no debe ser un veneno muy patente porque nunca se ha prohibido ingerir sustancias venenosas: no hay leyes contra beber lej¨ªa o ¨¢cido pr¨²sico, sin ir m¨¢s lejos. O sea, que s¨®lo se puede decretar que es indeseable lo que muchos desean, no lo que no quiere nadie. De nuevo se perseguir¨¢ el uso en nombre del abuso, como en el caso del tabaco. Por cierto, ya que estamos hablando de lo mucho que mata la droga, aprovecho para felicitar al Dr. Albert Hoffman por sus primeros cien a?os bien llevados... Pero resulta chocante que en estos casos los partidarios del respeto a las diferencias culturales se tomen un respiro: ?o acaso no hay una cultura del tabaco y una cultura del vino? Aqu¨ª se acabaron las contemplaciones multiculturales, por lo visto. La civilizaci¨®n de la salud no hace alianzas, s¨®lo prisioneros o esclavos...
Lo peor de todo, a mi vicioso entender, es el airecillo virtuoso que rodea la proclamaci¨®n ufana de estas medidas. Tal como se?al¨® Chesterton: "Si hay algo peor que el debilitamiento moderno de los grandes principios morales es el reforzamiento de los peque?os principios morales". En efecto, nuestra sociedad se va haciendo cada vez m¨¢s virtuosa, pero con una uve cada vez m¨¢s min¨²scula. Tambi¨¦n en franc¨¦s existe la expresi¨®n "petite vertu", aunque se emplea para designar amables comportamientos de damas deliciosas: nada que ver, claro, con nuestras ministras. Y de este modo, sin remedio, regreso a la melancol¨ªa...
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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