Sociedad de personas, no de tecnolog¨ªas
La brecha digital de g¨¦nero existe: en Espa?a nueve puntos separan a hombres y mujeres en el uso de Internet. Pero la tecnolog¨ªa no es discriminatoria. Es la voluntad humana. No basta con que las escuelas tengan un ordenador por cada dos ni?os; hay que cambiar la cultura de la tecnolog¨ªa. Cuando se habla de Internet y la sociedad de la informaci¨®n se eval¨²a el n¨²mero de ordenadores por cada 100 habitantes o el porcentaje de la poblaci¨®n que usa Internet y compra por este medio. Se olvida, sin embargo, la variedad, las diferencias y las desigualdades existentes. Quienes se comunican son personas que usan la tecnolog¨ªa para informarse, para trabajar, para contactar con amigos y familiares o para comprar. Lo realmente importante es qu¨¦ hace la gente, c¨®mo lo hace y si sabe hacerlo bien.
En las escuelas de ingenier¨ªa e inform¨¢tica, se considera intrusas a las chicas que no muestran la misma pasi¨®n inform¨¢tica que muchos chicos
Con datos de Eurostat para 2004, en la Uni¨®n Europea de 15 miembros la diferencia de acceso entre hombres y mujeres es de 10 puntos
Un buen ejemplo de lo anterior son las diferencias entre hombres y mujeres en el uso de las tecnolog¨ªas. Se dice que los hombres son m¨¢s cacharreros y las mujeres m¨¢s pr¨¢cticas. Es cierto que la mayor¨ªa de los hombres se enamoran de la tecnolog¨ªa, les gusta jugar con el ordenador y navegar por las p¨¢ginas de Internet, compran todas las novedades en aparatos y se apresuran a conseguir las ¨²ltimas versiones de los programas. Muchos est¨¢n realmente enganchados, lo que a veces se interpreta como que la tecnolog¨ªa es cosa de hombres. Las mujeres, con frecuencia, son consideradas tecnof¨®bicas, ya que la mayor¨ªa no se sienten tan fascinadas por la tecnolog¨ªa y la miran con cierta distancia: lo que quieren es una herramienta que funcione bien, les ofrezca informaci¨®n ¨²til y no les d¨¦ problemas.
Estos estereotipos no se sustentan en diferencias naturales entre uno y otro sexo, sino que son resultado de la discriminaci¨®n que se construye d¨ªa a d¨ªa en la familia, en la escuela, en los medios de comunicaci¨®n. Desde peque?as, se educa a las ni?as para cuidar de los dem¨¢s, mientras que a los ni?os se les motiva a jugar y a explorar el mundo. Las familias todav¨ªa dan m¨¢s importancia a la formaci¨®n tecnol¨®gica de los hijos frente a las hijas, a las que se orienta hacia carreras y profesiones alejadas de la ciencia y la tecnolog¨ªa. Los personajes masculinos y femeninos que aparecen en los textos escolares, los juegos de ordenador o las series de televisi¨®n suelen responder a los estereotipos m¨¢s arriba mencionados.
Lo anterior se refleja en tasas de acceso a Internet m¨¢s bajas en el caso de las mujeres que de los hombres. Con datos de Eurostat para 2004, en la Uni¨®n Europea de 15 miembros la diferencia de acceso entre hombres y mujeres es de 10 puntos (el 46% de los hombres acceden a Internet desde su hogar, frente al 36% de las mujeres). Espa?a se sit¨²a en los puestos de cola, aunque no en el ¨²ltimo lugar, con el 27% de las mujeres y el 36% de los hombres.
La discriminaci¨®n tambi¨¦n se manifiesta en otros ¨¢mbitos de la tecnolog¨ªa. En la Espa?a de hoy, hay tantas mujeres como hombres con un t¨ªtulo universitario. A pesar de ello, encuentran empleos subordinados desde el punto de vista tecnol¨®gico y se concentran en los servicios intensivos en conocimiento (representan casi el 60% de los empleados en educaci¨®n, salud y servicios sociales). Por el contrario, su presencia es todav¨ªa muy escasa en las actividades de alta tecnolog¨ªa (25%), en la que existen barreras culturales a la entrada y permanencia de las mujeres. Estas barreras se han transferido a las profesiones de redes y de Internet.
En las escuelas de ingenier¨ªa e inform¨¢tica, en las aulas de inform¨¢tica de universidades y colegios, se considera intrusas a las chicas que no muestran la misma pasi¨®n inform¨¢tica y navegadora que muchos chicos. Esto tiene como consecuencia que las chicas se matriculen en las carreras de inform¨¢tica en porcentajes m¨¢s bajos que los chicos. Las universidades tecnol¨®gicas m¨¢s prestigiosas del mundo, como Carnegie Mellon o el MIT, conscientes de que esto es un problema importante, desarrollan programas de investigaci¨®n que tienen como objetivo atraer m¨¢s mujeres a sus aulas y reducir la tasa de abandono femenino [Margolis, J. y Fisher, A., (2002): Unlocking the Clubhouse. Women in Computing, MIT Press, Cambridge.]
Sus principales conclusiones resultan sorprendentes: el t¨ªpico empoll¨®n colgado todo el d¨ªa del ordenador, al que s¨®lo interesan los programas y lo que ocurre en Internet, no siempre ser¨¢ el inform¨¢tico m¨¢s imaginativo o el m¨¢s eficiente, s¨®lo es el m¨¢s adicto; para la mayor¨ªa de las chicas, este estilo de conducta no resulta atractivo como modelo a imitar; ellas (y tambi¨¦n cada vez m¨¢s chicos) se interesan m¨¢s por la tecnolog¨ªa como herramienta para resolver problemas reales, como la salud, la educaci¨®n o el bienestar social.
Muchas mujeres se preguntan si Internet acabar¨¢ con el patriarcado; si contribuye a la inclusi¨®n de las mujeres o constituye una nueva fuente de desigualdad. Para responder a esta pregunta es importante tener claro que la tecnolog¨ªa no es discriminatoria si la voluntad humana no lo es. El problema es que las diferencias sociales y econ¨®micas existentes pueden hacerse m¨¢s intensas en la sociedad de la informaci¨®n. Internet est¨¢ a nuestro alrededor, pero s¨®lo el 12% de la poblaci¨®n mundial tiene acceso a la red y de ellos s¨®lo el 1% accede con una conexi¨®n de banda ancha. Esta brecha digital se mezcla con otras l¨ªneas de exclusi¨®n, como sexo, edad o estudios. Las l¨ªneas de divisi¨®n digital est¨¢n relacionadas con los conocimientos, con la experiencia, pero tambi¨¦n con las barreras culturales.
Internet ha llegado para quedarse y es injusto que su uso se limite a una parte de la poblaci¨®n. Adem¨¢s, Internet est¨¢ en permanente cambio y una de sus ventajas es que cada colectivo social que participa se comporta a su aire, de manera que si empez¨® siendo una red de cient¨ªficos y militares para Defensa, hoy es una herramienta que se utiliza sobre todo para comunicarse, aunque tambi¨¦n para vender productos y servicios y para defender derechos; entre otros, los derechos de las mujeres.
Lo importante no es acabar con las diferencias entre hombres y mujeres a la hora de utilizar Internet, sino eliminar la discriminaci¨®n. El objetivo no es que las mujeres se comporten como los hombres, pero tampoco podemos conformarnos con que hagan lo mismo de siempre (artesan¨ªa, cocina, cuidados) y lo vendan por Internet. Hay que conseguir que trabajen, dise?en y cuelguen contenidos en el ciberespacio.
Es necesario democratizar m¨¢s la red y eso significa hacerla accesible no s¨®lo en t¨¦rminos de infraestructuras sino de capacidad para utilizarla. Es muy importante incrementar los puntos de acceso p¨²blico a Internet o abaratar su uso, pero no es suficiente. Crear una sociedad de la informaci¨®n para todos es un proceso complejo, en el que son necesarios muchos otros cambios para que la gente adquiera la fluidez tecnol¨®gica, la confianza y la comodidad que permiten utilizar una herramienta tan poderosa en funci¨®n de los intereses de cada uno.
Para conseguirlo es necesario hacer las cosas de otra manera desde la misma escuela primaria. No basta con que las escuelas tengan un ordenador por cada dos ni?os. Es necesario cambiar los h¨¢bitos, el ambiente, los mensajes, la cultura tecnol¨®gica en definitiva, para que tambi¨¦n las ni?as, las chicas j¨®venes, las profesoras y las madres se encuentren c¨®modas con la tecnolog¨ªa.
La calidad de una sociedad se puede medir por el trato que da a sus mujeres. Las mujeres son el camino por el que las sociedades adoptan de forma colectiva comportamientos racionales frente a los prejuicios at¨¢vicos. La alfabetizaci¨®n y educaci¨®n femenina han sido la mejor herramienta para la modernizaci¨®n social. Si la sociedad de la informaci¨®n se construye sin las mujeres se corre el riesgo de construirla a pesar de ellas y, por tanto, sobre fundamentos poco reales.
Cecilia Casta?o es catedr¨¢tica de Econom¨ªa Aplicada y autora de Las mujeres y las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, Alianza Editorial, 2005. Forma parte de la Comisi¨®n Asesora para la Sociedad de la Informaci¨®n del Ministerio de Industria.
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