La Guardia Suiza se renueva ?500 a?os despu¨¦s!
El 22 de enero de 1506, hoy hace 500 a?os, 150 mercenarios suizos al mando del capit¨¢n Kaspar von Silenen entraron en Roma por la Puerta del Pueblo y se presentaron ante el hombre que les hab¨ªa contratado: Giuliano della Rovere, pont¨ªfice de la cristiandad con el nombre de Julio II. As¨ª empez¨® a funcionar la Guardia Suiza, el cuerpo militar m¨¢s antiguo del mundo. Actualmente consta de m¨¢s de un centenar de efectivos y sigue ocup¨¢ndose de la seguridad personal del Papa, pero las dificultades de coordinaci¨®n con el Cuerpo de Vigilancia del Estado (la polic¨ªa vaticana) y las amenazas del terrorismo isl¨¢mico aconsejan una reforma urgente. El polic¨ªa italiano Enrico Marinelli, que entre 1985 y 1999 fue jefe de los servicios de seguridad del Vaticano, afirma que la descoordinaci¨®n dentro del peque?o Estado teocr¨¢tico resulta cada vez m¨¢s peligrosa.
Parte de la crispaci¨®n del ambiente interno procede de la idiosincracia de unos hombres a los que se ense?a a matar y se mantiene acuartelados
La propia Guardia Suiza sufre dificultades internas casi end¨¦micas. Las investigaciones posteriores a los oscuros asesinatos del 4 de mayo de 1998, en los que perdieron la vida el comandante de la Guardia, su mujer y un vicecabo, pusieron al descubierto que la convivencia dentro de aquel grupo de supuestos monjes-soldado no era nada f¨¢cil. La mayor¨ªa germanohablante discriminaba a los francohablantes. Los abatini (santitos), como se conoce a quienes se alistan por sus sentimientos religiosos, viv¨ªan en continua tensi¨®n con los rambos, m¨¢s interesados en las armas y las discotecas que en la oraci¨®n. Algunos castigos rozaban el sadismo.
Parte de la crispaci¨®n del ambiente interno, seg¨²n numerosos testimonios de guardias retirados (casi todos muy orgullosos de su tiempo de servicio), procede de la idiosincrasia del miniej¨¦rcito, compuesto por hombres j¨®venes a los que se ense?a a matar y a los que se mantiene acuartelados, pero a los que, a diferencia de cualquier otro soldado, se proh¨ªbe determinados desahogos.
Aislamiento en el cuartel
Se tiende a olvidar que los mercenarios suizos viven en tierra extranjera. Llegan al Vaticano sin hablar italiano y buena parte de su primer contrato bienal transcurre en el aislamiento del cuartel. El t¨¦rmino nostalgia (del griego nostos, retorno, y algos, dolor) fue acu?ado en 1688 en la Universidad de Basilea para definir precisamente el s¨ªndrome de a?oranza y alienaci¨®n que afectaba a los belicosos mercenarios suizos cuando estaban lejos de casa.
Los testimonios cr¨ªticos sobre la vida en el interior del ej¨¦rcito vaticano son escasos. En los setenta, un fot¨®grafo llamado Hughes de Wurstemberger logr¨® enrolarse y documentar gr¨¢ficamente la rutina cotidiana de la Guardia. Un poco m¨¢s tarde, el cabo Bernhard Dura escribi¨® tras licenciarse un libro dur¨ªsimo contra el miniej¨¦rcito, titulado Ya no guardia, sino cristiano, en el que explicaba que sus experiencias vaticanas les hab¨ªan llevado al protestantismo. Los viernes y s¨¢bados por la noche no es infrecuente topar en ciertos bares romanos con alg¨²n grupo de guardias libres de servicio; en general son discretos incluso en la embriaguez (aunque alguno ha destrozado alg¨²n coche o se ha ba?ado desnudo en una fuente de Bernini), pero sus quejas m¨¢s frecuentes se centran en la disciplina excesiva, en el aburrimiento y en la arbitrariedad de los jefes.
Mandar sobre la Guardia Suiza implica mucho m¨¢s riesgo que mandar sobre cualquier ej¨¦rcito convencional. El 8 de abril de 1959, el entonces comandante, coronel Robert Nunlist, recibi¨® cuatro disparos del cabo Adolf Ruckert, a quien se le encasquill¨® la pistola cuando trat¨® de suicidarse. El 4 de mayo de 1998, como se ha dicho, el reci¨¦n nombrado comandante Alois Estermann y su esposa, Gladys Meza Romero, fueron asesinados por el vicecabo Cedric Tornay, de 23 a?os, quien acto seguido se suicid¨®. Esa fue al menos la versi¨®n oficial, sostenida desde el primer momento como una "certeza moral" y refrendada despu¨¦s por el Juzgado de Instrucci¨®n del Vaticano, pese a la abundancia de puntos oscuros en el sumario. De forma parad¨®jica, los tres cad¨¢veres, entre ellos el del supuesto asesino suicida, fueron enterrados con todos los honores militares y religiosos.
Estermann era un militar apuesto y cultivado, cuya carrera se hab¨ªa visto acelerada por la pertenencia al Opus Dei. El 13 de mayo de 1981, cuando Ali Agca dispar¨® contra Juan Pablo II, Estermann fue el primero en saltar al coche y proteger al Papa con su cuerpo. Esa prontitud le vali¨® muchos reconocimientos. Los hechos, sin embargo, demostraron tambi¨¦n que la reacci¨®n de Estermann se produjo cuando Karol Wojtyla ya estaba herido, y que no exist¨ªan precauciones reales cuando el Pont¨ªfice se acercaba a la gente. "Juan Pablo II amaba los ba?os de masas y se pon¨ªa en peligro de forma casi cotidiana; Benedicto XVI es m¨¢s reservado y eso facilita el trabajo policial, pero la descoordinaci¨®n de los cuerpos vaticanos e italianos y la falta de una estrategia antiterrorista siguen siendo un problema grav¨ªsimo", comenta el polic¨ªa Marinelli.
En la plaza de San Pedro y en el resto de Roma, la seguridad del Papa recae en la polic¨ªa italiana. Dentro del Palacio Apost¨®lico y en el resto del territorio vaticano, la gendarmer¨ªa civil (130 efectivos) se ocupa del "orden p¨²blico" y depende de la Comisi¨®n Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, mientras la Guardia Suiza, con 110 efectivos, se encarga de proteger "con la propia vida" al Papa y de efectuar desfiles y guardias de honor. El actual comandante, Elmar Mader, oficial del ej¨¦rcito suizo y licenciado en Derecho, dice necesitar al menos 30 soldados m¨¢s para cumplir su misi¨®n. Casi todos los vatican¨®logos pronostican, para este mismo a?o o para 2007, una reforma de la vieja Guardia papal.
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