Viaje al centro de Microsoft
EPS ha visitado el coraz¨®n de la mayor compa?¨ªa de 'software' del mundo y ha hablado con sus cerebros y algunos de los espa?oles que trabajan en ella. El 'gigante' inform¨¢tico aspira a un nuevo reto: liderar la revoluci¨®n de los hogares y el entretenimiento.
EPS ha visitado el coraz¨®n de la mayor compa?¨ªa de 'software' del mundo y ha hablado con sus cerebros y algunos de los espa?oles que trabajan en ella. El 'gigante' inform¨¢tico aspira a un nuevo reto: liderar la revoluci¨®n de los hogares y el entretenimiento.
84 edificios, un lago y decenas de campos deportivos constituyen el coraz¨®n de Microsoft
Miles de programadores quieren trabajar en esta empresa; otros no lo har¨ªan por nada
"Microsoft cambi¨® la manera de trabajar y puede cambiar c¨®mo la gente se entretiene"
?sta es la historia de una ciudad construida en un lugar rodeado de bosques y monta?as. Aqu¨ª hay un lago y decenas de campos deportivos, y tambi¨¦n es posible visitar un museo y una exclusiva tienda. En sus cafeter¨ªas se sirven platos de culturas de todo el mundo, y se puede contemplar un paseo de la fama lleno de placas doradas o la ventana del despacho donde trabaja el hombre m¨¢s rico del mundo. Hay incluso una casa donde las paredes charlan con las persianas. Es una ciudad construida con el ¨²nico objetivo de que sus habitantes vivan la empresa en la que trabajan. El lago se llama Bill por el nombre de pila de su fundador. Los vasos de la cafeter¨ªa est¨¢n adornados con la palabra "Microsoft", y los carteles que all¨ª se cuelgan animan a los empleados a probar sus productos y convencer a sus familiares y amigos de que tambi¨¦n lo hagan. El museo repasa exclusivamente la historia de la mayor compa?¨ªa de software del mundo, y el paseo de la fama repasa los lanzamientos de cada uno de sus productos. Bienvenidos a Redmond, la ciudad de Microsoft.
En este gigantesco campus corporativo trabajan 30.255 personas, en 84 edificios repartidos por toda el ¨¢rea de Puget Sound, en el Estado de Washington, al noroeste de Estados Unidos. Y la visita a Microsoft se realiza en el que probablemente es el momento m¨¢s crucial de su historia: con 30 a?os reci¨¦n cumplidos, Microsoft ya no est¨¢ satisfecha con controlar nueve de cada diez ordenadores del mundo con su popular sistema operativo Windows. La competencia de Google, Sony y el sistema operativo de libre distribuci¨®n Linux empieza a ahogarla, as¨ª que prepara toda una estrategia destinada a hacerse con el negocio del entretenimiento del hogar digital. Microsoft ya no s¨®lo quiere controlar las oficinas y los despachos. Quiere instalarse en su sal¨®n.
Esta multinacional mundialmente famosa factura unos 40.000 millones de d¨®lares y tiene 60.000 empleados en 85 pa¨ªses. Pero su coraz¨®n est¨¢ en Redmond, un lugar situado a 21 kil¨®metros de Seattle. Esta ciudad es conocida en Estados Unidos por su buena m¨²sica y su mal tiempo. Es la tierra de Jimmy Hendrix y de Nirvana, y all¨ª nacieron tambi¨¦n Bill Gates y Paul Allen.
Cuando los dos amigos fundaron Microsoft (acr¨®nimo de Microcomputer Software), lo hicieron en Alburquerque (Nuevo M¨¦xico), pero nunca dudaron de que su tierra natal iba a ser el lugar donde crecer¨ªa la compa?¨ªa. Eligieron los bosques de Redmond incluso antes de saber que iban a necesitar todo el espacio edificable de la zona para albergar el mayor centro corporativo que ha conocido el sector inform¨¢tico. Lo que Microsoft pretend¨ªa entonces era huir de las aglomeraciones y los precios del centro de la ciudad, y adem¨¢s buscaba una manera para convencer a los magn¨ªficos programadores que trabajaban en Silicon Valley de que abandonaran la soleada California para vivir en la lluviosa Seattle.
Y es que nada en este campus est¨¢ improvisado. Su mismo nombre hace referencia al ambiente universitario de tranquilidad e invitaci¨®n al trabajo duro y la diversi¨®n controlada que sus fundadores quer¨ªan recrear. Redmond est¨¢ rodeado de frondosos bosques. Los edificios son bajos y agradables. El c¨¦sped est¨¢ perfectamente cortado. Hay campos de f¨²tbol, cr¨ªquet y softball, circuitos para hacer footing? En sus edificios se exponen 4.400 obras de arte, entre pinturas y esculturas. El horizonte es visible desde pr¨¢cticamente cualquier lugar, y en un despacho con ventana es f¨¢cil ver la puesta del sol. Los ¨¢rboles y las monta?as parecen proteger un lugar de trabajo donde no hay ruidos, ni suenan bocinas, ni se escucha nada aparte de p¨¢jaros y el ocasional timbre de alguna bicicleta. Es un lugar id¨ªlico, una arcadia corporativa tan aparentemente perfecta que no ha podido escapar a la paradoja. En la novela Microsiervos, el escritor Douglas Coupland (tambi¨¦n autor de Generaci¨®n X) hace una ¨¢cida cr¨ªtica de la sede corporativa de Microsoft, a la que denomina "campus de tupperware": sellado y aislado para que los intrusos y las ideas indeseables no perturben la paz y la belleza del interior.
Los edificios originales estaban tambi¨¦n dise?ados con la clara intenci¨®n de convencer a los mejores programadores de Silicon Valley para que se mudaran. Est¨¢n estructurados en forma de X para aprovechar mejor la luz y poder construir el mayor n¨²mero de despachos con ventana. ?sta es, de hecho, la caracter¨ªstica m¨¢s significativa que diferencia el campus de Microsoft de los que cualquier otra compa?¨ªa de su sector ha construido despu¨¦s. En Silicon Valley, los programadores trabajan en estrechos cub¨ªculos donde su intimidad es nula y la ¨²nica vista a la que pueden aspirar es la de una foto de su pareja o su mascota pegada a una pared blanca. En Microsoft, sin embargo, tienen un amplio despacho y pueden optar a uno con ventana, que se gana por riguroso orden de antig¨¹edad en la empresa.
Y es que Microsoft tiene fama de cuidar a sus empleados hasta la obsesi¨®n. La compa?¨ªa aparece siempre entre las 20 mejores empresas para trabajar de Estados Unidos, seg¨²n la clasificaci¨®n de la revista Fortune. Adem¨¢s, tiene la menor tasa de desgaste (es decir, de porcentaje de gente que la abandona) de esta industria, caracterizada por el robo constante de empleados y los cambios tecnol¨®gicos que obligan a los programadores a variar frecuentemente de empleo. En Microsoft es f¨¢cil encontrar a trabajadores que llevan 10 o 15 a?os en la compa?¨ªa.
La dificultad para entrar en la empresa explica, en parte, por qu¨¦ los empleados se quedan en ella. La entrevista de trabajo de Microsoft es ya un cl¨¢sico que estudian los directores de recursos humanos de todo el mundo. Los candidatos deben pasar un d¨ªa entero en el campus, donde son sometidos a un interrogatorio en toda regla. A las preguntas cl¨¢sicas sobre su formaci¨®n y objetivos se suman las concretas sobre Microsoft y el sector. Despu¨¦s vienen los acertijos, algunos de ellos desvelados en el libro How would you move Mount Fuji, de William Pundstone: ?c¨®mo mover¨ªas el monte Fuji? ?C¨®mo calcular¨ªas lo que pesa un avi¨®n sin usar una b¨¢scula? ?C¨®mo dise?ar¨ªas el cuarto de ba?o de Bill Gates? El objetivo es conocer la capacidad del candidato para solucionar problemas, y medir su creatividad e imaginaci¨®n. La compa?¨ªa se enorgullece de contratar candidatos inteligentes, independientemente de su formaci¨®n. De hecho, Bill Gates (o Bill G, como le llaman en la compa?¨ªa) nunca se gradu¨® en la universidad.
Los beneficios sociales explican tambi¨¦n esa fidelidad. Microsoft paga un buen seguro m¨¦dico privado, y de vida y discapacidad, en un pa¨ªs donde vivir sin seguro es arriesgarse a no sobrevivir. Las empleadas pueden coger tres meses pagados de baja de maternidad y otros dos en excedencia, mientras que los hombres pueden acceder a una baja de paternidad de un mes pagado y otros dos sin sueldo. Las bebidas (no alcoh¨®licas) son gratis. En la cafeter¨ªa, 19.000 personas comen diariamente men¨²s que est¨¢n subvencionados (el plato preferido: pizza). Los sueldos son buenos; Microsoft est¨¢ entre las cinco empresas del sector que mejor pagan a sus trabajadores. No hay dress code, es decir, que cada cual puede vestir como mejor le parezca. Y hay libertad total de horarios. "Aqu¨ª da igual las horas que trabajes, mientras hagas tu trabajo", resume la espa?ola Nuria Oliver. El buen rollo incluye una fiesta cuando el empleado cumple cinco a?os en la empresa, y el derecho a tirar al jefe al lago Bill si el producto se acaba antes de la fecha prevista.
Esta visi¨®n id¨ªlica del trabajo tambi¨¦n ha generado cr¨ªticas, en este caso de la industria del cine. En Antitrust, una pel¨ªcula de 2001, un joven programador es contratado por una gran empresa de software y recibe un enorme sueldo, una preciosa casa y un espl¨¦ndido coche. Todo cambia cuando descubre los sucios manejos monopol¨ªsticos de su jefe, un millonario obsesionado con la tecnolog¨ªa y el dinero, interpretado por Tim Robbins, que no se preocupa en ocultar su inspiraci¨®n en la figura de Bill Gates.
Y es que hay miles de programadores dispuestos a trabajar en Microsoft. Pero tambi¨¦n hay miles que no lo har¨ªan ni por toda la fortuna del hombre m¨¢s rico del mundo. Ninguna otra compa?¨ªa del mundo de la tecnolog¨ªa (y quiz¨¢ ninguna otra, en general) genera tanta animadversi¨®n. Desde los a?os ochenta, cuando el poder de Windows empez¨® a crecer, Microsoft ha sido duramente criticada por sus m¨¦todos comerciales -que inclu¨ªan descuentos a compa?¨ªas amigas y castigos a las que no lo son—, la inestabilidad de sus productos y su tendencia a copiar cualquier innovaci¨®n que le parezca para integrarla en su todopoderoso Windows. Odiar a Microsoft es, de hecho, parte de la diversi¨®n de esta industria, o al menos lo era hasta que la compa?¨ªa decidi¨® abrir la chequera y se gast¨® m¨¢s de 5.000 millones de d¨®lares en pagar a sus competidores (AOL, Sun, RealNetworks?) para que retiraran las demandas por abusar de su monopolio.
Porque la de Microsoft ha sido una carrera veloc¨ªsima. En el peque?o museo de la compa?¨ªa, en el campus, un par de vitrinas resumen a la perfecci¨®n ese camino, en el que esta empresa ha pasado de ser una insignificante compa?¨ªa de tres empleados que hab¨ªa desarrollado un simple lenguaje de programaci¨®n, a convertirse en una de las empresas m¨¢s importantes e influyentes de la historia. En el museo se expone la revista Popular Electronics, que inspir¨® a Gates y Allen para crear el lenguaje Basic para el ordenador Altair 8800. Tambi¨¦n est¨¢ el primer ordenador personal de IBM, que en 1981 decidi¨® optar por el sistema operativo MS-DOS de Microsoft para equipar sus PC, cambiando as¨ª para siempre la historia de la inform¨¢tica. Se puede contemplar la camiseta "yo constru¨ª Microsoft y sobreviv¨ª", firmada por sus primeros empleados. Y el primer Windows, de 1985, que convert¨ªa la inmanejable complejidad de letras y n¨²meros del MS-DOS en una simple serie de comandos gr¨¢ficos, haciendo, as¨ª, que la inform¨¢tica dejara de ser una ciencia oculta para convertirse en la herramienta principal de la sociedad digital. Tambi¨¦n est¨¢n las primeras portadas de Time mostrando a un jovenc¨ªsimo Bill Gates, y la ¨²ltima, en la que es nombrado Personaje del A?o junto a su esposa Melinda y el cantante de U2, Bono, por sus labores humanitarias.
Los cr¨ªticos de Microsoft creen, claro, que en el museo faltan muchas cosas. Por ejemplo, un homenaje a Gary Kidall, que termin¨® sus d¨ªas alcoholizado y arruinado despu¨¦s de vender por 75.000 d¨®lares su sistema operativo CP/M a Bill Gates y enterarse de que ¨¦ste le hab¨ªa cambiado el nombre por el de MS-DOS y se lo hab¨ªa vendido a IBM. O un homenaje al Macintosh, el primer ordenador personal que inclu¨ªa un interfaz gr¨¢fico de usuario (es decir, el dibujo de una papelera para indicar que all¨ª hab¨ªa que eliminar los documentos) que despu¨¦s popularizar¨ªa Windows.
Se puede discutir c¨®mo logr¨® Microsoft su inmenso poder (innovando, dicen ellos; copiando y amenazando, dicen sus detractores), pero no que lo tiene. Sin embargo, le empiezan a pesar los a?os y las responsabilidades. Se nota en el campus. Ya es pr¨¢cticamente inabarcable. Los edificios no fueron construidos ni numerados sucesivamente, as¨ª que su ordenaci¨®n no responde a ninguna l¨®gica, por lo que es obligatorio pararse en cada esquina a consultar los carteles informativos. Incluso para los m¨¢s veteranos resulta casi imposible no perderse. As¨ª que lo mejor para moverse por all¨ª es solicitar a los recepcionistas (hay uno o dos por edificio) un veh¨ªculo. Hay 48 que, cada d¨ªa, trasladan gratuitamente a una media de 2.000 personas por todo el campus.
El gigantismo de Microsoft adem¨¢s es tal, que acaba de reestructurar tambi¨¦n todo su equipo directivo y la propia compa?¨ªa por divisiones de negocio. Y le est¨¢ costando retener a sus empleados. Una broma interna asegura que los trabajadores que llevan m¨¢s de 10 a?os en Microsoft siguen all¨ª porque viven para trabajar, ya que son millonarios en acciones. El resto, en cambio, trabaja para vivir. Un vistazo en los garajes lo confirma: hay car¨ªsimos coches deportivos, pero hay muchos m¨¢s familiares o de segunda mano. Para los empleados que llevan cinco o seis a?os es muy duro, porque ellos s¨ª esperaban hacerse ricos: en 1999, la acci¨®n cotizaba a 120 d¨®lares. Ahora ronda los 27. El ¨¦xito en una empresa que crea programas inform¨¢ticos depende, sobre todo, de lo buenos que sean sus programadores. Y ahora Microsoft va a tener que esforzarse mucho en retenerlos, porque Silicon Valley le est¨¢ devolviendo la jugada: la acci¨®n de Google en Bolsa roza los 400 d¨®lares, y sus oficinas est¨¢n en un lugar agradable y, adem¨¢s, soleado.
Hay quien ya habla de la nueva Microsoft, "la versi¨®n 2.0", m¨¢s grande y madura y, seg¨²n sus portavoces, consciente de su responsabilidad despu¨¦s del desgaste de dos d¨¦cadas de investigaci¨®n antimonopolio en Estados Unidos y la UE. Esta nueva Microsoft quiere abandonar los PC y entrar en los televisores. O como explica J. Allard, el responsable de la consola Xbox y uno de los m¨¢s prometedores ejecutivos de la compa?¨ªa: "Microsoft lleva 30 a?os centrada en las actividades que se realizan entre las 9.00 y las 17.00. Nosotros, ahora, vamos a por el periodo de entre las 17.00 y las 21.00".
La casa digital, que se encuentra en el campus, es el mejor ejemplo del futuro de esa estrategia. Lo primero que le advierten a uno cuando visita esta casa es que nada de lo que va a ver es real. Ni siquiera son innovaciones en las que Microsoft est¨¢ pensando comercialmente. "Nosotros mostramos lo que puede ser posible en los pr¨®ximos cinco o diez a?os", explica Pam Heath, responsable de programas en esa divisi¨®n. "Algunas cosas se har¨¢n realidad, otras no", a?ade.
La casa de Microsoft puede ver, sentir y reaccionar en funci¨®n de las c¨¢maras, micr¨®fonos, sistemas t¨¢ctiles y chips de radiofrecuencia instalados en ella. La tecnolog¨ªa, sin embargo, no invade la casa ni agrede a sus habitantes. Puede utilizarse o despreciarse. Nada m¨¢s entrar, por ejemplo, una pantalla t¨¢ctil situada en la pared informa de d¨®nde est¨¢n los ni?os, despu¨¦s de localizarlos con un GPS (localizador por sat¨¦lite). Heath cuenta que los padres, sin embargo, han decidido desactivar esa opci¨®n en el adolescente. Ya conf¨ªan en ¨¦l lo suficiente como para no seguirle los pasos. "Somos conscientes de la importancia de proteger la intimidad", dice. En el sal¨®n, un panel digital muestra fotos y v¨ªdeos de un viaje de la familia a Par¨ªs. Una Torre Eiffel de pl¨¢stico con un peque?o chip en la base carga la informaci¨®n, as¨ª que, si la familia se cansa, siempre podr¨¢ sustituirlo por la reproducci¨®n del Coliseo y mostrar los recuerdos del viaje a Roma. O conectar una webcam que muestra el tiempo que hace en la casa de la playa.
Los papeles no desaparecen. Como dice Heath, "tienen un valor emocional en nuestras vidas. A la mayor¨ªa de la gente no le gusta vivir en un lugar muy tecnificado". Pero pueden incorporar m¨¢s informaci¨®n. Un im¨¢n de la pizzer¨ªa m¨¢s cercana, pegado en la nevera, informa en tiempo real de las ofertas del d¨ªa. Una invitaci¨®n a una fiesta de cumplea?os dotada con un chip permite confirmar electr¨®nicamente si asistiremos o no. Y leer un libro digitalizado a un ni?o puede convertirse en una experiencia multimedia. Heath empieza a narrar: "En la habitaci¨®n verde [se encienden unas luces verdes], la vaca saltaba [se escucha un mugido]".
El lugar m¨¢s importante de la casa lo ocupa, como en casi todas, la televisi¨®n, convertida en un aut¨¦ntico centro de entretenimiento digital. Se pueden ver pel¨ªculas bajo demanda descargadas de Internet, escuchar m¨²sica recomendada por amigos conectados al Messenger (que tambi¨¦n es de Microsoft), jugar con miles de personas a un videojuego o hablar con la abuela por videoconferencia. Todo ello gracias a la consola Xbox 360, que, como una gigantesca pira?a, ha devorado al resto de los habitantes del sal¨®n (el DVD, el equipo de m¨²sica, el sistema de cine en casa, el tel¨¦fono?). Microsoft intenta, por tanto, situarse en el mismo centro de la vida urbana en el futuro digital. "La tecnolog¨ªa va a cambiar la manera en que la gente consume el entretenimiento", explica J. Allard, "y el entretenimiento va a ser, fundamentalmente, un negocio de software. Como l¨ªder de la industria de software, que ha cambiado la manera en que la gente trabaja, Microsoft puede hacer lo mismo con el modo como la gente se entretiene".
Microsoft cree que, como la del software, la revoluci¨®n del entretenimiento digital llevar¨¢ otros 30 a?os. Aunque eso le importa poco a Ted Gudith. En el s¨®tano del edificio donde se desarrolla el hardware de la compa?¨ªa, este hombre afable modela prototipos que crean los dise?adores de Microsoft, para que despu¨¦s puedan probarlos y tocarlos. Por sus manos pasan decenas de ratones, teclados o mandos de consolas cada a?o, y tiene entre 12 y 20 proyectos a la vez. Los construye, moldea, replica y reconstruye en distintos materiales. Gudith sonr¨ªe cuando se le pregunta si a ¨¦l y a su equipo les satisface su trabajo manual en una compa?¨ªa que dise?a casas que hablan solas: "Yo creo que somos los que mejor nos lo pasamos en todo Microsoft", dice.
El sol se pone. Los trabajadores empiezan a abandonar la guarida de la bestia de Redmond, como llaman a Microsoft algunos de sus enemigos. Pero nada de esto afecta a los softies, como se les conoce en el sector. Durante todo el proceso antimonopolio, e incluso en el momento m¨¢s duro (cuando un juez decidi¨® que la compa?¨ªa deb¨ªa dividirse en dos), los empleados obedecieron a Bill Gates, que les orden¨® en un mensaje de correo electr¨®nico que se olvidaran de las cuestiones judiciales para centrarse en su trabajo. En Redmond, Microsoft no es una empresa; es la misma vida. Y para una compa?¨ªa que se enorgullece de la diversidad de sexos, razas, religiones y opciones sexuales que hay en ella, la uniformidad de sus empleados a la hora de apoyarla es sorprendente. Si se les pregunta, su lema, entonces y ahora, es: "Todos somos Microsoft".
J. Allard: "Cada d¨ªa pienso c¨®mo la tecnolog¨ªa puede cambiar la vida"
El hecho de hacerse llamar J cuando su nombre de pila es James refleja muy bien que la carrera de este joven de 36 a?os estaba destinada a hacer algo m¨¢s que pasarse las horas escribiendo l¨ªneas de c¨®digo. En 1993, cuando s¨®lo ten¨ªa 24 a?os y acababa de incorporarse a Microsoft, sugiri¨® a la compa?¨ªa que deb¨ªa apostar por Internet. Lo logr¨®. Despu¨¦s, convenci¨® a Bill Gates y Steve Ballmer (el presidente de Microsoft) de que deb¨ªan hacer lo propio con los videojuegos. Dicho y hecho. Supervis¨® un proyecto de m¨¢s de 2.000 millones de d¨®lares para situar a Microsoft en el mercado del entretenimiento digital y vendi¨® 22 millones de consolas Xbox. Ahora pretende desbancar a Sony y su todopoderosa PlayStation con la nueva Xbox 360, que, adem¨¢s de jugar, permite ver pel¨ªculas, escuchar m¨²sica, llamar por tel¨¦fono o conectarse a Internet. Su aspiraci¨®n ¨²ltima: "Que Xbox 360 una a toda la familia. Este producto no es s¨®lo para jugadores, es para gente que simplemente quiere pasarlo bien". Su poder en la compa?¨ªa es tal que ha sido designado por la prensa estadounidense como uno de los baby bills (los que est¨¢n en la carrera para la sucesi¨®n del magnate). ?l se r¨ªe ante la ocurrencia: "Es algo divertido sobre lo que escribir. Pero yo me levanto cada d¨ªa pensando en c¨®mo la tecnolog¨ªa puede cambiar la forma en que vive la gente; antes, en el trabajo, y ahora, en c¨®mo lo har¨¢ en sus casas. Tengo el mejor trabajo del mundo, y no quiero el suyo. Es m¨¢s", concluye, "a ellos [Gates y Ballmer], probablemente, les gustar¨ªa hacer el m¨ªo".
Nuria Oliver: "Lo ¨²nico que no me gusta de aqu¨ª es lo lejos que est¨¢ de Espa?a"
En el museo de Microsoft hay una aplicaci¨®n muy curiosa: un televisor muestra un juego de pimp¨®n, que el usuario puede manejar moviendo sus manos de un lado a otro delante de la tele. El juego fue desarrollado por Nuria Oliver, alicantina de 35 a?os y una de las investigadoras m¨¢s brillantes de Microsoft. Despu¨¦s de estudiar telecomunicaciones, pidi¨® una beca para hacer el doctorado en las siete mejores universidades estadounidenses y fue admitida en todas. Fue fichada por Microsoft. "Su laboratorio y la calidad de la investigaci¨®n eran los mejores", resume. Trabaja en aplicaciones de inteligencia perceptual, es decir, en intentar que el ordenador perciba las reacciones del usuario y lo que ocurre en el entorno, y act¨²e en consecuencia. Ahora ha desarrollado una aplicaci¨®n que utiliza el tel¨¦fono m¨®vil para detectar la apnea del sue?o y alertar al usuario. En Seattle est¨¢ contenta, pero reconoce que volver¨ªa a Espa?a si pudiera trabajar en lo que le gusta, algo que, dado el desarrollo de la ciencia inform¨¢tica en nuestro pa¨ªs, es imposible.
Jordi Mola: "Disfruto con el reto de resolver los problemas cada d¨ªa"
Este programador badalon¨¦s de 34 a?os escribe c¨®digo, y lo hace para el nuevo y m¨¢s esperado lanzamiento de Microsoft: Windows Vista, la nueva versi¨®n del sistema operativo, que saldr¨¢ al mercado en 2006. Hace cinco a?os decidi¨® dejarlo todo, amigos y familia, para irse a un lugar que, en el mejor de los casos, est¨¢ a 14 horas de avi¨®n de Espa?a. Como hace con todos los extranjeros, la compa?¨ªa le facilit¨® casa y coche durante dos meses, le pag¨® la mudanza y puso a su disposici¨®n a una persona para que le ayudara con los tr¨¢mites burocr¨¢ticos con la Administraci¨®n americana y los bancos. Lo que m¨¢s le gusta de su trabajo es el propio trabajo, es decir, el reto diario, "los problemas a resolver". Y la organizaci¨®n del trabajo. A¨²n se sorprende de que su jefe, con 600 personas a su cargo, le conozca por su nombre de pila. Lo que menos le gusta es el clima y la comida. "Los d¨ªas son muy grises; la comida, muy grasa", resume este joven que mitiga la morri?a cenando cada viernes con otros espa?oles de la compa?¨ªa.
Laura Gonz¨¢lez: "Me gustar¨ªa volver, pero tendr¨ªa que trabajar en algo diferente"
"?La principal diferencia con Espa?a?", se pregunta esta barcelonesa de 34 a?os. Tras pensarlo brevemente, no duda la respuesta: "Que aqu¨ª te valoran por tu trabajo, no por qui¨¦n eres. Y como mujer, lo notas a¨²n m¨¢s". Esta compa?¨ªa se enorgullece de su pol¨ªtica de fomento de la diversidad, pero, aun as¨ª, s¨®lo el 25% de sus trabajadores son mujeres, una cifra que en todo caso supera a la habitual de un sector en el que predominan mayoritariamente los hombres. Como a todos los espa?oles, a Laura le cuesta adaptarse a la comida ("es complicad¨ªsimo encontrar buena fruta y verdura") y al clima ("me levanto y me acuesto, y siempre es de noche"). Pero le apasiona su trabajo como program manager o responsable de programas en Windows Vista, y sabe que dif¨ªcilmente podr¨ªa enfrentarse a los mismos retos profesionales en Espa?a. "Claro que me gustar¨ªa volver, pero entonces tendr¨ªa que trabajar en algo diferente. Esto es lo que les ocurre", resume, "a todos los extranjeros que estamos aqu¨ª".
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