El para¨ªso, en la otra esquina
Para muchos fue una sorpresa los resultados del ¨²ltimo Informe Foessa, en el que se dejaba constancia de la existencia de algo m¨¢s de dos millones de hogares (ocho millones y medio de personas) en condiciones de pobreza en Espa?a. Bajo esa caracterizaci¨®n se encontraban los hogares que no llegaban a percibir por persona la mitad de la renta media disponible espa?ola. Aproximadamente 1,7 millones de esas personas padec¨ªan pobreza severa, por no alcanzar el 25% de la media nacional. Acostumbrados a identificar la pobreza con las situaciones de extrema carencia que registra la ONU en los pa¨ªses en desarrollo, pod¨ªa sorprender la magnitud de esas cifras ?era posible que en Espa?a viviesen ocho millones de personas en esas condiciones?
Los datos en Espa?a se refieren a pobreza relativa, y no absoluta como la de los pa¨ªses en desarrollo
Claramente no. El concepto que utiliza Naciones Unidas es el de pobreza absoluta: es decir, aquella poblaci¨®n que no tiene capacidad de gasto suficiente como para atender necesidades vitales que se consideran b¨¢sicas. El Banco Mundial estim¨® ese umbral, en su versi¨®n m¨¢s extrema, en un d¨®lar diario. En esas condiciones se encuentran cerca de un 1.100.000 personas. Es claro que en Espa?a, como en buena parte del mundo desarrollado, no existe como hecho sociol¨®gico este fen¨®meno. Los datos antes referidos hacen alusi¨®n a un concepto de pobreza relativa, relacionado m¨¢s con la distribuci¨®n del ingreso (y la desigualdad, por tanto) que con la dimensi¨®n absoluta del ingreso percibido. Por ello, la l¨ªnea de pobreza se expresa en funci¨®n del ingreso medio (o mediano) existente en un pa¨ªs.
Habr¨¢ quien piense que ese modo de determinar la pobreza resta severidad al fen¨®meno en el caso de los pa¨ªses desarrollados. No obstante, conviene recordar que la percepci¨®n de la pobreza -como se?al¨® Adam Smith- est¨¢ asociada a las carencias de quien la padece respecto a su entorno social de referencia, que le impide acceder a las condiciones de lo que se considera una vida digna. Es ese criterio relativo, de posici¨®n comparada, el que fundamenta el concepto de justicia que la ciudadan¨ªa reclama del orden social e institucional vigente.
La UE viene realizando un esfuerzo notable por dotar de una medida comparable de pobreza relativa (denominada riesgo de pobreza) al conjunto de los pa¨ªses miembros. En este caso, el umbral que se suele adoptar es el 60% de la renta mediana del pa¨ªs en cuesti¨®n. Pues bien, cerca del 16% de la poblaci¨®n comunitaria vive en riesgo de pobreza, lo que supone un total de 72 millones de personas. Los pa¨ªses que presentan registros m¨¢s bajos, con tasas cercanas al 10%, son algunas econom¨ªas anteriormente socialistas (como Rep¨²blica Checa, Hungr¨ªa o Eslovenia) y ciertos pa¨ªses n¨®rdicos (como Finlandia o Suecia). En el otro extremo, con tasas del 21%, se encuentran Eslovaquia, Irlanda y Grecia. En la escala inmediatamente anterior a ese extremo superior, se encuentra Espa?a, con una tasa (19%), superior a la media comunitaria.
Este nivel de pobreza es conforme con los niveles de desigualdad que rigen en la distribuci¨®n de la renta en Espa?a. Tanto si se acude a la relaci¨®n entre el 20% m¨¢s rico y el 20% m¨¢s pobre (el primero tiene 5,3 veces la renta del segundo) como si se apela a un indicador tradicional de la desigualdad, el ¨ªndice Gini (32%), se observa que Espa?a se encuentra en el grupo de pa¨ªses con mayor desigualdad de la UE, con tasas superiores a la media comunitaria.
La morfolog¨ªa de la poblaci¨®n con riesgo de pobreza presenta algunos rasgos f¨¢cilmente interpretables. El riesgo de pobreza es mayor en los segmentos de poblaci¨®n que se encuentran fuera de la edad laboral (menores de 16 a?os y mayores de 65); en los hogares monoparentales con hijos o en parejas con abundante descendencia; en las mujeres, especialmente las mayores de 65 a?os; en la poblaci¨®n sin estudios o con s¨®lo estudios primarios; y en las personas activas que se encuentran desempleadas.
?Qu¨¦ factores est¨¢n detr¨¢s de estos resultados? Cuatro emergen como principales elementos explicativos. En primer lugar, la existencia de un mercado laboral altamente segmentado, que permite la existencia de sectores con desempleo cr¨®nico o con condiciones altamente inestables de empleo. Llama la atenci¨®n, por ejemplo, la elevada proporci¨®n de j¨®venes, menores de 25 a?os, que pertenecen al colectivo de pobres.
Un segundo factor tiene que ver con la diferenciaci¨®n salarial, en funci¨®n de niveles de formaci¨®n de las personas, que deriva de los nuevos modos de competencia en un mercado m¨¢s abierto. Lo que sit¨²a a las poblaciones no formadas en condiciones altamente vulnerables. No es extra?o que la poblaci¨®n sin estudios, o s¨®lo con estudios primarios, tenga una tasa de pobreza cerca de 10 puntos porcentuales por encima de la media.
Un tercer factor est¨¢ asociado a la debilidad de la pol¨ªtica social espa?ola. Los datos son manifiestos: el nivel de pobreza en Espa?a antes de las transferencias sociales (sin contar las pensiones) se situar¨ªa en el 22%. Las transferencias sociales apenas logran reducir la tasa de pobreza al 19% (es decir tres puntos porcentuales). En el caso comunitario promedio esa reducci¨®n es de casi nueve puntos porcentuales (del 25% al 16%); y en pa¨ªses con potente pol¨ªtica social, como Suecia, ese impacto llega a 18 puntos porcentuales. Es esta misma debilidad la que explica el incremento de los niveles de pobreza en las mujeres mayores de 65 a?os, en los hogares monoparentales o con muchos hijos y en los segmentos de poblaci¨®n en edad no activa.
Por ¨²ltimo, un factor adicional que no cabe olvidar es el relacionado con el fen¨®meno migratorio. Est¨¢ debidamente probado que la inmigraci¨®n tiende a ampliar el arco de la distribuci¨®n de la renta, al dilatar la gama de empleos en condiciones precarias. Aunque las estad¨ªsticas no lo capten todav¨ªa, constituye un fen¨®meno que, sin duda, est¨¢ operando tambi¨¦n en nuestro pa¨ªs. En suma, la realidad espa?ola est¨¢ muy alejada de la propia de un pa¨ªs subdesarrollado, pero todav¨ªa para demasiadas personas el bienestar constituye un para¨ªso distante. Del crecimiento econ¨®mico con empleo de calidad, por un lado, y de una pol¨ªtica social m¨¢s activa, por el otro, depende que se mejoren los niveles de cohesi¨®n social y se sit¨²e a Espa?a en un puesto m¨¢s confortable en la escala internacional de la equidad.
Jos¨¦ Antonio Alonso es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y director del Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI).
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